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La pertenencia (23): La presión y (24): La meretriz

La Presión



A la mañana siguiente le hice un minucioso examen físico. Cómo era de esperarse tenía unos cuantos moretones, sobre y bajo la cadera y uno en el hombro. Ninguno se había puesto oscuro. Tenía una erosión en un codo y otra en una rodilla. Todo perfectamente ocultable bajo la ropa. Las manos, el antebrazo, la cara y el cuello vírgenes. Ese día y por unos cuantos días uso pantalón, manga larga y cuello alto. Por supuesto que no tuve que darle esa instrucción. Aunque no era estrictamente necesario, prefirió prevenir. Al examinarla y tocar sus magulladuras no hizo ningún gesto ante mi leve presión. Hubiera preferido que no hubiese quedado ninguna marca, pero no podía ser de otra manera. Todas las otras marcas habían desaparecido o lo iban a hacer en el transcurso del día.



Antes de salir le hice ver lo bien que estaban las cosas cuando completamente vestidos me sirvió con su boca, con sólo mi cierre abajo. Un trabajo calmado, limpio y breve. Una señal muy bienvenida de que no tenía de que sentirse mal, seguía siendo de mi uso.



En el almuerzo de despedida hice algo por primera vez, le tomé la mano sobre la mesa. Habíamos caminado de la mano y se la había tomado en el taxi, pero nunca antes sobre la mesa.



"Convivir acumula tensiones, necesariamente."



"Sí."



"Lo bueno es que no tenemos una relación de pareja."



"Yo voy a tener una relación de pareja con Felipe. Ya la estoy teniendo."



"Exactamente, una linda relación."



"Si fuera tu pareja no podría ser de tu propiedad." Se le quebró la voz. "Perdón."



"Está bien, es bueno que lo tengamos claro. Tú te das cuenta como me esfuerzo para no caer en eso."



"¿Te lo hago difícil?"



"No, para nada. Es una batalla que la tengo que pelear yo, pero tú me lo haces más fácil."



"Gracias."



Había dejado de cuidarme de los oídos ajenos. La moralidad en La Paz había cambiado mucho, había cada vez más respeto por la vida privada. Igual alguna cabeza se había volteado, pero en lugar de una mirada de censura era de sorpresa, curiosidad o morbo.



Caminamos un poco en vez de despedirnos. Siempre me movía con un buen margen de tiempo para mi vuelo, nunca se podía saber que iba a pasar con los tacos, marchas o bloqueos. Ella se podía demorar.



"Te tengo que confesar algo. Recién me di cuenta. Anoche me estuve sintiendo un poco como pareja antes de que tú me ayudaras a salir de eso."



"¿Y te gustó?"



"Es que no me había dado cuenta, fue algo automático, no me fijé si me estaba gustando o no, eso es lo que me da más miedo, que si me sigue pasando te lo haga más difícil a ti."



"A mí me pasó algo parecido, pero con una gran diferencia. Aunque no tenía claro lo que me estaba pasando, sí tenía claro que me estaba sintiendo mal, muy mal. No sabía de qué, pero el remedio no fue algo que se me ocurrió, me salió sólo, de repente."



"¿Y si no te hubiera salido? Disculpa, no quiero ser fregada, pero me preocupa."



"Eso era lo que te estaba diciendo. Hay una tensión que se acumula naturalmente en una relación de pareja. Con los años uno se puede acostumbrar, pero la diferencia es que puedo liberar esa tensión apenas se junte un poco. Mucho más ahora que estoy consciente de eso. No te preocupes, esa tensión siempre ocurre y siempre se siente de alguna manera. Además tengo una gran variedad de maneras de liberarla."



"¿Y si hiciera algo indebido a propósito, te ayudaría?"



"Sí y no. Sí, reaccionaría, pero se puede volver molesto y aumentar la presión. Empezaría a ser un rasgo de una relación de pareja."



"Sólo era una idea, una idea tonta."



"Está bien, me gusta que estés atenta. Pero no te vas a preocupar, yo me voy a dar cuenta y voy a reaccionar sólo. Hay una cosa que si me ayuda y no te has dado cuenta. Cuando eso pasa te pones triste y se te nota una preocupación de la que a veces no te das cuenta."



"Sí, a veces me he dado cuenta y trato de que no se me note. Ahora me doy cuenta de que así te estoy tratando de engañar."



"Bueno, ahora que estas consiente no lo vas a hacer, y además yo sí me he dado cuenta."



"Qué bueno, me estoy sintiendo mejor. Fue como que anoche desperté de una pesadilla, no, de una trampa, no sé."



"Te has vuelto consciente de algo importante."



"Eso, me siento mucho mejor ahora." Se le notaba, su tono de voz estaba mucho mejor.



"Tú sabes que no te estaba castigando."



"Sí, sólo estabas desahogando esa presión que dices."



"Más bien tensión."



"Ahora me siento segura. Gracias." Su sonrisa lo decía todo.



"No me sirves triste."



"Y si me pongo triste ya sé que te tienes que dar cuenta. Aunque te estaba engañando, igual me siento bien porque sirvió para algo muy importante." La abracé del hombro. "Y si no me doy cuenta tampoco es tan malo, porque cuando tú te das cuenta es como cuando te dan un regalo sorpresa, es mejor que cuando te avisan."



"Sí, es aún mejor. Te sigues volviendo cada vez mejor como pertenencia. Una pertenencia cada vez más valiosa."



"Eso es lo importante."



"Ya, andate a tu trabajo, que me están dando ganas de usarte, pero no me puedo atrasar y tú no te vas a relajar con tu ascenso."



Nos despedimos con un beso apasionado. No era un beso de amor apasionado, era de entrega, de posesión.



*****************************



La meretriz



"Así que les funcionó bien el jueguito."



"Sí doctora, fue súper bueno."



"¿No les dije? No falla, con juegos así una pareja se fortalece." Una pareja, sí. "Ahora no deben dejar de ser creativos. Liberen esas fantasías."



Pero si las hago realidad dejan de ser fantasías. Creo que lo había escuchado en alguna película. Me censuré de decirlo en voz alta e hice un comentario anodino con entusiasmo falso. Pero igual me había gustado.



"¡Te tengo dos buenas noticias!"



"Dime."



"Tú ya debes saber."



"Sí, pero te ves mejor alegre, y estás intensamente alegre."



"¡Sí! Primera cosa, ahora soy encargada de un par de cuentas grandes, oficialmente."



"¿Y el sueldo?"



"¡3.500!" Se le notaba en la ropa. "Segundo, Felipe me estuvo llamando todos los días. Le dije que no se ponga latoso, que yo sabré cuando me dan ganas de ir. Fui cuatro veces. Es mi esclavo. No puede vivir sin mí."



"Me siento orgulloso de tenerte. Ya no necesito decirte cosas, ya estás volando sola. Quiero que lo mío sea de lo mejor, y tú lo estás siendo."



Esa noche, cuando llegamos al cuarto, sacó unos billetes de 200 de su escondite, unos cuantos, los puso a mis pies y se sentó de rodillas.



"Perdóname por tenerte tan poca plata."



"No me sirve tu mierda de plata. Chúpame el pico mejor. Para eso me sirves."



A la mitad se lo quité, no la dejé terminar su trabajo.



"Puedes administrar mi plata. Eso es otra cosa para la que sirves. Úsala para mejorar mi pertenencia." La desvestí, con su conmovedora ayuda. La puse de rodillas en la cama, dándome la espalda. Me lubriqué con ella y disfruté su ano. Después saqué un billete de diez y lo tiré al piso. "Tú no me ofreces tu mierda de plata, yo te uso como mi puta barata."



Se fue de rodillas al piso a recoger el billete. La empujé con el pie, haciéndola caer de lado.



"Eres una puta barata."



"Y me encanta. Déjame venderles mi cuerpo a otros hombres. Barato, diez pesitos."



"Te harías conocida. La puta más barata de La Paz. En tus vacaciones vas a ir a Copiapó y te vas a vender por cinco lucas."



"Gracias. Soy tu puta barata."



"Me gusta tener una puta barata." Sonrió, feliz, orgullosa de sí misma.


Datos del Relato
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