Finalmente fuimos a Viña del Mar porque después de varios años mi papá había arreglado sus diferencias con su hermano mayor. Nos quedaríamos en su casa. No veía a mis tíos desde el funeral de mi abuela, años atrás. Como mi primo Lorenzo se había ido con unos amigos a La Serena, mis tíos me ofrecieron su pieza. Él también era hijo único como yo y de él si no me acordaba para nada.
Después de cenar subí corriendo a jugar con la Play 3 de mi primo. Me quedé dormido con la tele encendida. Desperté con un golpe. A los pies de la cama había un chico mirándome que supuse era mi primo. Enojado me preguntó quién era. Le dije que era Franco, su primo de Santiago. Se rió, me pidió disculpas y me dio la mano. Lorenzo tenía diecisiete años, moreno, de pelo negro crespo y corto, ojos verdes, alto y flaco aunque se notaba que ejercitaba porque tenía los músculos marcados, sobre todo en su estómago. Yo tenía doce años, alto para mi edad pero obviamente más bajo que mi primo; flaco, pálido; cabello rubio liso y largo, ojos celestes.
Me dijo “huevón ¿te corriste la paja? Ta pasao a moco aquí”, me puse rojo, le dije que no. La verdad, en ese tiempo yo no entendía muy bien qué era correrse la paja o pajearse. Intuía que era algo relacionado con sexo por lo que había escuchado en los baños del colegio, pero exactamente no sabía. Miré la hora, eran las 12:50 de la noche. Lorenzo empezó a sacarse la ropa. ¿Tú no estabas en La Serena? –le pregunté. Me contó que un par de amigos se intoxicaron con mariscos así que uno de los padres de los afectados los trajeron a todos de vuelta. Cagó la fiesta –dijo Lorenzo. Oye huevón, voy a bajar al jacuzzi ¿querí venir y nos tomamos unas chelas? –me preguntó. Acepté. Entré al baño a mear y al salir mi primo ya tenía su traje de baño puesto. Me dijo que me esperaba abajo y se fue. Me puse un traje de baño y bajé.
Mi primo me observó un rato mientras tomaba los primeros tragos de su cerveza y me dijo “tai muy flaco, huevón; tení que hacer más deporte”. No sé cómo adivinó que yo no jugaba ni taca taca. Sacó del refrigerador otra cerveza, me la pasó. Al seco –me dijo y así lo hicimos. Era la segunda vez que tomaba cerveza. Sacó otro par y nos dirigimos al patio. La noche estaba super tibia para ser noviembre y el agua del jacuzzi estaba exquisita. Estuvimos como una hora metidos ahí, nos tomamos tres cervezas cada uno y subimos a acostarnos. Oye huevón vamos a tener que compartir cama ¿o preferí dormir en el suelo? –me preguntó. Me da lo mismo, igual tu cama es grande –le dije. Vale, duerme aquí no más entonces, espero que no ronques –me dijo, le aseguré que no. Los trajes de baños quedan colgados acá, en la barra de la ducha –me gritó desde el baño. Al salir lo vi desnudo. Su pene era grande, oscuro y grueso; tenía la cabeza afuera y su color rosado contrastaba con el resto de su miembro. Me llamó mucho la atención. Se metió a la cama. Caminé hasta el baño, me saqué el bañador, miré mi pene; lo sentí enano, le di una sacudida y caminé hasta la cama. Me quedé de pie ahí, con los brazos a los lados sin saber qué hacer. Mi primo me miró de arriba abajo. ¿No trajiste pijama?—me preguntó. No –le mentí. ¿Oye, cuánto mides? –me preguntó. Le respondí que no sabía. Salió de la cama y fue hasta el baño. Me dijo que fuera. Me mostró una cinta de medir que estaba pegada detrás de la puerta. Ponte ahí –me dijo y sosteniendo mi frente contra la puerta me dijo “un metro sesenta y cinco”. A ver tú –lo invité. Se puso en la misma posición, tomé un cepillo de dientes y lo sostuve en la marca porque yo no alcanzaba a verla. Se quitó y medimos un metro ochenta y dos. Eres un enano –me dijo riéndose burlesco. Demás que te alcanzo en dos años más –le dije. Lorenzo volvió a la cama. Me pidió que le llevara una regla que tenía en su escritorio. Se la pasé. Acuéstate no más –me dijo. Metió la regla debajo de las tapas y la sacó. Me dijo “mi pico mide catorce centímetros, toma y mídete el tuyo a ver”. Tomé la regla y marqué con un dedo dónde llegaba la punta de mi pene. Miré el número y le dije “ocho”. Soltó una carcajada. Le dije “ya para de huevearme huevón, tú eres cinco años mayor que yo, cuando tenga tu edad voy a tenerlo más grande que tú”. Sí claro, y eso que no me lo hai visto parado huevón –me respondió riéndose, se dio vuelta y apagó la luz. Me volteé hacia la ventana y me quedé dormido.
Desperté con un portazo. Mi primo había entrado al baño. Escuché sus pedos. Me estiré y me di cuenta que mi pene estaba erecto. Otra vez. Qué molesta sensación. No sabía qué hacer con él. Levanté las sábanas. Lo miré, lo apreté, no se bajaba. Decidí ponerme un short por si salía mi primo. Demasiado tarde. Mi primo salió del baño de nuevo en pelota. Me senté en la cama. Oye huevón, me voy a duchar y voy a bajar a la playa ¿querí ir? –me preguntó, le agradecí pero rechacé la oferta. Me fijé en su pene. Esta vez el glande estaba oculto. No entendí por qué hacía eso, yo sacaba el glande sólo al lavármelo. Cuando Lorenzo se fue, salí de la cama y me metí a la ducha. Al salir, me sequé bien, tomé mi pene y me eché el cuerito para atrás. Como siempre, se me corrió para adelante solo, volví a hacerlo y lo mantuve así con los dedos. Me miré en el espejo. Me sentí ridículo así que dejé de hacerlo.
En la tarde yo estaba en la piscina cuando llegó mi primo y de un salto se unió. Al rato subimos a su pieza a jugar Play. La mamá de Lorenzo nos avisó que “los grandes” irían a pasear y de ahí se pasarían al casino. Estuvimos jugando un par de horas hasta que bajamos a la cocina a calentar pizza. Mi primo dijo “me meo” y se empinó un poco en el lavaplatos y se puso a mear. Me reí y le dije “huevón cerdo”, él se rió y me dijo siempre hago esta huevada cuando no están mis viejos. Se sacudió su tremenda verga y se la guardó. Es liberante mear en esta huevada huevón, debería hacerlo algún día –me aconsejó. Sacó un par de cervezas, comimos y subimos. Tomábamos cerveza, jugábamos Play y mi primo fumaba cigarrillos. Me preguntó si yo fumaba. Le dije que no. Me preguntó si ya me pajeaba. Fui sincero –gracias a las cervezas supongo– y le dije “¿sabí qué? he escuchado esa mierda varias veces y no sé qué chucha es”. Mi primo se rió. Me dijo “es masturbarse po primito”, y qué es masturbarse –le pregunté. Puta el huevón perdido, ven pa’cá, te voy a dar la lección de las lecciones –me dijo acercándose a su computador. El se sentó y yo me quedé de pie a su lado. Empezó a poner unas fotos de chicas desnudas. Se me empezó a poner duro. Crucé las piernas. Mi primo giró hacia mi paquete y me dijo “ok, ya se te para al menos, a mí también” y se agarró el bulto del short. Ahora bájate el short e imítame. Puso un vídeo porno, se bajó el short y su verga gigante saltó como un resorte. Le tocaba el estómago. Mi primo agarró su pene y empezó a frotarlo como limpiando un rifle. Mi corazón se puso a latir a mil. Mi primo veía el video y seguía en lo suyo. De pronto me miró y me dijo “pero huevón, haz lo mismo, esto es pajearse o correrse la paja o masturbarse o como quería decirle, vai a ver lo bacán que se siente” y diciendo esto me bajó el short. Una gota de líquido transparente salió de la punta de mi pico. La recogí con un dedo y me la limpié en la pierna. No huevón, no seas gil –me dijo– esa gota la esparces por la callampa y la usai como lubricante, así –mi primo subió el cuero de su pico lentamente y apretando fuerte y al bajarlo salió una larga gota transparente. La cogió con el dedo índice y la esparció por toda la cabeza. Mientras lo hacía me decía “así ¿ves?” y yo veía y sentí que otra gota salía así que eché el cuero para atrás y lo imité. Empecé el sube y baja más rápido. Comencé a sentir una rica sensación, como eléctrica. Mi primo revisó mi técnica y me dijo “tení que ir tapando y destapando la callampa, hasta atrás ¿o te duele?” Un poco –le dije, échale saliva –me dijo, y eso hice. Con el tiempo el cuero se te va a ir soltando –agregó. La electricidad en mi cuerpo aumentaba, la película estaba cada vez más caliente y mi primo se la estaba cascando a toda máquina diciendo garabatos y respirando fuerte. Sentí temblar mis piernas y dije “¡conchetumadre!” y de mi pico saltó un chorro de algo blanco y espeso. Cayó en la pierna de mi primo. Mi primo se impresionó un poco, aceleró sus movimientos, cerró los ojos, se apoyó hacía atrás en la silla y saltaron no uno sino varios chorros de lo mismo sobre su estómago. Exhaló fuerte, yo me sentí débil. En un gesto de complicidad mi primo estrechó su mano toda mojada con la mía y me dijo “esto es semen primito, es lo que sale de tu pico cuando estai en el placer máximo. También le dicen leche o moco. Bienvenido al club de los pajeros” dijo sonriendo algo exhausto. Sonreí. Fuimos a ducharnos. En la ducha me explicó la importancia del aseo personal y más cosas del sexo y del embarazo y de los condones. Nos revisamos los penes con atención mientras nos jabonábamos.
Después de eso, bajamos a comer algo y subimos a ver una película. Nos quedamos dormidos. Desperté y mi primo tenía sus brazos alrededor mío, estábamos acostados de lado. Me quedé dormido nuevamente.