"El YF-22 es un avión invisible al radar que es poco detectable por los sistemas del enemigo ubicados en tierra, tanto como en el aire. Es un avión excelente, así que tu los masacrarás sin que ellos te vean. Lánzales misiles, bombas guiadas, lo que quieras y no te dañarán, te lo aseguro. ¡El YF-22 es el mejor de todos los aparatos voladores militares que hay! ¡Tienes suerte de haber logrado coger un puesto en uno de ellos! ¡Felicidades jovencita, estás abordo de la piti mitri de lo que tenemos!"
Con todo ese parafraseo era de suponer que se volviera loca la protagonista de mi historia, Kimberly. Ella era una tierna y sexy piloto de combate chiquillita de 16 años de edad que sabía muy poco de aviones "invisibles, YF-22s y esas cosas" pero que llevaba ya algún buen tiempo conduciendo un avión caza SU-27. Y lo hacía fenomenal. Kimberly se había alistado hacía un año en la aviación de Camelot para tomar parte en la guerra.
Mi nombre es Tim. Tengo 18 y soy técnico armero, es decir, cargo de bombas a los aviones y ¡Ah! Cuando me enteré de ella en la base aérea por primera vez me imaginé cómo sería. Y finalmente me la presentaron. Tenía una carita de niña muy insinuante, unos aparentemente inocentes ojos pequeños y verdes, boca chiquita, cuerpo menudo y un cabello largo y rubio oscuro. ¡Era un sueño de chica!
De inmediato y no se por qué motivo se me vinieron ideas sucias a la cabeza. Me imaginaba cómo sería ella sin nada de ropa, sin prendas íntimas, sin su uniforme puesto y sin ese molesto casco que llevaba en la mano. Y esa idea me atormentaba todas las noches durante un mes y no me dejaba dormir. Tenía que ir al baño a ducharme regularmente o al menos echarme agua a la pinga de tan dura que se me ponía de sólo pensar en cogerme a Kimberly en mi camarote del cuartel.
Una noche, a eso de las dos de la mañana y cuando todos ya dormían, me dirigía hacia mi habitación y vi una luz al final del pasillo, saliendo desde donde era la habitación de la piloto Kimberly. Sigilosamente me acerqué y conforme me aproximaba a la puerta oí gemidos que se hacían más intensos.
Cuando estuve en frente de ella, la abrí despacio intrigado por los sonidos sensuales que escuchaba y ¡Oh, qué delicia! Era Kimberly echada sobre su cama casi completamente calata con su sensual piel blanca. Estaba en pelotas, salvo por la tanga negra que tenía puesta y que lentamente comenzó a quitarse con una mano, mientras con la otra se acariciaba suavemente su ligeramente peludo y pequeño coño. Miró hacia donde yo estaba y sonrió en medio de un suspiro ¡Ah!. Asumo que se dio cuenta que yo estaba allí porque no me echó y en cambio se ruborizó y se animó a ponerme muy cachondo, con mi pinga tan dura como el peñón de Gibraltar.
Cuando estuvo ya desnuda, bajó su suave y delicada mano izquierda hacia su vulva, mientras con la derecha se acariciaba los pezones que aunque pequeños ya se le ponían rosados, parados y firmes cual botones. Mientras tanto, yo que estaba en su cuarto, comencé a acercarme a ella y me paré en frente de la muñeca tan solo para verla en acción. tal vez andaba algo tímido, por eso no quise coger con ella en ese instante y más bien me desnudé y cogiendo mi polla la agité. Ella nuevamente me sonrió y guiñó el ojo con ese gesto que sólo las chicas ardientes saben hacer. ¡Oh qué deliciosa y sexy sonrisa que tenía y esa carita de pícara! ¡Um!
Me dejó ver su provocativa cosita peluda otra vez. Tenía pequeños pelitos lacios y marrones que le cubrían los costados de su monte y encima de su pubis. Sus labios eran pequeños y apretados uno contra el otro cual láminas rosadas de piel. Y la entrada de su vagina era pequeña, muy pequeña para que le entrara nada por ahí. Bueno. Al menos eso era lo que yo pensaba.
La niña, que parecía un angelito era toda una fiera en la cama y en esa noche estaba demasiado cachonda. Tan ardiente estaba que de pálida que era su piel, tomó un tono rosado como bronceada y andaba de suspiro en suspiro y de estremecimiento en estremecimiento. Temblaba su cuerpecito menudo por el placer que sentía. Al poco rato sacó de no se dónde, creo que de debajo del almohadón de su cama una bala de avión de 1995, pequeña del tipo PULGA 1, como las que ya no usaba la aviación de Camelot hacía años.
¿Qué? Seguramente dirán ustedes. ¡Una bala! Si señores lectores. Una bala. Pero estaba descargada, sin pólvora y era una verdadera porquería aún si hubiera estado cargada. Era verde, muy pequeña para ser una bala y no tenía punta, ni perforante ni nada que pudiera hacerla una bendita arma militar. Ese cacharro lo usaban nuestros pilotos en el 95 con tan desastrosos resultados que, al no impactar nada a los aviones enemigos, el mando aéreo las botó a la basura. Bueno, eso le dijeron a la prensa en 1996.
Pero la verdad fue que muchas de esas balas fueron adaptadas, enviadas a museos y vendidas como souvenirs, aunque lo mejor de todo fue que desde 19 las pilotos de la fuerza aérea recogieron unas 300 de ellas, (casi la 3a parte del arsenal) y las adaptaron para hacerse con ellas dildos y vibradores. ¿Increíble verdad? ¡Qué cachondas las pilotos! Y la adorable Kimberly no se quedó con las ganas.
Por lo dicho, Kimberly usaba la bala-dildo varias veces con su vagina y por eso obviamente ya no era virgen. Entonces Kimberly, que estaba esta vez tumbada en su cama, agarró la bala con su manita derecha de un modo muy coqueto y con las izquierda tocaba su monte de Venus acariciándolo con frenesí.
Frotó la cabeza de ese falo artificial contra su acariciable clítoris que comenzó a salir de su capuchita de piel. Después varió la velocidad del vibrador, se tumbó otra vez en la cama lentamente y mientras con una mano se abría sus labios del coño, con la otra sostenía tiernamente el dildo. A los pocos segundos se lo presionaba contra la entrada de su vagina, hasta que me guiño el ojo una vez más metiéndose esa cosa, larga para su panochita, hasta el fondo. No le pasó nada, pues no sangró nada de allí y la bala parecía ser dócil con ella.
Era excitante verla así. Ver cómo esa pequeña cosita, ese pequeño tubo rosado abrazaba con sus labios y sus contracciones ese instrumento que puso haber derribado un avión enemigo en el 95, pero que hoy era un consolador. ¡Si que las chicas saben darle mejor uso que los varones a las cosas de la base que no sirven!
Yo me puse como lobo y seguía masturbándome en frente de ella, lo que la ponía más ardiente todavía. Kimberly se clavaba el dildo más adentro, hasta chocar casi con su útero fértil. Cuando estuvo a punto de correrse, ella bajó sus piernitas suaves y acabó con el vibrador dentro de ella. Sus manos acariciaban sus pechos pequeños y erectos como mi pinga.
Yo ya no pude más. Le dije que me iba a correr. Ella, que no había pronunciado palabra alguna más que gemidos me dijo que estaba bien que lo hiciera y que se la diera en la boca. Yo me vine un espeso y abundante chorro de leche caliente que inundó sus pequeños labios y la chiquilla se la tragó toda, relamiéndose las gotas que se le caían por el mentón. Me dio un beso, como esos de las películas y me dijo que se iba a dormir así, desnuda. Yo la dejé allí, maravillado de ver su belleza núbil por un instante. fue la noche más perfecta de mi vida. Hasta ahora, al menos.
Desde ese día yo bauticé a Kimberly como la "Raptora del Deseo" por el avión YF-22 que conduce y porque me raptó el corazón para siempre con su inocencia en la base y su cuerpito ardiente en la cama. Si desean saber qué fue lo que yo vi al entrar a su dormitorio sigilosamente, vean el vídeo de Kimberly en N*u*b*i*l*e*s.n*e*t (sin asteriscos)