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Categoría: Incestos

La novia se entregó al primo. Le entregó su culito virgen

Había pasado un tiempo viviendo en el exterior, ahora nuevamente instalado en el terruño natal, estaba retomando el contacto social y sobre todo familiar. Estaba invitado al casamiento del primo Daniel.

La relación con la prima comienza la noche que asistí al casamiento del primo Daniel, al momento de darle mis augurios de felicidad, conocí a la desposada, Elizara, belleza tan exótica como el nombre. 

Esa misma noche luego de las inefables referencias familiares, se estableció entre ambos ese feeling, ese puente de simpatía y complicidad, como si nos conociéramos desde siempre, había “piel” y algo más inexplicable, cruces de miradas insinuantemente prometedoras, tanto que un aparte durante la reunión familiar le dije de lo afortunado que era Daniel por tener esta preciosa mujer.

Es una mujer, de esas que piensan que el tiempo es oro, y mientras bailábamos me hizo sentir sus pechos, y me susurró al oído

– Por qué solo él debe ser afortunado… búscame al regreso del viaje… 

Al regreso de los “mieleros” forcé el encuentro, paso, por “causalidad”, Ely fingió sorpresa.

- Y ahora qué sigue? -dijo con su mejor sonrisa.

- Un café?

- Vamos… tú no vienes por eso solo… – guiño cómplice. - Donde quieres ir...

No fue necesario hablar más, estaba todo dicho, me dejó la opción de decidir…

No hubo demoras, salimos, rápido al telo (hotel) más próximo, se agachó cuando estábamos para entrar, se tumbó en el asiento para evitar ser vista, entramos, compartimos un whisky con hielo.

Dijo saber mucho mí, de la fama de promiscuo que me había hecho la tía René entre las mujeres de la familia, que era un irreverente cogedor, sabían que me gustan todas, de no perdonar ni pelo ni marca.  Con todo eso que se decía, le había despertado la curiosidad por saber más de mí, que me suponía que algo debía de haber hecho bien para tener esa fama.

- ¿Quieres saberlo? -Dije con el ego alto como el obelisco.

- ¿A ver? –con risita nerviosa.

El tema la había excitado, saqué del encierro al “amigo” era el momento de mostrar la “mercadería”

- ¿Te agrada? 

- ¡Qué aparato!, es bastante más gordo que el de mi marido. Él la tiene más larga pero delgada y para colmo no la usa bien.

Lo agarró en su mano, sin soltarla, le dedicó una mamada furiosa. Debí rescatarla de su caliente boca para no acabar tan pronto, con el obvio disgusto. Gané en la comparación con la del marido.  

Comenzamos el juego, explore su conchita con los dedos, recorriendo cada rincón, mientras golosamente mamaba sus tetas, casi con desesperado ímpetu, tanto que me tuve que disculpar por un par de mordidas, la conchita golosa “paleteada” como nunca se lo deben haber hecho, me otorgó elogiosa consideración, la mejor que había tenido en mucho tiempo, dijo en ronco gemido a punto de acabar.

Más relajada, dijo que deseaba poder mamarla un poco más, a él le parece impropio de una esposa, el sexo debe ser dentro de los cánones de la moral cristiana, y ella necesita más acción y variedad. Que necesita urgentemente ser “garchada” como una putita.  

- ¡Dame lo que me falta! -y agregó- Me dejé “levantar” (seducir), porque necesito más acción, se de tu habilidad por haberte cogido a otras mujeres de la familia, y de tu discreción, lo que se sabe es porque algunas de esas “bombacha floja” que te tiraste dejaron entrever que habías estado de visita en sus camas. Cría fama y échate a dormir, y fue esa fama lo que me trajo a ti.

Sin más preámbulo la acomodé, la conchita tan mojadita, piernas abiertas, bien elevadas y me zambullí de pleno sobre la concha tan mojadita, se la emboqué de una, y en dos movidas se la abrí, quejidos mediante, me hice dueño de su vagina, en dos golpes bien rudos, hasta el fondo, toda la carne golpeando en cada ataque.

Disfrutaba ser maltratada, empujada con violencia controlada y nalgadas como acompañamiento musical en la salvaje cogidota.

Demoraba el polvo y gozar más, la sacaba y llevaba a la boca, mamaba y volvía a la vagina, varias veces hasta que no aguanta más y rogaba que le permitiera llegar a su momento de gloria. Breve pausa y retomo el ritmo, afortunado de mí por gozar de esos orgasmos seguidos. Tres de ventaja a favor de Ely, me voy preparando para volcar todo, interminable polvo, me acompañó, un postrer orgasmo con el último chorrito de mi leche.

Pudimos hacerlo completo y al natural, la píldora como aliada protectora.

En el segundo turno le di “como en la guerra”, sin tregua, la maratón de sexo nos dejó fundidos por tanta pasión. Quedamos en repetirlo, volvió al hogar con el sabor y el calor de mi semen dentro de ella, cumplió mi orden, sin lavarse se colocó la bombacha, me llevó dentro de su conchita.

Días después la revancha, fue tiempo de conocernos más y mejor, aprendimos a complacernos y saber dónde están los puntos más erógenos, el mío en las habilidades bucales que se las hacía como nadie, ella se re-calentaba cuando le chupan y muerden los pezones al rojo vivo, ni que hablar del sexo oral que la hacen aullar como loba a la luna. 

Aprendió a disfrutar ser vendada en los ojos, amarrada de las muñecas y ser nalgueada hasta que los glúteos se enrojecían y la calentura se le subía a mil. Precisamente al nalguearla podía admirar y desearle el culo, magnífico y respingón, un sueño para cualquier tipo, imposible no desearlo.

Se hacía la difícil, pero el juego de amarrarle las manos facilitó la tarea de ¿seducción?

Ja! Hasta ese momento se había resistido a las insinuaciones, evitaba conceder el permiso de uso. Lo entregó un par de veces, pero la herramienta no era tan gorda, comparando el grosor del miembro dudaba, la falta de uso y ser estrecha le hacía temer un desgarro. Siendo adolescencia se la garchó un amigo y le dolió bastante aun siendo delgada, asustada pero caliente, y como la tenía sujeta no podía hacer mucho para impedirme entrarle por el ano, cedió.

– Porfa… suave, no me lo rompas, ¡suave porfa!!!

Accedí a todas las condiciones, recaliente, por conseguir ese culo prometía todo lo que me hubiera pedido, sabido es que todas las promesas forzadas en esa emergencia calenturienta, prescribe con el último chorro de semen.

Solo uso la lubricación que trae la pija, de sacarla de la vagina, no más que eso, quiero sentir a pleno el contacto. Salvaje en el juego, pero no cruel como para causar daño sin placer compartido, rudo, pero con paciente consideración se entregó toda, de bruces, almohada bajo el vientre, ofrecía la carne rosada y tersa, era evidente que se había hecho la “tira de cola” sin sombra de vellos, ese “marrón” se hace desear al máximo. El dedo movido con profesionalidad, oprimido por el esfínter, resiste la intrusión, dicen que “el miedo no es tonto” y para colmo de mi goce bien estrechito.

Expectante ante el contacto del glande, el aro prieto, nos ayudamos a entrar la cabeza, con esfuerzo, ella sacaba la cola hacia arriba, sus manos abren las cachas, movimientos controlados abriéndolas acompañan la acción de asomar la verga al abismo oscuro de ese culo ardiente. Aún en tamaña calentura, necesité toda la concentración para mantener la rigidez, los quejidos dolientes de Ely, hacían menguar la dureza por temor a lastimarla, también los salvajes tenemos ese lado ternuroso cuando la hembra nos gusta tanto.

Casi resignado a retirarme de ella, mezcla de agradecimiento y calentura pidió que siga intentando.  Pujando en ella, avanzaba poco y retrocedía, hasta que el avance se hizo constante, el límite lo marcó ella con fuerte bramido amortiguado por la feroz mordida a la sufrida almohada, las manos crispadas, arruga el colchón. 

- Sigue…, ¡despacio! –decía doliente y resignada.

Me movía con precaución, voy tomando ímpetu, penetración en el abismo anal, para disfrutarlo mejor, ella con instinto conservador interpuso su mano, en torno de la chota, barrera entre ambos, para que pudiera embestir hasta el límite de la mano, protegía la retaguardia.  Con habilidad retiré sus manos, para liberarme el movimiento de penetración.

- ¡Dale, apura! no sé cuánto más pueda aguantarte!

Aferrado a sus hombros, el afecto por Ely me hace prudente en el gozo del culo. El vaivén intenso dentro del recto me lleva al séptimo cielo. Menea las caderas en forma circular, se acerca al momento supremo de dejarme ir en sus entrañas, dejo de morder la piel de su nuca, en un estertor dije en su oído la palabra liberadora.

- ¡Me voy, me voy, meeeeee voyyyyyyy!..., ah, ah, ah...

- Te siento, ¡mi macho violador!

Largué toda la leche en el divino recinto, accedí su pedido de no retirarme hasta que aflojara la rigidez del choto para no causarle más dolor. Despacio… fui dejando el estuche relleno con mi semen.

Liberé sus manos del amarre, descubrí los ojos, al besarla, agradecido por el acto de entrega, bebí sus lágrimas, auténtico producto de la estoica resistencia por el macho dominante que abrió sus entrañas. Al sacar la verga suele producirse el pedo por el bombeo durante la cogida, también ocurrió esta vez y las burbujas de semen afloran de su culo bien rotito. Le quedó bien inflamado y salido, por la desarmonización de tamaños y la impiadosa cogida que aguantó para sentirse mi puta.  

El chorro de agua del bidé alivió algo los dolores, pidió tregua por temor de que lo intentara otra vez en esa sesión.  Apreció las recomendaciones que le proporcioné para tratar su ano tan inflamado.

– Claro todas estas indicaciones y recomendaciones son para que lo tenga reacondicionado para la próxima cogida, ¿no? –era una mezcla de agradecimiento e ironía.

Hasta aquí una de las historias, con mi prima, que promete ser una relación creciente y de alto voltaje.

Ambos tenemos fantasías sexuales pendientes, incorporar a una amiga a la relación, falta un poquito. Así lo pasamos bomba, sin culpas, con todo el fuego y la excitación de lo nuevo.

Agradecemos mucho habernos permitido contar esta historia personal esperando que sea de interés y produzca muchos imitadores. 

Nazareno Cruz

Datos del Relato
  • Categoría: Incestos
  • Media: 10
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