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Me encontraba por unos días en Buenos Aires, como casi siempre en la casa de Marta cuando Estela (Tela), la novia de Carlitos el hijo de Marta, me dijo que venía su madre de Misiones y quería conocer al novio de su hija. Pero también quería que yo la atendiera profesionalmente, porque le habían hallado una dureza en uno de los pechos y estaba preocupada. Le dije que no tenía consultorio en Buenos Aires, y Marta que se encontraba presente me ofreció el suyo para la consulta. Ya sin excusa posible tuve que acceder, no era necesario que tomara un turno dado que yo estaba de vacaciones, y lo hacía por complacer a la chiquilina que me daba tan gratos momentos de sexo (ver La Nueva Novia de Carlitos).
El caso es que la señora llegó y se instaló en el departamento de Tela, el que usábamos para coger. En la tarde siguiente llegó de visita a la casa de Marta, conoció al novio de su hija, a Marta y a mí. Estela, se llama igual que la hija, es una señora de algo más de cuarenta, de muy buena presencia, la niña tiene a quién salir. Arreglamos que el lunes siguiente la vería en el consultorio de Marta en el barrio de Caballito; esa mañana Tela y Carlitos se iban por unos días a Villa Gessell.
Estela (madre) llegó puntual a la cita, Marta aprovechó la ocasión para salir a hacer unas compras mientras duraba la consulta de su "consuegra", y la asistente la hizo pasar al consultorio. Marta no contaba con batas iguales a las que uso yo para mis pacientes, por lo que Estela debió ponerse una anticuada bata de tela prendida por detrás. Tomé algunas notas del interrogatorio en mi notebook, en Posadas le habían hallado una dureza en el seno izquierdo y le habían indicado una mamografía, pero ella no confiaba demasiado en los médicos de su provincia, y sabía por su hija de mi prestigio en la especialidad.
Le pedí que se acostara en la camilla, pero que previamente se desprendiera la bata y descubriera su torso para poder hacer el examen. La señora mostró un soberano par de tetas, más grandes que las de la hija y bien erguidas todavía. Empecé la palpación por el seno derecho, me dijo que no era en ese, le respondí que era mejor palpar primero el que no tenía nada para poder establecer las diferencias, si es que las había. La palpación no me producía ninguna sensación erótica, era sólo una paciente, y mis manos estrujaban ese seno de todas las formas posibles. Evidentemente allí no había nada extraño. Pasé al izquierdo y a poco noté un pequeño bulto. Me atreví a presumir que no era nada de cuidado, pero igual requeriría una biopsia, aunque sin urgencia, así se lo dije, y le sugerí una colposcopía y un papanicolau, a lo que accedió. La asistente me trajo lo necesario para tomar la muestra y se retiró.
Estela se subió la bata y se colocó en posición en la camilla, con las piernas calzadas en los estribos. Tenía unas piernas y unos muslos espectaculares. Tomé las muestras necesarias. A continuación procedí a practicarle un tacto vaginal, no uso guantes cuando se trata de pacientes de confianza, y encontré más humedad de lo normal en su vagina. Al rozar su clítoris escuché un gemido.
Nada anormal Estela, cuando quieras hacerte la biopsia avisame y te la hago en Buenos Aires en la clínica de algún amigo.
Gracias Sergio. ¿Cuánto te debo por la consulta?
A los casi familiares no les cobro nada.
¿Puedo pedirte otro favor?
Todos los que quieras.
Estoy muy angustiada por todo esto, y no quiero irme sola al departamento, sabés que mi hija no estará, ¿no me acompañarías y te tomás un Chivas?,Tela me dijo que es el whisky que más te gusta. Hasta que se me vaya un poco esta tensión ¿sí? Total Marta tiene cuatro horas más de consultorio.
Salimos en mi auto rumbo al departamento, dejamos el auto en la cochera y subimos. Estela era un manojo de nervios vivos.
Sirvió dos vasos grandes, brindamos por su salud.
¿Me vas a decir qué te pasa que estás tan nerviosa?
Es que a este departamento veníamos con mi ex marido, y siempre me trae recuerdos, malos y buenos.
Pero estás totalmente tensa, ¿me dejás hacerte un masaje en las cervicales?
Ay, te lo agradecería.
La hice sentar en una silla recta y empecé a maniobrar en su cuello. Cuando tenía mi mano en su hombro giró la cabeza y me besó la mano.
Perdón, se me escapó. Hace más de un año que nadie me toca con cariño. Y tu examen me movió el piso. Desde que me separé no me ha pasado nada. No sirvo para andar buscando un hombre. Pero vos sos tan varonil que me excité. Perdón.
Ningún perdón, vos sabés que estoy con Marta, pero si lo necesitás y no te importa esa pavada del amor nunca le digo que no a una mujer hermosa.
¿Te parezco hermosa de verdad?
Sos la versión madura de tu hija que es una belleza.
Se puso de pie y me ofreció la boca entreabierta. Nos prendimos en un furioso beso de lengua. Mis manos la recorrieron entera, tenía todo firme y en su sitio. La fui guiando hacia el dormitorio, y no advirtió que yo conocía el lugar tanto como ella. Al llegar a la puerta le acerqué mi cuerpo y mi verga parada se apoyó en su culo.
Ummm qué dotación doctor.
Toda para vos mi muñeca.
Nos fuimos desnudando urgidos, lo que se ofrecía a mis ojos era paradisíaco, un cuerpo maduro en plenitud. Mi mente sumaba el prolongado tiempo de abstinencia de mi ocasional pareja y me presagiaba un encuentro sexual de locura.
Cuando pudo ver mi tranca ya totalmente erecta abrió los ojos como dos platos.
¿Y Marta tiene eso cada vez que quiere?
Bueno casi siempre, yo no vivo en Buenos Aires. Pero Marta es muy tranquila, y cuando está trabajando anda muy cansada. Solamente cuando estamos de vacaciones cogemos más de una vez al día.
Ay, mi consuegra no sabe lo que se está perdiendo.
Y se acercó a tomarla entre sus manos, la sopesaba, la medía y la acariciaba. Usando mi verga de timón me llevó hasta la cama. Nos tendimos abrazados sin dejar de tocarnos enteros. Esta vez yo gozaba plenamente de sus magníficas tetas, de sus rotundos muslos y de su culo redondo y duro. Puse un dedo en su concha sin depilar y la encontré hecha una sopa espesa.
Sergio, por favor cogeme. Meteme esa verga yaaaaa.
Paso a paso mi muñeca.
Nada de paso a paso, quiero sentirla bien adentro ya. Que me llenes la concha de leche. Necesito dos o tres orgasmos para tranquilizarme. Después hacemos todo lo que vos quieras.
De la forma más elemental le abrí las piernas, enfilé la poronga hacia su concha y se la puse de una sola vez, entera. Se quejó por el dolor de la sorpresiva intrusión en su concha algo olvidada. Pero enseguida se movió con sabiduría. Levantaba la pelvis para meterse más mi tranca, y hacía golpear mis bolas en su culo. Es una verdadera delicia coger con una madura que sabe bien qué hacer con su cuerpo. Se movía a compás con el arte que pocas mujeres jóvenes poseen. Anunció su primer orgasmo con un grito salvaje de satisfacción. Mientras la seguía bombeando, me gustaba lo estrecho de su vagina. Mis manos iban de su culo a sus piernas y volvían a las tetas. Otro orgasmo y pronto un tercero.
Acabá que quiero tu leche adentro.
Ya te la doy linda, me estás haciendo gozar mucho.
Mi eyaculación le inundó la concha, los dos jadeábamos y gemíamos. Cuando se la saqué, todavía dura, me la limpió con la boca bebiéndose mi semen y sus jugos. Se enjuagó la boca con Chivas.
Antes de media hora quiso otro polvo, y se lo di con mucho gusto.
Le dije que la quería coger por el culo, me contestó que era virgen del chiquito, pero que no podía negarme nada, que se iba a arriesgar al dolor para complacerme.
Le mamé el culo y se lo dilaté con los dedos y bastante gel lubricante. Cuando tenía dos dedos adentro me pidió que se la pusiera. Con una almohada bajo el vientre su culo se ofrecía, se abrió las cachas y me mostró el agujerito marrón e incitante. Apoyado en mi mano izquierda usé la derecha para dirigir mi ariete al centro del ano, apoyé la punta y entró un poco. Gritó, esta vez de dolor, pero me pidió que no me detuviera.
Mi verga se abría paso con dificultad en ese culo apretado, nos dolía a ambos, pero no me detuve. Cuando le había introducido la mitad me dijo que ya le dolía menos, y que le estaba empezando a gustar. Usé los dedos para tomar su clítoris, y el placer la hizo mover y enterrarse otro pedazo de verga en el culo. Descargué todo mi peso sobre ella y le entró toda. El bombeo me enloquecía. Estela gritaba, ahora de placer. Me pedía que le rompiera el culo, que la partiera, que la reventara.
Me cogía ese culo como si fuera el último en el mundo, mis bolas le golpeteaban en la concha mojándose con sus abundante jugos de placer.
Y ya no pude contener más mi eyaculación, derramándome generosamente para llenarle el culo de leche.
De allí a la ducha juntos, jabonándonos mientras nos acariciábamos.
Me regaló una mamada maestra, no dejó ni una gota de leche sin tragar.
Y la volví a coger por la concha, pero esta vez no llegué a acabar yo; tenía que reservar algo para echarle un polvo a Marta esa noche. Y de verdad mis bolas estaban ya bastante exprimidas.
Volví a ir cuatro días más a coger con esa hembra insaciable.
Ella regresó a Misiones, el mes próximo volverá por la biopsia. Ya decidí qué haré: vendré por la intervención, en cuanto tenga los resultados, que estimo no serán graves, anuncio mi vuelta a Mendoza pero me quedo en un hotel en Buenos Aires, tengo pendientes encuentros con Ana y con Sammy. En cuanto Estela pueda la volveré a coger en mi hotel. Ya estoy haciendo provisión de Viagra.
Sergio.
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