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La pertenencia: (7) La india

"Ahora vas a modelar tu vestido nuevo."



Después de comer en el mismo resto-bar tomamos el radio-taxi para ir a su pieza. No hacía falta que supiera si íbamos a ir o no, siempre la mantenía impecable.



Con la naturalidad de siempre se sacó su traje de oficinista para ponérselo. Se dio unas vueltas, feliz, mirándose en un espejo de medio cuerpo en la puerta de su armario. Sacó y se probó los zapatos de los que habló. No me preguntaba por mi opinión, le bastaba saber que confiaba en su buen gusto y que era un placer verla. Subió a su cama para sentarse de rodillas. Se subió el vestido un poco para mostrar sus muslos con las manos entre sus piernas.



"Lo tenemos que cuidar, no podemos hacer nada que lo pueda arrugar, menos manchar."



Se rio. "Sólo te lo quería mostrar cómo te gusta verlo."



"¿Cómo has sabido tan bien lo que me gusta sin que te lo diga? ¿Sabes leer mi mente?" Le dije en tono de broma.



"No sé, no te lo sabría decir, lo sé nomas. Me fijo en tu cara y lo sé. Quizás pensamos parecido, no sé, es raro, nunca lo había pensado, me sale nomas." Quizás. Seguro. Quizás estábamos pasando por un episodio de sincronicidad singular.



"Te hacen falta unos vestidos y faldas corrientes, que no importe si se manchen o arruguen." No hacía falta decir que esos se los iba a comprar ella, para mi próxima visita.



Se levantó, se quedó en ropa interior y guardó el vestido con sumo cuidado.



"Gracias, y perdón por haber sido tan tonta." Se detuvo y se corrigió. "No, no soy tonta. Pero hice una opería. Y ya me perdonaste. Gracias por todo, sólo te quería decir eso. Gracias por ser mi dueño. Gracias por querer lucirme. Gracias por haberme elegido para ser tuya."



"Pero dime una cosa. ¿Por qué crees que te elegí?"



Se detuvo un momento para pensar. Era común en ella tomar una pausa antes de hablar, por breve que sea. Buscaba la palabra apropiada para lo que quería decir. Una conducta que está lejos de ser extendida.



"No sé. Pienso que como eres extranjero te gusta mi tipo."



Me senté en su cama "Y si fuera de acá eso no sería así."



"No." En esa no titubeó.



"¿Cómo describirías tu tipo? En una sola palabra."



Se sentó al lado mío antes de decir con vergüenza "India."



"India, no chola."



"No, eso es distinto." Esas sutiles distinciones de la estratificación social le eran claras al grado de poder articularlas con precisión.



"¿Y eso te hace menos deseable?"



"Para joder no, aunque casi no tengo senos ni cintura," Lo que estaba diciendo era que no tenía el cuerpo de una Yayita. "pero para una relación estable no puedo aspirar muy alto. Pero yo sé que contigo es distinto. Tú me has hecho tuya de verdad y eso para mi siempre va a ser verdad. Me puedes botar e igual voy a seguir siendo tuya, y como soy tuya también me puedes volver a tomar cuando quieras."



"Y te puedes meter con otra persona y seguir siendo mía."



Eso caló hondo. Una prueba muy exigente de pertenencia.



"Sí." Contestó con convicción. "Soy tuya no importa que sea lo que hagas y no importa que sea lo que yo haga, siempre que no vaya en contra de tus deseos."



"¿Y qué dice sobre tu belleza el que tu aspecto sea un obstáculo para tu movilidad social y al mismo tiempo me seas deseable para hacerte mía?"



"Pues que a pesar de ser fea para la gente, también puedo ser linda para otra persona. No, espera. No para la gente, para esta gente. Y no para otra persona, sino que para otra gente." Ya no me sorprendía, no me esperaba menos de ella. "O sea que no se puede ser linda para todo el mundo, porque lo que para unos es linda, para otros es fea, y al revés." Esa claridad y perspectiva ya la tenía desarrollada en todos los otros temas que habíamos tocado, pero el de la belleza femenina había sido un obstáculo invisible e infranqueable hasta ahora.



"Claro, hay mujeres que por ser rubias aquí les llaman una rubia despampanante, pero en lugares donde ser rubio es corriente, serían consideradas ahí no más." Y con aquí yo estaba incluyendo a Chile.



Se quedó dándole vueltas un rato.



"Es tarde, me voy a ir."



Me paré. Me miró sonriendo. Nunca me iba a pedir que me quede, ni que me fuera por mi bien. Se paró también y se puso su camisa de dormir, no para seducirme y que me quede, no. Me iba porque era tarde, entonces era hora de acostarse. Como no le da frío pensé. Pensamientos de viejo. Y ella podía fácilmente ser mi hija, sólo un poco mayor que Felipe.



"Pero no me voy a ir sin mi besito de las buenas noches."



No era un código preestablecido, me entendía sin necesidad de acuerdos previos.


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