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La iniciación de Vienna

Recordé con detalle el día de mi graduación de la universidad, caminaba feliz con destino a casa. Al voltear la esquina de la calle, topé con el tipo justo en el momento que disparaba su arma contra la dama. Me quedé petrificado. El tipo puso la pistola en mis manos y huyó corriendo. Los testigos que llegaron en segundos, me identificaron como el asesino. Fui condenado a cadena perpetua. Habían pasado quince años, cuando ese sábado en la madrugada, junto con otros reos me cambiarían a una cárcel de alta seguridad. Fuimos encadenados en parejas y colocados en el interior del vehículo. Compartí mi cadena con Manny, un alto y fuerte negro brasileño. El vehículo se puso en movimiento, en minutos las luces de la ciudad iluminaban tenuemente el interior del vehículo, yo me dormí. Una explosión me despertó y dejó aturdido. El ruido de armas de fuego me hizo reaccionar. Estaba dentro del vehículo en llamas. Otra explosión abrió la puerta trasera del vehículo. Un grupo de enmascarados entró, cortaron las cadenas de dos reos y desaparecieron con ellos. Yo quise huir de ahí corriendo, la cadena que me unía al negro me detuvo en seco. Él estaba desmayado. –Manny! Manny – traté de hacerlo reaccionar. Parecía muerto, su fuerte lamento me hizo saber que no era así.
– ¡Levántate! ¡Despierta! ¡Nos pueden matar!- Los disparos eran ya escasos.
– ¿Qué se pasa?- preguntó Manny.
– ¡Corre! ¡Corre!
Por fortuna Manny reaccionó, corrimos con dificultad por nuestros tobillos encadenados. Sin parar llegamos a un puente. De ahí brincamos a la caja de un camión de carga. Después de recuperar el aliento, Manny preguntó con su acento portugués:
-¿Qué istamos a fazer?
- No se – le respondí- tal vez debemos regresar y entregarnos.
–¡Voce ista maluco! ¿Voltar? ¡So morto! – habló molesto.
Él se declaraba inocente, como todos en la prisión, era obvio que escapar era buena opción. ¿Pero yo? ¿Qué debería de hacer? Por el momento tenía que seguir a Manny, hasta romper la cadena. Nos recostamos sobre los desechos del camión. Después Manny rió como loco, festejando su buena suerte. Horas después el camión se detuvo. Ya había decidido yo, escapar también. Sonó el claxon, en seguida escuchamos el ruido de grandes puertas eléctricas abriéndose. Nos hicimos señas para guardar silencio. El chofer procedió a estacionar el camión.
– ¡Hola Joselito!
– ¡Que tal don Rene¡ ¿Todo bien? Creí que llegarías mañana. ¿Vas a vaciar el camión?
– No, lo haré el lunes, ya estoy cansado, quiero llegar a casa pronto. ¿Todo bien aquí?
– Todo bien, únicamente vinieron la gerente, el contador y una secretaria. El contador ya se fue. Las otras personas no tardaran en irse.
Sin querer, supimos que pronto quedaría el portero solo. Esperamos largo rato. El zumbido de maquinas trabajando y otros ruidos lejanos era lo único que se escuchaba. Hablamos en voz baja:
- Eu estoi a sair- dijo el negro en voz baja.
- Espera…….. esperate….. vamos a ver donde estamos.
Se trataba de un pequeño complejo industrial, estábamos dentro del garaje, se podían ver otros camiones y un edificio que seguramente eran las oficinas. De ahí vimos salir a una mujer, quien le gritó al portero.
- Señor Joselito! ¿Puede ir a comprar un frasco de café?
- ¡Dígame señorita!
Identificamos al portero, anciano bajo de estatura y delgado. No sería difícil someterlo. El portero partió, no sabíamos que tiempo tendríamos disponible pero decidimos salir del camión. Señalé una puerta que tenía la palabra ‘taller’, ahí encontramos herramienta para cortar la cadena y los grilletes. Acordamos esperar a que se fueran todos y buscar como salir de ahí. Más tarde oímos pisadas, caminaban muy aprisa. Nos escondimos.
- ¡Son unos ineptos! – gritó una mujer - ¡Como es posible que no esté la factura. Y el idiota del contador, se fue sin revisar el camión. Revisa el camión.
- Aquí está – dijo la secretaria.
- Ya puedes largarte – volvió a gritar quien identificamos como la gerente.
Regresaron a la oficina. Después escuchamos a la secretaria despedirse del portero. Más tarde, un movimiento involuntario de Manny hizo caer una lámina de metal en el taller. Sin duda que el portero vendría a ver de qué se trataba. Nos escondimos detrás de la puerta. En cuanto entró, Manny lo abrazó por detrás con un brazo y le cubrió la boca con la mano libre. – ¡Si gritas te mueres! – le dije al portero. Amarré sus pies y manos, tapando su boca con cinta plástica que tomamos del mismo taller. - Quédate con él – le dije al negro - déjame echar un vistazo. Quité mis ropas de la prisión y me puse el único overol de mecánico del taller. Con la cinta plástica conmigo, me introduje en silencio a las oficinas. Todo estaba quieto, por las luces encendidas supe en que oficina se encontraba la gerente. Me asomé por las persianas y pude ver su figura por detrás, estaba de pie, hablando por teléfono. Me fijé en sus detalles: era una rubia, su largo pelo lacio llegaba a la cintura. Vestía un traje de falda y saco ejecutivo color plomo. La falda corta dejaba ver sus piernas muy bien formadas sosteniendo una cadera fenomenal. La blanca piel de sus piernas estaba cubierta por medias transparentes. Las zapatillas de tacones la hacían ver muy alta. Dio la vuelta y pude mirar su rostro. Su edad sería cercana a los cuarenta años, hermosa, de ojos claros y nariz recta. Los labios de color rojo encendido sobresalían en su hermoso rostro. Los lentes de lectura en su nariz, no impedían apreciar que realmente era hermosa. Su rostro me recordó a Vienna una compañera de la universidad. Vienna era una chica más o menos de la estatura de la gerente, del mismo color de piel y cabello, ligeramente más delgada. Fue una estudiante brillante, hermosa, muy rígida y aplicada a sus estudios. Muy asediada por los compañeros y quien, se comentaba entre los estudiantes, debería ser frígida o lesbiana, porque nunca se le conoció novio. Ella era descendiente de españoles, era la clásica chica española, excepto por lo sexualmente calientes que son las españolitas. Los ademanes de la gerente me recordaron más a Vienna, la forma de acomodarse el brassier, jalándolo por debajo de la teta, era algo muy peculiar de ella. Ver que la gerente se acomodó el brassier igual que Vienna, me pareció mucha coincidencia. Bueno, tenía muchos años que no veía a Vienna y pudiera ser solo imaginación. Puso el puño de su mano en la cintura, emparejando sus pies y piernas, haciendo que su trasero se notara paradito. Era otra característica de Vienna. Empecé a creer que se trataba de ella. Discutía con quien hablaba por teléfono, los gestos de enojo e irritación eran similares a los de Vienna. No había duda era ella. Se notaba que ella tenía buena vida, gerente de una empresa, con oficina lujosa y el trato que dio a la secretaria demostraban que seguía siendo una mujer dueña de la situación. Vienna no has cambiado, pensé. ¿Qué diría si me viera en esta situación? No podía detenerme a discernir. La realidad y deseo de escapatoria me trajo a la realidad. Mis ojos se fijaron en unas tijeras. En cuanto colgó el auricular me acerqué por detrás y poniéndole las tijeras en el cuello le dije:
- ¡Si gritas te mueres! – quedó inmóvil y pálida - Coloca las manos detrás de ti.
- Por favor no me haga nada – habló.
- Obedece y no te pasará nada.
Puse más presión en las tijeras sobre el lado romo, cuidando de no lastimarle. Ella obedeció, puso sus manos atrás en la espalda, procedí a poner cinta plástica alrededor de las muñecas. La voltié, sí era ella, ahora con más edad, la vi más frondosa, más mujer. Tal vez era el tiempo de no tener tan cerca de una mujer, no, no era eso, ella es realmente hermosa. Acomodó su largo cabello con el movimiento de su cabeza y me miró retadora.
– No sabes con quien te estas metiendo – me dijo con su tono autoritario.
– ¡Me vale madre! – le hablé fuerte – Puede que te mate y no podrás hacer nada.
Desde luego que yo sería incapaz de herir o siquiera ofender a tan bella mujer, pero debía demostrar firmeza, si es que quería librarme de la prisión. Evidentemente ella no me reconoció. Los años en la cárcel habían hecho efecto en mi físico. Con el cabello largo y descuidado, la barba crecida, los kilos perdidos y el envejecimiento que produce la soledad me habían hecho un hombre física, y quizá mentalmente diferente.
– ¿Qué es lo que quiere? – me preguntó con gesto de preocupación.
– Solo que cooperes y no te pasara nada.
– Haré lo que diga, pero por favor no me lastime – dijo casi llorando.
– Pues cállese, no haga ningún ruido o la mato – intenté ponerle cinta en la boca.
– No señor, por favor, me quedaré en silencio – me imploró – se lo juro.
No que no rugías león, pensé. Le ordené hincarse para poner cinta plástica en sus tobillos, procedí a hacerlo. Al terminar, pensé en dejarla sobre la alfombra, así me podría mover en la oficina con la seguridad de que ella no iría a ningún lado.
- Agachese – le ordené.
Me coloqué detrás de ella. Vienna puso su cabeza sobre la alfombra. Al hacerlo su falda subió mostrando sus blancos muslos y el encaje elástico de sus medias. Mi miembro reaccionó a la misma velocidad que mis ojos recorrieron sus piernas hasta casi el inicio de su panty. Sentí mi cabeza caliente, no pensé ni escuché nada, únicamente observaba esas hermosas ancas.
- ¿Así señor? ¿Así? – me preguntó ella con insistencia.
- Sí, quédate así, quietecita.
Me hinqué también y agaché mi cabeza sobre la alfombra para ver lo había debajo de la falda de Vienna. Sus blancas y suaves nalgas quedaron a mi vista, su sexo cubierto solo por un minúsculo pedazo de tela se veía increíble. Unas hendiduras, las líneas de su vulva y labios vaginales, se marcaron en su panty. Me llegó con más fuerza ese calor a mi cerebro. A punto estuve de irme sobre ella y poseerla violentamente. No, pensé, a una mujer así de bella, no se puede tratar de esta manera. Muchas cosas pasaron por mi mente. Era una lucha entre lo moral y correcto contra la naturaleza reprimida de años de no tener una mujer en mis manos. Ganó mi deseo carnal. Cerré mis ojos, respiré profundo, tratando de reflexionar lo siguiente: si un sediento en el desierto, encontrara una lata de coca cola fría y la tomara de un solo sorbo, en diez segundos digamos, lo disfrutaría menos si la tomara lentamente, en veinte o treinta tragos, en media hora. Sí, sí definitivamente, había encontrado mi coca cola en el desierto. Abrí mis ojos, mis sentidos todos se aguzaron. Mis ojos veían la delgada cintura de Vienna hincada con las manos amarradas en su espalda, sus anchas caderas en una pose por de más sugerente y tan indefensa. El largo pelo caía sobre su cabeza cubriendo su rostro. Me acerqué un poco a ella, el aroma de su exquisito perfume llegó a mi nariz. Ella no se movió, comprendió que yo la tenía en mis manos. Seguí mi olfato, me llevó a su delgado cuello. Ella se notaba muy temerosa, sabía que un paso en falso de ella podría terminar con su vida. Jamás se imaginó que un ‘por favor’ más y la hubiese dejado ir. Recorrí con mi nariz su cuello, su pelo, su espalda. Me sumí en un estado de apreciar su hermoso olor, que diferente era no tener el pestilente ambiente de la prisión. Seguí oliendo hacia abajo, a sus muslos, el delicado aroma de su jabón inundó mi olfato.
- ¿Qué me va a hacer señor? – dijo en un tono de voz asustado.
- Nada, tu mantente quieta y en silencio.
- Sí señor, lo que diga.
Inicie a oler sus delicados pies, retiré las zapatillas. Subí por sus piernas, muslos aspirando el perfume de su cuerpo. Así llegué a donde ya se imaginaran. Su sexo cubierto por una delgada y fina tela. Levante su falda y pegué mi nariz a su sexo, aspiré profundo. ¡Wow! ¡Que olor tan divino! Era como el primer trago a la coca cola helada, delicioso, refrescante, bonito, una recompensa a tantos años de abandono y castigo inmerecido. Seguí aspirando, la punta de mi nariz se encontraba por encima del ano de Vienna, rico, riquísimo olor percibía mi olfato, me llegó el inconfundible olor del sexo femenino, ese olor nunca lo pude olvidar. Muchas noches soñé con el olor del sexo de Ana, mi novia. Ahora parecía que Vienna hacia realidad mi sueño. Noté una pequeña mancha húmeda en la panty, acerqué mi nariz para oler la manchita, no había duda que de ahí se desprendía ese excitante olor.
- Respéteme señor, soy una mujer casada. Por favor respéteme – me dijo Vienna, aunque noté su tono un poco extraño.
- Por supuesto- le respondí- estoy oliendo tu sexo con mucho respeto.
Cuando terminé de decir esto, la mancha húmeda creció demasiado. Parece que le gustó, pensé. Me moví hacia su cuerpo, despejé el cabello de su rostro. Ella estaba con sus ojos cerrados, respirando profundamente. Acerqué mi boca a su oido, muy suavemente le dije: -¿Sabes que tienes un sexo que huele delicioso?- Su reacción fue un movimiento leve, que hizo levantar un poco más su cola. - ¿Te gustaría que yo probara con mi lengua tu sexo? – Vienna tuvo la misma reacción. ¿Sabes que deseo una mujer con locura? – Vienna dio una respiración profunda. Regresé a su trasero, la mancha se había extendido a toda la parte central de la panty. Sentí dolor en mi palo erecto y en mis huevos, estaban tan llenos, hacia mucho tiempo que no los descargaba en una mujer. Aspiré sobre la mancha, lentamente pasé mi lengua sobre ella para probar su sabor.
- ¡Ay! Señor ¿Qué me hace? – su tono sonó completamente diferente, sometida a mi voluntad.
- ¿Te gusta? – le pregunté.
- ¿Qué me hace? ¡Por favor dígame qué me hace! – insistía en saber.
- Te huelo tu sexo y pruebo tus jugos ¡eso es lo que te hago! – le aclaré.
Su panty estaba empapada, en parte por mi saliva, pero sobretodo por la cantidad de líquidos que fluían de su vagina. Con cuidado, bajé su panty hasta las rodillas para verle su sexo. ¡Que cosa más hermosa tenía frente a mí! Los rubios vellos de su sexo, se arremolinaban arriba de su clítoris, unos largos vellos abundantes se extendían sobre sus labios vaginales y luego se hacían más cortos y finos hasta terminar por detrás de su cerrado ano. Si los años de castigo habían sido para recibir este premio, el castigo era nada comparado al premio. Con mis manos separé los labios vaginales de Vienna, para ver su vagina roja y brillante, el rico olor de su sexo era abundante, sumí mi nariz dentro de su vagina, la saqué escurriendo sus jugos. Estiré mi lengua hacia arriba para probarlos, eran deliciosos. Inmediatamente introduje mi lengua en su vagina, lamiendo y bebiendo los líquidos de Vienna. Su vagina producía jugos en cantidades que me permitían beberlos a pequeños sorbos, que sabrosos jugos. Con mis manos separé por completo las nalgas de ella, para meter aun más mi lengua. ¡Que ricura! ¡Que delicioso sabor tenía el sexo de Vienna! El gemido de Vienna llamó mi atención. – Aaaahhhhhhh! – ¡Se estaba viniendo! Le mamé su sexo con más ímpetu. Las exclamaciones de Vienna aumentaron. Aaaahhhhhhh! Aaaahhhhhhh! No solo chupé su vagina, busqué con mi lengua su clítoris, lo identifiqué fácilmente porque se sentía erecto y duro. Con mi lengua separé los vellos a su rededor, puse mis labios en forma de pico y me puse a mamarle el clítoris con enjundia. Los gemidos se Vienna se hicieron más intensos, acompañados de contorsiones de su cadera, su cabeza seguía descansando en la alfombra. Ella habló nuevamente:
-¿Pero qué me hace señor? Me siento muy rara ¡no pare por favor sígale! ¡Sígale!- No podía creer que Vienna, esa hermosa mujer me estuviera rogando para seguirle mamando su sexo. Quise meterle mi verga, que a esas alturas, ya me dolía mucho por tenerla tan parada. ¡Esperate animal! Me dije a mi mismo, disfruta tu coca cola, si vuelves a prisión, jamás volverás a tenerla. Volví a lengüetear su clítoris, después todo el contorno de sus labios vaginales. Vienna seguía gimiendo y viniéndose. Mordí cuidadosamente sus labios vaginales y los jalé suavemente. De lado a su vagina, moví mi lengua rapidísimo. Volví a lamer todos los líquidos que salían de su vagina. Así llegué a su ano. Mi lengua lo recorrió saboreándolo y sintiendo la textura de sus estrías anales. Era tan cerrado que sin duda lo tenía virgen. Vienna jadeaba gozando de mi lengua. Movía su cadera haciendo lentos círculos, Mis huevos me dolieron. Era tiempo de meterle la verga. Me quité el overol, estaba de pie detrás de ella, abrí mis piernas a los lados de sus muslos. Mi verga estaba crecida como nunca y se balanceaba alegre, parecía saber que le esperaba un festín. Apunte a su sexo, como el matador al toro su espada, mi verga se movió como la espada del matador para hundirse en el lomo. ¡Detente idiota! ¡Detente! Disfrútala, disfrútala más. Me dije en mis adentros. No la penetré, solo puse el dorso de mi verga sobre su mojado sexo, subiendo y bajando mi cadera. Mi verga presionaba el sexo y a la vez se masturbaba con los mojados vellos de la vulva de Vienna. ¡Que acertada decisión! La sensación era increíble, los labios vaginales de Vienna parecían abrirse para abrazar mi verga y masturbarla. ¡Que rico! ¡De verdad que rico! Así estuve, lento sin prisa, a veces la cabeza de mi verga parecía abrirse paso entre los labios y buscar el orificio vaginal de Vienna para penetrarlo, pero en cuanto intentaba meterse, yo levantaba mi cadera impidiéndoselo. Vienna tenía gemidos cortos y suaves, después comenzó a mover lentamente su cadera, coordinando el roce de mi verga con su clítoris y los sitios donde le producían mayor placer. Cuando Vienna sentía la cabeza cerca de su vagina, era cuando sus labios vaginales se abrían haciendo espacio para que se metiera.
– ¡Métala por favor! – me sorprendió la voz de Vienna - ¡Por favor métala!
– ¿Te gusta? – pregunté.
– Sí, mucho, métala por favor. ¡No me haga sufrir!
Eso me sonó a invitación para hacerla rogar pidiéndome que la cogiera. Ella continúo pidiendo ser penetrada. -¡Por favor métala! ¡Se lo suplico!- Jamás pasó por mi mente tener a una mujer rogándome por sentir mi verga adentro. Puse mis manos sobre su cintura para mejor apoyo y continué restregando mi verga contra su sexo más fuerte y más rápido. - ¡Métala por favor! ¡No me haga sufrir! Aaaahhhhhhh Se desencadenó otro orgasmo en Vienna. ¡Así, así, más rápido! Ella seguía viniéndose. Acerqué mi cara a su cuello, oliendo su perfume, seguí moviendo mi cadera. No se en que momento, quizá de forma natural, pero cuando escuché que los alaridos de Vienna se hicieron más prolongados, me di cuenta que ya la había penetrado. ¡Que rico! Me incorporé, puse mis manos en mi cintura y me dediqué a ver como entraba toda mi verga en su sexo. ¡Que sensación tan chingona! Su vagina tenía unos espasmos tan fuertes que parecía tener una mano dentro apretando mi verga. Sus labios vaginales estaban inflamados y completamente abiertos, se movían al ritmo de la entrada y salida de mi verga. Estos minutos de placer que me daba la vida me hicieron olvidar tantos años de sufrimiento. Cerré mis ojos concentrándome en disfrutar la presión de la vagina de Vienna sobre mi verga. Así estuve hasta que el dolor de mis testículos me indicó que mi leche estaba por salir. Mi eyaculación llegó de forma brutal, inundé de espermas la vagina de Vienna, ella tuvo otro orgasmo en cuanto sintió mi venida, entre palabras poco entendibles por el orgasmo que tenía, me pareció entender que pidió echarle todo dentro. Obediente, no retiré mi verga para nada. Su vagina siguió contrayéndose hasta que exprimió mi verga. Saqué mi rabo todavía erecto de su sexo, seguía caliente, por instinto o mejor dicho hábito, lo masturbé, la sensación de otra eyaculación se hizo presente, no pude contener mi mano y aumenté la velocidad, otros chisguetes de esperma salieron para estrellarse en la vulva y ano de Vienna, seguí masturbándome hasta que terminé por completo.
– ¡Señor, sígale! – habló aun excitada – no deje así mi concha y mi culo calientes.
– ¿Quieres más perra?
– Sí por favor, ¡máteme de placer! – oírla así me encabrito nuevamente.
– Espera que se recupere mi falo y veras que cogidota te vuelvo a dar.
– ¡Dese prisa! ¡Desáteme y yo le ayudo! – hablaba con ansias y evidentemente excitada.
¡Desáteme! ¿Eh? Podía ser una treta para escapar. Pensé en que hacer: si se la doy en la boca puede morderme, no eso no, ya se. Puse mi verga en sus manos amarradas sobre su espalda, diciéndole: - ¡Revívela! Ella con cuidado la comenzó a acariciar con sus delicados dedos y largas uñas. La recorrió toda desde los huevos hasta la cabeza. Centró su tacto sobre la cabeza de mi verga.
- ¡Que grandota! – dijo ella – con razón sentía que me matabas.
- ¿Te parece grande? – le pregunté.
- Sí, muy grande – me respondió, sin dejar de acariciarla – es mucho más grande que la de mi esposo.
- ¿Qué tanto más grande?
- Lo doble y mucho más gruesa – escuchar esto hizo recuperarme rápidamente.
- ¡Ya esta! - estaba completamente parada - ¿Quieres verla?
- Sí, me encantaría – respondió enseguida.
Con cuidado levante su cabeza tomándola de los hombros y le puse mi verga cerca de su cara. -¡Que grandota! – dijo ella abriendo su boca para que se la metiera. No es buena idea, pensé, me puede chingar. Solo se la di a desear, le di vergazos en sus mejillas y ella movía su boca queriendo atraparla. -¡Déjame besarla, por favor!- me suplicaba. Ni madres, en la cárcel se aprende a no confiar en nadie. Lo cierto era que ya tenía ganas de descargarla nuevamente.
- ¿Quieres más verga, verdad? – le dije en tono insinuante.
- ¡Sí! ¡Por favor! - su tono realmente indicaba necesidad de verga.
- ¿Acaso tu esposo no te da suficiente?
- No, termina luego luego y me deja caliente, nunca había sentido lo que me haces.
Saber que había despertado ese deseo sexual en Vienna otra vez llenó mi cerebro de calor, me transformo en un animal. No pensé, ya no podía hacerlo. Me fui detrás de ella y de un solo golpe le metí toda mi verga en su concha. Repetí las metidas con fuerza y sin piedad. Vienna gritaba: - ¡Así, así! ¡Mátame con tu vergota! Siguió gritando hasta que llegó su orgasmo. Vi que su ano se abría ligeramente mientras ella tenía su orgasmo y sentí unas ganas inmensas de hacerlo mío. Tenía un líquido viscoso sobre él, eran los espermas licuados que le tiré. Los distribuí sobre el ano con un dedo e intente meterlo. Vienna inmediatamente protestó: ¡No, por ahí no, por favor! ¡Nunca me lo han hecho por ahí! Eso ya lo sabía, dije en mis adentros, es ahora o nunca. Puse la cabeza de mi falo en su ano y se la empuje con fuerza. Vienna gritó con dolor. La saqué y volví a meter con fuerza varias veces. Ella gritó en cada metida: ¡Eres un cerdo! ¡Eres un animal! ¡Bastardo! ¡Cerdo! ¡Ay! ¡Ay! ¡Me matas! ¡meee maaatttaass! ¡Uyyyyy!!! ¡Uuuuuyyy! ¡Sigue matándome! ¡No pares! Sus gritos de dolor se tornaron placenteros. Debía estar sintiendo lo mismo que yo. ¡Que rico me sabía cogerle el culo! La puerta se abrió violentamente:
- ¡Nao la mates estupido de merda! - era Manny, creía que la estaba asesinando realmente.
No dije nada, no podía hablar, seguía cogiéndola con ganas, Vienna voltió su cabeza para ver al negro, no se inmutó, siguió gimiendo y gozando.
- ¡Que bonita loira (rubia)! – dijo Manny quitándose la ropa.
Quedó desnudo en segundos, con una verga parada descomunal, si la mía era grande, según Vienna, que diría cuando viera la de Manny. El negro se hincó junto a ella, levantó la cabeza de Vienna tomándola del cabello y le puso la verga en la cara. Ella abrió sus ojos enormes, sorprendida por tener ese animalazo enfrente. ¡Que gigante! Alcanzó a decir. En cuanto vio la vergota pegada a su cara, la empezó a besar con ganas. - ¡Suéltame las manos! – pidió desesperada. ¿Qué podía hacer sola contra dos hombres? Además sus piernas seguían amarradas de los tobillos, pensé. Corté la cinta de sus manos con las tijeras. Inmediatamente las dirigió al palote de Manny. Agarró la verga con las dos manos, masturbándola, primero despacio, aumento la velocidad en la medida que sus manos la recorrían toda. Los ojos del negro se veían en blanco. - ¡Mámala! – le ordené. Vale que no iba a obedecer, de inmediato la metió a su boca. Vienna coordinó los movimientos de su culo y su boca. No hacia ningún ruido, solo se escuchaba el chacoteo de las dos vergas penetrando su boca y nalgas. Así estuvimos un rato hasta que Manny habló: ¡Eu vou-la fusilar! ¡Eu vou-la fusilar! - inmediatamente me quité de ahí. Había visto a Manny fusilar a muchos prisioneros. Vienna se incorporó, quedó hincada. ¿Qué me va a hacer? – preguntó aterrada. ¡No te muevas! ¡Quédate ahí, no te muevas! – le dije tratando de ayudarla. El negro se paró al fondo de la oficina, como a tres metros de distancia, masturbando su verga muy rápido gritó: ¡Apuntar! ¡Fogoooo! Los espermas del negro salieron como disparados por un cañón. Los primeros cayeron en la frente de Vienna, después en su pecho. El negro aumento la velocidad de su mano, los siguientes cayeron en su rostro, muchos pasaban a un lado estrellándose en las ventanas. ¡No te muevas!- le grité a Vienna. Había visto al negro casi matar a golpes a quienes evadían su ‘fusilamiento’, era un castigo practicado en la prisión. Evidentemente este no sería el caso, la cara de terror de Vienna había dado paso a una de asombro. El negro terminó aparentemente, caminó hacia ella, le puso la verga en la cara a Vienna, ella la tomó con una mano, metió la cabeza en su boca succionando con entusiasmo, tragaba gustosa los espermas del negro, unos hilos de semen escurrieron por sus comisuras labiales. La cara de Vienna era la expresión pura del placer. La verga de Manny continuaba erecta, sin decir nada, se agachó para romper con sus grandes manos la cinta plástica de los tobillos. Se sentó en el sillón ejecutivo de la oficina y enseñando su palote parado a Vienna la invitó a sentarse en él. Ella se levantó, su panty cayó a sus pies, subió levemente un pie para deshacerse de su panty. Caminó tres pasos como autómata, levantó su falda mientras se subía a la verga de Manny. Lo abrazó pegando la cara del negro a su pecho, mientras descendía clavándose la verga en su concha. ¡Aaahhhyyyyy! Gritó Vienna conforme el palo la fue penetrando, ¡Aaahhhyyyyy que vergota! ¡Aaahhhyyyyy! Dejó de gritar hasta que la tuvo toda adentro. Se impulsó para sacar la verga de su vagina y dejar caer sus nalgas para meterla nuevamente. Repitió este movimiento un gran número de veces. Los gritos se sucedieron uno a otro, cada vez con menos muestra de dolor hasta que se volvieron jadeos placenteros. Así, coge y coge, ella puso sus manos sobre sus nalgas y las abría, sintiendo con su mano como entraba y salía la vergota del negro. Yo me quedé mudo, viendo como los labios vaginales de Vienna, como una boca hambrienta, se comían ese platanote morado. Los movimientos de su ano, me hicieron reaccionar, se abría y cerraba, como la boquita de un pez. Sin más, me puse detrás de ella, colocando la punta de mi verga en su ano. No tuve que hacer nada más. Vienna, con sus movimientos, solita se clavó mi falo. - ¡Asim, asim, puta loira!- decía Manny haciendo ruidos que recordaban un gorila. ¡Cerdo bastardo! ¡Negro apestoso! ¡Cógeme! ¡Cógeme con tu vergota! – Gritaba Vienna. ¡Dale a mi culo! ¡Dale recio! – decía dirigiéndose a mi. No tardaron en aparecer los orgasmos de Vienna, saltaba con fuerza, metiéndose las dos vergas hasta adentro. Aaahhhyyyyy! Aaaaayyyhhhhhmmmm! Aahhhmmmmmjjjjj! Gritaba intensamente, eran gritos desgarradores de placer. Pensé en la posibilidad de que alguien la escuchara, me valió madres. Después de cogérmela no me importaba regresar a la cárcel. Ella siguió gimiendo, viniéndose y gozando sus orgasmos. Era obvio, según lo que me dijo de su esposo, que nunca en su vida la habían hecho sentir algo parecido. La comprendí, vaya que si yo sabía lo que es tener mal sexo durante años. También estaba recibiendo su premio a tanto tiempo de insatisfacción sexual.
- Eu vou-la fusilar! - ¡Eu vou-la fusilar! – gritó Manny otra vez.
- ¡A esta ya la fusilaste cabrón! ¡Mejor échaselos adentro! – se me ocurrió decirle.
Yo no quería sacar mi verga del culo de Vienna, también faltaba poco para venirme.
- Sí, sí, échamelos dentro, échamelos dentro por favor – me secundó Vienna.
Manny sobresalía por su verga grande y su inteligencia corta. Obedeció, las exclamaciones de Vienna cambiaron de tono e intensidad cuando sintió el manguerazo de semen del negro. Brincó con más entusiasmo, sobre nuestras vergas, me hizo terminar a mí también. ¡Que rico! ¡Que rico! ¡Llénenme cerdos! ¡Llénenme toda! – decía ella en alusión a nuestras eyaculaciones. Su culo apretó mi verga de forma sorprendente. El músculo de su ano se contrajo muy fuerte produciendo que mi verga tirara leche por largo tiempo. Mi verga salió hasta que estuvo completamente flácida, me dejé caer sobre otra silla. El rabo de Manny, por su tamaño parecía erecto, seguía dentro de la vagina de Vienna, cuando ella se retiró, su verga caída también, miró al suelo. ¡Que cogidota me dieron par de cerdos! – habló Vienna. Se sentó en el escritorio para reponer su respiración tan agitada. Ya repuesta, se dirigió a la caja fuerte, la abrió diciendo: – tomen lo que quieran y váyanse. Pensó que se trataba de un asalto. Manny sin pensarlo, tomó los fajos de billetes de la caja, se vistió tomando el overol que yo me quité y habló fuerte:
- ¡Dame as chaves duma viatura! – exigió con voz amenazadora.
- ¿Qué dijo? – preguntó Vienna.
- Quiere las llaves de un vehículo – le respondí.
Temblando Vienna se las entregó, diciéndole que eran de la camioneta roja. Manny me miró, dudando si su proceder era el correcto.
- ¡Adiós Manny!- le ayudé a decidir.
Me miró todavía dudando.
- No te he visto - le dije- ni tú me has visto, desde que los tipos enmascarados rompieron nuestra cadena en el asalto al camión ¿Vale?
- ¡Boa sorte¡ - dijo afirmando con su cabeza.
- ¡Buena suerte a ti también! – le respondí.
Desde su oficina Vienna oprimió el control automático de la puerta y esta se abrió para dar paso al vehículo en que se iba Manny. Nuevamente le deseé suerte al negro.

Miré a la pensativa Vienna, así quedamos un rato hasta que ella rompió el silencio.
- Te puedo dar mucho más dinero – me dijo en tono de negociadora.
- ¿Dónde esta? – pregunté de inmediato.
- No, no esta aquí. Esta en mi casa, pero….pero….
- Pero ¿Qué?..... Habla que no tengo tiempo – le exigí.
- Pero tendrás que ganártelo. Te garantizo el doble de lo que se llevó el negro y según lo ganes, te multiplicaré la cantidad.
- Explícate por favor, ¿A quién tengo que asesinar?
- No, no se trata de asesinar a alguien. Quiero que le muestres a mi marido como se hace feliz a una mujer.
- ¿Quéééééééééé?
- Sí, así como lo oyes. Enséñale al parco de mi marido como me debe coger. Después de lo sucedió hoy, ya no sería vida seguir la rutina de mi esposo.
- ¡Hecho! ¡Ya esta! Pero tengo que explicarte algo – necesitaba asegurar mi huida.

Le explique mi situación y la posibilidad de que la policía estuviera buscándome. Prometió ayudarme. Se puso su pantaleta, entró al baño de la oficina a limpiar su rostro y arreglarse un poco, salimos de la oficina. Fuimos con el velador, lo liberamos, ella le pidió discreción y le extendió un cheque por una buena cantidad de dinero. El portero no supo, lo que pasó dentro. Las oficinas estaban construidas con aislamiento al ruido de la maquinaria. Obviamente afuera tampoco se escuchaba lo que sucedía dentro.

Me subí a la parte trasera de su vehículo polarizado, rápidamente nos retiramos de ahí. En el trayecto a su casa le fui interrogando sobre su vida. Se había casado con Mauricio Castellanos, el hijo de un magnate de la industria farmacéutica. También me enteré que Vienna se casó por conveniencia con él. Ella calculó un buen futuro económico con su matrimonio. No se equivocó. Al parecer todo era perfecto en su matrimonio, excepto la intimidad. Yo le confesé que le conocía, se sorprendió realmente al saberlo, yo estaba irreconocible. Las cosas que le conté de la universidad y nombres de otros compañeros dieron veracidad a mis palabras. Ella recordó el incidente y de las protestas de los estudiantes exigiendo mi liberación, poco a poco los protestantes fueron menos, hasta que todos me olvidaron. Lloré mi desdicha, mi amarga vida encerrado tras las rejas por mucho tiempo. En fin, era hora de cobrarle algo al destino.

Llegamos a su enorme residencia, lujosa, con extensos jardines. Su esposo se reuniría con ella esa noche. Eran las cuatro de la tarde, todavía teníamos tiempo para preparar algo para la noche. Llamó a la servidumbre y les pidió retirarse. Vienna vino al coche y me llevó directo al comedor. Estaba lista una serie de platillos que se veían deliciosos todos. – Primero, lo primero – me dijo señalando la comida. Verduras, carne, vino, agua helada y limpia, fruta, etc. ¿Qué más podía pedir? Exacto, eso, una coca cola fría. Sí, sí lo hice, Vienna se extraño cuando la pedí, pero la trajo. Le expliqué, mi historia con la coca cola, el desierto y lo que había ocurrido en la mañana. Vienna rió muy fuerte, su hermoso rostro parecía el de una niña riendo por sus travesuras. Después de terminar la comida, me llevó al baño, donde la tina con espuma y agua caliente esperaba por mí. Vienna me pidió la talla de mi ropa y zapatos, en una hora una tienda comercial le llevó los trajes y ropa que pidió por teléfono. Rasuré mi barba, puse gel en mi pelo y lo peine, use loción en mi cuerpo y vestí las nuevas prendas. Ni yo mismo me reconocí. Nos sentamos en la sala a platicar el plan. Dijo que nunca había experimentado orgasmos como los de hoy. Identificó dos problemas en su marido: el conservadurismo y la eyaculación precoz. A pesar de costosos tratamientos, no habían encontrado un remedio eficaz para el segundo problema. La formalidad de las relaciones sexuales las habían intentado romper, pero predominaba la falta de erección después de la eyaculación.
- Yo no soy terapeuta sexual – le aclaré.
- Lo se, pero al menos, le darás otra cogida a tu putita ¿Verdad papito?
- ¿Enfrente de tu marido? – pregunté desconcertado.
- Sí, quiero que vea que soy capaz de tener orgasmos.
- ¿Acaso lo duda?
- El insiste en que la del problema soy yo.
En fin, yo estaba comprometido, por buena plata, a ayudar a Vienna. Le pregunté que le había excitado esta mañana. Ella reconoció al hecho de sentirse deseada. Lo único que se me ocurrió fue decirle que hiciéramos lo mismo. Es decir, estaríamos juntos su esposo y yo, ella nos provocaría hasta desearla con desesperación. Le pareció buen plan, y a mí, una buena forma de cumplir mi trato. Recordé que su ropa me pareció muy formal, dijo no tener otro tipo. Le pedí la guía telefónica y llamé a un sex shop pidiendo lencería, música y aditamentos que juzgue conveniente para la ocasión. Cuando llegó la ropa y Vienna la vio, se sorprendió:
- ¿Eso voy a usar?
- Sí, eso vas a vestir – le respondí – y te comportaras en forma descarada ¡Como la puta que llevas dentro!
Al escuchar mis palabras, Vienna cerró sus ojos y dijo: ¡Ojalá y no tarde Mauricio, porque ya siento mi concha mojada!

Mauricio llamó a la casa para avisar que llegaría en dos horas. Vienna le previno de mi presencia, diciendo ser una persona que les ayudaría. No dio más detalles. Ella fue a su recamara a prepararse. Yo me quedé dormido en el amplio sofá de la sala, hasta que los tosidos de Mauricio me despertaron.
- Buenas Noches – me saludó con la intención de despertarme.
- ¡Eeehhh! Buenas noches
- ¿Usted es….?
- ¡El doctor Horacio Prieto a sus órdenes! – obviamente mentí.
- ¿Y a que se debe el honor de su visita? – estaba muy intrigado.
- Buen verá… Vienna, quien es mi paciente,….Bueno, ella quiere…. Es decir, ella necesita…
- Podría ser concreto por favor.
- Okay. Vamos a probar una terapia que esperamos resuelva sus problemas de alcoba.
- Ella no me dijo que estaba viendo al doctor.
- ¡Ejem! Yo se lo recomendé, pues es parte del tratamiento.
- ¡Está bien! Intentemos una vez más. ¿Qué debo hacer?
- Todo lo que le digamos, obedecer todo sin protestar. ¿De acuerdo?
- Creo que no tengo otra opción ¿Verdad?
No, no la tenía. Me ofreció una copa en cuanto le dije que Vienna estaría con nosotros en unos momentos. Puse la música, era muy sensual, moderna, con predominio de sintetizador. Nos pusimos cómodos, conversando cosas banales. La música subió de volumen, apareció ante nosotros algo que parecía una visión.
- ¿Eres tu Vienna? – preguntó Mauricio asombrado.
Ella apareció con un vestido largo, de fina tela plateada transparenté, con apertura a los lados hasta la cintura. Vestía una zapatillas de tacones muy altos, plateadas también, las medias del mismo tono que el vestido, eras detenidas por un liguero pequeño. La diminuta tanga apenas cubría su concha. Se notaban sus pezones erectos, pues no tenía brassier. La vestimenta se completaba por largos guantes plateados y una mascara brillante con plumas de colores que ocultaban parcialmente su rostro. Solo por sus labios de color rojo intenso y sus dientes perfectos, se podía reconocer a Vienna. Ella había recogido su largo cabello, dejando su cuello descubierto. Su porte, ayudado en parte por las altas zapatillas, resaltaba sus senos y caderas. Mi verga se levantó inmediatamente. Parecía una modelo de revista. Caminó hacia nosotros con pasos pausados, candentes, contorneado levemente su curvilíneo cuerpo. ¡Que hermosa mujer! Moviéndose con gracia se dio la vuelta. La espalda estaba totalmente descubierta. La transparente tela permitía apreciar el fino talle de Vienna con el liguero sobre sus grandes nalgas, que parecían comerse el hilo dental de la tanga. Las zapatillas hacían ver sus muslos y piernas muy firmes. ¿Están listos? – preguntó ella.
Mauricio estaba mudo. Yo tragué saliva, parecía una mujer que solo en sueños la podría concebir. Al notar nuestra perplejidad, Vienna comenzó a danzar al ritmo de la música. Sus movimientos marcadamente sensuales eran acompañados por una mirada profunda y erótica de sus claros ojos. Su boca emitía pequeños besos dirigidos a nosotros.
- ¿Eres tu Vienna? – preguntó nuevamente Mauricio.
- Sí y No – le contestó- soy la parte de Vienna que no conocías.
- ¿De verdad eres tú? ¡No te reconozco! – seguía sin salir de su asombro.
- ¡Cállate imbecil! ¡Tú no puedes reconocer a una hembra de verdad!
- ¿De qué se trata esto? – preguntó evidentemente alterado.
- ¡Prometió obedecer! – tuve que intervenir- ¡Haga todo lo que Vienna indique!
- Pero….
- ¡Es por su bien! –le remarqué- ¡Así es el tratamiento!
- ¡Está bien! – dijo aceptando – haré lo que me digan.
- ¡Desnúdense! – gritó Vienna.
Procedimos a obedecer. Mi palo se empezaba a poner durísimo, no pude evitar echar un ojo a la verga de Mauricio. Noté que era más chica que la mía, pero no tanto como Vienna lo dijo. Lo cierto es que estaba más caída que un trapo mojado. Al terminar, Vienna ordenó que le amarrase pies y manos a Mauricio, usando su corbata y cinturón, con las manos detrás la espalda tal como ella estuvo sujetada. Mauricio quedó sentado en el sillón, hizo el intento de levantarse, al darse cuenta que podía caer, desistió y se quedó quieto. Después ella hizo lo mismo conmigo. Me sentó junto a Mauricio.
- ¿Qué vas a hacer Vienna? – dijo Mauricio con tono de preocupación.
- Mostrarte que soy capaz de parar una verga – le contestó – observa con atención.
Comenzó a bailar muy eróticamente frente a mí. Acariciando sus pechos y chupando suavemente uno de sus dedos. ¡Puta madre! Mi verga se levantó como cobra escuchando música de una flauta.
- Mira! – Dirigiéndose a su esposo - ¡Mira como va creciendo!
Mauricio veía son asombro como se estaba parando mi verga. Vienna siguió bailando, estiró sus manos y sin tocar mí verga, las colocó alrededor de mi palo haciendo movimientos como si la estuviera masturbando. Vienna hábilmente evitaba tocar mi verga. ¡Puta madre nada más de tener las manos de tan hermosa mujer cerca de mi verga, la hicieron crecer a lo máximo.
- ¡Ve nada más Mauricio, que vergota! – le llamaba la atención.
Mauricio se negaba a ver a su bella mujer. Vienna acercó su boca a mi verga, sacó su lengua y hacia movimientos como si masturbara y mamara la cabeza de mi verga, sin tocarla absolutamente.
- ¡Mauricio ¿Crees que quepa en mi boca? – le dijo refiriéndose a mi verga.
Yo sentía que me venia teniendo su cara tan cerca de mi palo. Ella se incorporó, lentamente se puso de espaldas a mí. Con sus movimientos sensuales, se quitó el vestido. ¡Que nalgas tan tersas y hermosas! Se agachó al frente para sacarse el vestido, me dio una vista espectacular de su culo y sexo, cubiertos únicamente por el hilo dental. Se incorporó lentamente, con sus manos separó sus glúteos y movió su cadera sensualmente.
- ¿Te gusta mi sexo? – me preguntó ligeramente excitada.
- Sí, me gusta mucho – le respondí- es muy hermoso.
- ¿Le meterías tu vergota? – su excitación iba en aumento.
- Sí, lo deseo mucho. Deseo metértela ya – era verdad que sentía esa urgencia.
- Todavía no es hora – dijo en tono sarcástico.
Se movió frente a Mauricio, se puso en la misma posición enseñándole sus hermosuras, le dijo:
- Mira Mauricio, que rico sexo tengo y no lo has aprovechado. Horacio te enseñará como se trata a una puta como yo!
Regresó conmigo bailando, metió mi pierna entre las suyas y con mucha suavidad empezó a tallar su concha en mi rodilla. Su sexo se sentía muy caliente, los jugos de Vienna se embarraron en mi pierna facilitando que la frotara un poco más fuerte. ¡Uff! ¡Vaya que si estaba excitado! Estuvo unos momentos ahí, volvió con Mauricio haciendo exactamente lo mismo.
- ¿Sientes como esta caliente mi concha? – preguntó evidentemente excitada.
- Sí, la tienes muy caliente – le contestó, reflejando también su excitación.
Jaló el sillón de una plaza y lo puso enfrente a nosotros. Se sentó en la orilla del sillón con sus piernas muy separadas, sacando el pecho al frente. Continuó sus movimientos sensuales al ritmo de la música acariciándose los senos, poco a poco removió los guantes de sus brazos. Abría y cerraba sus rodillas, mientras pellizcaba suavemente sus pezones. Recargó su espalda sobre el sillón, manteniéndose sentada en la orilla, lentamente deslizó su mano a la entrepierna, recorriendo con los dedos los bordes de la tanga. Una mano fue a sus tetas y otra sobre su ombligo. Bajó su mano por su vientre hacia al interior de la tanga. Cerró sus ojos, colocó un brazo atrás de su cabeza, abrió las piernas y dejo ver su mano bajo la parte delantera de la tanga, cubriendo por completo su vulva. Movió suavemente su mano hacia arriba y abajo, estimulando su sexo. La tanga se levantó ligeramente por el movimiento de su mano para introducir un dedo en su vagina. La tanga se movía al ritmo de su dedo entrando y saliendo en su sexo. Vienna se desprendió de la mascara, su cara figuraba los mismos gestos de gozo vistos en la mañana. Nos miró con sus ojos entreabiertos diciendo con voz muy sensual:
- ¡Estoy muy mojada! Y tu Mauricio, ¡Mira que grande tienes tu verga!
Voltié hacia Mauricio, en efecto, su verga estaba erecta. Ver el miembro de su esposo así de erecto la motivó, siguió introduciendo su dedo con más fuerza y velocidad. Paró momentáneamente, cerró sus piernas y levantó su cadera solo para bajar su tanga a los muslos. Abrió sus piernas, pude observar su sexo muy mojado, volvió a introducirse todo el dedo. Ella miraba como veíamos (al menos yo) como perros hambrientos su sexo.
- ¿Lo quieren probar? – nos preguntó.
- ¡Sí! ¡Sí! – respondí inmediatamente.
Vienna se introdujo el dedo lo más que pudo, lentamente lo sacó de su vagina, y sin más, lo acercó a mi boca. Saqué mi lengua, lo recorrí lamiendo sus jugos, después lo introduje a mi boca, limpiándolo por completo.
- ¿Te gustó? – preguntó ella.
- ¡Sabes riquísimo! – le respondí.
Cerró sus ojos, de inmediato puso su dedo dentro de la vagina, volvió a ofrecerlo a mi boca, esta vez su dedo estaba escurriendo sus líquidos vaginales. ¡Sabrosa!, de verdad que Vienna sabía muy sabrosa. Metió el dedo de su mano opuesta y lo dio a Mauricio. Él desesperado probó las mieles de su mujer. Eso fue suficiente para que diera un corto grito y eyaculara, no se corrió de forma sorprendente, pero todo su pene quedó cubierto de semen. Vienna no se inmutó, volvió a darle sus jugos con su dedo. Después, con el mismo dedo, recogió el semen de Mauricio y lo llevó a su boca.
- ¡Tú también sabes rico mi amor! – le dijo con tono muy excitado.
Sus palabras surtieron efecto, la verga de Mauricio se mantuvo erecta. ¡Siempre hay un pero! Lo conservador de Mauricio salió a flote:
- ¿Cómo puedes hacer eso? ¡Eres una sucia Vienna! ¡Eres una sucia!
Lejos de ofender a Vienna, las palabras parecieron excitarla.
- ¡Sí, me gusta tu semen y también voy a comer el de Horacio……. Pero aún no es tiempo – dijo con una sonrisa burlona.
Nos dio la espalda, se quitó la tanga y se hincó en el sillón. Separó sus rodillas y levantó su cola mostrando su culo y sexo muy mojado. Paso su mano por debajo de su entrepierna y con su dedo recorrió lentamente desde su ano a su clítoris. Se detuvo un poco estimulando su clítoris. ¡Puta madre! Mi verga estaba que reventaba. Realmente quería estarla metiendo en esa concha jugosa. El mismo dedo recorrió el interior de sus labios vaginales y el borde de su vagina, de repente el dedo se introdujo en la vagina provocando un gemido muy fuerte a Vienna. Ella se metió el dedo muy rápido muchas veces, cuando parecía que su orgasmo llegaba se detuvo diciendo:
- Sería un desperdicio tener dos hombres para mí y terminar con mi dedo ¿No creen?
- ¡Quiero cogerte Vienna! – gritó Mauricio- ¡Quiero cogerte ya!
- Espera un poco cariño – jadeaba por su excitación – tienes que hacerme todo lo que me haga Horacio.
Se dirigió hacia mí, se subió al sillón, se dio la vuelta poniendo sus pies a los lados de mis muslos, su vulva y culo quedaron a escasos centímetros de mi cara. Balanceó sus nalgas al ritmo de la música, con sus manos abrió sus glúteos y descendió ligeramente su sexo para ponerlo casi encima de mi boca. Me llegó el rico olor de su sexo, simplemente estiré mi cuello, saqué mi lengua para tocar con la punta el clítoris de Vienna, juguetié con él un poco, después con mi lengua recorrí sus labios vaginales, tratando de meter mi lengua en su vagina. Los gemidos de Vienna eran estridentes, movía su cadera en pequeños círculos mientras me dediqué a lamer su concha. Los líquidos vaginales de Vienna aumentaron en cantidad sorprendente, los bebí saboreándolos, incluso los que escurrían en la parte interna de sus muslos. Lamí con pasión todo su sexo, todo sabía a sus jugos, así seguí hasta alcanzar su ano con mi lengua. Moví mi lengua rapidísimo contra su culito cerrado, Vienna levantó un poco más su cadera para que el movimiento de mi lengua se concentrara en su clítoris. Ella no aguantó más, sus fuertes gemidos señalaban su orgasmo. Gritó tomando su pelo con sus manos, gozando su corrida. ¡Aahhhhhaaayyyyyy! – Me vengo – gritó desesperada – ¡Me vengo cabrón! ¡No quites su lengua ¡Aahhhhhaaayyyyyy! Otros gemidos largos siguieron, hasta que repentinamente se quitó de mi boca y se pasó con Mauricio. -¡Hazme venir igual mi amor! – le dijo poniendo su sexo sobre la cara de su marido. Únicamente vi como la cara de Mauricio se hundía entre las nalgas de Vienna. Ella seguía gimiendo su corrida, clavando los dedos entre su cabello, desarreglando por completo su peinado. -¡Así! ¡Así mi amor! ¡Mete toda la lengua! Mmmmmjjjjjjhhh. Vienna ya no movía en círculos su cadera, solo hacia delante y atrás, tallando su sexo contra la boca de Mauricio y dando prolongados suspiros amasando y pellizcando sus tetas y pezones. Se quedó inmóvil al final de su orgasmo. Se bajo de la boca de Mauricio.
- ¡Que rica mamada Mauricio! - se cara se veía satisfecha - ¡Lo hiciste muy bien!
- ¿Te gustó Vienna? – preguntó Mauricio.
- ¡Mucho mi amor! ¡Ahora lo que sigue!
Vienna tomó mi brazo, procedió a desatar mis manos. Buscó mi boca con la suya y nos prendimos un largo beso. Puse una mano en su nuca, para continuar el beso, la otra palma la puse en su vientre moviéndola lentamente hasta tocar su sexo. Mi mano localizó fácilmente su vulva, la acaricié con suavidad y le introduje un dedo al mismo tiempo que mi lengua entraba en la boca de Vienna. Ella reaccionó abriendo un poco más su boca y sus piernas, moviendo su cadera hacia arriba y abajo, ayudando a la penetración de mi dedo. La mano de ella fue directa a mi verga, la masturbó al mismo ritmo que mi dedo entraba en ella. Pensé que iba a eyacular, me concentre en aguantar mi venida, apenas era el principio de la cogidota que pensaba darle a Vienna. Ella separó su boca y me ofreció sus tetas, las recorrí con la punta de mi lengua, primero el borde de la areola, después el pezón. ¡Que firmes tetas tenía Vienna! Se las besé y mamé alternadamente, incrementando la fuerza de las mamadas poco a poco. Mi mano recorría sus suaves nalgas, mientras la otra seguía dedeando su vagina.
- Mira Mauricio, hazme lo mismo.
- ¡Ven aquí, por favor! – suplicó Mauricio.
- ¡Esperate! Ya te tocará tu turno.
Sin soltar mi verga, ella se hincó frente a mí. Hizo su cara de lado para que Mauricio pudiera ver lo que Vienna estaba por hacer. Con su mano sujeto mi verga desde su base. Sus labios se posaron en la cabeza de mi verga besándola. –Mira Mauricio, voy a mamar esta vergota! – terminado de hablar, se metió la cabeza de mi verga a la boca. Yo veía como su mejilla se abultaba por mi verga dentro de su boca. Sacó la cabeza y sus labios recorrieron hacia abajo toda mi verga, siempre de lado para que Mauricio no perdiera detalle. Regresó a la cabeza, jugueteó con su lengua sobre ella. ¡Que rica verga! – dijo Vienna- se puso frente a mi, dándole fuertes mamadas a mi verga. La sensación de mi eyaculación llego a mi cuerpo, justo en ese momento, Vienna suspendió la mamada.
- ¡Síguele Vienna! ¡Síguela mamando! - le imploré.
- Terminó tu turno, le toca a Mauricio.
Vienna camino lentamente hacia Mauricio. Se agachó para mamarle la verga. Antes de hacerlo, puso saliva en su mano y la masturbó lentamente. Al sentir la mano sobre su palo Mauricio recargó su cabeza en el sillón.
- ¡Que grande te creció Mauricio! – Dijo ella sorprendida - ¡Nunca te la había visto de este tamaño!
Él regresó a ver su palo justo en el momento que Vienna se la metía a la boca. Ella muy golosa, trató de meterla toda a la boca, lo consiguió. Yo aproveché para quitar las ataduras de mis tobillos. La nariz de Vienna estaba metida entre los vellos púbicos de su esposo. ¡Me vengo! – Gritó Mauricio - ¡Me vengo otra vez! Mauricio movía su cadera con la intención de retirar la cabeza de Vienna. Ella se aferró a su verga, puso sus manos por atrás de la cintura de Mauricio, aumentando la fuerza de su mamada. Las largas exclamaciones de él señalaban que tenía una prolongada eyaculación. Dos-cero, pensé, dos eyaculaciones él, yo ninguna. Vienna se tragó el esperma de su esposo, cuando ella levantó su cara, al hablar, un poco de semen salió de sus labios:
- ¡Que sabrosa y abundante leche!
- ¡Ahhh, todavía, ahhh, me siento caliente, ahhh! – dijo entre palabras Mauricio.
Su verga se encontraba semierecta, Vienna la tomó con la mano masturbándola.
– ¡Así, así! – le indicaba su marido- Usa la boca Vienna. ¡Mámala otra vez!
Vienna alternó su boca y su mano tratando de reanimar el palo de Mauricio. Poco a poco la verga iba reaccionando. – Usa solo la boca – le dije a ella – pon tus manos atrás sobre tu espalda. Vienna obedeció, sus manos se cruzaron en la espalda tomando sus antebrazos. Tomé la corbata que ataba mis manos, antes de que Vienna despegara la boca del miembro de Mauricio, até sus antebrazos con firmeza usando la corbata. La sorprendí, cuando ella reaccionó, se dio cuenta que estaba imposibilitada de usar sus manos.
- ¿Qué haces? – preguntó sorprendida.
- ¡Seguir con el tratamiento, perra! ¡Querías ser tratada como puta! ¿Verdad?
- ¡Sí! ¡Sí! Cógeme como a una puta – dijo apresurada.
- ¡Claro que te voy a coger! ¡Hasta que lo supliques! – le aclaré.
Coloqué la cabeza de Vienna sobre los muslos de Mauricio, con la cara muy cerca de su cada vez más parado palo. Me paré atrás de Vienna, abrí mis piernas y puse mi verga sobre su concha, sin penetrarla, tal como había hecho en la mañana. Inicie a pasar toda mi verga sobre la vulva de ella, subiendo y bajando mi cadera.
- ¡Siente perra! ¡Siente como mi verga recorre tu concha caliente!
- Aaaahhhhhhhyyyyy – fue su respuesta.
- ¿La sientes?
- ¡Sí!, Ahhhhhhyyyy ¡Que rico!
Las venas de mi verga rozaban los labios vaginales de Vienna, sus pelos mojados le daban la misma sensación indescriptible de esa mañana a mi palo. No la escuché gemir más. Tenía la verga de Mauricio en la boca. Puse mis manos en su talle, para detenerme, con movimientos rapidísimos de mi cadera restregué mi verga sobre su concha. Esto hizo que sacara la verga de su boca para suspirar. ¡Uuuyyy! ¡Uuuyy! Usó solo su boca para seguir estimulando el palo de su esposo, que ya se encontraba erecto totalmente. En uno de mis movimientos, mi verga penetró su vagina. ¡Aaaaahhhhhh! Exclamó Vienna. Yo retiré mi verga en cuanto sentí que se le metió. ¡No la saques! ¡Por favor métela! – me pidió ella. La ignoré, seguí rozando mi palo con más fuerza. Ella volvió a mamar la verga de Mauricio. Le metí dos o tres veces la verga y la volví a sacar continuando mi masturbación sobre sus labios vaginales.
- ¡No la saques por favor! ¡Métela! ¡Métela hasta el fondo! – exigió Vienna.
- ¿Ya la quieres dentro?
- ¡Sí! ¡Por favor métela! ¡Que me estoy viniendo! Aaaahhhh! Aaaahhhhhyyy!
Sus labios vaginales se contorsionaban por los espasmos de su vagina. Se estaba viniendo tan fuerte que su ano hizo nuevamente como boca de pescado ahogándose. Otra vez me dieron las ganas tremendas de meter mi verga en su culito, se la sumí, la cabeza de mi verga entró fácilmente. La saqué rápidamente, solo fue un piquete.
- ¡Ayyyy que rico! ¡Métela por favor! ¡Métela otra vez por favor!
- ¿Dónde en tu concha o en tu culo?
- ¡Donde quieras! ¡Pero métela por favor! ¡Ya no aguanto más!
Así quería ver a la hermosa Vienna, pidiendo verga a gritos. Su marido no decía nada sorprendido por la erección que le provocaba ver a su mujer deseando ser cogida. Le metí con fuerza mi miembro en su vagina, sacándola y metiéndola varias veces. Cuando sentí que ya llegaba mi eyaculación, pensé en echarle mi leche en su boca, era algo que no había yo hecho. Era quizá, mi única oportunidad de saber que se sentía descargar dentro de la boca de la bella Vienna. Le saqué mi palo.
- ¡Mételo por favor! ¡No lo saques que me iba a correr! ¡Mételo otra vez por favor!
- ¿Cuál quieres la mía o la de tu marido?
- ¡La que sea! ¡Pero por favor cójanme! ¡Que ya casi me corro!
Retire únicamente el amarre de los pies de Mauricio. Le ayudé a incorporarse. Él me pidió le desatara las manos. Me negué, diciéndole que así la tenía que penetrar. Ocupé su lugar, Vienna tomó mi verga con sus labios con suavidad, esperando a ser penetrada por Mauricio. Él se colocó en posición de cogérsela, en pocos intentos logró metérsela. Los huevos de Mauricio se estrellaban contra el sexo de Vienna. Ella suspiró profundo jalando aire y se metió mi verga a la boca. Puse mis manos sobre sus oídos para guiarle la mamada. Ella tenía un hambre voraz de verga, la mamaba con mucho entusiasmo. Se metía un poco mas de la mitad de mi palo en su boca. Con sus dientes aplicó presión ligera a la cabeza de mi verga. ¡Puta madre que chingón! Abrió a la mitad sus claros y me miró. Ver esa cara tan hermosa con mi verga entre sus dientes, fue el clímax para mi. Sentí como mi semen se desprendió de mi interior saliendo a gran velocidad hasta rebotar en las amígdalas de Vienna. En cuanto sintió mi esperma en su boca, ella lo tragó. Abrió su boca muy grande y colocó la cabeza de mi verga sobre su labio inferior. No había manera que mi semen cayera en otro lado que no fuera su boca. Vienna se atragantó bebiendo mi semen. Puse mi mano en mi verga para friccionarla y prolongar mi corrida. Perdí la noción de cuanto tiempo me vine, parecía que mi semen salía en cámara lenta y se perdía en la garganta de Vienna. Ella puso sus labios sobre la cabeza de mi verga para succionar más mocos cuando ya no salían con tanta fuerza, era un vicio para ella beber espermas. Los gemidos de Mauricio me hicieron reaccionar, el pobre cabrón, seguía cogiéndose a su mujer con mucha dificultad por tener las manos amarradas. Me levanté, Vienna recargó su cabeza en el sillón, levantando más su cola.
- ¡Métela hasta el fondo Mauricio! ¡Métela mi rey! – no había calmado su calentura.
- ¡Eres una puta Vienna! ¡Una perra puta! – dijo entre furioso y caliente.
- ¡Sí mi rey! ¡Soy lo que quieras! ¡Pero no dejes de cogerme!
Desate las manos de Mauricio, el me dijo:
- Gracias doctor, ya no aguantaba más.
- Cójasela, recupere las cogidas que no han tenido.
Mauricio prácticamente se acostó sobre Vienna, moviendo su cadera como perro cogiendo perra.
- ¡Así Mauricio! ¡Así cógeme duro! ¡Métela toda!
- ¡Eres una sucia! ¡Eres una puta! Pero así te quiero ¡caliente siempre!
Mauricio se detuvo, levantó a Vienna y la abrazó besándola con tanto ímpetu que cayeron sobre el sillón. Me apresure a ayudarles a levantarse. Desaté los brazos de Vienna. Ella quedo en medio de nosotros.
– Gracias doctor, muchas gracias – Me dijo dándome un beso en la boca.
Voltió hacia Mauricio e hizo lo mismo.
– ¡Esta puta todavía esta caliente! – nos dijo en tono de urgencia.
– Pues tienes dos medicinas – le contesté, señalando nuestras vergas paradas.
– Ven – le dijo a Mauricio tomándole la mano – siéntate aquí.
Lo puso en el sofá sentado, ella se subió al sofá también dándole la espalda a Mauricio. Se sentó despacio sobre la verga de su esposo colocando la cabeza en la entrada de su ano. Arqueó su espalda y puso un brazo por atrás de la nuca de Mauricio. Ejerció presión con sus nalgas sobre la verga hasta que entró toda en su culo. Levantó su cadera un poco y la dejó caer en el palo nuevamente. ¡Uyyy que rico! – le dijo a Mauricio- mi amor, quiero sentir las dos vergas adentro. Lo que quieras mi reina – le contestó. Me acerqué a ellos, llevando mi verga lista a penetrar la vagina de Vienna. Mi verga se hundió en su vagina como cuchillo caliente en la margarina. Incliné mi cuerpo para besar su boca. Vienna me ofreció su lengua. Nuestras lenguas se entrelazaron con prolongadas caricias, aun guardo el sabor de su saliva. En cada metida de verga, la fuerza de mi cogida aumentaba. Cuando la fuerza de la cogida aumentó al máximo, me apoye en los hombros de Mauricio para darle unas arremetidas bravas a Vienna. Ella gritaba y aullaba de placer: ¡Que rico! ¡Así cabrones! ¡Así, cójanse a su puta! ¡Denle a su puta lo que necesita! – Así mi puta grita ¡Grita lo que quieras! – le contestó Mauricio. Mis jadeos, los gemidos de Mauricio y las palabras soeces de Vienna, todo, dejé de escuchar. Me concentré en disfrutar el día más grande de mi desdichada vida. Sabía que después de esa noche, nunca más la volvería a ver. No se cuantas veces se corrió Vienna. No se cuantas cosas sucias dijo y Mauricio le celebró. Me concentré en el placer que cada milímetro de mi verga recibía de esa vagina hambrienta de sexo. Moví mi cabeza a todos lados, no quería que ese tiempo terminara nunca. Veía nuestros movimientos en velocidad lenta, grabándolos en la cámara de mi mente. Aguanté mi eyaculación hasta más no poder. Un cosquilleo intenso en mi espina dorsal me hizo reaccionar:
– ¡Me vengo! – salió un grito ahogado de mi boca - ¡Me voy a correr!
– ¡Yo también! - gritó Mauricio.
– Échenlos en mi boca – terció Vienna – échenlos en mi boca por favor.
Con movimientos veloces nos acomodamos los tres, ella hincada masturbando con sus manos las dos vergas. Mauricio terminó primero. No arrojó gran cantidad, pero suficiente para deleitar a su mujer. Yo me vine con tanta fuerza que el primer chorro se estrelló en el abdomen de Mauricio. Vienna corrigió la dirección de mi verga y los siguientes cayeron en su boca y los alrededores. Era ella una golosa del semen. Trató de tragarlos todos. Por supuesto que les dio las últimas chupadas a los palos esperando obtener más esperma. Dejó las vergas limpiecitas.

Ese día fue la iniciación de Vienna, un día que ninguno de los involucrados olvidará jamás. Bueno, ahora somos solo tres personas. Días después supe por las noticias sobre la muerte de Manny, a balazos, huyendo de la policía. Vienna habló con Mauricio intercediendo por mí. El me ayudó a escapar a un lugar donde el país no tiene tratados de extradición. Cuando Vienna estaba llenando el cheque con una cantidad considerable de dinero en dólares, Mauricio la detuvo, le puso tres ceros más a la cifra. Vienna lo miró incrédula. – Es nada por la felicidad que nos espera – le contestó Mauricio.

Sigo sólo, vivo en una casa lujosa y tengo un buen negocio en este país. También sigo con mis sueños eróticos, pero ahora la mujer con quien sueño tiene rostro y nombre.
Gracias Vienna. De verdad gracias por todo.
Datos del Relato
  • Categoría: Intercambios
  • Media: 5.5
  • Votos: 66
  • Envios: 8
  • Lecturas: 4762
  • Valoración:
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Comentarios


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3 comentarios. Página 1 de 1
Danilo
invitado-Danilo 09-10-2004 00:00:00

Te felicito Calixto es un excelente relato el que has puesto aqui, apuesto que si lo llevas al cine ganas un oscar.

Alegria
invitado-Alegria 23-09-2004 00:00:00

De verdad q estubo estupendo tu relato, nunca pense q me gustarian tanto tus relatos todos me encantan, eres excelente lo máximo lo mejor de lo mejor, no me canso de alabarte, un poco largo pero de verdad q valio muchisimo la pena leerlo todo, espero q me escribas a mi correo tengo varios días sin saber de tí, chao te quiero muchisimo besos, cuidate.

Lizeth
invitado-Lizeth 23-09-2004 00:00:00

Hijole enserio que te la bañas eres exelente enserio que si, como simpre ya sabes que eres mi terapia nocturna para esta soledad...No se cuantos fueron, pero fueron exelentes. wow y mil beses wow... te mando un beso Cali y ya sabes que se te admira y quiere... bye que tengas exelente dia... lizeth pd. hay algo que te quiero decir y lo hare por mail ok...

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