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La oferta

~ Un día después el bonito paisaje austríaco se sucedía a través de los ventanales del tren que me llevaba a la frontera húngara. Sergei y yo habíamos ultimado los detalles para citarnos en Budapest. Me dijo que Galina se ocuparía de las gestiones pertinentes para cambiar mi vuelo de vuelta. Dado que él se quedaba toda la semana en la capital magiar para pasar las navidades con sus abuelos maternos, opté por emplear un día más en Viena y visitar alguna de las recomendaciones de Sara, así como el espectacular  palacio imperial de Schönbrunn, dando así por finalizada mi estancia en la ciudad.

Como decía el bueno de Forrest Gump, la vida es una caja de bombones, nunca sabes lo que te va a tocar. Hace unos meses yo estaba patrullando con Rafa por las calles marbellíes y ahora viajaba  solo en un tren por tierras austríacas para citarme en Hungría con un ruso millonario al que había conocido de la forma más inverosímil. Mi querido  Forrest, a mi no me había tocado un bombón, me había tocado la Nestlé entera.

Mientras atravesábamos bosques enteros de abetos y pinos plateados crecía la inquietud en mí. Aún no sabía cómo había aceptado la invitación de Sergei, solo sé que los nervios pululaban a sus anchas por mi estómago, como en una película de terror donde no dejamos de ver  la escena siguiente  aunque nos acojone.

Cuando el tren empezó a detenerse en la estación de Budapest-Keleti  parecía que el corazón iba a salirme por la boca. Tranquilo Julián, vas a ver un viejo amigo...Mi corazón nunca quiere escapar cuando me cito con Rafa...Solo un viejo amigo...Mi corazón...Un amigo.

Descendía los escalones del vagón maleta en mano, cuando al alzar la mirada me tropecé con unos ojos azules inconfundibles: los de Sergei. Cruzamos nuestras miradas un segundo y nos fundimos en un emotivo abrazo.

-¡Cuánto tiempo Julián! - exclamó un melancólico Sergei.

-Sí, mucho tiempo -atiné a decir embargado por la emoción.

Nos separamos y volvimos a mirarnos. Sergei volvió a abrazarme.

 

Salimos de la estación y nos subimos a un BMW blanco que curiosamente condujo Sergei. Pareciendo leer mi pensamiento dijo:

-No, el chófer no está enfermo, simplemente no tengo.

No supe que contestar, pero bueno, según recordaba Sergei era una persona con una capacidad ilimitada para sorprenderte.

-Bienvenido a Budapest ¡No puedo creer que estés en mi tierra!

-Casualidad supongo.

-Las casualidades no existen.

-Pues entonces digamos que el señor Klimt tiene la culpa.

-Viva Klimt entonces.

 

Aparcamos en la parte de Buda, delante de una casa de estilo clásico, muy señorial, de fachada ocre y amplios ventanales blancos, supuse que sería la casa de los abuelos de Sergei.

 

-Hemos llegado. Mis abuelos van a alucinar.

-Sergei, no quisiera molestar. Puedo alojarme en un hotel y...¿Un momento porqué van a alucinar?- pregunté sin saber muy bien a qué se refería

-Bueno siempre han querido que siente la cabeza y ahora con un novio español pues...Que no tonto, que te estoy tomando el pelo...Deberías haber visto la cara que has puesto...Me has recordado a Galina cuando le digo que tenemos un requerimiento de la Hacienda rusa...

-¿Qué tal está por cierto?

-¿Galina? Muy bien. En Moscú.

-Sin chófer y sin Galina...¿Qué pasa aquí?- pregunté curioso

-Pasemos adentro y ya te explico. Hace frío...

 

Entramos en la casa y la agradable temperatura nos hizo despojarnos de los abrigos.

 

-Si me permites decirlo, estás más guapo que siempre -dijo Sergei en un original juego de palabras.

-Te agradezco el cumplido. -contesté. Quise añadir que él también lo estaba, pero mis prejuicios heterosexuales, que digo, mi gilipollez supina elevada a la enésima potencia, lo impidió

 

Reparé en la casa, era amplia y decorada en estilo clásico, mármol en el suelo y papel en las paredes, ornamentada pero sin recargar, lujosa pero sin exagerar.

 

-Mis abuelos han salido. Los conocerás luego durante la cena. Ven, te enseñaré tu cuarto.

 

Era una habitación de unos 20 metros cuadrados que daba a un jardín posterior muy bien cuidado pero que debía lucir esplendido en la primavera y no tanto ahora en pleno Diciembre. Una vez dejado el equipaje y haciendo tiempo para la cena, Sergei me invitó a una copa de vino en el sótano de la casa, donde sus abuelos habían habilitado una coqueta bodega de vinos.

 

-Imaginaba las viviendas ex-comunistas mas austeras- le dije a Sergei.

-Créeme Julián, esto no siempre fue así, pero no quiero aburrirte con eso.

-Nunca me he aburrido hasta ahora escuchándote. Sospecho que eso no va a cambiar ahora. Te escucho.

-Como quieras entonces. Verás,  esta casa donde nos hallamos ahora mismo tiene unos 250 años, es de mediados del s. XVIII. La construyó un tatatatarabuelo, ¿existe esa palabra?, de algún tatarabuelo de mi madre o de algún bisabuelo de mi abuela como prefieras. ¿Increíble verdad?

Mi abuela a la que conocerás en unas horas desciende de una de las familias nobles con más solera de Hungría: los Cseszneky. De hecho, la abuela de mi abuela, que murió en los '50 fue la última condesa Cseszneky perdiendo su título en 1945, cuando el régimen comunista abolió todos los títulos nobiliarios del país. Y no solo perdió el título, sino todas sus posesiones. Esta casa sin ir más lejos también le fue expropiada pasando a ser un edificio del partido.

-Estoy alucinando Sergei...Sin embargo,  la casa es vuestra de nuevo...

-Cuando cayó el comunismo y mi padre amasó su inmensa fortuna, me dije que algún día recuperaría la casa donde se crió mi abuela. Y ese día llegó. Hace 6 años lancé una oferta prácticamente irrechazable al jardín de infancia en que se había convertido ésta casa y tras 2 años de restauración siguiendo las fotos que conservábamos y los recuerdos de mi abuela, conseguimos darle a la casa su aspecto de principios de siglo. Mis abuelos dejaron su piso de 40 m. de los tiempos bolcheviques y se trasladaron aquí.

-Miedo me da preguntarte por la familia de tu abuelo. ¿Alguna familia militar de alta alcurnia  del Imperio Austro-Húngaro?

-Ummm...Eso hubiera sido perfecto para redondear la historia, sin embargo hasta donde sé, mi abuelo, como antes su padre, era cartero.

-Oh, vaya. El cartero y la condesa...

-Bueno, no exactamente,  más bien el cartero y la funcionaria. Como te decía, el título se extinguió con mi tatarabuela,  mi abuela propiamente dicho, nunca fue condesa, sino profesora de alemán y mi madre era personal de la embajada húngara en Moscú, fue así como conoció a mi padre.

-Un momento...Entonces...Me estás diciendo que si Lenin no hubiera existido ¿tendría delante a todo un conde húngaro?

-El X conde Cseszneky para ser exacto...Solo si Lenin no hubiera existido...

-¡¿Cuándo acabará tu capacidad de sorprenderme Sergei?!

-En realidad toda esta historia es solo una anécdota a día de hoy, pero como culebrón no está mal. De todas formas nunca utilizo el apellido Cseszneky y casi nadie conoce todo éste tema. En fin, tú me has preguntado por la familia y yo te he respondido.

-Ya, pero es que tú me preguntas por la mía y aparte de que no sé remontarme más allá de mis abuelos, el único título de la familia es el de mi padre, que es varón pero con "v", que chiste más fácil por dios...

Sergei esbozó una sonrisa algo forzada en su cara.

-De todas formas no te preocupes, mis abuelos son gente muy sencilla y tolerante. He dicho antes que van a alucinar contigo no por ninguna razón escabrosa, sino porque es la primera vez que traigo una visita a su casa

-¿?

-Veo la duda en tu cara Julián. Verás y aclarando ya de paso tu pregunta del chófer y Galina...En Rusia soy Sergei Andrei Korolenko, millonario y conocido en los círculos políticos y económicos y también sociales. También y en menor grado en estados Unidos,  Alemania y España y varios más donde tienen sede mis empresas.

-Pero en Hungría, solo soy Sergei, un chico de 29 años con ganas de pasarlo bien y al que nadie conoce más allá de los vecinos de mis abuelos. Por eso no quiero chófer, ni secretaria. La única licencia que me permito es la de un guardaespaldas por imposición de mis abuelos, paternos en éste caso.  En éste pequeño reducto del mundo soy libre, por eso cuando estoy saturado siempre me refugio en Hungría, cargo las pilas y vuelvo al mundo exterior. Adoro éste país y adoro visitar a mis abuelos, ellos son lo único que me queda de mi madre. Supongo que soy un ruso de cerebro y un húngaro de corazón...

No sé como lo hacía, pero una y otra vez Sergei se superaba, de una manera totalmente natural, pero se superaba, cada minuto que pasaba le admiraba más, cada frase que decía me subyugaba más...

Tras una breve pausa y tras beber ambos de nuestras copas pregunté divertido:

-¿Y la familia de tu padre? Porqué la de tu madre me parece insuperable.

-Así como estoy encantado de que conozcas a mis abuelos húngaros, nunca te presentaría a los de San Petersburgo...

Ambos nos miramos y algo cortado dije:

-Perdona, no quería ser indiscreto...

-No, no, perdóname tú Julián. Es que no me llevo bien con ellos, tampoco mal, es solo que son muy estirados, a veces pienso que  mi abuelo Vladimir se cree el último zar...Son todo lo contrario de mis abuelos de aquí. Conservadores, estirados hasta el "envaramiento", retrógrados, clasistas...Lo más curioso de todo es que los padres de mis abuelos eran campesinos y después de la revolución entraron en los órganos comunistas y posteriormente en las clases dirigentes.

-Que contradictorio todo. Los nobles tolerantes y sencillos y los campesinos comunistas, clasistas y conservadores,  es el mundo al revés. Entiendo entonces que tus abuelos rusos no saben nada de tu condición sexual.

-¿Bromeas? A mi abuelo le darían 12 infartos seguidos...Y a mi abuela los mismos más un par de ictus... No, que va, no saben nada y espero que se mueran sin saberlo. Total...

 

Conversamos animadamente por un par de horas más, como dos viejos amigos nos pusimos al corriente de nuestras vidas en éstos meses,  los cambios que se habían producido en mi día a día tras su compensación económica, la decisión de viajar a Viena, ciertas anécdotas en los negocios de Sergei, algunas curiosidades de Hungría...una charla tan amena como interesante. Casi sin darnos cuenta se hizo la hora de cenar.

 

-Julián, te presento a Cristina Cseszneky y Gábor Czarvas, mis abuelos. Os presento a Julián Calzado, un amigo español.

Una pareja de unos 80 años se acercó a mí, ofrecí  mi mano y su abuelo enseguida la estrechó,  la abuela, por contra,  ignorándola,  puso sus manos en mis brazos y me besó cariñosamente, a la par que ambos me sonreían y decían algo en su idioma.

-Han dicho que están encantados de tenerte en casa.

-Uy,  pues en húngaro ha sonado muchísimo más largo.

-Está bien, mi abuela ha añadido que eres uno de los hombres más guapos que ha visto nunca...pero debo decirte que después ha añadido, casi tanto como tú,  Sergei.

No pude evitar reírme ante tal comentario, aunque lo cierto es que el recibimiento tan cálido y tan amables palabras me hicieron sentir condenadamente bien. Me relajé y comprobé una vez más que Sergei no mentía. Sus abuelos eran encantadores.

La cena transcurrió distendida, mientras saboreábamos alguna de las recetas más típicas de la cocina húngara y que la abuela de Sergei había preparado especialmente para la ocasión: gulash (sopa de carne deliciosa que venía como anillo al dedo en la gélida Budapest), Lecsó (pimientos fritos con cebolla y patatas) y Kolbasz (salchichas condimentadas). De postre Somlói Galuska (pastel de nueces y pasas bañado en ron con chocolate fundido). Buenísimo. Y llenísimo fue como me quedé después de tal cena.

Durante la velada, Sergei ejerció de traductor entre sus abuelos y yo. Quién afirma que el alemán es un idioma difícil, es porqué no conoce el húngaro...Pero, ¿cuántos idiomas hablaba Sergei? Tuve la curiosidad de preguntar, pero la respuesta solo agrandaría más la diferencia cultural entre él y yo.

Se hizo tarde, era hora de acostarse, cuando ya me despedía de Sergei para dirigirme a mi habitación, algo llamó mi atención...

-¿Tu madre verdad?- pregunté asiendo un marco de fotografía.

-Sí- dijo Sergei a la vez que sus labios hacían una mueca

-Es increíblemente guapa, ahora entiendo más tu buen porte- dije sonriendo

-Gracias,  qué más quisiera yo, no es porque fuera mi madre, pero era muy bella sí. Recuerdo alguna cena en la embajada húngara de Moscú y como al entrar ella, todos los hombres se la comían con los ojos...Eso es algo con lo que se nace...Pero que te voy a contar a ti, tú eres de la misma escuela...

-Sergei contempló una vez más con cariño la foto de su madre y al dejarla me miro y dijo:

-Bueno a dormir que mañana vas a conocer Budapest con el mejor guía de Hungría.

-¿Has contratado a alguien?- inquirí malicioso.

-Pues no, la verdad es que no he contratado a nadie.  Ocho meses creo ya que han pasado desde mi última contratación.-respondió Sergei mezclando de forma audaz 2 temas diferentes.

-¿Y eso Sr. Korolenko? ¿La crisis tal vez? -continué siguiendo su juego

Sergei me miro fijamente a los ojos  y añadió con voz seria:

-No, la crisis no. La nostalgia.- y casi en un susurro añadió -No sabes cómo te he extrañado Julián Calzado...

Tragué saliva a duras penas y me despedí con un parco buenas noches. Estaba prácticamente paralizado, tenía agarrotadas las piernas y un sentimiento contradictorio me invadía.

Ya en la habitación, me quedé en calzoncillos, como era mi costumbre para dormir y me metí en la cama. Me costó conciliar el sueño, preso de tantas emociones como había tenido en las últimas horas, el hallarme en una casa de más de dos siglos tampoco ayudaba, me imaginaba la de historias que almacenaban esas paredes...Al menos  no creía en fantasmas, porqué seguro que esta casa albergaba como mínimo un par de ellos...

 

 

Me levanté a las 8 con un ligero dolor de cabeza, me dirigí al cuarto de baño y busqué en mi neceser una aspirina. Reparé en mi imagen reflejada en el espejo. Marcaba una potente erección hacia el lado derecho bajo la tela del slip.

-Vaya que alegre te has levantado -comenté como si mi pene pudiera escucharme.-¿Qué pasa, tienes ganas de jarana o vas de farol? Vamos a comprobarlo...

La saqué no sin esfuerzo del calzoncillo y empecé con alivio a mear mientras las primeras burbujas crecían en el agua de la taza. Concluí y la sacudí descapullándola un par de veces (más de 2 es paja dice siempre Rafa) y noté como perdía dureza.

-Lo imaginaba...Solo querías impresionar...

 

Me dirigí escaleras abajo sin encontrarme a nadie

-¿Sergei? -dije elevando algo la voz

-Estoy en el salón Julián.

Entré en la espaciosa estancia de amplios ventanales y comenté orgulloso:

-No sabía que habíais puesto mi nombre a este salón...Un bonito detalle.

-¿Qué quieres dec?...Oh veo que te has levantado ingenioso esta mañana. ¿Has dormido bien?

-Bueno, digamos que no he dormido mal. No me mires con ese gesto de preocupación, todo estaba perfecto, será el jet lag...

-Sí va a ser eso...Bueno, te invito a desayunar. Vamos a ir a uno de mis sitios preferidos y además muy cerca de aquí. Coge tu abrigo.

 

Anduvimos no más de 10 minutos y tras dejar atrás el "Edificio -Museo de Historia Militar"  y rodear la preciosa iglesia de San Matías, arribamos a lo que me dijo Sergei se llamaba (y se llama) "El Bastión de los Pescadores", una especie de mirador fortificado repleto de torreones muy pintoresco. Justo al lado entramos en un bar a desayunar. Cuando me senté en la mesa a tomar el zumo y tostadas que Sergei había pedido,  supe el porqué de la elección de éste lugar. Budapest descansaba a nuestros pies y se mostraba en todo su esplendor...El edificio del Parlamento parecía flotar junto al Danubio que surcaba la ciudad de forma majestuosa mientras el Puente de las Cadenas cerraba el conjunto a nuestra derecha en una imagen imborrable.

-¿Te gusta Julián?

-Gustarme es poco...Es sensacional. Viena no tiene nada que hacer al lado de lo que estoy viendo...

-Budapest es una ciudad arrebatadoramente bella...

-Gracias por expresar las palabras que buscaba y nunca encontraría.

 

Desayunamos y me sentí mucho mejor preparado para conocer la que sin duda debía ser una de las ciudades más bonitas del mundo a tenor de lo visto. Como 2 turistas más, cogimos el metro y Sergei me mostró el castillo de Buda, el Parlamento, la Basílica de San Esteban para finalmente perdernos por la bulliciosa avenida Andrássy hasta llegar a la plaza de los Héroes, todo ello aderezado con  sus interesantes comentarios. Llevar a tu lado un guía como él, es lo mejor que puede pasarte si visitas una ciudad.

Mi anfitrión me habló de la tradición balnearia de la ciudad que se remontaba a los turcos y que la capital ostenta el título de ciudad con más pozos y aguas medicinales del mundo, es tanta la devoción de los húngaros por el agua que solo así se explica su dominio mundial en todos los deportes acuáticos, siendo un país tan relativamente pequeño.

Me habló también de la parte declarada por la Unesco patrimonio de la Humanidad, de la antigüedad de la red de metro y de Budapest como encrucijada de todas las culturas y religiones.  En ella confluían el mundo latino, eslavo y germano, pero Hungría no era rumana, ni checa, ni austríaca. Católicos, ortodoxos y musulmanes la rodeaban y atravesaban y la tradición judía era innegable. No era del norte, ni del sur, ni del este, ni del oeste. Se podría decir que era solamente del Danubio.

La noche cayó y el frío se hizo más intenso. Sergei propuso cenar en uno de los barcos que surcan las aguas del río para descubrir desde allí Buda y Pest, las 2 orillas de la ciudad. Si durante el día la ciudad se mostraba bella, durante la noche las luces que la iluminaban la convertían en una fiesta para los sentidos...

Mientras degustábamos un riquísimo foi de oca que Sergei pidió para ambos, reanudamos nuestra conversación.

-¿Estás contento de haber venido?

-Muchísimo. Te soy sincero, al principio dudé pero estoy encantado de estar aquí.

-¿Por la ciudad o por mi?

-Por el foi...-comenté divertido. Por todo Sergei, por todo. No podría estar en mejor sitio ni compañía.

-Qué bien...He pensado...Bueno solo si te apetece...-Sergei no acababa de arrancar.

-Vamos suéltalo.

-Como aún te quedan dos días por aquí, he pensado que visitemos el lago Balatón.

-¿Bala qué?

-Balatón

-Perdona Sergei, vas a pensar que soy un completo retrasado, pero lo cierto es que es la primera vez que lo oigo. Cuando estoy contigo me siento tan pequeño...

-No sabes cuánto lo siento- dijo Sergei con pesadumbre

-No lo sientas Sergei, no es culpa tuya, al contrario, estar contigo es estimulante, didáctico, ameno, divertido. Es solo que cuánto más te escucho, más cuenta me doy de lo limitado que son mis conocimientos. Pero nunca me has hecho sentir mal, explicas las cosas con naturalidad, no con pedantería y eso marca la diferencia. Volvamos al Balatón...

-Pues verás- prosiguió Sergei más tranquilo y con el brillo en su mirada azul- El lago Balatón es uno de los lagos más grandes de Europa y compré hace tres años una cabaña a sus orillas, a una hora de coche...Nadie conoce su existencia, ni siquiera mis abuelos, ni mi guardaespaldas. Bueno, ahora tú lo sabes. A pesar de tener varias casas, lo considero mi refugio, tal vez el único.

-No sé qué decir...

-Bueno, piénsalo. Es un sitio perfecto para descansar y relajarse.

-No, no Sergei. Tengo clara mi respuesta. El " No sé qué decir" se refería al hecho de compartir algo tan íntimo conmigo. Qué voy a hacer contigo Sergei...-le dije mientras sacudía ligeramente mi cabeza

-A eso voy a callarme, pero se me ocurren un par de cosas...

No pude evitar reírme, ambos reímos, mientras el reflejo del Parlamento se introducía por los ventanales...

 

 

Tras descansar mi segunda noche en Budapest, cargué mi equipaje en el coche de Sergei y pusimos rumbo al Balatón. Últimamente no hacía más que hacer y deshacer la maleta. Me sentía como Melendi de gira. Enseguida llegamos a nuestro destino, una pequeña pero acogedora cabaña con preciosas vistas al lago. El salón disponía de una magnífica chimenea rústica y la cocina se hallaba integrada en el conjunto. Descansamos no más de una hora mientras ayudaba a Sergei a encender la calefacción y poner algunos víveres en el frigorífico.

 

-Bueno ponte esto -ordenó Sergei mostrándome unas cuchillas de hielo- Nos vamos a patinar.

-¿A patinar? Los policías de Marbella no patinamos, surfeamos...

-Razón de más para aprender. Tranquilo, los rusos llevamos el patinaje en la sangre. Te ayudaré. Será divertido.

Bajamos a la orilla del lago que dadas las bajas temperaturas presentaba una espesa capa de hielo y enfundándonos los patines nos deslizamos...Bueno Sergei se deslizó y de forma plástica además, yo intentaba simplemente no estrellarme contra el suelo.

-No eches el cuerpo para atrás, te caerás de espalda, es mejor hacia delante, déjame ayudarte...

-Sí por favor, no quiero que me repatríen a España escayolado...

-Dame la mano.

Nuestra manos se estrecharon y me desplacé a la par que Sergei.

-¿Mejor sr. de los ojos penetrantes?

-Sí, pero no me sueltes.

-Ni por todo el oro de Rusia.

 

Patinamos alrededor de una hora, varias veces nuestros cuerpos se abrazaron para no dar de bruces en el suelo, comenzaba a cogerle el tranquillo a ese deporte tan difícil como divertido. No podía negarlo, me sentía muy bien al lado de Sergei, junto a él todo era fácil, todo fluía...

Unos gruesos copos empezaron a caer sobre nuestras cabezas. Decidimos volver a la cabaña y colgar los patines.

 

-Uf, no sabía que el patinaje cansara tanto. ¡Tengo los pies congelados! - exclamé, mientras la nevada arreciaba fuera.

-Espera, quítate los calcetines y coloca los pies frente a la chimenea. Voy a encender y nos servimos una copa de vino.

El calor del fuego nos reconfortó al instante mientras ambos yacíamos de cara a la chimenea cubiertos por una manta y con una copa de vino en la mano.

 

-Julián, ¿Recuerdas nuestra conversación acerca de los momentos felices?

-Qué curioso que lo comentes...Continuamente

-En los últimos días he experimentado muchos de esos momentos, de hecho, ahora mismo estoy viviendo uno...

-Sergei yo...tengo que decirte...que...en fin...me asusta reconocerlo, pero no hay un solo día en que no haya pensado en ti- le dije sin mirarle a los ojos mientras bebía de mi copa -Mi vida ha cambiado no solo en el plano económico, también en otros que ni atisbo a comprender yo mismo. Pero todo me lleva a ti una y otra vez, a lo que dices, a como lo dices, a tu persona en definitiva.

-Julián creo que los...

-Déjame acabar. Creo que... no, creo no, sé que me he enamorado de ti. Lo sé porqué lo estuve una vez y las sensaciones de entonces son las de ahora. Solo que a diferencia de entonces, esta situación está trastocando todos mis esquemas, ni siquiera sé si te deseo, pero sé que te amo. ¿Puedes imaginar qué significa eso para mí? Mi vida siempre giraba en torno a mi trabajo, mis conquistas femeninas, nada especial supongo, pero mi mundo al fin y al cabo. Pero apareciste en mi vida, de una forma nada ortodoxa y lo que empezó casi como un juego me ha cambiado para siempre o tal vez no, no lo sé. Estoy hecho un lío Sergei. Mi mundo se desmorona...No me llaman la atención los hombres, pero sin embargo te quiero, me gustan las mujeres y sin embargo no las amo. Últimamente ni siquiera tengo buenas relaciones sexuales con ellas,  ¿qué me pasa Sergei, qué me pasa? -pregunté alzando la voz con voz angustiada

-Oh ven aquí Julián.

Y me rodeó con sus brazos mientras besaba mi pelo y suspiraba.

-Aunque te desilusione, debo decirte que no tengo respuestas para todo y no la tengo para tu pregunta, no puedo estar en tu interior ni sentir las emociones que estás atravesando, pero si puedo decirte algo que sé: Yo también te amo. Lo sé desde hace tiempo, seguramente desde nuestra estancia en Madeira. Te quiero más que cualquiera de los hombres que haya conocido o pueda conocer,  mi vida los últimos 8 meses ha sido un calvario, intentaba olvidarte una y otra vez pero era inútil, nada ni nadie me llenaba, después de ti solo la nada, lo vulgar, la soledad...Oírte al teléfono fue como respirar de nuevo aire puro, me cuesta  encontrar las palabras en español...No sé qué pasará mañana, ni la semana que viene, ni mucho menos dentro de un año, pero enamorarse es un milagro y ser correspondido es ya el Vaticano al completo...Eso nunca puede ser malo.

 

Sergei siguió besando mi pelo y sus besos descendieron hasta llegar a mis orejas, mis mejillas y mi boca. No me negué, al contrario mi boca también le buscó, le amaba y no me iba a ir de allí sin saber si también el deseo y la pasión me acompañaban en ese amor...Necesitaba aclarar mis dudas en ese sentido.

Nos fundimos en un largo y cálido beso mientras nuestras manos recorrían nuestro cuerpo. Nos molestaba  cualquier atisbo de ropa, desnudos ya, cogí a Sergei y lo tumbé en la alfombra junto a la chimenea que chisporroteaba ajena a nuestra pasión.

Sergei buscó mi sexo con su mano y lo apretó sintiendo su dureza y su calor, lo agitó suavemente para continuar de forma más enérgica, se incorporó levemente y lo introdujo en su boca. Lo succionó sin descanso, infatigable una y otra vez, no recordaba ya lo bien que se le daba comerme la polla. Me puso cachondísimo su manera de pasar la lengua por mi glande, de tragarse mi trabuco hasta atorarse, de lamerme las pelotas hasta dejarlas encharcadas y todo ello mirándome con sus precioso ojos azules.

-Basta Sergei o conseguirás que me corra

Le saque la chorra de la boca y me tumbé sobre él llevando sus piernas a mis hombros y sin lubricar ni nada, le endiñé mi cipote con todas mis fuerzas, estaba desatado, no sé que me pasaba, Sergei gritó dolorido, pero noté sus manos en mi culo acompasando mis movimientos

-Fóllame Julián, hazme tuyo de nuevo...-dijo entre gemidos

-Te voy a ensartar hasta que te reviente el culo - contesté de forma grosera e impropia de mi

Cambiamos de posición y me lo tiré a lo perrito sujetándole firmemente por los hombros y aumentando la velocidad de la penetración, miré la unión de nuestros sexos, mi polla entraba y salía de su culo a una velocidad como antes nunca lo hice, las llamas de la chimenea y nuestra pasión hicieron brotar en mi el sudor que caía por mi frente y mi pecho...

tomé un ligero respiro para cambiar de nuevo de posición y penetrar a Sergei de lado. En esa posición pude moverme cómodamente y arreciar de nuevo mis embestidas mientras él acariciaba mis pelotas.

-Vamos, dame fuerte, cepíllame el ojete.

A pesar de la tremenda follada que estaba propinando a Sergei, éste pedía más, lo disfrutaba y me seguía el duro ritmo al que lo estaba sometiendo.

Manteniendo la iniciativa, volví a cambiar de posición, lo llevé contra la pared y levantando su pierna derecha lo penetré de pie, mientras mi culo se movía arriba y abajo.

-¿Te gusta esto Sergei? Espero que sí, porqué no pienso correrme todavía en un buen rato.

Las pupilas de Sergei se abrieron y echó su cabeza para atrás gozando de la follada que le estaba metiendo. Cogí su otra pierna y también la elevé  dejando su cuerpo en volandas contra la pared y arreciando mis movimientos de pelvis, el culo de Sergei se tragaba en su totalidad mi estaca una y otra vez, sacándosela entera y volviendo a introducírsela de una tacada.

Sin abandonar su dilatado agujero, caminé con él sobre mí hasta sentarme en el sofá y poner las manos en su culo para acompañar su sube y baja sobre mi mástil que lucía imponente y duro como una roca. Sergei atrajo mi cabeza hacia su pecho y lamí sus pezones sin pensármelo mientras seguía cabalgándome y sus manos rodeaban mi cabeza y mi pelo.

Ya no dejamos esa posición, durante al menos 10 min, Sergei trotó incansable sobre mi verga hinchada a la vez que arreciaban nuestros jadeos y las palabras guarras salían de nuestras bocas.

-No pienso correrme sin que tu lo hagas primero -le susurré al oído a Sergei

Sus ojos me miraron con ternura y pasión a la vez, contradictorio, pero cierto; llevé mi mano a su pene y lo masturbé de forma vigorosa a la vez que mi polla cogía velocidad en su recto. Mis manos y abdomen se impregnaron de su semen pero sin bajar su ritmo sobre mi tranca.

-Va-mos te to-ca cam-peón -balbuceó

Me incorporé como pude de nuevo del sofá y volví a tumbarme encima de él sobre la alfombra.

-Te he dicho que me correría solo cuando tú te corrieras, pero no dije que fuera al instante...

Sergei me miró estupefacto.

Saqué mi polla de su escocido agujero y golpeé con ella su enrojecido esfínter, era el momento de presumir de pollón...Lucía duro como el hielo, venoso, desafiando la gravedad y mostrando un glande hinchado y lleno de precum.

-Todo esto es para ti Sergei. ¡Disfrútalo!

Sergei suspiró entregado y él mismo asiéndolo con su mano lo introdujo de nuevo en su culo. Empecé a follármelo lentamente, quería que disfrutara de cada una de mis penetraciones, nuestras miradas se encontraron y supe que en ese momento Sergei y yo éramos uno solo, el placer nos invadía a ambos; mientras le besaba apasionadamente, Sergei abrazaba mi espalda intentando acercarme aún más a su cuerpo. Tras varios minutos de penetración lenta y constante, arrecié mis movimientos y le di con todas mis ganas y mi fuerza, noté que mi pierna derecha empezaba a sufrir calambres presa del tiempo que llevaba en la misma postura, pero seguí y seguí traspasando su ojete una y otra vez, el sudor de mi frente caía sobre la cara de Sergei mientras sus manos palmeaban mis glúteos.

-Ahhhh, me corro, te voy a llenar el culo de leche.

Y vaya si lo hice, no recuerdo una corrida tan brutal como la de ese día, notaba que mi chorra eyaculaba un chorro tras otro en el interior de Sergei, hasta él mismo se sorprendió cuando corrió al lavabo y un reguero de espeso semen caía por sus piernas

Quedé exhausto sobre la alfombra, con calambres en mi pierna,  la respiración entrecortada, cubierto de sudor y con la polla semidura cayendo sobre mi muslo izquierdo.

Sergei asomó solo su cabeza a través del marco de la puerta y agitando velozmente su mano izquierda dijo:

-Uffff...como me duele...

-¿Estás bien?

Volvió a asomarse y mirándome fijamente añadió:

-Y como no estarlo si tengo en mi alfombra al hombre más sensual de La Tierra, enamorado de mi y con su semen ardiendo en mi culo...

 

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