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La pertenencia (10): El perfume

En la siguiente visita continuó su entrenamiento. Era como una esponja, ávida de absorber todo lo que le ofrecía.



"¿Cómo te ha ido?"



"Muy bien, ahora soy imprescindible y me respetan por eso. Claro que hay algunos que hacen como nada hubiera cambiado."



"Ignóralos, has como que no existen. Tu trato con ellos va a ser exclusivamente profesional. No discutas con ellos a menos que sea para que las cosas funcionen como deben. No los desacredites abiertamente, deja que ellos lo hagan solos. Van a ser tu mejor peldaño para subir. ¿Cuánto ahorras de tu sueldo?"



"Mil por mes. A veces menos por imprevistos, pero por poco y a lo lejos."



"Si va a ser útil, vas a invertir en ropa de mejor clase. Confío en tu buen juicio."



Nunca nos faltaba tema de conversación. Cualquiera de los dos lo podía empezar. Actualidad, artes, historia.



"¿Estás estudiando inglés con ese curso que tienes?" Era tan barato por lo viejo, que tenía espacios para unos cassettes que se le perdieron al dueño anterior.



"Sí, cuando no estás."



Nunca quise que me tratara de usted. Se hubiera visto raro y me parecía un gesto innecesario. Su condición no necesitaba de esas formalidades.



Dejé ese último tema ahí.



Después del trabajo fuimos de nuevo a San Miguel. Esta vez la llevé a los perfumes.



"La señorita quiere conocer los perfumes que ofrecen. Usted la va saber guiar bien, ¿no?"



"Por supuesto caballero."



"Me avisas."



Las dejé y después de un rato me asomé. Le estaba explicando lo del café para seguir conociendo.



Aprovechaba cada minuto para avanzar en mi trabajo. Me llamó y fui.



"No me logró decidir entre estos dos."



Mademoiselle de Chanel y Dark Crystal de Versace.



La miré sorprendido. Ella se preocupó por haberme metido en algo que le correspondía a ella hacer. Olía una muñeca, después la otra.



"Vamos a dar una vuelta y volvemos."



Salimos a la calle.



"Perdóname por favor. Me sentí incapaz de tomar esa decisión, no sé qué me pasó. Perdóname."



"¿Cómo lo haces? ¿Tienes un pacto con el demonio?"



"¿Qué quieres decir?"



"Que leas mis gestos y señales mínimas es una cosa, pero estos dos perfumes. Desde que los conocí son mis favoritos."



Lanzó su educada risita juvenil.



"No sé, te juro que no tengo ni idea."



Volvimos.



"Tienen muy buena fijación en tu piel. Los dos.



Había comprado, iniciativa propia, una alfombra mediana. Así yo podía estar descalzo y de pie para usarla.



Apenas entramos le largué una cachetada. Limpia y sonora. Me miró sonriendo. Sabía que no la estaba castigando por algo que hubiera hecho mal. Era simplemente otra manera de usar mi pertenencia. Una forma que me gustaba por la respuesta que le incitaba. Sin palabras se desnudó y se puso el Versace. Sabía que ese era el para la noche, el para la intimidad.



"Desvísteme"



Se puso en el suelo para desarrollarme los zapatos.



"Bésame los pies."



"Perdóname por favor por ser una perra inmunda." Me dijo entre besos.



Cuando me los sacó la empujé con el pie para hacerla caer.



"Sigue."



Se paró para sacarme la chaqueta y la camisa. Las ordenó. Se puso de rodillas para sacarme los pantalones.



"¿Puede está sucia mamona caliente ponerse tu verga en la boca?"



Dos cachetadas ahora.



"Sácamelo rápido."



Apenas me lo sacó le agarré la cabeza y use su boca con brusquedad.



"Así es como hay que tratar a las perras cómo tú."



Le agarré del pelo con una mano para seguir.



"¿Por qué te gusta tanto la verga? ¿Ah?"



No hizo ningún ruido.



"Así hacen las niñas bien educadas. Nunca hablan con la boca llena. A menos que le digan lo contrario."



Se lo metí más fuerte y rápido, sofocándole e incluso dando alguna arcada.



"¡Contesta mierda!"



Hizo ruidos ininteligibles con la boca llena.



"Perra cochina." Y le seguí dando. Se lo saqué. Jadeaba por aire. La saliva mezclada con semen pre-eyaculatorio le chorreaba de la boca.



"Porque soy una puta, una puta barata y caliente. Siempre necesito verga."



"Anda a ponerte dos colette para que me sirvan de manillas." La mandé con una cachetada.



Se veía encantadora. Les di uso inmediatamente.



"¿Para qué sirve esta boca sucia?"



"Para mamarte la verga y para que la uses para vaciar tu semen."



Cada vez que paraba, una cachetada.



"¿Para qué más?"



"Para lamerte el culo."



"¿Para qué más?"



Se llevó otro par más mientras lo pensaba.



"Para decir por favor, gracias y perdón. Y muchas otras cosas más que me corresponden decir."



"¿Sirve para quejarse?"



"No."



"¿Sirve para decir lo que se te debe hacer y lo que no se te puede hacer?"



"¡No, no, no!" Dijo desesperada. "Soy una cosa para tu uso, jamás podría decir algo así."



Todo intercalado con cachetadas.



Terminé de usarla. Me metí en la cama. Ella seguía sentada en sus talones, incapaz de tragar ni de mantener adentro el contenido de su boca, tan mal la había dejado mi uso. Le chorreaba por los lados de la boca.



"Ven a la cama. En otra ocasión te vas a quedar durmiendo en la alfombra como le corresponde a una sucia perra como tú."



"Gracias," lograba articular con dificultad mientras se metía. "Gracias por dejarme usar tu cama. Gracias por darme de tu verga."



"Tanto te gusta. Creo que te podría compartir con un grupo de hombres para ver cuanta verga puedes manejar."



La abracé para dormirnos. Suspiro como diciendo, ¿Cuándo llegará ese día?



En la madrugada me desperté con una erección. Busqué sus nalguitas y se lo presioné entremedio. A medio dormir me lo supo recibir como corresponde y entre sueños se puso a gemir. Seguí mientras aclaraba. Le pude ver la boca abierta y los ojos cerrados.



"Papi, déjame mamártela por favor, papito por favor."



Le puse mi dedo en la boca y me lo chupó, tal como le haría a su chupete de verdad. Después le puse más dedos y se los metí y saqué con fuerza. Metía ese ruido tan bonito. La di vuelta y bajó a satisfacer su deseo con desesperación. Dejé que me terminara rápido. No le di ninguna instrucción en todo ese rato. Volvió arriba a recostarse en mí.



"Gracias."



"¿Gracias por qué?"



"Gracias por usarme para tu placer. Gracias por usar mis hoyos para tu placer. Gracias por usar mi culito para tu verga. Gracias por usar mi boca para botar tus mecos. Gracias."



Nos volvimos a quedar dormidos una hora antes de que sonara el despertador.


Datos del Relato
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