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"Dicen que la magia es real y la fantasía es momentánea. Dicen que la fantasía se aloja en la mente y la magia en el corazón. Esta es la historial de como en ocasiones en la vida real suceden situaciones que se imaginan y se desean, pero que uno considera que es imposible y sin embargo ocurren"
Dicen que la magia es real y la fantasía es momentánea. Dicen que la fantasía se aloja en la mente y la magia en el corazón. Esta es la historial de como en ocasiones en la vida real suceden situaciones que se imaginan y se desean, pero que uno considera que es imposible que se produzcan y sin embargo por la chispa de la magia o por un cumulo de casualidades, ocurren.
En ocasiones la realidad supera la imaginación y las situaciones se producen por una dinámica propia, una inercia quizá ocasionada en la magia y la fuerza generadora de la fantasía. Y eso precisamente es lo que ocurrió ese verano, en el cual mi escena imaginaria se hizo realidad
Mi esposa y yo somos una pareja de edad media, con los hijos ya fuera del hogar. Vivimos en una pequeña ciudad andaluza y sentimos un amor sereno y profundo el uno por el otro. Un amor lejos de convencionalismos y con una relación sexual intensa y placentera, de larga pericia en el tiempo, realizando todo tipo de prácticas sexuales posibles entre un hombre y una mujer. Pero en cuanto a ellas somos reservados, no somos dados a realizar comentarios ni actos en lugares en los que podrimos ser observados. Siendo aún más discreta Lola (así se llama mi mujer), quizás por su educación en un colegio, de monjas. Ella es menuda, de cuerpo pequeño, de un tipo indiscutiblemente andaluz, de formas marcadas y bien proporcionadas, es sin duda una señora madura muy atractiva.
En ocasiones, en nuestros juegos sexuales fantaseamos. Las fantasías de Lola son algo más convencionales. Parejas hermosas, haciendo el amor en distintas posturas. Yo por mi parte tengo otro tipo de fantasías. Fantaseo con tríos, siempre incluyen a Lola haciendo el amor conmigo y otro hombre que la penetra con una gran polla mientras yo observo o Lola me realiza sexo oral. O bien la tercera persona es otra mujer con la que mi esposa y yo mantenemos relaciones. En los momentos eróticos en que compartimos estas fantasías nuestra excitación es muy alta. Sin embargo nuestra natural timidez nos impidió llevar a cabo nuestros sueños y por supuesto jamás pensábamos que las cosas ocurrieran como después sucedieron.
Desde hace años en verano siempre pasamos unos días en un lugar determinado del sur de Portugal, en el cual es posible practicar el nudismo de una forma discreta ya que su magnificas y extensas playas están poco frecuentadas. En ocasiones es posible no encontrarse con otras personas durante todo un largo y plácido día de sol y arena. Accedemos a la playa mediante un pequeño transbordador y desde la zona donde nos deja el barquito, siempre realizamos una caminata para alejarnos de la gente para buscar zonas tranquilas donde poder disfrutar de la discreción que tanto valoramos.
Es precisamente en este lugar, donde habitualmente transcurrían la mayor parte parte de mis fantasías sexuales, en las cuales Lola realizaba el amor sobre la arena de la playa con un hombre muy bien dotado. Ella en la playa, rechazaba siempre cualquier tipo de acercamiento sexual por mi parte, ya que decía tener miedo a la presencia de extraños, aunque yo le narraba mi fantasía y ella reconocía que la escena que le planteaba no le era totalmente desagradable.
Como es costumbre en nosotros fuimos a pasar unos tranquilos días, de verano, a nuestro lugar habitual. Y sucedió.
Esa mañana llegamos, como hacíamos habitualmente, al atracadero desde donde salía el pequeño barco. Hacia una mañana hermosa, llena de sol, de la luz azul del cielo y del rumor de las tranquilas olas; una fresca brisa traía el perfume del mar.
En esta ocasión realizaban el trayecto, de aproximadamente media hora, muy pocas personas; solamente íbamos nosotros y un hombre de color. Un individuo de unos cuarenta años, alto, fibroso, con una complexión atlética, de piel ambarina, probablemente resultado de múltiples cruces interraciales. La bonita mañana y el escaso pasaje, facilito sin duda la conversación con esta persona, hablaba castellano con algo de dificultad, con fuerte acento francés. Los comentarios giraron sobre la belleza del día y del paraje donde nos encontrábamos, que él por su parte decía igualmente conocer de ocasiones anteriores, ya que habitualmente pasaba todos los veranos unos días en esa zona en compañía de su esposa, disfrutando de sus playas y siendo aficionado a correr sobre sus blancas arenas. Y casualmente se alojaba en nuestro mismo hotel.
En cualquier caso fue un dialogo ameno, fluido y con una intensa corriente de empatía, tanto por parte de Lola como por la mía. Cuando llegamos al punto de atraque, nos despedimos de nuestro nuevo amigo, comentándole nuestra intención de dar el acostumbrado paseo. El hizo mención a la posibilidad de que nos reencontráramos en otra ocasión, comentario bien acogido por nuestra parte.
Comenzamos nuestro andar sobre la orilla del mar, sintiendo en los pies la fresca y suave caricia de las olas y de la mullida arena. Hablábamos sobre la persona que acabábamos de conocer y lo agradable e interesante que parecía, yo como de pasada hice un comentario sobre la fantasía que en ocasiones anteriores le había contado a Lola. Ella contesto afirmativa “Te vas a quedar con las ganas”, aunque una amplia sonrisa llenaba su cara y sus ojos brillaron intensamente. El día transcurrió plácidamente y disfrutamos de una magnifica jornada de playa.
Ya por la noche de vuelta en nuestro hotel, nos disponíamos a salir a cenar, pero previamente decidimos tomar un aperitivo en el bar, al llegar a este nos encontramos a la persona que habíamos conocido esa misma mañana, el cual nos invito a compartir su mesa. Nuevamente se estableció esa empatía que tan agradable había sido en el barco y junto con él decidimos irnos a cenar e incluso tomamos alguna copa posterior.
Jean, supimos su nombre después de las oportunas presentaciones, era medico en un hospital de Paris, su mujer medico igualmente, había ese año acudido a un congreso a Austria y a Jean no apeteciéndole acompañarla, había decidido pasar el solo algunos días de vacaciones. Nos conto sus viajes a lo largo de todo el mundo y nos divirtió con múltiples anécdotas sobre sus andanzas, también nos dijo que habría de regresar a Paris en un par de días.
En el transcurso de la velada Jean se mostro muy galante con Lola. Y según fue transcurriendo la noche y las copas fueron sucediéndose, empezó a coquetear con mi esposa.
Elogio su belleza en un par de ocasiones. Lola y yo le dejamos hacer, aunque eso si previamente, con mucha desenvoltura, había solicitado mi permiso. Según decía por su talla y complexión le recordaba vivamente a su esposa, incluso le sorprendí alguna mirada apreciativa dirigida a Lola. Esta por su parte se mostro encantadora, muy interesada en todo la que Jean contaba y seductora, con esa seducción sutil y sensual que solo una mujer mediterránea es capaz de realizar. Sus ojos tenían el mismo brillo intenso de esa mañana. La velada fue muy agradable, llena de cordialidad y simpatía, despidiéndonos al regresar al hotel.
A la mañana siguiente Lola y yo realizamos nuestro diario desplazamiento a la playa, alejándonos en ella de las zonas más pobladas para disfrutar de tranquilidad y poder realizar nudismo discretamente, disfrutando de una placentera sensación de libertad. El día se mostraba magnifico, luminoso, con el agua transparente y con una frescura que si en un principio puede ser desagradable, al momento es verdaderamente tonificante. Hacia el mediodía vimos acercarse una figura que por la lejanía era indefinible, al aproximarse, pudimos apreciar que se trataba de un corredor que dado su color de piel probablemente fuera nuestro amigo. Curiosamente ni Lola ni yo hicimos ningún intento de cubrir nuestra desnudez, a pesar de ese pudor que siempre nos había caracterizado.
Efectivamente se trataba de Jean, el cual llego hasta nosotros con su bien formado cuerpo azabache cubierto de sudor, que centelleaba con la luz del sol, acentuando su bien formado torso. Se dirigió hacia nosotros, nos saludamos y comentamos la agradable frescura del agua.
Jean sudoroso, sintió sin duda la necesidad de un baño y comenzó a caminar hacia el agua, pero después de dar unos pasos, se giro, nos miro en nuestra desnudez y de una manera natural se despojo de su bañador. Mientras se acercaba a la orilla pudimos apreciar sus nalgas cobrizas, elevadas y musculosas.
Al salir, el agua chorreaba sobre su cuerpo dorado. Mientras se acercaba hacia nosotros pudimos observar que mostraba un gran pene, circunciso, que fláccido presentaba un tamaño, próximo al mío propio en erección. Lola y yo nos miramos y sonreímos. Mi esposa con las mejillas encendidas lanzaba miradas disimuladas al ondulante miembro de Jean, mientras este se dirigía hacia nosotros.
Proseguimos la mañana de baños y amena conversación hasta que en un momento dado Jean, dirigió la conversación hacia el tema de los tríos sexuales y nos comentó sus experiencias sobre ellos, diciéndonos que él y su esposa habitualmente realizaban intercambios. Nos preguntó por nuestra postura al respecto y yo sin saber que contestarle, le dije falsamente que no nos lo habíamos planteado, aunque nuestro nerviosismo y nuestra actitud y nuestras risas. Nos desmentían.
En un momento dado y estando los tres tumbados, mirándome a mí para sin duda explorar mi reacción, Jean estiro la mano para con sus dedos recorrer uno de los brazos de Lola. Está sorprendida tuvo un pequeño sobresalto, pero no rechazo la caricia. Yo miraba sin creer lo que veía, mientras seguía sonriendo.
Jean sabiendo que éramos susceptibles a sus intenciones, dio un paso más y estirando su mano comenzó a a acariciar el magnifico pecho de mi mujer y posteriormente, ante nuestra pasividad, bajo su boca y comenzó a besarlo. Mi esposa y yo nos mirábamos perplejos sin creer que aquello estuviera sucediendo, pero sin mostrar ningún signo de rechazo.
Mientras con la otra mano comenzó a recorrer su cuerpo, Lola con los ojos cerrados, gemía y se dejaba hacer, sus pezones, color cereza, se habían endurecido respondiendo a los labios del hombre. Después, de un rato ,Jean tomando la mano de la mujer la llevo a su pene que ya no mostraba la flaccidez inicial. Lola acaricio el miembro con sus dedos , los abarco con su mano , abrió los ojos y sopesándolo , dijo no podía seguir.
Yo ya terriblemente excitado, le comente que si a ella le apetecía a mí no me importaba. Me contesto que estaba bien, pero que le asustaba la idea de que alguien pudiera vernos. A pesar de nuestros ruegos y nuestro rechazo a esa posibilidad, ella insistía en su actitud.
Por lo cual yo tome la iniciativa y invite a Jean a nuestra habitación, para contemplar la puesta de sol, tremendamente hermosa en esa zona de la península ibérica.
A la hora convenida llego Jean, nos sentamos en la terraza y preparamos unos Gin tonics. Charlamos y bebimos varias copas hasta que ya completamente de noche Lola paso a la habitación, al momento nos reclamo que pasáramos al interior, así lo hicimos y nos encontramos a Lola tendida en la amplia cama con un ligero camisón corto de color negro, que marcaba sus apetitosas formas, mientras nos invitaba con la mano a que la acompañáramos.
Comenzamos a besarla y acariciarla cada uno tendido a un lado de ella. Recorríamos su cuello, sus pechos y nuestras manos palpaban las curvas de su cuerpo. Así estuvimos un largo rato, hasta que lentamente la fuimos desnudando y nos desnudamos, comenzando ella entonces a acariciar nuestros penes ya visiblemente excitados. El cimbel de Jean era grande y grueso, yo creo que superaba muy ampliamente el mito de los veinte centímetros y su grosor era considerable. Lola arrodillándose en la cama comenzó alternativamente a lamer nuestras pollas, mientras las acariciaba.
Yo suficientemente excitado, viendo realizada por fin mi fantasía, no pude evitarlo y eyacule, momento en que suavemente conduje la cabeza de mi mujer hacia Jean.
Ella comenzó a introducir el glande en su boca, pero apenas si esta podía abarcarlo, no obstante ella con gran maestría, recorría cada centímetro del pene con su lengua, increíblemente la negra polla creció aun mas, su grosor era similar a la muñeca de la mano con la cual Lola lo cogía
Jean la tendió en la cama, comenzando él delicadamente a besar el cuerpo de la mujer. Succionando sus pechos, recorriendo su curvas y a acariciando con sus labios y lengua la vulva de mi esposa, cada vez más dilatada y abierta. Poco a poco fue introduciendo su lengua hasta llegar a las zonas más sensibles de de la mujer, esta estaba cada vez más excitada. Su vagina brillaba, sonrosada y húmeda. Momento en que Jean le pregunto si quería que la penetrara.
Ella con voz entrecortada y suplicante dijo que si pero por favor que tuviera cuidado, él le dijo que era mejor que ella se pusiera encima y así controlara la penetración. Yo miraba alucinado sin creer posible que el pequeño cuerpo de Lola tuviera capacidad para recibir tan enorme verga, sin embargo ella sonreía.
Sentándose a horcajadas sobre el hombre, comenzó a introducirse el miembro lentamente, deteniéndose, sacándoselo y comenzando de nuevo, hasta que ayudada por sus jugos, que resbalaban a lo largo del falo, logro introducirlo casi enteramente, llenando su vagina. Mi mujer con los parpados entrecerrados gemía y gritaba de dolor y gozo, mientras cabalgaba sobre aquella enorme y palpitante, negra polla, que entraba y salía de su pequeño cuerpo, rellanando completamente su lubricada almeja.
El momento pareció durar una eternidad, hasta que ella sintiéndose completamente llena, estalló, transida de placer.
Tras un momento de descanso nuevamente Lola comenzó a acariciar a Jean hasta que este nuevamente excitado la penetro de nuevo con gran delicadeza, obteniendo ella un nuevo éxtasis.
En la mañana nos despedimos de Jean, nos intercambiamos nuestros teléfonos y dejamos abierta la posibilidad de nuevos encuentros, quizás en el verano siguiente. Curiosamente tras esta extraña e inédita experiencia mejoro aun más nuestra relación, ya que nos ha hecho más cómplices, aumentando la confianza entre nosotros y ha abierto nuevas posibilidades a nuestra sexualidad permitiéndonos disfrutar aun más de ella.
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