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La niña precoz

Aunque nunca ha sido bien visto, el hecho de que alguien del sexo masculino juegue con personas del sexo contrario, yo lo hacía con mucha regularidad, mas que todo porque en el vecindario en el que vivía, habían más mujeres que hombres y estas así lo permitían.



Elizabeth era una niña de 13 años, que habitaba un pequeño departamento de 2 piezas ubicado al fondo de un gran jardín que había en la casa rentera en la cual habitábamos, tenía un cuerpo bastante desarrollado para su edad, lo cual indicaba que al alcanzar su pleno desarrollo corporal, se convertiría en una mujer de excelentes proporciones y belleza física, ya incluso a la edad que tenía era asediada por los hombres adultos del vecindario.



Nos encontrábamos jugando marros entre varias personas, hasta que Elizabeth nos invitó a su departamento con el propósito de jugar con un pequeño juego de ollas y cocina que sus padres le habían regalado. Para entrenar estos juguetes se decidió cocinar algo aunque sea en pequeñas proporciones, pero también decidimos que era pertinente jugar a la mamá y al papá paralelamente, razón por la cual yo fui escogido para hacer el papel de papá y Elizabeth el de mamá, ya que el resto de participantes de acuerdo a su sexo eran los hijos de nuestro matrimonio de Juego.



Se nos proporcionó pequeños platos de papas fritas y una salchicha, sendos vasitos de jugo y luego imitando a los papas que nos encontrábamos interpretando y para terminar el juego definitivamente, mandamos a nuestros supuestos hijos a la escuela. De inmediato Elizabeth me invitó a pasar a su departamento, luego de explicarme que sus padres y hermanos mayores no se encontraban, una vez en el interior, pude apreciar que los cuartos eran ocupados solamente como dormitorios ya que había 3 camas en el cuarto de entrada y una más en el dormitorio de sus padres, razón por la cual nos sentamos en la cama que le correspondía y conversamos largo rato, de pronto Elizabeth se acercó inesperadamente y me besó en la boca en forma lenta y constante, luego de lo cual me dijo:



.- No me vas a decir que estás asustado, que no sabías que los papas se besan y se quieren, déjate de recelos y sigamos jugando a los papas.



Luego de lo cual se paró junto a mí, me abrazó y puso mi cabeza entre sus pechos, mientras respiraba lenta y dificultosamente, seguidamente se inclinó y me besó ya sea en la boca, en los ojos, en los lóbulos de las orejas o en el cuello, de inmediato abrió los botones de su blusa y acercó a mi boca sus pequeños senos para que los besara y acariciara, lo cual hice con bastante temor, puesto que temía que sus padres regresaran.



Al comunicarle mis temores, se dirigió a la ventana del cuarto de sus padres y la abrió de par en par, seguidamente procedió a cerrar el picaporte interno de la puerta de entrada y sacándose la ropa apresuradamente, me dijo:



.- Ya no tengas miedo mi amor de que puedan llegar de improviso mis papas, si así ocurriera salta por la ventana y espera un rato hasta que entren para que te vayas, luego de lo cual empezó a desnudarme.



Prendió la televisión, la colocó con dirección a la cama en que nos encontrábamos completamente desnudos y luego procedió a entrar bajo las cobijas, invitándome a que me colocara en la parte trasera de donde ella se había instalado, luego virando su cuello procedimos a besarnos una vez más, mientras ella sujetaba mi miembro entre sus manos y lo sobaba, luego me pidió que la besara y acariciara en la espalda, nalgas, senos, piernas y pies, después me pidió que le lamiera y chupara su clítoris y labios vaginales.



Cuando el calor sexual hacía presa de nuestros cuerpos, Elizabeth me propuso que le frotara mi miembro en todas las partes de su cuerpo, hasta que sintió que el mismo se encontraba completamente erecto, razón por la cual empezó a lamerlo y a frotarlo con sus manos continuamente, hasta el punto en que casi logra que eyacule, pero no aceptó que se lo introduzca en la boca, puesto que al quererlo hacer, se apartó y me dijo:



No mi amor, así no, eso no me gusta porque el viejo de mi papa siempre quiere que le haga eso cuando nos quedamos solitos, pero a ti porque me gustas te voy a permitir que te frotes en mis nalgas hasta que acabes, no ves que soy virgen y quiero conservarme así para cuando me case, ni a mi papa le permito que me introduzca su miembro, solo lo hace encimita.



Luego de lo cual se colocó de espaldas y encogió sus piernas, para ofrecerme y dejar dispuesto su trasero, momento que aproveché en mi excitación para estrecharla en un fuerte abrazo y colocar mi pene entre sus nalgas, para de inmediato remedar el acto sexual, lo cual fue ampliamente satisfactorio, al menos en tanto en cuanto no había arrojado el líquido lubricante previo a la eyaculación, cuando este se hizo presente las avanzadas se hicieron mas fáciles, razón por la cual apunte mi pene al conducto anal de Elizabeth, pero esta siempre rechazaba mis intenciones, hasta el momento en que aceptó que le introdujera solo la cabeza del pene, eso solo si es que no le dolía, mis avances y acometidas las realicé con mucho tino, hasta que finalmente logré introducir mi miembro apenas un poco en su conducto anal, la sensación de placer creo que fue mutua, ya que Elizabeth no paraba de gemir y repetir frases que denotaban tal actitud y yo por mi parte estaba a punto de eyacular, por lo que detuve un poco el ritmo impuesto, pero seguí tratando de introducir mas mi miembro sin conseguirlo debido al rechazo de ella, de pronto algo ocurrió y sentí que mi miembro entraba totalmente en el conducto anal de mi pareja ocasional, por lo que apreté a Elizabeth para evitar su rechazo y proseguí metiendo y sacando mi pene hasta que sentí que Elizabeth apretaba sus nalgas y realizaba un movimiento de parada a mis envestidas que resultaba totalmente placentero.



Ya dueño de la situación, hice que Elizabeth se pusiera en cuatro y procedí a introducir mi pene una vez mas por la retaguardia, embistiendo su conducto anal con mucha fuerza y decisión, apoyando mis manos en sus caderas, tuve mayor grado de sujeción lo que me permitió instaurar un ritmo frenético en mis acometidas, que hicieron que Elizabeth prácticamente aullara de placer y que yo eyaculara por dos ocasiones. Antes de finalizar nuestra experiencia sexual, logré que Elizabeth me dejara frotar mi miembro entre sus labios vaginales, hasta el punto que nuevamente nos enardecimos y la excitación ganó terreno, por lo que coloqué sus piernas en mis hombros y las aplasté hasta que quedaron pegadas a su pecho, para de inmediato meter y sacar mi pene en su conducto anal, lo cual hice por mas de 15 minutos a un ritmo frenético y sin parar logrando que Elizabeth termine por dos ocasiones mas, lastimosamente cuando yo me aprestaba a terminar, Elizabeth comenzó a quejarse de dolor, razón por la cual me detuve y al observar sus partes pude observar que el ano en su parte externa se encontraba lastimado y sangraba.



El particular arriba mencionado, hizo que termine nuestra actividad sexual y luego de proceder a lavar y curar su herida con lo que tuvimos a mano, nos vestimos y salimos al jardín a sentarnos en un columpio. Pasado el susto inicial y luego de varios días volvimos a mantener relaciones sexuales con Elizabeth, quién se hacía más exigente en estos menesteres cada vez que nos encontrábamos para amarnos, finalmente en una de las ocasiones en que gozábamos de nuestros deseos sexuales, pude al fin conseguir desflorar a Elizabeth, lo cual fue maravilloso he hizo que nos deseáramos mucho mas y que incrementáramos nuestras reuniones sexuales, hasta el día en que su padre en un arranque de lujuria la violó, por lo que Elizabeth fue enviada a la casa de sus Abuelos maternos.


Datos del Relato
  • Categoría: Masturbación
  • Media: 7
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