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La Limpiadora

La limpiadora de mi portal era una mujer de unos cincuenta años, gorda, fea, sus grandes tetas y sus michelines se marcaban obscenamente dentro de la bata guateada, vieja y desgastada, con la que cada día acudía para realizar la limpieza de la escalera del edificio donde yo vivía. Por aquel tiempo yo tenía 25 años y como os podéis imaginar estaba permanentemente en un estado de excitación casi constante, pero la verdad es que nunca me había fijado en aquella mujer, es más siempre me había producido cierta sensación desagradable, quizá por el aspecto que tenía: iba muy descuidada, sin pintar, y siempre despedía un fuerte olor corporal, como si no se duchara habitualmente, además cuando hablaba con ella de cerca, su mal aliento me mareaba. Yo siempre le saludaba amablemente en el portal o en la escalera y ella siempre se detenía para hablar conmigo de cosas intrascendentes. El caso es que me atraía cada día más, esto era algo que no me lo podía explicar pero la atracción animal y casi enfermiza que sentía por ella era, además de inexplicable, muy fuerte. Podéis imaginaros la infinidad de veces que me masturbaba pensando en ella.



 



Un día llamó a mi puerta preguntando si teníamos en casa una botella de lejía puesto que se le había terminado y todavía tenía que limpiar las escaleras y el ascensor; en ese momento yo estaba solo en mi casa y abrí la puerta en calzoncillos; ella apareció como siempre, con su bata guateada un poco entreabierta mostrando el canalillo de sus enormes pechos, con el sudor corriendo entre él, incluso podía olerlo junto con su aliento un tanto fuerte y desagradable; aquella situación lógicamente me excitó de inmediato y no podía dejar de mirar aquel escote, estaba como hipnotizado. Ella se dio cuenta pero siguió hablando, me decía que tenía que limpiar la parte alta del ascensor y que también necesitaba una escalera. Enseguida le llevé lo que pedía y me encontré con ella dentro del ascensor.



Le dije que se subiera a la escalera mientras yo le sujetaba por si se caía, me agradeció el detalle y subió a lo alto para comenzar su limpieza. En aquel momento al estar tan cerca de su cuerpo, pude volver a olerlo y también pude ver sus enormes muslos completamente blancos que de vez en cuando, al separarse, me permitían observar sus enormes bragas de color carne. No sabía que hacer, estaba enloqueciendo de excitación justo cuando al intentar bajar un peldaño se le enganchó su bata y me enseñó completamente aquello en lo que tanto había pensado. Nos miramos y después de unos segundos que me parecieron una eternidad, acerqué mi cara a lo que se adivinaba como un enorme coño, aún cubierto por su braga, y su olor me transformó, no pude dominarme, comencé a besarlo y a morderlo, en aquel momento ella se puso como loca. Me cogió de la mano y me llevó al cuarto donde guardaba todo el material de limpieza y allí se transformó por completo.



Yo empecé a lamer el canalillo de sus pechos al tiempo que introducía mis manos entre sus enromes bragas. Se despojó de su bata y sus descomunales y sudados senos quedaron libres ante mi; con mi lengua comencé a lamer febrilmente aquellas enormes ubres (siempre le asociaba con una vaca) y todo su cuerpo. Lamí sus velludas axilas, recorrí todo su grueso cuerpo hasta llegar al enorme culo con el que tantas noches había soñado, le aparté sus nalgas e me introduje con mi cara entre ellas utilizando mi lengua. El sabor era un poco ácido y el olor os podéis imaginar, fuerte, potente, bañado por un sudor más intenso aún que el del resto de su cuerpo.



En aquellos momentos ella estaba ya gritando como una posesa, jadeaba como si le faltase el aire aggggg, aggggg, agggggggggg, introduje mi lengua en su ano y le hice una limpieza a fondo, después seguí por su enorme y peluda vagina, la tenía completamente mojada, se la chupé con fruición mientras ella seguía jadeando y emitiendo sonidos guturales de difícil reproducción, completamente inmóvil, como si estuviese desvanecida, después nos pusimos haciendo un 69, creo que era su primera vez, pero se metió en su enorme boca mi pene junto con mis testículos al mismo tiempo, parecía que se los iba a comer, pero empezó a lamerlos con su lengua, y a chuparlos con sus labios; yo, mientras tanto, pasaba de la vagina a su ano inundado por aquel olor penetrante con el que tantas veces había soñado mientras me masturbaba penando en ella, después la puse a cuatro patas y la penetré analmente, sin piedad; no tuve que hacer ningún esfuerzo, pero aquello la sorprendió, solo acertaba a decir asiiiiiiiii, agggggggggggggg, másssssssssssssssss, méteme los huevos, la verdad es que su lenguaje era un tanto soez pero a mi me excitaba aún más, si cabe; en aquel momento se le escaparon unas ventosidades pestilentes, densas, casi podían masticarse, que me excitaron aún más, saqué mi pene completamente manchado como os podéis imaginar, pero ella empezó a limpiarlo con su lengua (me estoy excitando de nuevo de solo pensar en aquel momento), a continuación penetré en su vagina, su olor ya lo inundaba todo, al tiempo que le introducía casi por completo mi mano en su sucio ano y después de sacarla me la llevaba a la nariz para oler su suciedad, ella no paraba de gritar obscenidades; no pude más, dirigí mi pene a su boca para descargar allí todo mi deseo, ella bebió insaciablemente todo el néctar que le ofrecía, para a continuación introducir me pene entre sus senos, lamiéndome febrilmente al tiempo con su lengua, eso volvió a excitarme y le dije que subiéramos a mi casa.



 



Al llegar allí, dijo que tenía ganas de ir al servicio y la acompañe, le dije que me excitaba mirar mientras hacía sus necesidades, algo que ella dadas las circunstancias también le excitaba así que se sentó en la taza mientras yo me situé delante, cuando comenzó a orinar le acerqué mi pene a su cara y nuevamente empezó a lamerlo lentamente mientras con una mano me acariciaba los testículos, después cuando comenzó a defecar un fuerte olor impregnó toda la estancia, le pedí que se levantara y cogí papel para limpiarla, después acabé limpiándola con mi lengua, aquello era inenarrable, nos tumbamos allí mismo en el suelo, y de nuevo comenzamos un 69 más febril y sucio que el del cuarto de la limpieza, lamí su suciedad hasta dejarla bien limpia mientras ella derramaba sobre mi rostro ingentes cantidades de un líquido viscoso que yo sorbía con fruición; después de recibir sobre mí sus múltiples orgasmos me vacié de nuevo dentro se su boca, y nos quedamos unos minutos como desmayados en aquella posición.



 



Desde aquel día podéis imaginar todo lo que hacíamos siempre que se presentaba la ocasión. Nunca olvidaré aquellos momentos; después de unos cinco años que duró nuestra enfermiza relación, desapareció y no he vuelto a encontrarme con ella pero de vez en cuando me masturbo recordando el olor de sus humores y aquellos enormes y sudorosos senos junto con sus pobladas axilas que provocaban un olor al que no podía sustraerme.



 



Más adelante, os contaré algunas otras situaciones que he podido vivir con otras mujeres y que no renuncio a seguir viviendo.


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