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Un desborde de lujuria causado por una película porno.
Sonó el timbre. Miré el reloj en la pared, eran las 10:15am. “Se estaba demorando” –dije para mis adentros-, normalmente venía más temprano, tipo nueve y media de la mañana; desde esa hora había estado esperando con ansiedad su llegada; ya me tenía acostumbrada a su presencia por las mañanas; desde que estaba en vacaciones venía todos los días sin falta y me hacía la visita, ella vivía en el noveno piso, yo en el quinto; según ella, se aburría mucho en la casa y le gustaba más estar conmigo; a mí me agradaba su compañía; era bueno tener con quien conversar para variar. Curiosamente no entablé conversación con ella en el edificio, sino en el súper; se acercó y me preguntó por algo, luego me dijo que yo me le hacía familiar, que en dónde vivía y cuando le dije el nombre del edificio me dijo “¡claro!, yo vivo en el noveno. Mucho gusto, Alejandra, pero dime Aleja”.
Toda la mañana me la había pasado viendo el reloj; desde que mi marido salió de la casa me empecé a sentir ansiosa; casi no había podido dormir pensando en eso; toda la noche me la pasé fantaseando con ella, me imaginaba su cuerpo desnudo, recordaba imágenes de la película que acababa de ver y las revivía pero imaginando que éramos las dos, quería hacerle todo lo que había visto.
Mi esposo y yo habíamos comenzado a ver películas porno no hace mucho; esa noche el llevó un DVD de una lésbica; era la primera vez que yo iba a ver algo de ese tipo.
No despegué los ojos del televisor, lo que estaba viendo cautivó por completo mi atención, despertó mi deseo y mi imaginación; pensé en Aleja, la idea de estar con ella así se me hizo irresistible, su imagen llegó a mi cabeza en medio de la arrechera y no tuve que hacer mucho esfuerzo para crear la fantasía de follar con ella; se volvió una obsesión; entre más veía más ganas me daban de tenerla así; me sentía ahogada por la excitación.
Cuando él por fin se quedó dormido me sentí libre de dejar volar mi imaginación, de disfrutar mi fantasía con Aleja; en ese momento me dominaba la lujuria; cerraba los ojos y me visualizaba quitándole la ropa; la idea de tenerla desnuda frente a mí me aturdía, hacía que me dieran ganas de meter más profundo mis dedos, de apretar con más fuerza mis pezones; a veces no podía contener los suspiros y mi boca se abría para dejar entrar grandes bocanadas de aire, era inevitable, el poder que tenía esa idea en mi mente se hizo inmanejable; por más que me masturbaba y me venía seguía sintiendo el mismo deseo.
Trataba de relajarme pero era imposible, cada vez que cerraba los ojos me acordaba de fragmentos de la película y volvía a pensar en Aleja, y me volvía a poner arrecha. Lo que había empezado como una fantasía se había convertido en una afirmación, estaba segura de querer estar con ella; pensaba en el día siguiente; en el momento en que la viera entrar por la puerta, ¿qué iba a hacer?, y con esa pregunta la afirmación pasó a convertirse en un plan para poder follarla a como diera lugar.
En esas estuve toda la noche, planeando, fantaseando; repasando una y otra vez lo que iba a hacer, modificando pequeños detalles para que todo saliera a la perfección; lo único que me preocupaba era cuál iba a ser su reacción, cabía la posibilidad de que me rechazara de plano y todo se viniera abajo, pero era un riesgo que estaba dispuesta a asumir; para entonces no hablaba mi razón sino el desespero de mi arrechera. Me sentí exhausta, sentía los músculos de mi cuerpo cansados de tanto hacer fuerza, supongo que ahí fue cuando por fin me quedé dormida, fue una noche larga.
Cuando sonó el despertador abrí los ojos de inmediato, el recuerdo de todo lo que había pensado en la noche llegó a mí en cámara rápida, sentía la misma lujuria; la mecha seguía encendida; a diferencia de otros días me sentía feliz de que hubiera sonado el despertador, sentía una mescla de ansiedad, arrechera y felicidad que no me cabía en el cuerpo.
Lo despedí como siempre en la puerta, deseaba con tantas ganas que acelerara el paso y ver por fin que se cerrara la puerta del ascensor; me estaban consumiendo por dentro las ganas. Cuando por fin cerré la puerta del apartamento me sentí transportada hacia otro lugar; fue como si el sonido de la puerta al cerrarse hubiera sido la señal de inicio para darle rienda suelta a mi fantasía con Aleja.
Cambié las sábanas de la cama, recogí el rebujo, me metí al baño y exfolié por completo mi cuerpo; quería que sintiera lisa toda mi piel; fue inevitable volverme a masturbar pensando en ella; lo que estaba experimentando era irracional, pero dentro de mi fantasía lo único que importaba era estar con Aleja; no veía la hora de tenerla en frente, completamente desnuda, me imaginaba el momento en que pudiera ponerle mi lengua encima.
Busqué lo que me iba a poner, un enterizo blanco, medio transparente que tenía, me lo puse sin ropa interior; todo lo que estaba haciendo hacía parte de mi plan, era lo que había pensado una y otra vez la noche anterior, lo estaba llevando a cabo.
Miré nuevamente el reloj, estaba sentada en el sofá esperando que llegara, el tiempo se volvió lento, o para mí el tiempo que pasaba entre una mirada y otra del reloj estaba distorsionado, fue una eternidad. Sentía un nudo en el estómago; cuando dieron las nueve y media se me ocurrió la idea de que todo era un locura, que lo más seguro era que ella me iba a rechazar y no me iba a volver a dirigir la palabra; me dio el miedo de último minuto ante la inminencia de su llegada; pero cómo sería la arrechera que tenía que logré sobreponerme a eso y seguir con lo que había planeado, sin importar las consecuencias. Así estuve esperando hasta que por fin oí el timbre; sentí un vacío en el estómago.
Abrí la puerta y ahí estaba ella, se veía diferente; ¡no!; más bien la forma en que yo la veía era diferente; la miré de pies a cabeza; no sé qué tanto se me habrá notado la bobada pero no le quité el ojo de encima antes de dejarla pasar por la puerta. Tenía el cabello suelto; traía puesta una camisilla amarilla de tiritas delgadas que dejaban ver los tirantes del brasier, un short blanco de jean y unas sandalias; nunca había reparado en ella de esa forma. La saludé como de costumbre, cuando entró la volteé a ver por detrás, se veían tan ricas sus piernas, la parte de abajo de las nalgas se dejaba entrever un poco por lo corto de sus shorts.
La invité a comer algo, conversamos un poco; pensaba una y otra vez en lo que iba a hacer, la presión que sentía era desgastante. Todo lo que deseaba era revolcarme con ella pero tenía claro que la cosa no era así de fácil, es más, cuando la tuve de frente esa sensación de fracaso me invadió de nuevo, sentía miedo de seguir adelante, pero me volvía a acordar de mi fantasía y recobraba las fuerzas, era una lucha entre el deseo y el miedo; en mi mente hilaba las palabras que le iba a decir, ella me hablaba pero lo único que en realidad podía escuchar eran mis pensamientos.
Hubo un momento en el que no pude soportar más la incertidumbre, me dije a mí misma que pasara lo que tuviera que pasar y sin pensarlo de nuevo lo dejé salir. Le conté por encima lo que hacía con mi esposo y le hablé de la película, le pregunté que si quería verla conmigo; me alegró ver que se entusiasmó con la idea, lo que más tensionada me tenía era no saber su reacción cuando se lo dijera. La segunda fase de mi plan estaba en marcha, había pensado que seguramente la película tendría en ella el mismo efecto que tuvo en mí; al menos eso esperaba, contaba con eso.
Nos sentamos en la sala, fue una pequeña variación en el plan, había pensado que la viéramos acostadas en la cama, pero en ese instante sentí que era demasiado evidente hacerlo así; lo que menos quería provocar era su rechazo.
La miraba de reojo, se veía tranquila, yo estaba ardiendo de la arrechera; empezaba a cuestionar la parte más importante de mi plan; en mi imaginario fantasioso y atizada por mi lujuria había pensado que cuando viera la película se iba a arrechar como yo y nos íbamos a revolcar apasionadamente –como en la película, o algo así-; esa parte del plan tenía sus partes negras; bueno, en realidad no sabía muy bien qué hacer; de lo que sí estaba segura era de que lo que estaba pasando se me estaba convirtiendo en una tortura; yo volteaba a ver nuevamente la película y lo que veía sólo me hacía dar ganas de tirármele encima; para colmo ni siquiera me podía masturbar; de tanto pensar en eso fue que perdí la vergüenza hasta el punto en que fui moviendo mi mano disimuladamente hasta que la tuve en medio de mis piernas; al principio sólo empujaba los dedos contra mi clítoris para presionarlo y darle placer; después ya no sólo presionaba sino que lo masajeaba también; la necesidad de tocarme era apremiante.
Mi reacción instintiva fue mirarla a los ojos, estaba buscando su aprobación; ella me devolvió la mirada y sonrió, noté que antes de mirarme a los ojos fijó su atención en la mano que tenía entre mis piernas; tomé su sonrisa como el gesto de aprobación que estaba buscando, eso me desinhibió un poco, ya me sentía más relajada tocándome delante de ella.
Cuando la volví a mirar, vi que su mano también estaba entre sus piernas, me invadió la felicidad; ya sabía que también se había calentado; me corrí un poco hacia ella hasta que sentí que mi rodilla entró en contacto con su pierna; nos volvimos a mirar; para mí no cabía la menor duda de que ella entendía que yo estaba excitada, de lo que no estaba tan segura era de sí entendía que la estaba buscando; así que puse mi mano en su pierna y la comencé a acariciar, ella puso su mano sobre la mía y la acariciaba igual que yo hacía con su pierna; la satisfacción que sentí fue inmensa.
La situación dio un giro de 180 grados, las caricias empezaron a fluir entre las dos, todavía seguíamos mirando la película pero nuestros ojos se encontraban más a menudo; nos tocábamos el coñito más abiertamente, aunque todavía por encima de la ropa. Hasta que en una de esas tantas miradas, nos comenzamos a besar; fue como tirarle un cerillo encendido a un barril con combustible; dejé de reprimir el deseo que tenía de tirármele encima, acerqué mi cuerpo lo que más que pude al suyo y dejé que mis manos comenzaran a explorarla por todas partes; sentí su mano subiendo por mi pierna junto con el borde de mi enterizo hasta llegar a mis nalgas, qué delicia cómo las apretaba, metió su mano entre mis piernas y empezó a empujar sus dedos dentro de mi coñito, se hundieron con tanta facilidad dentro de mí, estaba totalmente mojada; la tomé de la mano y me paré del sillón, la empecé a llevar hacia mi habitación; antes de llegar a la puerta me jaló fuerte del brazo, hizo que me devolviera quedando de frente hacia ella, me empujó contra la pared y me quitó el vestido, lo hizo con una propiedad que me dejó pasmada; tomó el control de la situación en un abrir y cerrar de ojos, se puso de rodillas, separó mis piernas, me miró por un instante a los ojos y pude sentir sus labios en mi coño, luego su lengua, perdí la fuerza en mis piernas, me empezaron a temblar como si fueran de gelatina; no dejábamos de mirarnos, en sus ojos se veía la arrechera que Aleja tenía encima, me miraba de una manera penetrante, como si con ella me estuviera dando a entender de que iba a hacer conmigo lo que quisiera; yo sentía la lujuria recorrer por todo mi cuerpo, intenté levantarla para darle un beso pero ella me agarró de las muñecas y las puso contra la pared, me estaba dejando muy claro quién era la que tenía el control, a mí la verdad no me importaba quién lo tuviera, lo único que me importaba en ese momento era poder follar con ella.
Se empezó a incorporar mientras pasaba la lengua por todo mi cuerpo hasta que llegó a mi boca, me dio un beso intenso, todo la parte externa de sus labios estaba mojada con mi jugo, lo sentí todo cuando la besé, ahora ella fue la que me tomó de la mano y me entró en la habitación, me empujó hacia la cama y se empezó desvestir rápidamente; me arrechó tanto verla por fin desnuda, era lo que había fantaseado una y otra vez la noche entera; estaba tocando mi coñito mientras pensaba en eso, casi tengo un orgasmo pero ella me quitó con fuerza la mano de mi coño y me miró a los ojos sin siquiera parpadear, no cabía la menor duda, ella tenía el sartén por el mango y con cada cosa que hacía me lo iba dejando más claro.
Me tomó de las piernas y me jaló hasta el borde de la cama, subió mi pie hasta su cara, su lengua se deslizó por la planta de mi pie, y los dedos de su otra mano se deslizaron dentro de mi coño; ella no quitaba sus ojos de los míos, sus párpados estaban medio cerrados pero su mirada era fija e imponente, me tenia en un estado de estasis total.
Me pidió que me agarrara las piernas y empujó mi culito un poco hacia arriba, su lengua me recorrió por todas partes, por mis nalgas, por mi ano, por mi coño, me estaba devorando con tantas ganas que me hizo sentir tan deseada; creo que mis gemidos los oyó el edificio entero, estallidos de placer me invadían constantemente, Aleja no se detenía, no quitaba su lengua de mi; le dije que me iba a venir, ella metió sus manos debajo de mis piernas y me sujetó con fuerza de los muslos, comenzó a succionar muy duro mi clítoris, hasta que le dije que me estaba viniendo, pero ella apretó con más fuerza sus manos y siguió succionando, yo intentaba quitarme pero ella no me dejaba, todo lo contrario, me empujaba más hacia ella, yo sentía que no lo podía resistir más, tiraba mi cuerpo hacia atrás pero me volvía a correr hasta el borde de la cama sin quitar su boca de mi coño, me puso a gritar, la sensación que estaba teniendo en ese momento me descontroló por completo, tenía mi clítoris demasiado sensible pero Aleja no paraba de succionarlo con fuerza hasta que me hizo venir otra vez, mi cuerpo quedó dado espasmos inmanejables, no lo podía controlar a voluntad, era demasiado intenso, quedé jadeando.
Me ayudó a recostar del todo, me acariciaba mientras esperaba a que mi cuerpo volviera a tomar el control de si mismo; una vez vio que ya me había relajado nuevamente, me dio un beso y se subió encima de mí a la altura de la cintura, mojó su coñito y puso su clítoris encima de mi pezón, la sensación fue estremecedora, tenía su coño tan mojado y caliente que el placer que sentí en mis senos era exquisito, ella empujaba su culito hacia atrás para que su clítoris rozara en todo mi pezón, a veces separaba los labios de su coño y lo ponía encima de mi pezón, sentía su jugo deslizarse por mis senos.
Se levantó un poco y corrió su coño hasta que quedó encima de mi boca, lo contemplé por un instante, se me antojó tan provocativo que levanté mi cabeza para chuparlo, pero ella suavemente la volvió a recostar contra la cama y la dejó sujetada con sus manos por los lados; ponía y quitaba su coñito de mi boca, yo quería que lo dejara cerca para podérselo chupar, pero ella lo acercaba y lo retiraba, me arrechó tanto eso que la agarré de las caderas y la empujé contra mi cara, parecía que lo estaba esperando porque en eso momento se dejó descargar en mi boca y comenzó a frotar su coñito contra mi lengua; nunca voy a olvidar ese momento, el sabor de su coño, su olor, me entregué por completo; sacaba la punta de mi lengua y ella se empujaba contra ella, sentía como entraba en su coño, yo la empujaba lo más que podía para ponerla a gozar.
Se quitó de mi cara, se recostó bocarriba y separó muchísimo las piernas, se veía tan rica así, invitándome a que chupara su coñito; yo no me iba a hacer de rogar, me acerqué a ella y seguí saboreándola; me tomó de la cabeza y empezó a empujarse contra ella; le metí los dedos haciéndolos mover con fuerza, ella se revolcaba cada vez con más rápido hasta que sentí los espasmos de su orgasmo; me agarró de la cabeza, me dio un beso, me acostó bocarriba, separó mis piernas, metió las suyas entre las mías y empezó a moler su coño contra el mío; me encantaba cuando se movía hacia atrás, su culito se veía parado y su espalda toda arqueada, aun tengo fresco el recuerdo de su cuerpo en mi memoria; se revolcó como quiso en mi coño hasta que se vino nuevamente.
Estábamos exhaustas, nos recostamos, y ya con la complicidad de lo que acabábamos de hacer le empecé a contar que había sentido mucho miedo de que ella me fuera a rechazar, que eso me había tenido toda estresada, en fin, le conté toda la historia, cuando me va respondiendo: “te confieso algo, yo me he masturbado varias veces pensando en ti”, ¿¡Mmm!?
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