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Era una calurosa mañana de septiembre. Me desperté ese día algo atrasado para ir a mis clases en la universidad. Después de levantarme, fui a la ducha. Antes de meterme me mire un poco al espejo. Era un joven de 19 años, alto, pelo negro, flaco y con algo de músculos. Parece que el tiempo en el gimnasio había sido bien invertido.
Me bañe rápidamente y me vestí. Salí corriendo sin desayunar y camine hacia la estación del metro. Ya en la estación me calme un poco y mire la hora. Bien, estaba bien en el tiempo. Me senté en una esquina y empecé a contemplar a la gente. Es increíble la cantidad de personas diferentes que pasan todos los días en el metro. Me entretenía (y excitaba) ver a las chicas. Algunas corrían, otras caminaban, pero a todas les miraba los pechos y el culo. Como era un chico virgen, hacer esto no era tan anormal, aunque sonara algo depravado.
De pronto aparecieron un increíble par de tetas. Nunca había visto unas iguales, eran grandes, rebotaban a cada paso y parecían salirse por un gran escote. Me di cuenta que no era el único que las miraba. Había varios tipos que la seguían con la mirada. Cuando paso alado mió, pude ver su culo. Dios mió! Que culazo. Ese par de nalgas estaba firme y rebotaba con cada paso que daba. Mire a la mujer. Parecía una mujer de veinte tantos y quizás 30. Pero se veía que el tiempo la había echo cada vez mejor.
Entro en el apretujado carro del metro, quedando de espaldas a la puerta. Aunque ese no era mi carro, una extraña fuerza me llevo a entrar en él, apretujándome contra aquella mujer.
Mi bulto rozo su gran culo, y de inmediato comenzó a erectarse. Sin pensarlo, me apreté mas a ella, clavándola con mi bulto justo entre sus nalgas. Aun a pesar de los blue jeans que llevaba, pude sentirlas. Ella dio un pequeño salto… pero para mi sorpresa, comenzó a moverse hacia arriba y hacia abajo. Este movimiento me excitaba de sobre manera y pensé que me correría ahí mismo. En la siguiente estación, al abrirse la puerta, ella se dio vuelta, aplastándome con sus tetas.
-La tienes grande- me susurro al oído – sígueme.
Sin pensarlo dos veces, la seguí obediente. Tenía dificultad para ocultar la erección en mis pantalones cuando caminaba.
Llegamos a un Hotel, muy lujoso, y subimos al ascensor. Ella no me había hablado en todo el camino, pero no me importaba. Mi excitación me guiaba en esos momentos.
¿Cuánto te mide? – dijo ella de repente. Esta pregunta me tomo por sorpresa. Pensé en preguntarle ¿Qué cosa?... no, hubiera sido muy estupido. Realmente no sabía cuanto me media exactamente, nunca me la había medido. Pensé en decirle 19 cm.. pero no, quizás la encontraría muy pequeña y me despediría ahí mismo.
Ehh.. yo.. mi.. mi ..de… - balbuce un rato. Ella sonrió, y se acerco a mí. Con un movimiento suave de su mano la introdujo en mis pantalones. Tocaba mi verga con los dedos, recorriéndola. Yo no me pude mover, ni decir nada. Cada roce de sus dedos en mis calzoncillos me causaba mucho placer. Mi verga casi rompe mi ropa de lo erecta que estaba. Esto creo un espacio por donde ella deslizo su mano y me la agarro con fuerza. Sentí un chispazo que me recorrió todo el cuerpo. Ella retiro la mano, y mientras me miraba riendo, me dijo – esta bien… me servirás. Se abrió la puerta del ascensor y salio. Yo la seguí de cerca mientras caminábamos por un pasillo lujoso. Saco una tarjeta y abrió la puerta de unos de los cuartos. Entramos, y ella cerró la puerta con llave.
Me quede parado en un estado de trance… ya me estaba empezando a asustar un poco… pero la situación era demasiado excitante para sentir miedo.
Desnúdate – me ordeno. Me detuve a pensarlo un poco… bueno, no en realidad no lo hice, me desnude casi rompiendo mi ropa. Mi verga salio majestuosa, perfectamente erecta, grande, sudorosa. Ella me la miraba fijamente.
Mastúrbate – me dijo. ¿Qué?- pensé – ¿me trajo hasta aquí para eso? Es cierto que ganas no me faltaban, pero a esas alturas yo me esperaba otra cosa.
Tome mi verga y comencé a masturbarme lentamente. Ella me miraba, y se saco la blusa, mostrándome sus tetas oprimidas por el sujetador. Sentía como mi polla se lubricaba sola. Trataba de todos modos en no eyacular. Quizás esto era una especie de prueba. Había oído que si uno presiona el abdomen puede retardar la eyaculacion. Lo hice, pero me era muy difícil. Me daban ganas de hacerlo más rápidamente, sobre todo al ver como me mostraba sus enormes tetas.
Cuando ya sentí que saldría el semen, ella repentinamente acerco su mano (estábamos muy cerca) y presiono fuertemente la base de la cabeza de mi polla. Sentí como el semen intentaba fluir y sentí un poderoso orgasmo que casi me hace caer… pero el semen no salio. Mi verga estaba rojísima, palpitante y parecía que reventaría.
Como es natural después de cada eyaculacion, aunque ahora no lo haya echo, perdí un poco la erección. Ella me miraba… de pronto un instinto que no pude controlar me hizo tocarles sus tetas. Ella, que no se lo esperaba, se hizo para atrás, pero luego cedió.
Bueno, tócalas si quieres – me dijo – pero necesitaras mas que eso para exitarm… - se detuvo bruscamente. Yo ya había quitado su sostén, pero no me limite a usar mis manos.
Con la punta de la lengua, comencé a lamer su pezón desde la punta, haciendo círculos, mientras imitaba el movimiento pero con los dedos en la otra.
Ella se tiro de espaldas en la cama. Yo estaba de pie a su lado.
Sigue…- me dijo – Sigue!!. Esto no era necesario. No tenía ninguna intención de parar. Mi verga nuevamente había alcanzado proporciones inimaginables.
Ella me la miraba fijamente mientras la tocaba. De pronto, aparto mis manos.
Ven – me dijo – súbete aquí. Si.. bien.
Me había colocado de rodillas con su cabeza entre mis rodillas, mirando hacia sus tetas.
No tuvo necesidad de explicarme su idea. Ya la había captado. Comencé con el movimiento nuevamente y ella se introdujo la cabeza de mi erecta verga en la boca.
Tengo que decir que el placer y excitación que sentí en ese momento fue demasiado. Se me nublo la mente, y comencé a mover mis caderas para que el movimiento de su lengua sobre mi glande fuera más rápido. Ella lamía con la punta de la lengua la base de mi glande, rodeando todo el capullo. Mi verga no pudo soportarlo, tenía dos eyaculaciones en la fila. Ella retiro la verga de su boca justo a tiempo, y 4 o 5 chorros de candente semen mancharon sus tetas y su cuerpo. Yo no reaccionaba. Veía todo blanco y me retorcía de placer.
Ella se paro, y se metió a la ducha. Yo quede acostado en esa cama. No sabía que hacer ni que decir. Estaba sumergido aun en la sensación de ese orgasmo. No quería olvidarla.
Cuando salio de la ducha, yo ya estaba vestido. Salio solo en ropa interior, lo que obviamente me éxito nuevamente. A pesar de mi reciente y abundante eyaculacion, mi verga nuevamente se levanto. Quería más. Ella lo noto.
No, no… -me dijo- creo que ya tuviste suficiente.
Decepcionado y triste, baje la cabeza. Ella se vistió. Observe como se acomodaba una falda cortisima. Dios mió. Porque no jugué con ese culo cuando tuve oportunidad.
Vamos – me dijo – te acompañare hasta la puerta para que despiertes sospechas. Salimos y volvimos al ascensor. Ella apretó el botón para el primer piso, y la puerta en se cerro. Ella estaba de espaldas a mí, y no me miraba. Lo que paso a continuación no puedo explicarlo. Miraba fijamente su pedazo de culo que asomba debajo de la corta falda. Miraba como tenia metida la bragueta en ese par de nalgas. No podía soportarlo. Sin que se diera cuenta, me baje los pantalones, desenfundando mi verga. Rápidamente, con una mano corrí su brageta y metí mi verga entre esas dos nalgas, buscando y buscando. Ella se dio cuenta. Trato de apartarme, pero yo la agarré con fuerza… ya a mi segunda búsqueda, encontré lo que buscaba y clave mi polla en lo más profundo. Ella dio un grito de placer, y yo apreté, bueno, golpee el botón para que el ascensor se detuviera. Saque mi verga y ella empujo su culo contra mi, quedando esta adentro nuevamente. Comencé a acariciar sus nalgas con furia mientras ella arremetía una y otra vez contra mi pelvis. Adelante mis manos, y toque sus senos sobre su blusa. En ese momento sus gritos eras muy fuertes. Comenzó más fuerte, más rápido, y yo me concentraba en no eyacular aun. Quería hacerla gozar. Deslicé mis manos debajo de su sujetador, y al sentir sus pezones nuevamente no pude resistirlo. Salio un nuevo chorro de semen, menor que el anterior pero igualmente placentero. Ella se sentó en el suelo, tenía las mejillas rojas y estaba como en un trance, riéndose. Yo limpie mi verga, y me puse nuevamente la ropa.
Ella volvió en si, y me pidió mi número. Se lo di.
El ascensor volvió a moverse a nuestra orden, y llegamos al primer piso, me despedí sin hablar ninguna palabra con ella.
Desde ese día no me he despegado nunca más de mi teléfono.
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