Capítulo 1
Estoy seguro que todos han visto una. Si han visitado las costas mediterráneas durante los meses de verano la escena es tan típica como la paella, la sangría o la siesta. Siempre te encuentras con la típica familia nórdica, en la que no puede faltar el cabeza de familia, alto, barrigudo, barbudo, canoso, con sandalias y esos calcetines que deben considerar obligatorios para poder pasearse por las costas de España. A su lado, sin parar de hablar, con unas gafas de sol que cubren casi la totalidad del rostro la mamá, que a penas roza la treintena y un cuerpo menudo de escándalo que hace que el tipo que camina a su lado parezca el abuelo de Heidi. Y revoloteando junto a ellos sin fijarse en nada concreto, saltando, correteando, con cara de aburrida y con un chupa-chups en la boca siempre está una como ella.
La primera vez que ví a Jessy apenas reparé en ella. Yo entraba en el hotel que dirigía mi padre dispuesto a pasar otro verano mas con él. En cualquier otra circunstancia, a mis diecisiete años recién cumplidos, la expectativa de pasar un verano completo en un hotel de lujo de la costa catalana debería hacerme gritar de alegría. No obstante, tengo que reconocer que el divorcio definitivo de mis padres me afectó mucho por aquel tiempo y no ver a mi novia durante todo el verano tampoco ayudaba. Cargado de maletas, cansado por el viaje y sudando por el calor de los primeros días de Junio que una adolescente pase corriendo junto a ti y te haga perder el equilibrio hace enfurecer a cualquiera. Estaba a punto de gritarle algo cuando la madre se me adelantó y le espetó algo en un idioma ininteligible para mí. Jessy ni me miró, ni me pidió disculpas ni nada por el estilo. Se limitó a sentarse en uno de los cómodos sillones que pueblan el tremendo hall del Gran Hotel.
La Relaciones Públicas del hotel me reconoció al instante. Hacía un par de años que no aparecía por el establecimiento pero, al contrario de lo que decía mi madre, tampoco había cambiado tanto. Marié me hizo dejar las maletas para que un botones las llevara a mi cuarto, me hizo las preguntas de cortesía y me entregó una nota manuscrita por papá. En ella me explicaba que no podría verme en algunos días ya que estaba en Barcelona en no se qué convención….
-¡Pues sí que empezamos bien!- Pensé en voz alta.
- Instálate en la habitación, esta tarde debo atender a unos clientes importantes pero mañana hablamos- Dijo Marié, dándome la espalda y dejándome observar su contoneo de caderas al marchar. Pensé que no me extrañaba que estando papá rodeado de tantas y tan bellas mujeres, mi madre hubiera llevado durante su matrimonio los cuernos más grandes de todo Pamplona.
Absorto en el movimiento estaba cuando algo atrajo mi atención. Entonces es cuando reparé en ella. Jessy estaba sentada en el mismo sillón de antes, jugueteando unas flores que adornaban la estancia. Llevaba puesto uno de esos vestiditos blancos que las mujeres utilizan sobre el bañador, algo ceñidos por arriba y con pequeños volantes en su parte inferior. La postura de la niña era lo que me había llamado la atención. Las piernas abiertas dejaban ver un la parte de debajo de un bañador azul cielo que mostraba distraída a todos los clientes del hotel que mirasen para aquel lado. El centro de la minúscula prenda se introducía en su vagina, haciendo bien visible la denominada “pata de camello”. Siempre pensé que es un nombre bastante feo para algo tan hermoso. Afortunadamente para ella, la temporada estival estaba empezando y el hotel estaba medio vacío. La magia del momento se rompió cuando voz de la madre volvió a tronar a través del hall. Mis escasos conocimientos de sueco, me permitieron entender algo acerca de las piernas y de mí, lo que me hizo ruborizar al instante. La niña, sacó la lengua a su madre, clavó sus azules ojos en los míos sonriendo y, lamentablemente, cerró las piernas, tal y como le había gritado Eve, su madre.
- Una niña obediente- pensé.
Ya disponía a dirigirme al ascensor cuando Jessy derribó el jarrón y las flores cayeron al suelo. Instintivamente se arrodilló para recogerlas dejándome ver a través de su escote, sus hermosos pechos de adolescente. La madre, alterada, no paraba de gritarle y los nerviosos movimientos de la chiquilla intentando reparar el daño no hacían mas que hacer que aquellos terrones de azúcar se movieran libremente por debajo del vestido, ante mi mirada absorta.
En un momento de lucidez, acerté a girarme de nuevo y dirigirme de manera definitiva a mi habitación. No obstante al darme la vuelta, reparé la mirada en un viejo que había observado toda la escena desde lo alto de una de las escaleras del Gran Hotel.
- Viejo verde- pensé, esta vez sí, para mis adentros.
Capítulo 2
Estaba cansado, furioso y cansado. Ni siquiera un buen almuerzo, una buena siesta ni la magnífica habitación que habían dispuesto para mí hacían que mi ira disminuyera.
-¡Un año entero!- grité- Un puto año entero sin venir a verme, sólo una puta llamada para mi cumpleaños, una puta tarjeta en navidad y cuando por fin puedo verle se va a una puta convención….
Interrumpió mi discusión frente al espejo la llamada a la puerta de uno de los botones. Me entregó otra nota de mi padre.
-¡No tiene huevos ni de llamar por teléfono!- le dije de malas maneras al pobre chaval que ninguna culpa tenía. Me miró extrañado aunque acostumbrado a que los clientes ricos le gritasen a cambio de suculentas propinas.
-Perdona tío, contigo no va nada, es que….
-No te preocupes, no pasa nada, me han dicho y hecho cosas peores…
-Ni siquiera tengo pasta para darte una propina- le dije, abriendo el sobre en ese momento. En ese preciso instante aparecieron ante mí un fajito de billetes verdes…
- ¡Joder! – se escapó de mi boca- Las pena con pan son menos…Toma chaval, te lo has ganao- le dije al botones acercándole un billete de 100 euros.
- ¡Gracias tío! Por ese precio puedes gritarme todo lo que quieras- y se alejó por el pasillo.
Cerré la puerta y me dispuse a leer la nota.
“Hola “Pedo” (que es como me llama de manera cariñosa), sé que estarás un poco enfadado conmigo por no recibirte como te mereces. No te preocupes, tenemos todo el verano para nosotros en cuanto acabe este rollo de convención. Créeme cuando te digo que es un tema importante. Espero disfrutes de la habitación, es bastante especial, ya te darás cuenta de ello y está lo suficientemente alejada de la mía para que puedas traer la compañía que quieras sin que yo me entere. Disfruta del dinero y gástatelo todo.
XXOO Papá.”
- ¡Sin que él se entere!. creo que el que no se tiene que enterar soy yo de quién entra y sale de su habitación- ¡Qué cabrón!- volví a decir en voz alta -Habitación especial, no sé qué mierda de especial tenía esta habitación-. La verdad es que apenas me había fijado en ella. Situada al final del pasillo, con tele de plasma, jakuzzi, cama extra grande, minibar y vistas al mar, era una de tantas habitaciones lujosas que tenía el Gran Hotel.
Una vez se me pasó el cabreo, me animé a bajar al comedor para cenar. La verdad es que no tenía mucha hambre pero estaba decidido a que el cabrón de papá no me fastidiara las vacaciones. Tenía tres meses para disfrutar de aquello y por mis narices que lo iba a hacer. Estaba ya sentado en la mesa cuando sonó el móvil. Cuando me di cuenta de quién llamaba, caí en la cuenta de que había olvidado algo importante…
- ¡Mierda!, ¡Teresa!- había olvidado llamar a mi novia.
- ¡Ya te vale!- Fue lo primero que me soltó- El primer día sin mí y ya pasas. Eres un mierda- y colgó.
Le llamé para disculparme pero no lo cogió.
- ¡Joder!. Lo que me faltaba para arreglar el día- Dije en voz alta.- ¡Joder, joder y joder!.
Ya no atinaba, quería estallar, estaba otra vez fuera de mí cuando vi de nuevo esos ojos azules fijos en mí. No me había percatado de que la familia que había visto en el hall estaba sentada en la mesa junto a la mía. Los padres me daban la espalda pero a Jessy la tenía de frente.
Me volví a ruborizar.
Me di cuenta de que era la segunda vez en el mismo día que aquella cría me había hecho sentir vergüenza. Y no sabía exactamente por qué.
De repente me tranquilicé. Sin mas. Me olvidé de mi padre, de mi novia, de mi madre y del puto novio de mi madre. En mi mente aparecieron unos ojos azules, unas piernas largas, un bikini también azul y unos turgentes pechos adolescentes que se mecían bajo un vestidito blanco.
Me fijé en el grupo. La madre estaba espectacular con una camiseta sin tirantes y como siempre no paraba de hablar y el padre asentía con la cabeza. Afortunadamente las normas de vestimenta del hotel impedían que aquel rubicundo se armase de las sandalias con los dichosos calcetines pero el cambio tampoco le había favorecido mucho. -¡De dónde cojones sacarán esas camisas!- Mi propio pensamiento me hizo sonreír.
Jessy ya no estaba entre nosotros. Se balanceaba intranquila mientras su mirada se perdía a través de los ventanales. Intuí que su cuerpo se separaba de la mente con gran facilidad. Inconscientemente la mano jugueteaba con un botón de su blusa que abrochaba y desabrochaba lentamente. No se veía nada extraordinario de su precioso cuerpo. Al menos yo no veía nada. Sentado frente a ella pude observarla mejor. Era preciosa. A sus trece años era una niña encerrada en un cuerpo de mujer. En ese preciso instante yo creía que ella no era consciente de lo hermosa que era. No era consciente ni de su cuerpo ni de lo que su cuerpo hacía sentir a los que la rodeaban. Me percaté de que cualquier movimiento de la joven en su ir y venir al bufett por entre las mesas atraía las miradas de lujuria de los hombres y de incluso algunas mujeres. El resto de las féminas la miraban de reojo con envidia, alterando el volumen de su conversación al ver que sus compañeros de mesa se distraían con las evoluciones de la ninfa.
Observé que había al menos otras dos personas en el comedor que no disimulaban sus miradas de deseo por la niña. Una era, como no, el bautizado en mi mente como el Viejo Verde y la otra, sorprendentemente para mí, era una mujer situada en una mesa a un nivel superior a la de los suecos. Hablaba en inglés con unos señores trajeados pero no podía evitar que, demasiado a menudo, su vista descansara en el escote de Jessy. Sin duda, su privilegiada situación le permitía admirar el pecho de la joven durante evoluciones con los botones. La mujer se mordía el labio inferior con fuerza, intentando inútilmente disimular el deseo. Era Marié.
Capítulo 3
No me apetecía salir. Estaba cansado. Cansado y asqueado. Teresa no me cogía el teléfono así que decidí olvidarme de ella hasta mañana, hacerme un homenaje con el mueble-bar, ver porno a través de la tele del hotel y jugar al “solitario” hasta dormirme. Sé que no era un gran plan, pero no tenía el cuerpo para nada más.
Apenas cerré la puerta de la habitación, unas palabras en el pasillo me hicieron cotillear por la mirilla. Era un detalle extraño. Es uno de los pocos hoteles que conozco en el que las puertas tienen mirilla. La situación de la habitación me permitía ver la totalidad del pasillo. Observé como Thomas y Eve despedían con un beso a su hija Jessy que entro por la puerta de la habitación contigua a la mía y se introducían en la suya situada enfrente. La cosa no hubiera tenido mas relevancia si no hubiese sido porque tanto madre como padre besaron a la hija en los labios acariciando simultáneamente el culo de la niña.
Son distintas costumbres- Me dije. Y no le di importancia. La verdad es que el saber que al otro lado de la pared dormía un ángel como aquel hizo que mis ganas de jugar al solitario creciesen de repente sin necesidad de película alguna. Entonces caí en la cuenta de lo que el cabrón de mi padre quería había querido decir con la historia de la habitación. No me había dado cuenta, las había visto pero no encontré nada especial en ellas. El baño de mi habitación estaba separado del de Jessy por una puerta y había otra puerta que comunicaba mi estancia con la del matrimonio. En definitiva, las tres habitaciones estaban comunicadas.
Estuve mirando fijamente la puerta que separaba mi habitación de la de Jessy un buen rato. Creo que una hora que a mi me pareció un año. Venían a mi mente todas las imágenes relacionadas con la niña que había tenido a lo largo de todo el día. Oía el caer del agua de la ducha, imaginándomela a ella tomando un baño, oí un secador de pelo y después la televisión con algún canal musical con el volumen a todo trapo hasta que unos toques en la habitación de al lado me sacaron del trance. Corrí a la puerta y miré frenéticamente. Lo que ví me dejó embobado y con una erección de caballo.
Frente a la puerta de la habitación de su hija, estaba Eve enfundada en un vestido negro muy ceñido, semi-transparente y corto, con sandalias de tacón, un bolsito minúsculo a juego y maquillada como…, como…, la verdad es que la primera impresión que tuve es que parecía una puta de lujo.
Entró en la habitación y los minutos me parecieron horas. Mi mente no dejaba de intentar imaginar qué estaba pasando. Creía que lo lógico es que Thomas saliese de su habitación con algún atuendo estrafalario para acompañar a su esposa en la salida nocturna. Cuando noté que se habría la puerta de la habitación contigua, me abalancé de nuevo a mirar por la mirilla.
En el pasillo había dos mujeres. Dos mujeres de verdad. De no conocerlas anteriormente, nadie hubiese dicho que eran madre e hija. Como mucho parecían un par de hermanas veinteañeras. Jessy vestía también un minivestido negro, de corte distinto al de su madre, no tan descarado porque, sencillamente, no le hacía falta. Me fijé en que no calzaba tacón, lo que hacía que la estatura de ambas hembras se igualase. Es bien cierto eso que dicen que el maquillaje hace milagros. Si su madre parecía veinte años más joven, ella parecía diez años mayor. No obstante, recuerdo que lo que más me llamó la atención en Jessy fue la expresión de su cara. La niña inconsciente no estaba, se había quedado en la habitación durmiendo o jugando con alguna muñeca y en su lugar por la puerta había salido una hembra sensual, erótica, vestida para salir de caza nocturna.
Eve cuchicheó algo al oído de Jessy que miró fijamente a la puerta dónde yo estaba. Creo que adivinaron que el vecino estaba mirando. Sonrió y se dio la vuelta, en dirección al ascensor, acariciando durante el trayecto la espalda y trasero de su madre.
Yo me quedé de piedra. Mi pene se quedó de piedra. Me quedé un minuto mirando, esperando vanamente que Thomas las siguiese.
Pero Thomas no salía. No salió.
Reaccioné tarde. Me vestí lo más rápido que pude y salí corriendo escaleras abajo con la intención de seguirlas. Todavía podía alcanzarlas. Cuando llegué a la calle, vi que cogían un taxi en dirección al centro. Como en las películas, me abalancé dentro de otro y le dije al taxista
- ¡Sigue a ese coche!
- Si claro, como en las películas- dijo en tío que, sonriendo puso en marcha el vehículo.
El coche que precedía al mío serpenteó por las avenidas y calles del centro hasta pararse en un bar que yo no conocía. Ni siquiera sabía dónde estaba. Las mujeres bajaron del coche riendo, siguiendo una animada charla mientras se dirigían a la puerta del club. Había cola para entrar pero el cachas de la puerta las introdujo en el interior directamente, repasando descaradamente con la mirada al par de hembras que caminaban a su lado sin hacerle caso. Esperé en mi taxi un momento, no quería que me viesen. Quise salir cuando una voz me devolvió a la triste realidad…
- Son treinta y dos euros y medio- dijo el taxista
- ¡Joder! ¡Mierda!- grité mientras buscaba inútilmente en mis bolsillos- Oiga, mañana se los pago. Soy el hij…
- ¡Eres el hijo puta que cree que nací ayer! Nos vamos directamente al cuartelillo…
- Olvidé mi cartera en el hotel. ¿A usted no le ha pasado nunca?
- Claro que si chaval, pero ese es tu problema y no quiero que sea el mío. Esto es muy sencillo. Te llevo de vuelta al hotel y me pagas la carrerita y punto. Mañana será otro día.
- Pero- empecé a protestar.
- ¡Ni pero, ni leches! Eso o el cuartelillo.
Derrotado me derrumbé en el asiento de atrás del coche, que se perdió por las calles en dirección al punto de partida.
Al llegar al hotel, eché un vistazo a la hoja de registro del hotel para saber algo más de mis vecinos de habitación. Ya sabía sus nombres. Mi amigo el botones me los había dicho.
- Thomas Larsson, cincuenta y dos años…-mascullé entre dientes- Eve Marié Larsson… treinta y dos…¡Qué asaltacunas eres Tom!…Jessy Larsson… trece años….¡Carajo, ayer mismo fue su cumpleaños! ….
- ¡Trece años! ¡Joder con la niña!.¡Y joder con la mamá¡
Tumbado en la cama, mirando la tele sin verla, mi mente se nublaba por los efectos de la visita al minibar de la habitación y los pensamientos se entremezclaban en mi cabeza. El cabrón del taxista me había cobrado más de sesenta euros y no había conseguido nada. El muy hijo puta se había despedido riendo y soltando una frase lapidaria que no sabía cómo tomar:
- Tranquilo majete. Esas dos son mucho toro para tan poco torero. Lo sé por experiencia, que ya les conozco. A dormir y mañana será otro día.
Me despertaron a una hora indeterminada de la madrugada unas risas y voces en el pasillo. Algo aletargado volví a mi puesto de vigía y la visión me despejó de inmediato.
Las chicas volvían de la caza.
Y traían con ella las piezas cobradas.
La mamá, con una botella de champán en una mano y las sandalias en la otra, era llevada en volandas entre risas por dos tipos altos y musculosos. La nena caminaba detrás mientras otro tipo le comía el cuello literalmente. Los tres primeros entraron en la habitación de Jessy, si bien esta se paró enfrente de mi cuarto. Se quedó mirando fijamente donde yo estaba, como si supiera que estaba observándolo todo, con el tipo chupándole la oreja.
Ella tenía la cara manchada con algo blanquecino. Dirigió las manos de aquel desgraciado hacia sus propios pechos y él la magreó sin ningún reparo. Erecto, con el pene al aire, observé la escena que se desarrollaba a escasos centímetros de mi cara. La mirada de Jessy era totalmente diferente a la que había visto antes. Era dura y viciosa, paladeaba algo que estaba o había estado en su boca mientras el tío estrujaba sus tetas sin piedad.
Mamá, dominante de nuevo, gritó.
- ¡pasad o empezamos sin vosotros!
Jessy y su afortunado acompañante entraron en su estancia, no sin antes girarse hacia la puerta de la habitación dónde se supone dormía plácidamente su padre. Dirigió su mirada lasciva hacia esta e introdujo de manera descarada su mano izquierda en el paquete de aquel pavo.
La puerta se cerró y yo seguí allí, mirando a la nada, intentando asimilar lo que estaba pasando. No podía creerlo. Mi mente trababa de combinar mis pensamientos con lo que había visto y oído. La ingenuidad de mi edad me hizo pensar que, como mucho, la mamá se lo montaría con aquellos tres tipos dejando que la niña de trece años conservara su pureza. Casi de inmediato, el recuerdo de la mirada y los gestos de Jessy en el pasillo me hizo ver que la cría hacía mucho tiempo que no tenía nada que conservar. Los gritos y gemidos simultáneos de voces de mujer que podía oír claramente desde mi habitación confirmaron mis sospechas.
Corrí hacia la puerta que separaba ambas habitaciones y pegué mi oreja a ella, aunque, sinceramente, no hubiese hecho falta. Se oía todo. Se sentía el crujir de la cama, la respiración fuerte, los golpes del cabecero contra la pared, chapoteos, risas, gruñidos de mujer con la boca ocupada y más golpes…
Y gritos.
Sobre todo, gritos.
- ¡Cómetela toda….zorra!- me pareció entender una voz masculina- ¡Cómeselo todo a esta hija de puta…!
- ¡No pares, cabrón¡- dijo Eve
- ¡Come coño y calla, puta!
- Joder, qué culo más apretado tienes….
Estaba como loco, hubiese dado un brazo por ver a través de la lo que estaba pasando. Sólo uno por que el otro lo tenía ocupado.
Intentaba imaginar la escena. Imaginaba a aquellos tipos cabalgando de manera descontrolada a una dulce mamá y a su hija de trece años…
Trece…
Mientras, mamá le comía el coño a su niña de trece años…
Trece años…
Su propia niña…
Trece años…
Y su papá en la habitación de enfrente…
Era imposible que no escuchara lo que estaba pasando…
Hasta el botones del hall se la estaría pelando escuchando semejante orgía….
Y eso que estábamos en el ático….
Pero lo que me hizo eyacular como un caballo contra la puerta fue el grito de Eve…
- ¡Rómpele el culo a esa cabrona¡ ¡Que cumple trece años¡- dijo entre gemidos- A mí, a su edad, ya me metían de todo….
- Ya lo sabemos, jefa, que estábamos en su fiesta- se oyó la voz de un macho- prepárate, Cielo, esto va así… nena buena parte tarta… payaso feliz parte culo.
Esperé a oír un grito desgarrador que nunca se produjo. Jessy aguantó el envite sin emitir un sonido de queja. Sólo al cabo de bastante rato se le escapó un gemido de evidente placer, estaba llegando al orgasmo mediante la penetración anal… o vaginal… u oral….o todas al mismo tiempo, qué se yo.
Hasta ese momento, creía que el orgasmo anal era un mito, pero aquel verano la mayoría de mis convicciones en temas de sexo se vinieron abajo.
Me tumbé sobre la cama, totalmente embadurnado con mi propio semen. Al poco tiempo sentí como se habría una puerta de habitación, se cerraba, se abría otra y se volvía a cerrar. Eve volvía con su amado esposo.
- Pero ¿cómo es posible que esa zorra deje a su niña sola con aquellos animales?- pensé, descontrolado.
Efectivamente, aquellos salvajes todavía no habían terminado.
- Tengo ganas de mear- dijo uno de los cabrones.
- Y yo.
- Tengo una idea…
- Joder. Ya veo por dónde vas. No te pases, tío.
- Si a ella le gusta. No creo que sea la primera vez que se lo hacen…
- Creo que a esta ya le han hecho de todo…
- Se la metiste de golpe por el culo y ni parpadeó…
- Dejaremos todo perdido…
- Me la suda…
- Hagámoslo en el baño…
- ¡Al jacuzzi con la puta!
- Joder no os paséis, tiene trece años…
- Que se joda…
- La chupa que te cagas…
- ¡Si hasta pagó el taxi con una mamada!
- Tenemos permiso de la hermana para hacerle de todo….
- ¿Hermana?.. Y una mierda hermana…Yo creo que es su mad…
- Yo voy a mearme en su puta boca ahora mismo…
- Ven aquí, princesa, que yo te llevo….
Por debajo de la puerta de entre los baños se escapaba una rendija de luz…
- Joder, qué ganas tengo
- Abre la boca, pequeña.
- Espérate cabrón, si lo haces a la vez, me salpicarás y me pondrás perdido…
- Un poco de orden…
- No aguanto más, abre un poco más…, así…, así…,¡Ves como no es la primera vez que lo hace! ¡Trágatelo todo, Reina! ¿Lo estás grabando también? No pierdas detalle, a la salida de su hermana le encantará verlo. Joder que gusto. ¡Cuidado, no te atragantes!
Jessy tosió
- Te dije que tuvieses cuidado, zorrita. La última gota, con la lengua….
- Aparta cabrón, me toca…
- Hay que dejar que acabe el trabajo, hay que limpiar la herramienta después de usarla…
- ¡Más vale que cierres los ojos, puta! Te voy a mear por toda la cara ¡Ua…!
- ¡Qué guarra! Si hasta abre la boca para que te mees dentro…
- Y se lo traga de verdad…
- No creo…
- Que sí… ya verás… trae ese puto vaso…que casi no me queda ya…
- Toma…
- Ya no puedo más. Medio vaso, verás como la nena se lo bebe todo…
- No creo…
- Que te apuestas…
- Cien euros…
- Venga zorra, que me vas a hacer ganar una pasta…ya verás…pardillo…esto es como quitarle un caramelo a un niño…
- Joder ¡Qué cabrona!
- Te lo dije.
- Se lo ha tragado todo
- Y aún se ha quedado sedienta…
- Pues a mí no me queda nada…
- Ahora voy yo…
- Míralo, el remilgado….el que decía: no os paséis… sólo tiene trece años…
- Calla, joder…
- Haz puntería… como en el váter.
- Sí, sí…
- Venga, niña ponte en el suelo y abre la boquita….
- Abre más…
- Como si fuesen tus piernas…venga…que de eso sabes mucho…
- Mierda, no me hagas reír que no atino….
- Si le das en el ojo, vale cien puntos….
- Que voy…
- Venga…
- ¡Uao!
- Mas arriba que eso son las tetas…, a la derecha…, mas…, un poquito mas…. Eso es… premio para el caballero…
- ¡Joder! Es que con la polla dura es difícil apuntar….
- Pues tíratela otra vez…
- Y una mierda, está toda meada…
- Joder. No le escupas…
- Es la costumbre, siempre que acabo de mear, escupo.
- Pues qué puntería, casi le das en todo el ojo….
- No pasa nada, ni ha protestado…
- Si hasta le queda bien…
- Mírala. Se está relamiendo….
- Y se está metiendo dos dedos por el culo…
- Con la pinta de niña buena que tenía por la tarde y mírala ahora…
Entonces, Jessy pronunció las dos primeras palabras que oí salir de sus labios.
- ¡Quiero más!- dijo.