Una cerveza era engullida por Mauricio Pocaterra en un bar de primera en Miami un viernes por la noche; el hecho de tener un buen salario le permitía poder darse un gusto, en un bar como ese.
Había una banda de Jazz conformada por blancos anglosajones o como se les llama “WAP”, eran buenos y sabían entretener el lugar, probablemente no les gustase que tuviesen que tocar en un lugar frecuentado por latinoamericanos mugrosos que se dedicaban a sobre poblar el país y robar sus empleos, bueno, esa fue la primera impresión de Mauricio.
El barman del lugar era su amigo, un cubano casi anciano que había logrado con éxito escapar del régimen de Castro, montado en una balsa. Se había residenciado y adquirido el bar, el negocio había prosperado y ahí estaba.
Mauricio estaba apoyado en la barra observando el lugar, hoy el bar estaba concurrido, habían muchas personas entreteniéndose, pero él se mantenía apartado de todo, había una cosa que tenía que hacer más tarde, que era muchísimo más importante que toda la gente congregada ahí. Bebía su cerveza, pero lo hacía despacio ya que esa era la única cerveza que iba a tomar, tenía que conducir.
Terminó su cerveza, le pagó al barman y salió del establecimiento, se encontraba en lo que podría llamarse “La Zona Roja” de Miami, un área llena de Discotecas y Bares, todo el lugar estaba lleno de luces de neón y anuncios, habían muchas personas que venían a divertirse, pero Mauricio tenía que ir a otro lado.
Se dirigió a su auto, un Malibú color beige, se montó y arrancó, avanzando por la avenida mientras las resplandecientes luces de neón brillaban en todas partes. Observó el colorido paisaje nocturno de la Jungla de Concreto, pasando varios semáforos, mientras pensaba en su familia, su hermosa esposa y su pequeña hija de solo tres años de edad. En ese momento la pequeña estaba siendo cuidada por su suegra, así era cuando el y su esposa tenían que trabajar hasta tarde.
Decidió llamar para ver si todo estaba en orden, sacó su celular mientras con la otra mano conducía, marcó el botón que tenía programado el número de su casa, espero unos segundos y contestó la voz de una señora mayor. Mauricio la reconoció en el acto, era su suegra:
- ¿aló? - dijo la voz.
- Sra. Mondragón, soy yo Mauricio. - respondió él.
- Ah, ¿Cuándo vas a volver? - dijo la suegra.
- Ahora tengo que ir a resolver ciertas cosas, voy a llegar tarde, ¿y Adriana?
- Como siempre en este día, haciendo su turno. - contestó al suegra.
- O.K - dijo Mauricio mientras se detenía en un semáforo.
- Disculpa, pero me gustaría que vinieses a la casa inmediatamente, no pienso permitir que me eches al bebé y te vayas a festejar por ahí. - dijo la Sra. Mondragón con tono cortante.
- Sra. Mondragón, estoy trabajando, no pretendo echarle al bebé, pero en estos días con los nuevos contratos me ha surgido trabajo de más. - eso era verdad, solo que aquella noche se dió el gusto de echar el carro. - Tengo muchas cuentas que arreglar, pero si quiere puedo pagar a una niñera para que….
- Nada de niñeras, no me parece que una adolescente desconocida ande rondando por la casa, que pasa si se roba algo, además es un gasto más.
- Eh, sí, oiga disculpe, pero tengo que irme estoy en la carretera y me dirijo un momento al almacén… - ya quería deshacerse de esa vieja fastidiosa.
-… ¿En la calle?, no se supone que tú…
- Sí señora, tengo que irme adiós, que tenga buenas noches… - cortó la comunicación y apagó el Celular.
Maldita vieja fastidiosa, lo único que hacía era ladillar, todo había sido idea de Adriana. A su madre le costaba vivir sola con una miserable pensión, Adriana amaba a su madre incondicionalmente y ella a su hija, pero lamentablemente Mauricio no entraba allí.
La Sra. Mondragón lo que hacia era fastidiar a Mauricio, siempre había una queja o una objeción con respecto a lo que él hacía y eso lo amargaba, pero amaba mucho a su esposa Adriana y por eso aguantaba todo.
Se relajó y siguió conduciendo. Pronto empezó a salir de la ciudad, llegando a una carretera solitaria que pasaba por unos suburbios, se trataba de un complejo industrial el cuál a esas horas estaba cerrado, ahí había un asunto que tenía que atender.
El lugar prácticamente estaba a oscuras a excepción de los postes en la calle, luego de haber avanzado unos metros pudo notar una patrulla de Policía que venía directamente hacia él, por la calle, en sentido contrario. Siguió avanzando y la patrulla le pasó de lado y continuó con su ruta. Mauricio asomó la cabeza por la ventanilla y respiró el aire fresco, le gustaba la brisa nocturna era muy refrescante, la noche estaba llena de estrellas y la poca luminosidad del lugar resaltaba eso.
Mauricio miró el espejo retrovisor y pudo ver que el coche patrulla giraba poniéndose en el mismo carril, justo detrás de él.
En el acto la Patrulla activó sus sirenas y luces mientras se mantenía detrás de Mauricio:
- Mierda.
Mauricio se ladeó y se acercó a la acera, donde aparcó, la patrulla se detuvo justo atrás como era el procedimiento de las fuerzas del orden.
Miró por el espejo retrovisor, vió que de la Patrulla salía un oficial, que poco a poco fue avanzando, hasta su ventanilla y le iluminó el rostro, con su linterna negra de vigilancia, encandilándolo. Escuchó una voz femenina, suave pero directa:
- Good evening, please put your hands in the unsettled.
Mauricio obedeció, la oficial sin apartar la luz del rostro de Mauricio dijo:
- ¿Habla español?
- Sí.
- Muy bien permítame su licencia de conducir. - dijo la oficial mientras bajaba su linterna, Mauricio la observó y pudo comprobar que se trataba de una mujer, su piel era ligeramente bronceada y de nariz perfilada, cabello castaño oscuro ondulado, tenía como un poco de Chicano, era hermosa y por un vistazo rápido, tenía un buen cuerpo.
Mauricio obedeció en el acto, buscó en los pantalones sacó su billetera y sacó la credencial del permiso para conducir, mostrándola al oficial:
- Aquí tiene.
La oficial la tomó y comenzó a verla, revisándola detenidamente, las luces de su patrulla la iluminaron y así Mauricio pudo verla mejor, vaya, era una chica hermosa.
- ¿Puede salir un momento del auto por favor? - sonaba más a una orden que a un favor.
- ¿Qué es lo que ocurre? - dijo Mauricio.
- Por favor salga del auto. - dijo la oficial.
Mauricio salió del auto, la oficial dijo:
- Quédese ahí.
Se quedó quieto y ella siguió observando la credencial, Mauricio pudo verla mejor, en verdad era una tremenda nena, lástima que fuera la que probablemente fuese a fregarlo y no de la forma en que a Mauricio le gustaba que lo fregasen.
La oficial siguió observando la credencial y miró a Mauricio diciendo:
- Va a tener que acompañarme.
- ¿Qué?. pero ¿cuál es la causa? - dijo Mauricio completamente sorprendido.
- Hay algo extraño en esta credencial, además este auto lo tengo registrado como robado. - dijo la oficial.
- Eso es un error, por favor tiene que revisar su base de datos. - dijo Mauricio.
- Ya lo hice y esta usted arrestado. - dijo la oficial mientras en el acto agarraba a Mauricio y le colocaba la esposa en una muñeca y luego a la otra,
- Tiene derecho a permanecer en silencio, todo lo que diga será usado en su contra en una corte, tiene derecho a un abogado, si no puede costear uno, se le proporcionará uno, ¿ha entendido cuales son sus derechos?
La oficial lo esposó y empezó a empujarlo hacia el auto:
- ¡espere un momento no puede hacer eso!
- ¡ha entendido sus derechos? - esta pregunta parecía casi una amenaza.
- Sí. - dijo Mauricio resignándose.
La mujer lo empujó a la patrulla esposado y lo introdujo en la parte de atrás:
- ¿Que va a pasar con mi auto? - dijo Mauricio.
- Lo remolcarán y luego podrá reclamarlo, bueno si logra salir de este embrollo. - dijo la oficial mientras se sentaba al volante.
- ¿Cómo es eso de que “si logro salir”?, escuche yo no he hecho nada, todo esto es un error.
- Si claro, eso es lo que todos dicen. - dijo la oficial.
Mauricio se recostó en el asiento y la patrulla arrancó. El vehículo dio varias vueltas y salió del distrito industrial, tomó la autopista y comenzó a dirigirse a la costa, pasando de largo el desvió que se dirigía a la estación de Policía, pero Mauricio no lo advirtió.
La patrulla continuó, hasta que finalmente llegaron a los muelles, Mauricio vió el lugar y preguntó:
- Disculpe, pero creo que aquí no está la estación de policía.
- Haga silencio. - ordenó la oficial.
Mauricio observó detenidamente el paisaje, la patrulla continuó hasta detenerse en un yate que estaba anclado en un muelle apartado y solitario, ya estaba bien entrada la noche, por lo tanto toda el área estaba casi vacía.
Mauricio no podía ver la hora porque tenía las manos esposadas, miró para todos lados, no había nadie, el lugar estaba completamente abandonado.
La oficial se bajó y le abrió la puerta, lo tomó por un brazo y lo sacó del auto, - ¿Adonde me lleva?
- Silencio. - dijo la oficial.
Ambos fueron avanzando por el muelle hasta que llegaron a un Yate lujoso. Mauricio pudo ver que el Yate tenía cinta amarilla por todas partes, lo que indicaba que había habido un operativo policial en ese lugar.
La oficial introdujo a Mauricio dentro del Yate, el lugar era verdaderamente lujoso, una vez dentro del Yate entraron al piso superior, que era como una especie de sala de estar.
La oficial prendió la luz y Mauricio pudo ver el impresionante complejo, el piso estaba forrado con una alfombra blanca, había sofás de cuero por todas partes, las paredes estaban revestidas de madera barnizada muy fina, el lugar tenía hasta un bar incluido.
La oficial llevó a Mauricio al centro de la habitación, tomó una silla y sentó a Mauricio con violencia y sacando otras esposas, le esposó los pies a las patas de la silla, dejándolo completamente inmóvil.
Ahí estaba Mauricio Pocaterra, a la 1:30 de la mañana (pudo ver la hora por un reloj que había en la pared), de un Sábado.
Estaba esposado a una silla incapaz de moverse, en un yate abandonado que fue escenario de algún crimen, por las cintas amarillas que había en todas partes y con una mujer policía que lo había llevado ahí con un propósito nada legal, por lo visto.
Luego de haberlo atado, la oficial se dispuso a dar una vuelta por el lugar, revisándolo todo. Luego de unos minutos regresó a donde estaba su prisionero.
Debido a su proximidad con el mar y al hecho de que estaban en verano, se sentía el salitre en el ambiente, esa salinidad pegajosa que se pega en la piel y que es verdaderamente incómoda. La policía se puso frente a él, se erguía con fuerza y seguridad, era una mujer joven, casi de la misma edad que Mauricio, era hermosa y mostraba fuerza con un poco de severidad. Estaba vestida con un uniforme de policía negro con mangas cortas, parecido al de la policía de los Ángeles
Se paró frente a él y empezó a estudiarlo minuciosamente, miró su rostro y examinó todo su cuerpo, caminó a su alrededor mientras seguía observándolo detenidamente, Mauricio se mantuvo callado.
Frente a él se inclinó, sacó la lengua y con la punta le acarició la mejilla. Mauricio sintió un corrientazo que le pasó por todo el cuerpo, produciéndole excitación.
Se volvió a erguir mirando a su cautivo y en el acto se quitó el cinturón donde llevaba las armas y las linternas, dejándolas en el sofá. Avanzó hacia Mauricio, solo que esta vez se acercó hasta que su entrepierna quedó frente a su rostro, se quitó el cinturón de vestir, zafó el botón del pantalón, y bajó el cierre, todo lo hizo lentamente mientras miraba a Mauricio a los ojos.
Metió su mano por la cremallera abierta, su cautivo pudo ver como su mano se deslizaba dentro de su ropa interior, la mano subía y bajaba rítmicamente en la entrepierna, Mauricio pudo ver que estaba masturbándose.
La respiración poco a poco empezó a acelerarse, la oficial cerró los ojos y comenzó a gemir ligeramente, luego sacó la mano y chupó sus dedos con la boca. Comenzó a desabotonarse la camisa y la tiró a un lado.
Estaba en sostén y con el pantalón desabotonado; moviendo los pies, se quitó los zapatos y se dio la vuelta quedando de espaldas a Mauricio, bajándose los pantalones lentamente. El cautivo pudo ver que las pantaletas en la parte de atrás formaban un hilo dental que mostraba unas nalgas hermosas, torneadas y bronceadas.
La oficial poco a poco fue bajándose los pantalones hasta que llegó a la mitad del muslo, ahí se los dejó, empezó a mover las caderas rítmicamente, con lentitud como si estuviese bailando en un cabaret, se soltó la cola que tenía y su cabello cayó suelto por la espalda.
En el acto se sentó en la pelvis del prisionero y a continuación se recostó sobre él, movió su pelvis, rozando su trasero caliente con la entrepierna de Mauricio, este comenzó a excitarse.
Pasaron unos segundos y la chica se levantó, ya Mauricio no la veía como una oficial del departamento de Policía de Miami, la sobada que le dio con sus sensuales nalgas estuvo increíble.
Se levantó y lo miró directamente, su sensual ropa interior era blanca, sus senos bien formados, Empezó a acariciarse todo el cuerpo con lentitud, mientras levantaba el pie con su media y se lo ponía en la cara, quería que le quitara la media con la boca. Mauricio mordió la punta de la media y la jaló con los dientes La oficial retiró la pierna y la media salió limpiamente. Lo mismo hizo con la otra pierna.
Luego le puso la mano en la entrepierna y empezó a sobarle con suavidad, mientras le desabotonaba la camisa, luego le subió la camiseta y le lamió el abdomen con suavidad, mientras le miraba a los ojos directamente. Luego le quitó la correa, le zafó el botón del pantalón, y le bajó la cremallera.
Mauricio estaba demasiado excitado, tenía una erección, la policía abrió el pantalón y ahí estaba el interior blanco inflado como un bulto, la policía vió la hinchazón del interior y empezó a acariciarlo, luego bajó un poco los pantalones y los interiores y el miembro erecto se levantó con todas sus fuerzas.
La chica retrocedió un poco, sorprendida un poco por lo que veía. Con las dos manos se dispuso a acariciarlo con lentitud, Mauricio cerró los ojos mientras esas sensaciones que sentía en ese momento lo transportaban a una dimensión de placer.
La Policía se inclinó y le pasó la lengua al miembro con suavidad, éste se puso mucho más erecto. Moviendo su cabello a un lado y acercándose, se lo introdujo en su boca, chupándolo con suavidad, Mauricio empezó a gemir, eso ya era lo máximo.
Estuvo chapándolo unos segundos, luego se levantó, se bajó las pantaletas, se quito el sostén quedando completamente desnuda frente a él, volvió a arrodillarse y chupó el miembro del cautivo. Se levantó y se inclinó pegando sus senos al rostro de Mauricio, el en el acto Mauricio empezó a lamerlos y saborearlos, la policía gimió y empezó a acariciarse su vagina, con la mano. Así estuvo unos minutos, luego trajo dos sillas y poniéndolas frente a su prisionero, se montó en ellas y así quedó erguida victoriosa frente a su prisionero. Se inclinó ligeramente y acercó su vagina al rostro de Mauricio.
Haciendo uso de su lengua, Mauricio empezó a lamerla con suavidad. Usando sus dedos abría mas su sexo para que Mauricio la degustara, ella empezó a gemir, su respiración se aceleró ye su sexo empezó a humedecerse, ahora si estaba verdaderamente cachonda.
Se bajó de la silla y se acercó a él, con su mano tomó el miembro erecto y lo cuadró para que la penetrara cuando se sentase sobre él. Empezó a cabalgar sobre el prisionero con un movimiento rítmico, ambos a comenzaron a gemir con suavidad, Mauricio estaba esposado y no podía tocarla, pero Dios, como estaba gozando.
Ambos gemían, y sus cuerpos sudados estaban unidos, él sentado esposado con la camisa abierta y los pantalones abajo, ella desnuda sentada sobre él, siendo penetrada mientras saltaba vigorosamente como una vaquera montando un toro salvaje, en un rodeo. Así continuaron, acercándose al orgasmo, cada vez con más rapidez y cuando el orgasmo explotó, ella dio un gemido más y se detuvo.
Se incorporó, se fue hacia el sillón de cuero y se acostó, desnuda, con el cabello suelto y jadeando. Su hermosa y sudada humanidad reposaba en el sillón y se adormeció. Mauricio la observó desde donde estaba.
Observó su físico, su rostro hermoso, completamente relajado. El no podía moverse, estaba sudado y sus interiores estaban manchados de semen y de fluidos vaginales, estaba sudado y toda su ropa la tenía pegada al cuerpo, no podía refrescarse, tenía sed y estaba agotado.
La oficial estuvo un rato recostada, luego se levantó, observó a su cautivo, lo revisó con cuidado viendo las esposas. Se dirigió a un baño que estaba ahí, cerró la puerta y luego se escuchó como una regadera se abría, se estaba bañado.
Luego de unos minutos salió secándose con una toalla y procedió a vestirse, se puso su uniforme y se recogió el cabello, se puso su cinturón de armas y sus zapatos.
A continuación quitó las esposas de las piernas de su prisionero y procedió a levantarlo, le subió los interiores y los pantalones, con cuidado para no mancharse de semen y de fluido vaginal. Mauricio sintió un dolor en la espalda, consecuencia de estar sentado con la oficial, saltándole encima.
La oficial lo movió llevándoselo fuera del yate, lo metió en la parte de atrás en la patrulla y arrancó el vehículo, saliendo rápidamente del muelle.
Volvieron a atravesar la ciudad, las calles estaban desiertas, por lo que daba la impresión de que era muy tarde. Mauricio aprovechó que estaba sentado en el coche patrulla para recostarse un poco y descansar, además de sudado, tenía sueño y se sentía flojito, en verdad la oficial lo había exprimido por completo con su número.
- Supongo que no me dirá a donde vamos a ahora. - dijo en tono sarcástico, a lo cual la oficial no respondió a la pregunta.
Siguieron avanzando hasta que llegaron al distrito industrial donde había sido detenido, se movilizaron hasta el lugar donde estaba su auto:
- gracias a Dios que no se lo robaron. - exclamó Mauricio dando un suspiro de alivio.
La oficial frenó el auto, abrió la puerta de atrás y sacó al prisionero, le quitó las esposas y le dio su permiso de conducir.
- Su permiso de conducir no muestra defecto alguno, disculpe por la demora, que tenga buenas noches. - dijo la oficial con tono amable y cordial, a continuación se dió la vuelta, se montó en la patrulla y se fue.
Mauricio Pocaterra quedó parado al lado de su auto en un suburbio industrial de Miami, estaba sudado, cansando, con sueño, su bello púbico estaba enmarañado y pegajoso por el semen y el fluido vaginal, tenía la camisa abierta y no podía creer lo que le había pasado.
Miró su reloj y este marcaba 3:30 de la mañana, debía ir a su casa, se montó en el auto y arrancó. Mientras conducía pensaba en lo ocurrido y luego de unos minutos lanzó un chillido de victoria, había debutado muy bien esa noche y de forma muy sorpresiva.
Llegó a su hogar en solo quince minutos, entró en la casa, su suegra y su hija estaban dormidas, gracias a DIOS y lo decía por su suegra. Llegó a su cuarto se desnudó y se duchó, se puso su pijama y se metió en la cama, mañana llegaba su esposa de su turno nocturno de trabajo.
*
Abrió los ojos a las 11:00 de la mañana, se levantó, se puso su bata y salió de su cuarto, la cama matrimonial estaba intacta, por lo visto su esposa no había llegado.
Salió de la habitación y escuchó un llanto de bebé en la habitación contigua, entró en el cuarto, su bebé estaba llorando, la tomó y la cargó, cuando le llegó un olor horrible.
- ya veo que te ocurre. - dijo.
En el acto la acostó en una mesa y procedió a cambiarle el pañal; que asco, el pupú de bebé era horrible, pero el era hábil y cambió el pañal sin ningún problema. El bebé se calmó y dejó de llorar, el la meció un momento, lo puso en la cuna, fue al baño que estaba enfrente de la habitación y se lavó las manos, cuando regresó se llevó una sorpresa.
En la habitación del niño estaba una mujer de uniforme.
- Veo que ya solucionaste el problema, le dijo.
- Sí, ¿cuando llegaste? - dijo Mauricio.
- Hace una hora, pero dormías. - dijo la mujer.
Mauricio avanzó y la abrazó besándola con suavidad:
- ¿Y como te fue en tu trabajo?
- Bueno, fue mi turno nocturno, en un principio todo estuvo tranquilo y normal, hasta que tuve que detener a un sujeto que me pareció sospechoso conducía por una zona industrial. Cuando lo revisé, Dios era todo un adonis, no pude evitar excitarme y empezar a tener pensamientos morbosos, todo llegó a un punto que tuve que llevármelo para tirar con él, ah… fue algo increíble…
- Me he casado con una mujer de prácticas y gustos, extraños, salvajes… y excitantes, tengo que decir que anoche me sorprendiste. - dijo Mauricio, poniendo su mano en la entrepierna de su esposa.
Ella se sobresaltó y su esposo le comentó:
- Ya no hay esposas que me contengan.
La mujer se rió y dijo:
- Tu idea fue increíble, tenemos que hacerlo más seguido.
- Vale, la próxima tu serás la que queda esposada mientras yo te saboreo hasta las últimas consecuencias.
Los dos siguieron besándose, abrazados. Tocaron la puerta, y Adriana Pocaterra, oficial de Policía de Miami y esposa de Mauricio, dijo:
- Adelante.
La Sra. Mondragón entró, la fastidiosa suegra de Mauricio y la madre de su esposa, venía con sus quejas habituales:
- ¿Dónde has estado? - preguntó la suegra.
- Tuve mucho trabajo, se me complicó todo. - dijo Mauricio.
- Pues no deberías llegar tan tarde. - dijo la suegra con expresión altanera, para luego dar la vuelta e irse.
- ¿Por qué se porta así conmigo? - dijo Mauricio mientras seguía abrazado a su esposa.
- Ten paciencia con ella. - dijo Adriana consolándolo.
- Bueno, bueno. - dijo Mauricio resignándose. - ¿sabes qué?
- ¿Qué? - dijo Adriana.
- Debí haberle dicho la verdad… Sra. Mondragón anoche yo estaba con su hermosa y sensual hija en un yate, lo hicimos en todas las formas posibles y no excitamos hasta más no poder…
- ¿Y que crees que hubiese opinado de eso? - dijo Adriana pícaramente.
- No lo sé, ¿quieres que se lo diga y así lo averiguamos? - dijo Mauricio.
- No te atrevas. - dijo Adriana sonriendo.
Mauricio agarró una nalga a su esposa y empezó a acariciarla, luego le dio un beso y le dijo:
- Supongo que debes venir agotada.
- Estoy muerta.
- Desde luego, te voy a preparar la cama.
Adriana se fue y Mauricio se acercó a la cuna del bebé, ésta se había dormido de nuevo, la arropó bien y luego aseguró la radio para poderla oír, si lloraba.
Bostezó, estiró los brazos y salió del cuarto dirigiéndose a su habitación, para prepararle la cama a su esposa.