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Categoría: Maduras

La maestra de música

La maestra de música



 



SINOPSIS: El festejo de un triunfo teatral, coloca a maestra de música y joven actor en el delirio del placer… Se desinhiben totalmente al iniciar su relación sexual en el cuarto aquel donde parejas gay dan rienda suelta a su desenfreno…



 



ECSagardez



La función de teatro había terminado… Aún retumbaban en las paredes del recinto los aplausos del público, quien había aceptado de buena manera la puesta en escena del grupo que haciendo un gran esfuerzo intentaba llevar entretenimiento y cultura a los asistentes… Todo era felicidad en los rostros de los jóvenes e incipientes actores… Habían triunfado y sus risas se conjugaban con los abrazos de sus familiares, quienes los felicitaban y se tomaban la foto del recuerdo…



En los camerinos se recogían los vestuarios y se hacían planes para irse a divertir y festejar su triunfo… Una voz propuso:



— Que tal si nos vamos a la casa de Gabriel a seguir la parranda



Nadie opuso resistencia, todos asintieron y así comenzó toda esta aventura…



 



II



Gabriel era el director de la obra y le gustaba divertirse cuando las puestas en escena salían bien y recibían el reconocimiento del público… Esa noche no fue la excepción… Habíamos montado "Jesucristo Superestrella" y todo había salido a pedir de boca… El público se había mostrado satisfecho, porque no usamos el recurso del play back, sino las canciones se interpretaron en vivo, acompañados de un grupo musical y unos coros…



La directora del grupo era Bertha, una entusiasta maestra de música, quien había enviudado desde hacía varios años y tenía dos hijas –Mariana y Lorena-, quienes participaban en la obra, debido a que tenían una educada voz por obvias razones…



Gabriel me había presentado a Bertha, cuando le indicó que yo tenía experiencia teatral y podía ser de gran apoyo para los muchachos… Así que desde que nos conocimos surgió una buena empatía entre nosotros y una buena amistad… En síntesis hubo química…



Luego de los ensayos, solíamos ir a la refresquería cercana a tomar un helado o nieve y aprovechábamos para planificar la producción de la obra… Los dos teníamos muchas cosas en común y con facilidad llegábamos a acuerdos que beneficiaban al grupo teatral…



 



III



Pero ese dia de estreno, todo fue diferente… Todos llegamos a la casa de Gabriel y comenzamos a divertirnos, unos bailaban la música disco de moda, otros platicaban las peripecias ocurridas en el proscenio y otros de plano se hacían arrumacos…



Pero mi plática se centró con la maestra Bertha, ella me platicó de muchas cosas, pero el calor de las cervezas ingeridas la desinhibió totalmente y poco a poco fue entrando al terreno de lo prohibido…



Ni siquiera se inmutó cuando me confesó que a sus 46 años aún conservaba el vigor para mantener una buena sesión de sexo y prácticamente me reveló sus posiciones preferidas… La verdad yo estaba en la gloria con tanta confesión que mi miembro se debatía en la prisión de mi calzoncillo y pantalón…



Poco a poco los muchachos se retiraron y sólo habíamos algunas parejas sumidas en el intenso humo de los cigarrillos, el olor del incienso para abatir los aromas de las cervezas y el vino… Hasta que a alguien se le ocurrió la idea de poner el cuarto aquel a media luz… Algo que en ningún momento nos desagradó…



Fue en ese momento, cuando Bertha se acercó a mi y me plantó un beso en la boca… Su lengua buscó con desesperación la mia y ambas se entrelazaron en una mezcla salvaje del deseo que a los dos nos estaba empujando…



Mis manos siguieron el contorno de su cuello y rodearon su espalda… Sobre su blusa blanca se sentían los tirantes de su brassier… Pero no me atrevía a levantarla para tocar sus senos… Aún existía en mi el pudor y la prudencia por estar en público…



En otro rincón de aquel cuarto, una pareja gay se besaban sin ningún recato… Dos jóvenes actores, pareja también, se manoseaban a más no poder… Gabriel estaba sumido en la inconsciencia de la borrachera y metía sus manos en la bragueta del pantalón del actor principal para sacarle el enhiesto pene e introducirlo en su boca…



Era evidente que se había desbordado la lujuria en ese cuarto, donde nos encontrábamos ocho personas… Todo nos empujaba a una vorágine de pasión y sexo…



 



IV



Los dos nos encogimos de hombros al ver las escenas lujuriosas que existían en esa reducida habitación… Y nada nos importó…



Bertha se pegó más a mi y siguió besándome, yo le devolvía mis besos con toqueteos en sus senos y su entrepierna… Su falda se había levantado y mostraba unos candentes muslos que poco a poco se fueron separando para dar paso a mi mano que por momentos se posaba en su vagina y la masajeaba…



Ella respondía con ligeros gemidos… La luz se fue haciendo más tenue… Alguien maniobraba el interruptor para que todo quedara en penumbra y sólo la luz de una pequeña veladora iluminaba aquel espacio…



Fue entonces cuando Bertha ya no pudo más y me dijo:



— Así está bien bebé… Hazme tuya Román… Quiero ser tuya por siempre



Mis dedos siguieron su recorrido por aquella vulva y lograron separar el calzón de aquel monte de vellos púbicos para introducirse en la húmeda oquedad en que se había convertido… Por un instante saqué mi mano y le puse un dedo en su boca que ella sorbió para degustar el sabor de sus propios fluidos…



Con desesperación, fue quitándome el pantalón y el calzoncillo, hasta que me dejó como Dios me trajo al mundo… Sus manos agarraron mi parada verga y la comenzó a masturbar. Era una delicia sentir esa mano acariciando y de vez en cuando apretando mis testículos…



Bertha se fue deslizando hasta que logró asir con su boca mi mástil y se lo metió todo de un solo golpe, para sacarlo suavemente y pasarle su caliente lengua a todo lo largo… La recorrió y se la volvió a introducir… Sabía lo que hacía, porque sus labios me la apretaban, mientras yo gozaba de esa espectacular mamada…



De pronto un cosquilleo a lo largo de mi espalda se hizo presente… Era inevitable, estaba a punto de correrme en su boca… Así que le exclamé:



— Me voy a venir



Ella retiró su boca y se incorporó para tomarla con sus manos y haciendo a un lado su calzón se la puso a la entrada de su vagina… Para dejarse caer de un solo golpe… Por un momento vaciló, su rostro se desencajó porque no esperaba tener adentro 18 centímetros de longitud y 6 de grueso en sus entrañas…



Poco a poco fue recobrándose y comenzó a subir y bajar… Yo empujaba con parsimonia para que ella se fuera adaptando… Los movimientos de Bertha se incrementaron a tal grado que le imprimió velocidad al jineteo…



El ritmo de nuestros cuerpos era acompañado por una canción de jazz que a bajo volumen se escuchaba en el estereofónico… Sólo se oían algunos ruidos de sexo… La pareja gay estaba desnuda y disfrutaban de su penetración… La muchacha le propinaba una mamada a su novio… En tanto Gabriel seguía mamando el duro mástil que entraba y salía de su boca…



Bertha, a veces se movía rápido y otras despacio… Era experta en retardar su orgasmo y la eyaculación de su pareja… Su rostro mostraba los signos del disfrute y de la entrega intensa que le aplicaba a ese acto…



Mi verga salía y entraba a veces se podía ver la brillosa punta, mezcla de líquido preseminal con fluidos de aquella hembra… Ambos seguíamos el ritmo de un émbolo en su funda… No era necesaria tanta adaptación… Nuestros cuerpos se habían fundido en uno solo y ahora seguían el desesperado ritmo del deseo, la enjundia y la delicia…



Bertha imprimió mayor velocidad a su jineteo, hasta que sus ojos se abrieron desmesuradamente y echó la cabeza hacia atrás… Su cuerpo se convulsionó y de su garganta salió un apagado:



— Agh… Agh…. Agh… Agh… Agh



Había tenido su orgasmo y lo había disfrutado mucho… Todavía siguió montándome, porque deseaba sentir mi eyaculación… La cual no se hizo esperar…



Sólo alcancé a ponerme tenso y estiré las piernas… Mis descargas rebotaron entre las paredes de esa vagina y ella sintió la caliente leche como se resbalaba y se confundía con sus fluidos para mojar los cojines que nos sirvieron de lecho de placer…



 



V



La intensidad con que habíamos hecho sexo, Bertha y yo, sólo reflejaba las ganas de coger que los dos teníamos y lo que sentíamos el uno por el otro… Fue esa noche, cerca de las 2 de la madrugada, cuando me confesó lo enamorada que estaba de mi y la impresión que le había causado cuando Gabriel nos presentó…



Recobramos la calma y recobramos también nuestros ropajes… Ambos nos vestimos y me apresuré a acompañarla a su casa, donde ya sus hijas dormían plácidamente…



Me invitó un café y en la sala nos volvimos a desnudar y nos besamos frenéticamente… Nos chupábamos nuestras lenguas, nos las mordisqueábamos y juntábamos nuestros labios con pasión y locura…



Parecíamos dos jóvenes sedientos de placer… Así que ella tomó la iniciativa y se volvió a meter mi verga en la boca para darme otra sensacional mamada que me puso los ojos en blanco o los cerré. Ni siquiera supe que pasó, porque me entregué al placer del sexo oral…



Su experiencia era manifiesta, sus deseos reprimidos también indicaban lo que ella estaba deseando… No hablamos ni media palabra, en silencio conducimos nuestros pasos hacia su alcoba y llegamos hasta su cama…



Se tiró boca arriba e hinqué mi cara en su entrepierna y con un ligero movimiento, quedamos en posición 69… Fue algo maravilloso, Bertha mordisqueaba la punta de mi pene, cuando su placer estaba al máximo y es que su clítoris, por cierto de grandes proporciones, era tomado frenéticamente por mis labios y le pasaba mi lengua… Eso la hacía gemir de desesperación…



 



VI



De pronto su cuerpo se arqueó… Sus piernas se estiraron y los dedos de sus pies se abrieron… Estaba teniendo Bertha el segundo orgasmo de la noche y ahora se lo había inducido con una fenomenal mamada de mi parte… Ella continuó y logró sacarme algo de leche caliente que fue a rebotar en su rostro…



Por varios minutos nos tiramos en la cama y con la vista clavada en el techo nos quedamos en silencio… Ninguno habló, no hubo reclamos… Eramos dos adultos sabedores de lo que hacíamos y nos despojamos de nuestras inhibiciones para dar rienda suelta al sexo compartido…



 



VII



La mano derecha de Bertha descendió por entre mi cuerpo y se clavó en mi entrepierna hasta tocar suavemente mi verga… Como siempre mi fiel compañera reaccionó y se fue erectando hasta llegar al ciento por ciento…



Le tomé de los tobillos y le levanté sus piernas hasta colocarlas en mis hombros… Poco a poco mi verga fue desapareciendo en el húmedo agujero vaginal… Para iniciar el movimiento del mete y saca…



Mientras mi mano derecha le manipulaba sus labios superiores… Era un espectáculo observar los gestos de Bertha que reflejaban lo que estaba sintiendo… Por lo que su entrega fue total e inmaculada…



A cada embestida de mi verga… Ella se mordía ligeramente los labios… En señal de que no deseaba gritar, aunque por dentro quisiera hacerlo. Pero tenía el temor de despertar a sus hijas, era mejor soportar con estoicismo ese pedazo de carne caliente que se sumergía entre sus piernas…



Nuestros ritmos se fueron acompasando, ella también movía su pelvis de tal forma que mi verga estaba obteniendo un masaje extraordinario… La experta maestra de música también era una experta sexual…



Los movimientos de ambos fueron frenéticos… Hasta que bajó sus piernas y con las puntas de los pies sobre el colchón, levantó su pelvis para autopenetrarse más y lanzar un gemido en señal de que el tercer orgasmo de la noche le había llegado y fue tan intenso que sus fluidos mojaron mis testículos…



El líquido caliente que salió de esa vagina, fue el principal acicate que motivó no una ni dos, sino tres, cuatro, cinco o seis descargas de esperma caliente…



Nuestros cuerpos se relajaron y yo quedé encima de ella… Ella sólo contuvo la respiración y amoldó el suyo con el mío…



Permanecimos por más de quince minutos… Yo sentía como mi pene se movía nervioso en el interior de esa vagina, como saludando el haber tenido una especial noche de sexo con la maestra de música…



 



VIII



El sol entró por la ventana y nos descubrió a ambos desnudos… Sus hijas entraron y sólo alcanzamos a taparnos con una sábana… En sus manos traían dos charolas con jugo de naranja y unos sabrosos huevos fritos con frijoles…



Por primera vez en mi vida, probé el desayuno en la cama… Las muchachas eran un amor… Pero también eran nuestras más grandes cómplices…



Nuestra relación fue intensa y siempre me esperaba con una sonrisa a flor de labio… Bertha no sobrevivió al cáncer en la matriz y falleció años después…



Su recuerdo es imborrable y demostró que entre la gente del espectáculo no existe inhibición alguna… Fue una maestra de música sin inhibiciones y amante del arte… Sexual, digo…


Datos del Relato
  • Categoría: Maduras
  • Media: 6.5
  • Votos: 2
  • Envios: 0
  • Lecturas: 1554
  • Valoración:
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