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Categoría: Maduras

La mujer que necesitaba un hombre

No hace mucho, yo era empleado de una empresa de computación. Laboraba en ella por las mañanas, tenía buen salario y para ser un recién egresado me iba bastante bien. Mi ambición me llevo a crear un pequeño taller de reparación de computadoras, si bien nunca fue un negocio grande, tuvo épocas en las que llegue a ganar más que en mi trabajo principal.



Una tarde de verano, se apareció una mujer ya entrada en los treinta. Tenía un culazo y unas tetas hermosas para una mujer de esa edad. Se notaba que se cuidaba más de lo normal, pero también que era agraciada por la naturaleza. Era preciosa del rostro, finas facciones y piel clara, su cabello era rubio y lacio; su altura también llamaba la atención.



Vino con una laptop en sus brazos, la dejo en el escritorio de mi negocio y me conto del problema. Le pedí que llenara una hoja con sus datos y para ello tomo la pluma y se inclinó hacia el frente dejándome ver un pedazo de sus tetas. La sangre me hirvió, lo recuerdo bien. 



Le pedí que llamara al siguiente día para darle la cotización, se marchó muy seria y sin despedirse. De inmediato, mire su nombre en el papel: Alejandra, así se llamaba. A pesar de haberse marchado, la temperatura no me bajaba y se había quedado en mí esa sensación de tirármela. Fui al baño de mi local y me baje el cierre para sacarme el miembro y darme una masturbada de las buenas. Cuando eyacule note que había muchas gotas de semen en el suelo, al tocar una, constate lo caliente y espeso de esta, pocas mujeres me hacían eyacular de esa manera y eran las hembras maduras, las únicas con las que me gustaba coger, aunque en tiempo de vacas flacas me tiraba a la que fuera. 



Pasado un minuto observe que el pene no se me bajaba, ninguna mujer me provocaba lo anterior e intuí que había algo en ella que me haría insistir en cogérmela. Debía tirármela, a como fuera lugar. 



Fue mientras tallaba mi pene que escuche la voz de Alejandra, al parecer, platicando con mi vecina. 



-Ya no aguanto, no me llama, no me busca para nada, no sé qué piensa. Se fue de la ciudad según él a trabajar pero dudo que vuelva, he pensado en buscarme otro hombre porque también me deprime estar sola -dijo Alejandra



-¿Ya no hay nada entre ustedes? –pregunto mi vecina.



-No, desde hace mucho no me acaricia, es muy frio, ya no me quiere. Varios hombres de aquí me invitan a salir, pero no sé, ya no sé qué hacer.



-Pues piénsalo bien, pero si ya de plano no le ves futuro pues hay que tomar otro rumbo.



-Los hijos son los que me han detenido, pero hasta ellos ya casi se olvidan del papá, lo ven indiferente.



Alejandra siguió hablando sus penas con mi vecina y me quedo claro que era un mujeron sin quien la atendiera, pero al parecer, había una larga fila para aventarse esa tarea. No duraron mucho hablando y se despidieron. 



Ya por la noche, me volví a masturbar con esas tetas y ese culito en mente. 



Al siguiente día volvió a mi local por la computadora ya reparada. No fue la gran cosa el encuentro hasta que me saco plática privada. 



-¿Tú eres el dueño del negocio?



-Sí, señora, así es.



-¿Estudiaste para esto?



-Sí, ya tengo dos años de haberme graduado.



-Te va muy bien entonces.



-La verdad que si.



-Qué bueno, que bueno que los jóvenes se superen.



-¿Cuánto va a ser?



-Nada.



-¿Cómo?



-No es nada.



-¿Por qué?



-Así déjelo no se preocupe.



-¿No quieres dinero?



-No.



-¿Por qué?



-Porque usted está muy guapa.



-Ahhhhh –dijo sonrojada-; bueno, está bien, gracias.



-Ándele, cuando se le ofrezca vuelva. 



Con la boca entre abierta, sonrojada y sorprendida, tomo la laptop y se dio la vuelta para irse, ante mi vista quedaron esas dos nalgas meneándose hacia la calle. 



Pasaron los días y no volví a verla, pero a mis oídos llegaron los rumores de que económicamente le estaba yendo pésimo, tanto que salía a buscar empleo por las mañanas. 



Otro día, vino con una computadora de un familiar suyo. Me dijo que por favor esta vez si le cobrara pues no era de ella y podría prestarse a malas interpretaciones. 



-Eso deje y lo veo, tal vez sea algo muy sencillo. 



Sonrió y se fue muy campante.



Entonces había que tirar el anzuelo, uno que no tuviera pierde y sin pensarlo mucho, deje un letrero en la entrada del negocio solicitando una recepcionista por las mañanas. 



Alejandra regreso a mi local y miro por varios segundos el anuncio desde la calle, entro y pregunto por el anuncio. 



-¿Solicitas personal?



-Sí, ¿le interesa?



-Pues… sí.



-Si gusta puede venirse a trabajar.



-Pues ya veremos.



-¿Cuánto va a ser por la laptop?



-Nada.



-Mmmmm. No ya en serio cuanto va a ser?



-Nada, de verdad, nada.



-No muchacho, ya, cóbrame bien.



-Bueno, vengase a trabajar.



-No –dijo riéndose-; gracias pero no.



-¿Por qué no?



-Tú me quieres pa’ otra cosa.



-¿Para qué? 



Silencio. 



-Te gustan mayores, ¿verdad?



-Me gusta usted.



-Mmmmm.



-Vengase a trabajar, sino, no le doy la laptop.



-¿No me la vas a dar?



-No, a menos que se venga a trabajar.



-Hahahaha me das risa muchacho. Está bien dame la computador me vengo a trabajar. 



Le entregue la computadora y se fue muy seria. 



No la mire durante dos meses, hasta que un día en el centro de la ciudad me la encontré llenando solicitudes de empleo. Apenada, me conto que no había encontrado trabajo y de nuevo le insiste que fuera al taller, si bien el salario era poco, por lo menos le ayudaría hasta encontrar algo mejor. 



Le tome de la mano y le dije: 



-Alejandra, vaya, en serio, vaya a trabajar. 



Con seriedad retiro su mano de mí y dijo que lo pensaría.



Pasaron dos semanas, cuando a la puerta del taller apareció esa belleza de mujer y pregunto si aún la necesitaba. 



-Claro que si, usted aquí tiene trabajo.



-Pero nada más busco trabajo, te quiero dejar eso en claro.



-Está bien, no hay más intenciones de mi parte. 



Fui un mentiroso, todo lo tenía bien planeado para encamarla. 



Le explique en lo que consistía el trabajo y en unos días se acomodó fácilmente. Seguido le sacaba platica sobre cosas intrascendentes, de vez en cuando algo sobre su vida personal. Nunca comía en el taller pero convenencieramente, siempre ordenaba comida para que ambos comiéramos en el mediodía. Fuimos conviviendo cada vez más y no faltaba mucho para hacerla mía. 



Entonces un día le confesé que ella me gustaba mucho mientras comíamos, le tome de la mano y le dije que no podía aguantarme las ganas de convivir con ella de otra manera. Soltó mi mano y me dijo que no, era una locura, ella una mujer ya casi cuarentona y yo un veinteañero. Una relación nada usual. 



-Eso no importa -le dije.



-Para mí si –respondió. 



Ese mismo día ya casi terminando su horario, le pedí a Alejandra que me buscara una pieza, ella me dio la espalda y busco entre los objetos de la parte superior de un estante, levantando sus brazos y poniéndose de puntillas. Así que con alevosía me le puse por detrás y arrime mi pene en su trasero y le tome la mano con la movía las cosas. 



Dio un largo suspiro mientras le bajaba su brazo. 



Le tome ambas manos y acaricie estas con mi dedo pulgar, esto sin que le despegara la verga de entre medio de sus nalgas. 



Detuve la caricia con mis pulgares y así nos quedamos varios segundos, hasta que volvió a suspirar y ella solita me sobo las manos con sus pulgares.



 Ya es mía pensé, se rindió. Ahora podía hacer lo que yo quisiera con ella.



 Acerque mi boca a su cuello y me fui besándola hasta el hombro. 



-Ahhhhhh –exclamo.



 Regrese con besos a su cuello y solté un ligero lengüetazo en la parte trasera de su oído, para después comenzar a lamérselo ligeramente.



-Uuuuuuuu –dijo respirando agitada. 



Con fuerza le tome su cabeza con una de mis manos y la voltee hacia mí, ambas bocas quedaron a escasos centímetros, paso unos segundos pensativa, hasta que me planto el beso de una mujer necesitada de cariño, era húmedo, cálido y con ese riquísimo sonido que hacen los labios de dos personas que saben cómo besarse. 



Nuestras lenguas se mezclaron dentro de su boca mientras que con una de sus manos acariciaba mi nuca. Por mi parte, una de mis manos fue directa a su teta izquierda y la otra a su entrepierna. 



-Ufffff –dijo dando un brinquito cuando sintió mi dedo haciendo círculos en su vagina por encima del pantalón. 



Solté su seno y levante la blusa hasta dejar visible el brasier, baje este y sus tetas quedaron al aire, libre para acariciárselas. Una de ellas la agarre con fuerza y se la apreté. 



-Ahhhhh, eres brusco –se la volví a apretar-; ahhhhhh. 



Después ataque su pezón, lo rodee con la yema de mis dedos índice y pulgar y lo sobe unos segundos, luego los pellizque con fuerza.



 -Mmmmmmmmm -dijo sin parar de besarme.



 Mi siguiente victima sería su vagina, sin dejar lo anterior, introduje mi mano en su calzón y sentí el calor que emanaba su rajita, así como un líquido que se le escapaba. Volví a masajearsela moviendo la mano en círculos hasta decidirme por meter un dedo en esta. 



-Mmmmmm –volvió a decir sin parar de besarme. 



Estuvimos así por varios minutos, ella besándome riquísimo con su lengua y acariciándome la cabeza, yo masajeándole una teta y con un mete y saca en su raja.



Separe mi boca de la suya y quiso volver a unirla, a lo que me negué. Retire mi dedo de su vagina y lo metí en su boca, ella lo chupo probando sus jugos.



-Vamos a mi casa, vengase. 



Se acomodó la blusa y tomo su bolso, cerramos el negocio y nos fuimos en coche a mi casa. En el camino ella me sorprendió completamente al comenzar a acariciarse la vagina metiéndose una mano por debajo del calzón. 



-Alejandra –le dije sorprendido-; ¿Qué hace?



-Es que, soy bien caliente, desde niña lo soy, ya no aguantaba hacerlo, desde hace meses mi marido no me daba lo que me corresponde, masturbarme ya casi no me gusta, es la primera vez que se me humedece la vagina en mucho tiempo.



-¿Y?



-Es una delicia, ya ansiaba esto –me dijo poniendo una mano sobre mi pene y acariciándolo por encima de la ropa. 



Acelere y unos minutos después llegamos a mi casa. Fuimos directo a mi habitación, ella  tomo asiento en la cama y retiro sus zapatos, yo entre al baño y lave mi pene con agua. Salí con el pene por fuera del cierre y sorprendida, Alejandra quedo embobada viéndolo mientras lo acariciaba dirigiéndome hacia ella.



 La mire a los ojos y lo acerque a su boca. 



-¿Sabe mamar vergas? 



De inmediato comprendió el mensaje.



-¿Pero?



-¿Sabe o no sabe?



Se quedo muda. La tome de la barbilla y levante su mirada a mis ojos.



-¿Sabes o no sabes Alejandra?



-Si -silencio-; si sé.



Bajo de la cama y se arrodillo, recogió su cabello y sin usar las manos abrió la boca para meterse el glande en ella. 



Chupo como si fuera una paleta la cabeza de mi verga. Me fascinaban esos chupetones que le daba, eran los de una mujer que ya sabía dar mamadas, una experta que sólo adiquiere esa habilidad mamando varias.



 -Gluug... gluuu... bluuup -se escuchaba.



Desabrocho el cinturón y me bajo los pantalón sin sacarse el cabezón de la boca. Ante ella quedaron mis hinchados huevos, los cuales acaricio suavemente. Retiro de mi verga y dijo: 



-Tenia tanto sin meterme una a la boca.



-Cómasela pues.



-No ocupas pedírmelo.



Abrió su boca lo más que pudo y fue metiéndose mi verga poco a poco hasta llegar casi su frente a mi estómago, algo la detuvo y debí ayudarla con mis manos jalándola bruscamente hacia el frente. 



-Gluuuuup –se escuchó cuando su cabeza quedo repegada en mi estómago. Entonces se movió indicándome que quería alejarse y permití que se retirara un poco, sin embargo, al notar que saldría mi pene por completo de su boca, volví a empujarla hacia el frente y sambutí mi miembro en ella. 



-Gluuuuuuu…. Gluuuuuuu…. Gluuuaaaa –exclamo.



Retire mis manos de su cabeza y lo tomo como una señal para alejarse de mi pene, para mi sorpresa, lo hizo como una puta mujer experimentada en mamadas. Apretó mi verga con sus labios y los fue haciendo hacia atrás y le dio un chupetón que se escuchó hasta los cuartos continuos.



 -Ahhhhhhh… Alejandra… la mamas como puta. 



Le puse de pie y le dije que era hora de coger. Retiramos nuestras ropas y desnudos nos acostamos en la cama para comernos a besos por casi media hora. Le pedi que se quedara quieta y recorrí todo su cuerpo con mi lengua, hasta dejárselo húmedo en cada rincón, apunte la lengua hacia su panocha, la acerque lentamente y fui metiéndola hasta dejarla toda adentro. Con ella en el interior la moví sin parar hacia los lados y Alejandra se retorció del gusto por ello, tomo mi cabeza con sus manos y la embutió entre sus piernas para que pudiera meter más mi lengua en su panocha. 



-Ahhhhhhh… arggggggg… que delicia, siento que algo se me va a reventar allá abajo. 



Quise sacar mi lengua pero ella volvió a empujar mi cabeza hacia adentro. 



-No, no, no la saques, sigue –No hice caso y le abrí las piernas para alejarme de su vagina.  Lamí mi dedo pulgar y lo introduje en su raja. Despacio, comencé a sacarlo y meterlo. 



-Ahhhh que rico… que rico… me vas a hacer que me parta en dos.



 Seguí metiendo el dedo pero fui aumentando la fuerza de los movimientos.



 -Ahhgggggg… ahggggg… agghhhh.



 Metía y sacaba, a ritmo acelerado.



 -Ahhhhhhh… espera, espera… ahggggg.



 Acelere el ritmo y metí y saque con tal fuerza que ella grito.



 -Ahhhhh… ahhhhhhh… AHHHHHHHH… para, para.



 No me detuve, seguí metiéndole mi dedo pulgar a una velocidad increíble, hasta escucharse líquidos y dejarse venir las primeras gotas de su eyaculación.



 -Uffff… ahgggg… me orino… aghggggg… me vengo.



 Chorros de líquido salieron de su vagina y brincaron al colchón, formando un circulo con sus jugos. 



-AHHHHHHHHHHHH… AHHHHHHHHHH… AHHHHHH…. ME MATAS… ME MATAS –grito al terminar de eyacular.



Luego de retorcerse, se quedo de ladito y fui levantando su pierna para hacerme espacio entre ellas y besarle la vagina.



-¿Le gusto?- pregunte entre besos.



-Si –respiro profundamente-; que maravilla es esto.



Me fui hacia arriba y la abri de piernas por completo, la bese varios minutos y ella me acaricio la espalda y la cabeza con sus manos.



Levante la cabeza luego de un rato y apunte mi miembro en su vagina, ella levanto la cabeza y miro como puse el cabezón en la entrada de su panocha rosita, fui metiéndola poco a poco hasta dejar los huevos en la entrada.



-Ahhhhhhhhhh –exclamamos los dos.



-Señora que ricura de mujer es usted.



-Ya coge, no hables.



Volvimos a besarnos y comencé a moverme para cogérmela, podía sentir la humedad de su vagina mientras sentía la de su boca.



-Mmmmmm… mmmmmm… mmmmm –hacia cada que la metia y sacaba.



Me abrazo con sus piernas pero las retire luego de unos segundos. Saque el pene por completo y volteo la mirada hacia mis ojos. Ella intuyo lo que se venía.



-Espera…



Deje caer mi verga en sus agujero con fuerza y velozmente.



 -AHHHHHHHHH… AHHHHHHHH… que brusco eres.



 Retire el pene de la vagina y volví a mirarla.



 -Espera… espera…



 Se la deje caer de nuevo y terminamos más que ensartados.



 -Ufffff… ay, ayyy, ayyyy… duele… duele. 



Lo hice una y otra vez, se la ensarte hasta enfadarme, fuerte y velozmente. Entonces decidí que la última sería la mejor y retire el pene a mayor distancia y se la deje ir. 



-AHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH… AHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH.



 Quedo respirando agitadamente y comencé un mete y saca lento pero muy rico. Entonces volvimos a los besos, las caricias y lamernos los dos lo más que se pudiese.



Cogimos en misionero una media hora y opte por voltearla, ante mí, quedo ese culote que desee por mucho tiempo. Bese y lamí sus nalgas un buen rato, no me enfade de hacerlo.



 -Que rico masaje –me dijo y para ponerle más sabor, le mordí una nalga más o menos fuerte.



 -AYYYYYYYYYY.



-¿También se siente rico?



-Si… -dijo riéndose.



-Qué bueno.



-Ya dámela.



 Me acomode encima de ella y Alejandra se encargó de levantar el culo para facilitarme la tarea de cogérmela.



 -Eso, así me gusta, que solitas se me pongan.



-Ándale pues, dale, te toca.



 Le introduje el pene y gimió de nuevo. Comenzamos nuevamente un mete y saca esplendido, a la vez que le lengüeteaba la nuca y el cuello. Fue estupendo verme al espejo encima de esa mujer que muchos deseaban tenerla así, me encanto verle el culito parado y yo encima de este moviéndome hacia delante y hacia atrás.



 Aplique la misma que en la posición anterior, saque el pene por completo y lo apunte desde varios centímetros alejado.



 -Espérate… espérate –dijo mientras se agarraba de la cobija con fuerza.



 Baje el pene rápidamente y le ensarte toda la verga.



 -Espera… AYYYYYYYYYYYYYYY.



-¿Le gusta?



-Si pero… -volví a sacarla y clavársela- ayyyyy… duele… eres muy malo.



Se la ensarte un par de veces más y regresamos al meter y saca pausado que tanto nos gustaba. 



-Ahhhhhhh…. Que rico –le dije.



-¿Verdad que si? –pregunto.



-Si Alejandra… estás riquísima.



-Ya sé…. Ahhhhhhh… ahhhhh… ya sé que lo estoy… muchos me desean, quieren mi culito pero no se los doy.



-Y con justa razón.



-¿Y por qué a mi si? –le pregunte mientras me la cogía y le tomaba el pelo para levantarle con fuerza la cabeza jalándole el pelo.



-Porque eres joven… me gusta que un chavito me desee… eres el primero con el que lo hago de tu edad… ya le puedo presumir a mis amigas…. Ayyyyyy –hizo cuando me la cogi mas rápido- que me anda cogiendo un jovencito, aparte me ayudas, eso me gusta, que los hombres ayuden a las mujeres, ya con eso te ganaste esto.



-¿Y yo le puedo presumir que me ando cogiendo a una madura?



-Sí, nada más… ayyyyy… ahhhhh… no digas mi nombre. 



El mete y saca se volvió frenético, y los dos sacamos nuestras lenguas para lamernos el cuello de ambos. Una de sus manos me agarro de una nalga y la acaricio suavemente, yo me acomode mejor mientras me la cogia y la cubrí casi por completo, sólo sus piernas se veían porque estaba completamente encima de ella moviéndome como loco.



 -Ahhhhhh… ahhhhhhh..ahhhhhh que rico.



 Cogimos como locos por unos minutos hasta que sentí la leche viniéndoseme.



 -Ahhh… Alejandra… me vas a exprimir.



-Pues sácalo todo.



-Eso es lo que hare.



 Seguimos cogiendo y yo ya me movia desesperado, mis huevos rebotaban en la entrada de su vagina.



 -¿Qué es eso?



-Son mis huevos que le pegan en su vagina.



-Ahhhhh… pues sigue… síguele.



 Cogimos, cogimos y cogimos como dos adolescentes que apenas descubrían el sexo, hasta que:



 -Alejandra, ya no puedo, ya no puedo.



Me levante y le di una nalgada tan fuerte que bien pudo escucharse hasta la calle. Asustada se volteo y aprovechando su boca abierta acerque mi pene para echarle el semen en la boca y la barbilla.



 Y lo hice, le embarre de mecos la boca.



 -Ahhhhh… Alejandra… me exprimiste las huevos- le dije mientras limpiaba el semen de su barbilla y labios.



 Me acosté por un lado suyo y ella se dedicó a darme una mamada hasta el anochecer. 



Con mi pene en su boca, me di más que satisfecho y pensé en la increíble tarde que habíamos pasado.



 -¿Te gusto? –pregunto.



-Si, quiero hacerlo más veces.



-Está bien, pero ayúdame con el trabajo, mientras el hombre ayude a la mujer, esta hace lo que le pida.



Retire su boca de mi pene y fui por una cervza a la cocina, al regresar, le pedi que que se acostara en el suelo y lo hizo sin reproches.



-¿Qué haras? -pregunto.



-Usted tranquila.



Abrí la cerveza y se la arroje en los senos, el estomago y la vagina. Ella se asusto pero rio picaramente, se la unto por el cuerpo y se abrio de piernas para que le lamiera desde la vagina hasta las tetas.



Mezclando el sabor de la cerveza y el de Alejandra, obtuve un goce que jamás he vuelto a sentir



La lleve a su casa más tarde y se despidió asegurando que mañana llegaría temprano. 



Qué bueno me dije. Me falta su culito por explorar.



FIN.


Datos del Relato
  • Categoría: Maduras
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