Siempre fui ese tipo de persona, que no cree nada hasta tener pruebas contundentes. Y yo, a pesar de las murmuraciones, siempre quise creer en ti. NO es que fuera tonta, no es que no tuviera dignidad, no es que fuera poca cosa, como me lo dijiste tantas veces, no. Era que quería creer en que tu comportamiento dentro y fuera de casa, era el mismo, en una palabra, tenía fe en ti. Por eso cuando me enteré de que te habías acostado con otra mujer, caí en una especie de letargo, en una tranquilidad muy alejada a lo que cualquier otra esposa, conocedora de las infidelidades de su marido, hubira podido asumir. Me relajé, pero para investigar con tranquilidad, si los comentarios sarcásticos de tus amigos, si detrás de las burlas de quienes llamas tus amigos, tenían algún origen desconocido para mi.
Por eso investigué y di con la mujer con quien te habías acostado....conseguí su número telefónico y hablé con ella. Me confirmó que se había tenido relaciones contigo, me describió paso a paso como habían llegado a la cama y los detalles de tal encuentro. Por un momento fingió apenarse por el dolor que yo estaba viviendo, dijo en tono casi comprensivo que entendía lo que estaba sintiendo. Le dije que no, que no lo sabía, que no lo entendía. Le dije que lo iba a entender el día que verdaderamente se enamorara, que llegara a la cama con un hombre por amor y no sólo por demostrar que era capaz de hacer caer a un hombre casado. Ella dijo que habia sido mi marido quien la había seducido, que él era el culpable. También yo soy mujer, le dije, y también sé lo que es sentir que otro hombre la seduce, pero que había algo por lo que resultaba imposible caer en la cama de otro, ese algo era amor. Para ella, como para mi marido fue un momento de placer, de jugar a tocar el fuego, ninguno imaginó que algún día yo me enteraría de tal traición. Volví a repetirle que no tenía ni idea del dolor que mi alma estaba viviendo, era cierto, yo estaba desecha, en una palabra, hecha mierda, pero aún así, logré mantener la calma. Colgué el teléfono, permanecí en silencio por unos minutos, tu mirabas sorprendido, tal vez esperabas que yo hiciera un escándalo, que te reprochara tu mala conducta, que gritata, que llorara de rabia y decepción, pero no fue así. Lo que hice fue subir a la que fuera nuestra recámara, seguiste mis pasos, repetias una y otra vez que te perdonara, que por favor te perdonara, pero ya no estabas, al menos para mi habías dejado de existir en el momento mismo en que colgué el teléfono, de ti había quedado sólo el recuerdo que dejan los muertos. Tu seguias caminando detrás de mi, suplicabas que te perdonara, pero ya yo no te escuchaba..Tomé mis cosas personales, todas mis cosas personales, mis ropas, mis perfumes, mis libros y me instalé en otra recámara de la casa, la recámara que había sido de mi hijo mayor y que permanecía vacía, después de que mi hijo se fuera a estudiar a otra ciudad. Trás tu rostro atónito, por mi reacción, cerré la puerta. Tu tocaste la puerta, gritaste suplicando que saliera para que habláramos, pero a los muertos nadie los oye, y yo no pude escucharte. Pasaron varios días antes de que yo volviera a abrir la puerta, caminaste lentamente, buscaste mi rostro y con mirada mustia volviste a pedir que te perdonara. No entendí de qué hablabas, no comprendí que querías decir, cuando repetías una y otra vez, que te perdonara. Lo único que entendí fue que en el instante mismo en que habías decidido acostarte con otra mujer, en ese mismo instante habías decidido cambiar toda nuestra vida en común, por alguien de quien no sabías nada, o casi nada. Sólo que era una estudiante que habías conocido en un congreso y habías decidido, como quien decide comprar zapatos, acostarte con ella. Pues bien, no lo entiendo, pero lo acepto.
Fui a la cocina, me serví una taza de café, me senté frente a ti y te dije; nuestra vida ha cambiado, tu ya no eres mi esposo, por lo tanto ya no tengo ningún compromiso moral contigo, nuestra relación amorosa se acabó, seguiremos viviendo en la misma casa, tu en tu recámara, yo en la mía, ya no soy tu esposa, no soy tu amiga, pero tampoco tu enemiga, así que te pediré me trates con respeto, al menos mientras nuestros hijos terminan sus estudios, después te irás.
Han pasado cuatro años, de los cuales día a día mi marido ha pedido que lo perdone, insistiendo en que me ama, pero yo ya no puedo amar a un hombre que me traicionó, a un hombre que le bastó un instante para poner en la balanza nuestros sueños, nuestro futuro, nuestros esfuerzos compartidos y decidir que una puta pesaba más que todo lo compartido. Hoy volvió a pedir que lo perdone, le dije que lo perdoné hace mucho, pero volver a quererlo ya no es posible.
Algunas noches me suplica que duerma a su lado, sin hacer nada, incluso sin que me toque, sólo quiere sentir que estoy en la misma cama que él. Todas las mañanas se asoma a mi recámara, me da los buenos días y yo respondo como le respondería a cualquier vecino. Esta mañana también vino, incuso lo vi a través de la pared, lo vi levantarse, tomar el reloj despertador, mirar la hora y después acercarse al espejo, se acomodó el cabello, ensayó su sonrisa y enfiló a mi recámara. Abrió siguilosamente la puerta, me dio los buenos días, pero yo ya no pude responderle. Se acercó a mi cama, se sentó al un lado de mi cuerpo y volvíó a darme los buenos días, buscó mis manos, las levantó y las besó, las sostuvo por un instante, me dio un beso en la mejilla que yo no evadí como en otras ocasiones, empezó a contarme que había soñado conmigo, que nos casábamos en una iglesia muy bonita, llena de flores y que hacíamos el amor verdaderamente enamorados, me preguntó que opinanaba yo de su sueño, no respondí. Volvió a tomar mis manos, pero ahora las sintió frías, me preguntó si estaba bien, no pude responderle, hubiera querido decirle cuanto lo había amado, pero de mi boca ya no salía sonido alguno, un dolor en el pecho me lo había impedido horas antes, mi corazón había vuelto a sufrir al recordar que una aventura de ocasión había fulminado el plan de vida que había planeado al lado de mi marido. Simplemente no pude resistirlo más y decliné esa madrugada..Enfilé para otro rumbo, donde dicen que ya no necesitamos cuerpos...
Es lo mejor que lei en años, me ha emocionado como hacia tiempo no lo estaba