Eran las vispera de navidad, y me había comprometido de llevar a Amalia y su hija Antonieta, para sus compras navideñas, por la tarde emprendimos el viaje hacia el pueblo donde residían, y esa noche estábamos haciendo el amor con Amalia, muy confiadamente porque Antonieta había salido a la cena de una su amiguita. Estábamos en el delirio de los orgasmos, cuando sentí que Amalia bajó el ritmo,. yo seguí y eyaculé en ella, posteriormente me dijo Antonieta nos vió haciendo el amor, nos duchamos y ya viendo televisión, vino lo que esperábamos. "Yo sabía que algo había entre Ustedes, hoy los ví por largo rato, y sentí una cosa rara, mis pechos se endurecieron y mi parte se mojó, quiero sentir lo que tú sentiste Mamá, especialmente con la boca de él", y prosiguó: " y si no es con él lo haré con cualquiera". Fué algo muy difícil para ambos, yo adoraba a esa niña, era dulce, amable e inocente, tratamos de explicarle muchas cosas, pero no la hicimos entrar en razón. Llegamos a la conclusión de que estaría con ella para satisfacerla de forma oral, arrancandome la promesa de que no la desvirgaría. Al día siguiente Amalia salió quedando en regresar dos horas después, y por supuesto yo no regresaría más a buscarla, porque era el fín de nuestrra relación por el bien de todos. Esa mañana llegó Antonieta y me dijo Mamá ya salió, se quitó su bata quedando completamente desnuda, tenía un cuerpo angelical, pechos chicos duritos, vagina pequeña deliciosa, y piernas delgadas pero torneadas, ella tomó mi polla, y torpemente le lenguetió, le dije como hacerlo y poco tiempo después estaba tragando mi semen, le bese por todo su cuerpo, su vagina virgen con un sabor especial y un olor rico, su clítoris para mi sorpresa era enorme sí como sus labios mayores, se contraía en cada lamida, le pasé el tronco lo largo de su raja, y solo entraba la mitad de la cabeza, ella me colocoó sus piernas en la cintura y me empujaba hacia ella, y me pedía que se la metiera, en uno de esos rozes se contrajo y se vino en un orgasmo, el primero de su vida, yo no aguantaba por entrar y opté por colocarla de espaldas, y lentamente le metí la cabeza en el ano, ella se quejó de dolor pero no hizo nada por sacarla, se empujó y se metió casi la mitad lentamente se la sacaba y se la metía, ella se movía a mi ritmo, hasta que me derramé en su anito virgen. Dos días después me llamó Amalia, para comentarme que la niña le había contado lo felíz que se había sentido con su orgasmos y por la fineza y ternura que la había tratado, por supuesto no le comentó lo del anito roto, pero tuvimos que cortar esa relación por el riesgo de que Antonieta quisiera más, aunque después les comentaré como siete años después la volví a encontrar, ya casada y con un bebé.