Tienes calor, mucho calor. Estas empapada en sudor. Ésta debe ser la noche más cálida de la historia (eso es lo que piensas tú). Tu cuerpo arde, pero no es sólo por el calor, ¿o me equivoco? Por supuesto que no se debe sólo al calor: es una sensación de ardor interno que te quema con el fuego de mil soles.
Estás tan excitada como nunca lo habías estado en tus catorce años. Tus pezones está tan duros (y eso que el frío es lo más escaso esta noche), no puedes evitar meter la mano dentro de esos pantaloncillos de licra, que muy poco hacen para ocultar esa enorme ostra que tienes entre las piernas. Puedes sentir el vello exuberante que crece donde hace dos años no había nada, bajas hasta esos grandes y carnosos labios: tu vagina está muy húmeda (desde hace dos semanas te levantas y sientes tus bragas muy pegajosas, pero esta vez la cantidad de néctar vaginal es aún mayor).
En poco tiempo no aguantas más y te quitas los pantalones (no te importa estar en casa de tus tíos). Separas tus deliciosos pliegues de piel salvaje, buscas el botón de tu gloriosa orquídea, lo encuentras por fin: tu delicioso clítoris. Te quitas la camisa y descubres esos hermosos y redondos senos de grandes pezones color púrpura oscuro. Tomas uno de ello con tu mano izquierda y con la derecha comienzas a frotarte el clítoris.
Cuando estas apunto de tener un orgasmo, no lo soportas más y decides dejar de masturbarte de esa forma. Caminas hacia el cuarto de baño: entras y cierras la puerta con seguro. Te ve4s al espejo y te das cuenta como ha cambiado tu cuerpo en tan sólo un año: aquellos pequeños, delgados e insignificantes labios de vulva infantil, se han convertido en dos carnosos y gruesos pliegues de carne pecaminosa (con razón los chicos del colegio no dejan de verte cuando vas para el gimnasio vestida con esos pantaloncillos de licra que no dejan nada a la imaginación.), aquel delgado y plano pecho, se ha convertido en morada del más hermoso par de senos que la naturaleza haya forjado jamás; tu monte de Venus está ahora cubierto por un abundante vello color negro. En fin, eres toda una mujer.
Registras todo el cuarto de baño en busca de un vibrador, o algo así, para penetrar tu todavía virgen vagina. No encuentras nada (no es de extrañarse, pues tu tía es “toda una santa”) Al no encontrar nada, se te ocurre una idea…
Entras en la habitación de tu primo (al que supuestamente estas cuidando) y lo despiertas. Le dices que te joda con todas sus fuerzas. El es un niño de solamente nueve años, por lo que le explicas la situación con más detenimiento. El niño, gracias a las “brillantes” enseñanzas de sus vecinos mayores, sabe lo necesario para comprenderte. Le dices que se acueste sobre la cama. Su pene está erecto; te sientes sobre él, pero es aún muy pequeño para romper tu himen. Como lo hacen casi todas (o quizás todas) las mujeres en algún punto de su vida, finges un orgasmo para hacerle creer que está todo consumado. Lo convences para que no le diga a sus padres nada de lo ocurrido y el acepta.
Aún estás insatisfecha. Se te ocurre otra idea, todavía más desesperada que la anterior. Te diriges desnuda al patio, despiertas a “Simbad”, el pastor alemán de tu tía, Te colocas en una posición como si fueses una perra; “Simbad” se acerca y comienza a olfatear tu ano y luego tu suculenta y enorme vulva. Después comienza a lamerte; sientes su lengua en tu erecto clítoris y de tu vagina emana la savia lubricante que humedece por completo tu cavidad vaginal y toda tu vulva.
El perro se monta sobre ti y te comienza a penetrar, lo hace con mucha fuerza hasta que logra romper tu himen. Dolor, temblor y un inmenso placer: tienes tu primer orgasmo. “Simbad” no puede contenerse; siente s que un líquido caliente penetra en tus entrañas, pero no importa… estás satisfecha al fin.
mas mentira que otra cosa....