NOTA: Continuación del Relato La Peluquería. Se recomienda leer la primera parte primero.
Al volver no se fijó en el cartel de cerrado y empujó la puerta, esta se abrió y entró.
En un rincón de la peluquería, sentada en una silla de plástico negra, estaba Priscila. Sobre su regazo, con el culo al aire y las palmas de las manos apoyadas en el suelo, se encontraba recostada la empleada. El sonido del azote que cayó en ese momento sobre el trasero desnudo de la joven quedo apagado por el rugir de un trueno.
Había comenzado la tormenta.
- La puerta estaba abierta. - dijo David tras unos segundos en los que el tiempo parecía haberse detenido.
Susana, pasada la sorpresa, con la cara más roja de vergüenza que se pueda imaginar, se reincorporó con algo de torpeza y se subió los pantalones tapando su desnudez.
Priscila se dirigió a la puerta, la abrió y miró fuera.
Había empezado a llover.
- No has traído paraguas. - Dijo en voz alta Priscila dirigiéndose a David.
Y cogiendo las llaves, cerró la puerta.
- Bueno, como ves aquí hacemos frente a las situaciones de una manera especial... ¿Por cierto a que venías?
- Venía a disculparme con... con Susana. Un mal día lo tiene cualquiera pero...
- Sí. - dijo la jefa alargando la vocal de manera artificial.
- pero veo que he llegado tarde.
- Gracias. - dijo la muchacha aludida. Y después, sin saber muy bien la razón, habló.
- Es que mi novio me dejó hace una semana y yo... bueno.
- Estás en tu planeta. - intervino Priscila.
De nuevo el silencio.
- Yo creo que es injusto. Que castigar a Susana de esta manera... bueno... - dijo David venciendo su timidez. De algún modo, se empezaba a sentir cómodo en todo este absurdo propio de una comedia de enredos.
Priscila soltó una carcajada y luego comentó.
- ¿Tú estás soltero verdad?
- Sí.
- Confiesa... te gusta Susana... Crees que no me he fijado como le miras las tetas... sí, las tetas y ella bien que se arrima para que no pierdas detalle...
David hizo ademán de protestar, pero la jefa siguió.
- O a lo mejor eres un pervertido... ¿te has fijado en mi culo eh? seguro que sí... tu cara lo dice todo... y además entras cuando pone cerrado. ¿No sabes leer? o lo que buscas es espiar... ¿eh?
- Eso fue culpa tuya. - dijo Susana dirigiéndose a su jefa.
- No cerraste la puerta. Tú sí que mereces un castigo.
- Estoy de acuerdo. - añadió David apoyándola.
Priscila se sorprendió un poco. No esperaba ese arrojo por parte de su empleada. Sin embargo, todo aquello le gustaba. "¿Por qué no? " pensó.
- Está bien, tenéis razón. - Admitió.
- Desnúdate. - Le ordenó Susana a media voz, llevando el atrevimiento a un nuevo nivel.
Priscila obedeció y en cuestión de segundos se quedó en cueros. El conjunto de oscura piel era de lo más sensual. Los pechos, de buen tamaño, colgaban de manera deliciosa, el coño, coronado por una mata de pelo invitaba a ser explorado y las nalgas, separadas por una larga y glotona raja, eran de lo más tentador.
David notó como su pene crecía bajo sus pantalones.
- Apóyate contra la pared y saca bien fuera ese trasero. - dijo Susana con el deseo pintado en su rostro.
- Venga David, no seas tímido. - dijo ofreciéndole un cepillo.
El chico cogió el cepillo y descargó seis rápidos golpes en los generosos glúteos de Priscila, golpes a los que esta respondió gimiendo. Luego llegó el turno de Susana y después, David y Susana a dúo, se turnaron para zurrar a la jefa de esta última.
El castigo se transformó muy pronto en algo más cuando la mano de Susana se posó en la entrepierna de David. Este reaccionó tocándola el culo. Pronto se besaron mientras sus manos buscaban carne bajo la ropa.
- Eres un chico malo. - dijo Susana cuando separaron sus labios.
Luego, mirando al chico de arriba a abajo y mordiéndose el labio inferior con deseo, ordenó.
- Priscila, quítale los pantalones.
David se dejó desnudar por las chicas. Su miembro, completamente erecto y crecido, ofrecía un cuadro de lo más erótico.
A continuación fue el turno de quitarse la ropa de Susana. Muy pronto su blanco cuerpo y su ligeramente coloreado pompis quedaron expuestos.
David recibió algunos azotes de manos de las muchachas.
Luego Priscila le ofreció un preservativo para a continuación, ponerse a cuatro patas. Pronto la verga del chico se coló por detrás, invadiendo la empapada vagina de Priscila. Susana, mientras tanto, se masturbaba juntando sus gemidos a los gemidos y jadeos de sus compañeros de orgía.
Cuando terminó de follar a Priscila. David dirigió toda su atención a Susana. Primero le metió el dedo en el coño, hurgando ahí dentro y haciéndola gemir y arquear la espalda. Luego, hundió literalmente la cara en su culo y le chupo y lamió el ano para deleite de la muchacha.
- Métele el dedo en el culo. - sugirió Priscila completamente embriagada con la situación.
David lo hizo. Como noto resistencia en la entrada se paró unos instantes dudando.
- Por favor, sigue, no pares. - suplicó entre gemidos Susana.
- Relájate. - Le dijo Priscila a Susana sujetando la cara de la chica entre sus manos mientras la miraba a los ojos.
Pronto, el dedo de David penetró hasta el fondo para después empezar el juego del mete saca. En el último "saca", la salida del dedo se vio acompañada de un pedete involuntario. Susana sintió mucha vergüenza durante un instante, pero estaba tan excitada, que las palabras de disculpa no llegaron a salir de sus labios. Priscila reaccionó al incidente excitándose más si cabe.
- Pero que chica más guarra. - dijo David más excitado que nunca mientras propinaba un sonoro azote en las nalgas de Susana.
Esta se quejó o gimió o todo a un tiempo mientras el falo de David engordaba palpitando de nuevo.
Sin poder contenerse ni un segundo más, posicionó su nabo en el lugar de entrada y empujando lo metió hasta el fondo. Estaba como poseído y por tres veces repitió el intenso y profundo ataque, para luego enfrascarse en penetraciones a mayor ritmo que hacían que sus huevos chocasen contra las nalgas a su merced... después, un orgasmo violento recorrió todo el cuerpo de Susana entre convulsiones. David gritó de placer mientras el semen salía sin control. Escasos segundos más tarde llegó el turno de Priscila, que tumbada boca abajo, contraía y relajaba el culo presa del tercer orgasmo de la tarde, fruto este último de la masturbación.
Fuera la lluvia seguía cayendo, regando la calle y los árboles, ajena a lo que pasaba en la peluquería.
FIN