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La mejor madura es mi vecina T. (2da parte)
I
Anteriormente en «Las mejores maduras son vecinas»:
En mi vecindario vive una preciosa seńora llamada Teresa. Tiene 54 ańos. Toda su vida se comunicaba y juntaba solo con la gente de su trabajo y con sus viejos amigos. Después de la muerte de su marido, que falleció hace 10 ańos, no se había entregado a nadie. Es una persona estricta y firme, conservadora y decente. Respetada por todos los ciudadanos porque trabajaba en el Municipio del pueblo. Teresa es muy educada y madura (en dos sentidos). En el sentido más interesante para un hombre, es que tiene buenas tetas, piernas todavía bonitas, buen trasero, muy buen gusto para vestirse, linda cara y también una sonrisa preciosa.
Después de jubilarse pagó el precio de su aislamiento social. Se sintió sola, abandonada, insegura y débil. Gracias a un modesto y simpático joven del barrio, a quien conocía atravéz de sus padres desde que era el chiquito, “volvió en la vida” y se sintió protegida y segura.
Al joven le atraían mujeres maduras y estaba decidió aprovechar la situación y acostarse con Teresa. En el último momento cambió su decisión ante una onda de amor y simpatías enviada por la mujer enamorada.
II
Continua.
Después de diez días la encontré caminando al lado del río. Estaba sola, vestida en una ropa de deporte. Cuando me vió, se acercó, quitó anteojos, me dió una sonrisita modesta y me dijo:
“Lo que te quise decir otro día y no he llegado, es simplemente agradeserte por ser muy bueno y amable conmigo. Me imagino que el comportamiento tuyo viene de tu casa, de tus padres que conozco hace ańos. Yo no tengo muchos amistades, conozco poca gente incluso a las personas del barrio.” – hizo una pausa, me miró a los ojos, como un seńál que me iba a decir lo más importanete, y siguió:
“Cuando tengas tiempo, ven a mi casa a tomar un jugo o café y hablar un poco conmigo, bien?” – afirmó con una sonrisa humilde.
“Bueno,... gracias seńora Teresa por sus palabras, me,....me agrada todo lo que usted habla de mi. No sé, voy a intentar a venir muy pronto a visitarle. Supongo.... pienso... seguro, seguro le voy a visitar en su casa. Sí, si....” – hablaba yo muy confundido, sin coraje, sin animo.
Mientras yo hablaba, sus ojos me miraraban y me investigaban si soy decidido actuar con una mujer como un hombre o como un tipejo. Yo parecía el otro. El tipejo perdido en la realidad, con mucho miedo y inseguridad que se ubica mucho mejor en su bańo cerrado que con la compańía feminina. La mujer de 54 lo notó muy rápido y me dijo cuando yo había terminado mi discurso nebuloso:
“Bueno, bueno,... invita también a tu mamá. Que venga contigo. Hace tiempo como no la veía. Está bien? Nos vemos. Saluda a tus padres.”
El efecto de sus últimas palabras fue igual como un fuerte bofetón en mi cara: “Mí mamá? Traer a mi mamá a su departamento para tomar café y jugo!!!??? Y yo, como un idiota me imaginaba hace tiempo ya, sí tomar el jugo, pero su jugo, de su propia vagina! No de la naranja o de la frutilla e incluso con mi mama. Carajo!!! Y dónde está ahora toda esa emoción entre nosotros dos? Soy un caso igual para todas!!! Sean ellas jóvenes, o maduras, o personas de edad, igual? Me ven como un bobo. Qué está pasando conmigo?” – todas estas preguntas y rabia me golpearón por la cabaza en un solo momento.
Además, al marcharse, Teresa se acordó a pedirme el teléfono de mi casa para invitar nos. “Serugo piensa que soy un inutil, y que va a perder la oportunidad de verse con mi mamá si espera que yo la llame. Esto significa que no me valora para nada.” – pensaba yo, ya evidentemente apático. Saqué de mi bolsillo un papel. Ella me dió lapiz y yo le escribí el numero de teléfono de nuestra casa (perdón, casa de mí mamá). Le dí el papel con poca fuerza, me dí vuelta y me fuí bastante apentado.
III
Cuando llegé a la casa, me duché, comí algo, evité tada la conversación que me podía tocar con mi hermano y mi padre, y madre también, y me fui a la computadora. Me conecté en un sitio web estilo “buscas pareja” o algo así. Me fijé si he recibido algunas respuestas de mil mensajes, preguntas y ofertas que había dejado en ese mismo sitio. De repente me acordé que ayer anoche había hecho una carta en manuscrito que dejé en el bolsillo del pantalón. La carta fue dedicada a una desconosida madurita por internet, llamada Monica. Primero busqué en todos los pantalones pero no lo he encontrado. Entré en el bańo buscandole, en la lavaropa, por todos lados, al final me dí cuenta que no he cambiado ropa de ayer y que todavía uso la misma. Me fijé en los bolsillos - y no habia! Lo primero que pensé fue que mi maldita madre lo tiene y justo en este momento está leyendo todo lo que yo escirbí a una desconosida por internet de su edad. Al final me acordé que hoy mismo, escribí el numero de teléfono en el papél que estaba en mi bolsillo!
“Bueno, no lo tiene mi mamá, lo tiene Teresa. Igual, se lo va a decir mańana al tomar café o jugo de naranja, ya no hago caso más. Estoy cansado! Ni me acuerdo el contenido de la carta. He hecho miles y miles cartas de ese tipo.” – me quejaba yo en mi mismo.
El contenido de la carta fue:
“Hola Monica, te digo un par de cosas de mi personalidad:
- A mi me gusta tambien la charla inteligente.
- Bueno, la vida no dura dos días, con eso no estoy de acuerdo contigo. Dura más. :)
- Si me das un tema de hablar o una propuesta podemos comunicarnos por correo elecotronico, es decir, cambiar pensamientos.
- Onestamente, mi problema es, que todavia no vivo mi vida. Puede ser que nunca viviré. Quien sabe?
- Escribo relatos porno. Se tratan de mis vecinas maduras. Esas mujeres me atraen mucho. Hasta ahora ya hize dos relatos “en salud de ellas”. Si te interesan te lo mando con todo gusto.
Escribeme. Mi correo es: sivisoko3@hotmail.com
Saludos i besos. Teddy”
IV
Mańana por la mańana, sonó el teléfono. Yo respondí. Era Teresa. Me dijo siguente:
“Hoy a las siente de la noche te espero en mi casa. No traigas a su mamá. Ahasta pronto.”
Qué le pasa a esta mujer, me preguntaba yo. Ni me imaginaba que estaba escrito en mi carta. Bueno, es mucho mejor ir solo que con mi mamá. Finalmente, es la hora para mostrar que soy un verdadero hombre y eso es que le voy a mostrar hoy.
Seis de la tarte. Me bańé. Puse parfume. Puse un pantalón que me quedaba estrecho. No puse calzón. Mientras que me afeitaba imaginaba la situación siguente: Toco el timpre. Teresa, reciente bańada, me abre la puerta. Está vestida en una sola bata, sin calzón, sin sostén, pelo todavía mojado. Me dice que soy lindo y elegante, yo le digo que es una diosa y que por primera vez veo una madura tan conservada y tan atractiva. Ella me pregunta si quiero ver algo más. Yo respodno afirmativo. Ella quita la bata y se queda desnuda. Tiene cuerpo expectacular. Se pone de rodillas, con una mano cierra la puerta, con la otra desabrocha mi pantalon, su lengua está pasando por mi pene durisimo mirando me a los ojos.... De repente me fijé que la cabeza de mi verga inflada salió del pantalón. Cońo! Ahora tengo que mojarla con agua fria para que se tranquilize, carajo.
Llegó la hora. Me fui directo a su departamento. Toqué el timbre. Teresa abrió la puerta y me saludó amablemente con una tierna sonrisa. Parece que yo era un invitado muy importane para ella. Eso me llenó de la alegría. Me invitó a la sala, mientras ella servía jugo de naranja yo la miraba detenidamente. Pusó unas medias negras de naylon, una falda también negra hasta rodillas pero un poco más suvida para tapar la pansa, podía ver sus rodillas más que es “permitido”, y arriba tenía un pulover pegado a su pecho y sus hombros. Le quedaba super sexy. Me trajo el jugo y se fue a otro lado de la sala para prender el aire acondicionado. Al agacharse para recojer el control remoto, me fijé bien a sus rodillas y su culo. Solo al verlo me mareé. Mi pene se paró enseguida. Tuve que arreglar mi pantalón para que no se notase tanto. Le puse al costado para que no saliera la caveza otra vez.
“Se ve muy preciosa Teresa en esas medias. Me gustan mucho.” – me atreví decirle verdaderamente que pensaba.
Ella no respondió nada, como si no estuviera oido mis palabras. Parece que eso era su juego. Yo no me atreví decir nada más. Después de encender el aire acondicionado, se suvió en la silla que quedaba en frente de mi, para alcanzar una almohada del armario. Al subirse un metro más arriba, podía ver sus piernas casi hasta el calzón y sus muslos desde abajo y eso me calentó bastante como si fuese mirando la mejor pelicula porno. Mi pene se puso duro y apundo de salir. No quitaba mirada de su culo, y ni siquiera sabía que Teresa buscaba arriba. De repente bajó de la silla y me dijo que no podía alcansar la almohada y me preguntó, mejor dicho ordenó, que yo intentara. Yo me subí del sofá pero agachado como un anciano para que no se notase tremendo bulto de mi pantalón y así agachado me subí en la silla. Ella estaba al lado mio y notó que yo estoy inclinado.
“Te duele espalda?” – preguntó ella.
“Sí, sí, me duele espalda, no puedo poner me recto Teresa, lo siento.”, y bajé.
Ella se dió cuenta que yo tenía pene super parado, se animó y se sentó al lado mio en el sofá, subió un poco la falda hacía la cadera para que yo observara sus piernas.
“żTe gustan las medias, nada más?” – preguntó acarisiando sus piernas lentamente sin mirarme.
“Bueno,.. usted tiene mucho lo que me gusta a mi”, con mucha dificultad le dije.
“żComo que?” – pereguntó después de varrios momentos y se acercó más. Me miró a los ojos, subió sus manos para arreglar el peinado y así se qudó mostrandome de cerca sus maravillosos pechos. Cuando miré sus tetas de cerca casí me desmayé. Tuve que probar ese maldito jugo para no tragar saliva cada rato.
“żQue te puede gustar de una seńora como yo?”, repitió con la sonrisa ganadora porque mi respuesta faltó.
Para decirle todo lo que me gusta de ella impidió el timbre de su puerta. Teresa se paró, abrió la puerta y recibió un sobre dedicado a su hijo – oí su nombre del mesajero. Lo abrió, lo leyó y lo dejó en un estante cerca del tele. Agarró el celucar y casi marcó un número pero cambió su idea y colgó. Vino a la sala, con la cara distinta, recogió los basos sin decir nada y los llevó. Escuché que Teresa llevó los basos a la cocina. La suguí hasta la puerta.
V
Yo sabía que estaba pasando. El sobre no fue nada importante, simplemente al acordarse de su hijo, que era major que yo casi 15 ańos, se le fue la gana. Una mujer decente y honesta no puede permitir tanto libertaje con un pendejo. Se repentió de haberme llamado a la casa y ahora eso lo que hace es la seńál a mi que me vaya. Yo la observé de lejos y me acerqué atras de ella. Ella estaba un poco inclinada hacía adelante lavando los dos basos manchados del jugo. No me escuchó. Yo no pude aguantar ni un segundo más. No quiría ni pensar irme sin terminar “el trabajo”. Desabroche mi pantalon y puse mi pene duro contra su nalga, las manos puse en sus tetas y empezé masajerlas. Ella se sorprendió en primer momeno porque el acto fue un poco agresivo, pero después de dar se cuenta que sucedía no se defendía. Ganó la pasión y el deseo sexual de ambos partes. Ella no se daba la vuelta y todavía tenía baso y esponja en sus manos mientras que yo estaba masajeando sus tetas y moviendo mi pene apretando su trasero en un ritmo suave. Teresa respiraba profundo con los ojos cerados. El momento tan deseado y querido al final llegó. Yo empezé con la tercera actividad, empezé besarla fogoso por sus hombros y espalda hasta empezar chuparla por todos lados. Al final decidí empezar con la cuarta actividad, más deseada, el tabú, le desabroché y bajé su falda para que sintiera la capasidad y el volumen de mi verga parada. Se quedó solo en latex. La metí entre sus piernas abajo de la vagina y empezé frotar y provocar su vagina, en el mismo tiempo, con la punta de mi pene tocaba el metal del lavamano. Mis movimientios eran suaves y romanticos, no quería decepsionarla primera vez. De repente me perdí calculando de satisfacer la seńora mayor y sentí que llega el cumbre de mi placer, no pude hacer nada más que empezar a follar sus muslos más rapido, en el ritmo que exige mi organizmo. La leche salío de tiros y en cantidad. Mojó su latex cayendose por sus piernas en el pizo. Cuando se acabó el último movimiento de mi cuerpo ella se dió vuelta y agarró mi verga con su mano para sentirla. Mi pene brilloso y mojado de todavía bien duro era como un jugete para ella. Sin limpiarse, se puso de rodillas y empezó pajearle lentamente, comentando:
“Que lindo que es tu pene, tan duro y tan gordo. Lo tienes como un caballo. Mi marido nunca tenía tan duro y tan parado. Me gusta este modelo. Modelo grande.”, lo observaba de cerca un buen rato sin hacer nada. Yo le dije que eso le pertenece a ella y que puede hacer con mi pene todo lo que desee. Mejor ella que yo.
Desde abajo me miró a los ojos y me dijo:
“Quiero que me follas con éste, aprietando mi pene con dos manos y tocando su cara con él.”
Eso me causó plena erección otra vez. La agarré a la mano y la metí en la cama en uno de los dormitorios. Quitamos la ropa. Por primera vez la ví desnuda y me dí cuenta que hubiera sido más sexy con ropa. Tenía la barriga bastante floja y las tetas caidas pero grandes. Sujetadores bien formados pueden hacer milagro. De toda forma no me arrepientí por lo que estaba haciendo. Teresa se tiró en la espalda y yo me acosté encima de ella besandola en la boca. Le metí bastante fácil porque estaba muy húmeda y empezé follarla muy duro, con una tremenda gana. Quería mostrarle todo lo que soy. El hombre en la cama, no un muchacho. Calentón, fuera de lo normal, sobretodo cuando se trata de las mujers maduras. Aproveché la situación de que la pieza tenía espejo grande colgado en la pared, y le metí por detras para que pudieramos vernos en el espejo mientras lo hacíamos. Yo le daba muy duro y fuerte por detras. Al mismo tiempo jugaba con su trasero aprietandolo y pegando bofetadas por sus nalgas. Ella me miraba en el espejo con los hojos provocativos. Cada vez cuando entraba en ella intentaba metersela más profundo. Creo que ella ya había terminado hacía mucho tiempo porque no sentía más la resistencia en su vagina. Mi verga pasaba como si fuera hielo. Le pedí que follara sus tetas. Le encantó la idea. Apretó bien sus tetas una contra la otra, y yo meti mi verga entre ellas. Estaba mejor que por la vagina. Yo estaba parado y le daba por las tetas, y ella estaba sentada a la cama mirandome justo a los ojos disfrutando el momento. Eso causó que terminara en seguida. La avisé que le iba a terminar en la boca. Primero me miró y me dijo con calma:
“Sí carińo”, y abiró su boca.
VI
Cuando terminé, en seguida me acosté destruido. Ella se fue al bańo para lavarse. Cuando regresó, agarró mi pene y me dijó:
“Me dijiste que esto es mio, no?”
Yo la miré primero, y se me ocurrió preguntarle porque quería que yo viniera con mi mamá. Sí ella hubiera venido, nada de esto no hubiera pasado. Teresa me dijo que me conocía mucho tiempo y no estaba segura hasta el final si yo iba a hacerlo o no. Pero cuando leyó la carta dedicada a Monica, mujer con que yo comunicaba por el internet, se enteró que me gustan mujeres maduras, y además dijó, que no quiere compartirme con ninguna otra mujer.
“No te preocupas, la proxima vez ven con ella, igual te voy a hacer lo mismo, una paja bajo la mesa para que no se entere.” – ańadió riendose.
Nuestra relación siguió ser clandestina. Ella estaba muy interesada estar conmigo por la confianza y por el sexo, y yo, porque me gusta follarla sin obligaciones y porque me sentía bien haciendolo con ella. Además mostró mucha creatividad en ese sentido. Lo más lindo para mi es que cuando entro a su casa no sé si me va a preguntar:
“Bueno carińo, quieres primero un jugo de naranja..., o quieres que te la chupe?”
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