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La pertenencia (16): La zambullida

La semilla estaba plantada.



"¿Cuándo nos volveremos a ver?" Preguntó Felipe. Estaba claro cuál era el objeto de su interés ahora.



"En mi próximo viaje. Anota, igual vas a tener su número ahora."



Anotó y verificó el número como que se le fuera la vida en eso.



"Llámala, para que te tenga."



Que te tenga, que sugerente.



"Chao." Se estaba despidiendo de ella, con la actitud servil que tan bien había cultivado.



No le contestó. "Chao Felipe, nos vemos en dos semanas."



Entramos al hotel como Pedro por su casa. Era conocido de ahí, así que no había problema, mientras que no quisiera usar mi habitación subarrendada. Pasé a recoger mi parte del negocio. En el radio taxi al cuarto ignoramos al chofer, que debe haber escuchado cosas más llamativas que lo nuestro en su larga carrera de invisible.



"¿Cómo te sentiste?"



"Al principio, increíble. Era lo mejor. No podía creer mi suerte, de ser tuya y de que me muestres todas estas cosas tan lindas. Cuando el tipo me quiso obligar a desobedecerte como que vi todo rojo. No sé, podría haber hecho cualquier cosa, mi único miedo era hacer lo que me habías prohibido."



"¿Y cómo te sentiste cuando lo tenías dominado?"



"Bueno, al principio era pura rabia, pero después como que me empezó a gustar. ¿Está mal que me haya gustado?" Me miró con duda, un poco de preocupación.



"No, para nada." Alivio. "Nunca me lo hubiera esperado. No dejas de sorprenderme. Tengo grandes planes para ti."



"Gracias. Gracias por tener planes para mí."



"¿Así que te gustó? ¿Qué te gustó?"



"Todo. El látigo, la corriente, el poder, humillarlo como un perro."



"Como una perra."



"Sí, eso me gusta más todavía. Humillarlo como una perra. Mi perra."



"Eres increíble." Le apreté del hombro, con cariño.



"Pero sabes, me da un poco de miedo."



"¿Qué te da miedo?"



"Me da miedo que por hacer cosas así me pueda poner alzada contigo."



"Eso no va a pasar. Ni tú ni yo vamos a permitir que algo así pase."



"Preferiría morir antes de que pase algo así."



"No te vas a tener que morir. Tú sabes muy bien cuál es tu lugar, y yo no voy a dejar de recordártelo."



"Gracias. Eres demasiado bueno conmigo."



Llegamos a su cuarto. Me dolían los pies. Ella se veía llena de energía. Todavía no la había visto cansada, pero esta noche estaba más cargada que de normal.



"Estoy raja. Mañana tenemos que trabajar." Se acostó en silencio, me abrazó con suavidad, totalmente dependiente de mi piel. Como siempre, podía percibir a través del más sutil de mis movimientos que debía hacer, que podía hacer. Acercarse, alejarse, recogerse en mi, tocarme, dejarse tocar, mirarme, mirar para otro lado.



Me dormí con ella bajo mi brazo.



"Después del trabajo nos volvemos a encontrar en la Plaza Abaroa." Le dije en nuestro almuerzo. Su cara brilló. "¿Cómo te fue en el trabajo hoy?"



"Muy bien. Estoy mandando como que fuera jefe ya."



"Ya falta poco. Vas a ser jefa de verdad. Con mayor responsabilidad, mejor sueldo. Y el mismo de un hombre en ese cargo. Nada de tonteras."



No necesitaba asentir. Si yo lo decía no era una orden, era un hecho.



La llevé de la mano en la subida del montículo, por ahí me transmitía su electricidad. Cuando llegamos a la habitación nos desnudamos y me hizo un breve fellatio no sellado acostados.



"¿Harías cualquier cosa por mi?"



"Sí."



"Repítelo."



"Haría cualquier cosa por ti."



"Cualquier cosa por mi."



"Cualquier cosa por ti."



"Repítelo."



"Cualquier cosa por ti. Cualquier cosa por ti."



Me bajé de la cama y me puse de pie. Ella se sentó en el borde. La agarré el pelo.



"Cualquier cosa por ti. Cualquier cosa por ti."



La arrastre al piso del pelo.



"Cualquier cosa por ti. Cualquier cosa por ti."



La llevé gateando al baño. Era un lugar limpio este motel, y me había asegurado, al entrar fui a ver.



"Cualquier cosa por ti. Cualquier cosa por ti."



Por el pelo le empujé la cabeza en la taza y solté la cadena. Su voz se escuchaba gorgoteando en el agua que corría. Le levanté la cabeza. Respiro profundo. Me puse detrás de ella, de rodillas. Ya se me había puesto duro. Se la coloqué entre las piernas. Empezó a lanzar quejidos, largos, con tono oscilante, la más dulce música. No se la metí.



"Por favor. Por favor."



Volví adelante, le hundí la cabeza y volví a tirar la cadena. Era un buen sistema, se llenaba rápido.



"Cualquier cosa por ti. Cualquier cosa por ti."



"¿Qué quieres?"



"Quiero verga. Quiero tu verga. Quiero que me uses. Úsame. Por favor."



La puse de pie por el pelo.



"Has sido una buena niña. Te has ganado ser de uso para mi verga."



"Gracias. Gracias. Gracias."



"Sécate. Agárrate el pelo mojado con una toalla."



Me gustaba con el pelo tomado también, como lucía la piel de sus hombros, de su cuello.



Me senté en el borde de la cama. "Ven."



Se supo quedar de pie entre mis rodillas abiertas. Como era bajita, así, de pie, sus pezones todavía quedaban a la altura de mis labios. Por supuesto que hace rato que ya estaban duros para mi. Listos para que mi lengua juegue con ellos. Prominentes, para que los pueda sostener y estirarlos sólo con mis labios. Que disfrute sólo de mi estimulación, no del dolor ni de la humillación. Mientras tanto mis manos amplificaban su placer manipulando sus glúteos, deslizando mis dedos entre ellos, mojando uno en sus jugos, y ese dedo yendo a jugar alrededor de su ano, entrando tan bienvenido, con ese suspiro de alivio, de ser completada con lo que le faltaba.



Se dio vuelta y sentó suavemente sobre mis piernas, ajustándose con la fijación que yo le sostenía.



"Juega con tus tetitas, quiero que te hagas sentir cosas ricas."



Sus piernas soportaban todo su peso mientras bajaba y volvía a subir, tensando su musculatura completa, se le notaba marcándose, siguiendo la guía que tenía dentro suyo. No se podía sostener con las manos, estaban muy bien ocupadas donde le había hecho ver que le podían aumentar su placer.



No quise agotarla. "¿Qué quiere ahora la putita cochina de su papi?"



"Papi, quiero mamarte la verga papi, papito por favor, déjame mamarte la verga por favor, soy tu puta cochina, quiero tu verga ahora, recién salida de mi culito papito por favor, por favor, por favorcito."



Después de darle lo que me pedía le tomé su cabeza y le acaricié una mejilla tiernamente.



"¿Quién es la putita más cochina de papi?"



"Yo papito, yo soy tu india cochina..."



La interrumpí con una cachetada.



"Escúchame bien. Tú eres una india, pero eres una india a mucha honra. ¿Te queda claro?"



"Sí." Hubiese llorado, pero sabía que no era el momento.



"Recuerda, recuérdalo bien, por todo lo sumisa que eres conmigo vas a ser altiva con el resto del mundo. Si alguien te dice india como ofensa, tu dices a mucha honra. No agredes, eso es ponerte a la defensiva, defenderte de una ofensa. No te están ofendiendo, están haciendo una afirmación sobre tu identidad. Luego tendrás la oportunidad de hacerles ver como el tinte claro que puedan tener en su piel no los previene de ser unos tristes tarados."



"Perdóname por favor. No sabía. Era ignorante."



"No, ya lo sabías, lo habíamos hablado antes. Por otro lado no es tan malo que haya pasado, es una buena ocasión para enseñártelo."



"Por lo menos eso." Cabeza gacha.



"Lo peor es que me quitaste las ganas."



"¡Perdón!" Apoyo su cara en mi regazo, tapándosela con las manos. Lloro despacio. "Perdóname, lo eché a perder. Me odio por eso. Ojalá hubiera manera de arreglarlo."



"Lame."



Recorrió mis muslos, trazos largos, bien húmedos, con agradables sonidos, sonidos sinceros, estaba sinceramente contenta de llevar a cabo este acto. Levanté mis rodillas y por supuesto que sabía perfectamente que hacer para continuar complaciendo a su dueño. Ya estaba surtiendo efecto.



"¿Puedo volver a mamarte la verga? Estaba tan rica."



Mi sonrisa y mi posición le dieron la autorización. Manifestaba su agrado con suaves exclamaciones de gusto.



"La mejor mamoncita de papi."



Le di unos cuantos empujones a su cabeza para disfrutar sus arcadas.



Me eché para atrás y ella procedió a repartir las atenciones de su boca para mi placer.



"Papi, papi, papito, que rico, que rica tu verga, que rico tu culo."



Tomé su cabeza y restregué su cara en mi piel sensible.



"Papito, quisiera pedirte algo. ¿Puedo pedirte algo?"



"Dime hijita, ¿Qué es lo que quiere mi hijita linda de su papi?"



"Papi, por favor, ¿Me podrías meter tu verga por mi culito? Se siente tan rico, tu verga gruesa abriéndome el culo, por favor."



"Volvamos a lo que estábamos haciendo antes de la interrupción. Lo estabas haciendo muy bien, como la mejor puta caliente del mundo."



"Sí papi." Se movía con una soltura grácil, sentándose y al retomar su movimiento vertical. Ni cambiándose muy rápido, ni quedándose mucho rato. "Papi, quiero ser la mejor puta caliente del mundo para ti, para que disfrutes usándome."



"¿Te gustó que te compartiera con esos hombres para que te usen?"



"Sí, me encantó, fue tan rico, sentí que estaba siendo una buena puta caliente para mi dueño. Me encantó."



La saqué de encima de mí, la di vuelta y la puse de rodillas. La agarré del pelo y le empecé a dar cachetadas sonriéndole, mostrándole que lo estaba pasando bien con ella.



"Si, exactamente, eso es lo que eres, una perra hambrienta de pico. Siempre quieres más verga."



"Sí, nunca tengo suficiente verga. Quiero pico, quiero pico, quiero pico." Yo no le había enseñado esa palabra chilena, la dije una vez y ya sabía cómo usarla como que la hubiera conocido desde la pubertad.



Me puse de pie y use su cabeza para masturbarme.



"¿Te gusta el pico puta de mierda?"



La mantenía atragantada para escuchar sus esfuerzos de contestar. Después la soltaba.



"Si, me gusta el pico, me gusta mucho mucho mucho."



Ya fue suficiente. Eyaculé en su cara, su boca abierta, su lengua afuera. La mayor parte cayó fuera de su boca.



"No dejes comida en el plato."



Se limpió la cara prolijamente.



"Estás perdonada."



"Gracias." Sus ojitos se llenaron de lágrimas de gratitud que todavía no caían.



"Sabes hacer mérito. Aprendes de tus errores. Eres una buena pertenencia. Puedes estar aliviada, tu falta queda en el pasado. Puedes olvidar la falta, pero no olvides la lección."



"Sí. No lo olvidaré nunca. Es imposible que se me olvide. Lo peor que me puede pasar es decepcionarte. Sí te aburres de mi, no es tan malo como saber que te he decepcionado."



"No solo eres mía, eres mi creación."



"Si no fuera tuya, seguiría vacía, no sería nada. Todo lo que soy es gracias a ti, gracias a ser tuya."



"Límpiate las lágrimas."



"Perdón." Por llorar.



“Estás perdonada. Me vas a seguir haciendo sentir orgulloso de tenerte. Vas a seguir haciendo mérito para ser de mi pertenencia. Voy a seguir complaciéndome con tu uso."



"Gracias."



"¿Qué es lo que más te gusta de ser mía?"



Sabía que "todo" no era una respuesta aceptable. Ya no tenía miedo de decepcionarme, le había ayudado a sentirse segura de que no lo iba a hacer.



"Que mi vida tiene sentido. El sentido de mi vida es ser usada por ti, como tu pertenencia. Que pueda complacerte de alguna manera como tu pertenencia, eso es lo que más me gusta de ser tuya."



"Por qué elegiste ser mía?" Una trampa, bastante obvia por lo demás."



"No fue mi elección." Obviamente no iba a caer. Pausa para buscar las palabras precisas, marca de la comunicación digital. "Tú me elegiste. Yo ya era tuya. Yo soy y siempre he sido tuya, es mi ser, es lo que soy. Tú me lo hiciste ver, eso era todo lo que hacía falta."



Íbamos bajando por el lado del montículo.



¿Hay algo que no harías por mí?"



"Nada. Imposible. Prefiero morir antes que desobedecerte. Tú eres muy bueno y siempre me das la oportunidad de hacer lo correcto, de servirte como me corresponde."



En el radio-taxi de vuelta la tome por el hombro y la deje apoyarse en mí.



"Vas a ser el ama de Felipe. Él va a ser tu esclavo."



Sin mirarme a la cara, sonrió. Sonrió para sí misma.


Datos del Relato
  • Categoría: Dominación
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