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LA HERMANA Y SUS PERROS
La hermana Lucia arrodillada en la huerta removiendo la tierra blanda y fértil. Su vestido largo y claro arremangado hasta las rodillas, seguramente para no ensuciarlo. Esta semana estaría abocada a aquella tarea en la hermandad. El día era precioso. Sus ojos verdes estaban mansos a la vez que tenían un brillo muy especial. Eran como fuego. Largando chispas. Era joven. Plena. Aún conservaba cierta pureza. Cierta frescura inocente.
El convento estaba perdido en las montañas. Eran pocas mujeres las que habitaban en aquel lugar desde tiempos inmemoriales. Se repartían tareas semanales. No era un lugar grande, pero había que vivir allí. En ese lugar alejado de todo. Como sea la hermana Lucia remueve la tierra al sol. Los tomates están rojos. Hermosos.
__¡Que lindos se ven los tomates hermana…!!__ le comenta al paso la hermana Mabel
__¡Ha visto hermana Mabel están bellísimos!!
__¡¡Si ya dan ganas de comérselos!!__ se rié cómplice
__¡Son tan grandes y rojos!!
__¡¡Y jugosos!!__ las mujeres religiosas se ríen.
__la verdad es que es un día fantástico para estar en la huerta
__Tiene razón Lucia, no le podría haber tocado otro día mejor…¿Ya ha atendido a los perros?
__No hermana aún no. Ya iba a hacer eso…
__No se demoré. Usted sabe que están esperando
__Sí, sí, es que era aún muy temprano, pero ya iré por ellos…así aprovechan el día…
__Claro, claro…__ unos momentos después la hermana Lucia se pone de pie. Se sacude un poco la larga túnica y se dirige lento a la cuadra donde están los perros. Son cuatro enormes canes, de todas razas y colores. Los machos la presienten y comienzan a ladrar. Se mueven inquietos. Saltan. Y ladran con gruesos vozarrones.
__¡Que pasa chiquitos!!!__ les habla dulcemente la hermana. La puerta al fin se abre. Los perros saltan y corren por entre la túnica de la hermana que se tropieza y cae sobre la paja amarilla y seca que hay en el piso. Los perros jugando se abalanzan sobre ella. Que les grita para que se detengan. Ellos no lo hacen y le saltan encima. Sus lenguas ásperas y largas babosean su rostro.
__¡¡Oh mis chiquillos!!__ dice la hermana mientras sonríe. Los animales se le suben por todos lados. Esta envuelta en su túnica casi hasta la cabeza. Se escucha su risa. Los perros jadean. Ya no ladran. Husmean. Se turnan y sus hocicos se acercan a la concha húmeda de la hermana Lucia que aprieta las piernas. Pero sabe que pronto estará abierta para ellos de par en par.
Una lengua se hunde en el sexo. Ella gime. Se retuerce un poco. Su pelo se suelta al viento. Es largo y lacio. Siente otro hocico que hurga en su cuerpo mojado y tembloroso. Los canes gruñen y sus pelos se erizan alzados y calientes.
Ella llega a un capuchón que apunta con su punta roja hacia afuera. El animal se alza contra ella. La túnica cae. Su cuerpo desnudo aparece. Sus pezones están duros y erectos.. su vagina estaba mojada. Corrientes eléctricas surcaban su bello cuerpo. Se acaricia los pechos. Un perro marrón oscuro cae sobre ella. La lengua le baña la cara, ella saca la suya y chupa la del perro. Con una mano busca el capullo rosado. Está duro. Crece. Lo deja porque quiere aprovecharlo bien. Se incorpora. Pone al perro enorme de espaldas contra la paja. El animal parece sonreír. Los otros inquietos observan y se agitan nerviosos. Sube a horcajadas del animal. Con su mano ayuda para que la verga salga. Se la mete ella en la vagina. La guía y luego la deja sola. Cabalga al perro. La pija ha crecido enormemente. La bola no alcanza a entrar ha quedado fuera. Pero ella ya se siente clavada y totalmente caliente. Así otro animal le lame la espalda. Ella sin dejar la verga del perro clavada en su vagina. Se inclina un poco hacia adelante. Entonces el perro blanco la monta y con su ariete busca el agujero libre. Ella también lo ayuda. El pijón se mete por completo. Ahora ella lo siente crecer y su ojete se estira, se dilata de una forma de no creer. Siente como que se le va a rajar la piel en cualquier momento. El perro blanco siguiendo su instinto se gira y queda abotonado a la mujer que lanza aullidos de placer y locura. Ensartada como esta queda a merced del perro marrón que salió de su conchita. Anda con su vergajo a rastras. Ella lo llama y el animal se acerca. Toma esa verga que larga todavía liquido en torrentes. Se la lleva a la boca y traga lo que el animal le da. La pija aumentó considerablemente y apenas le cabe en su boca. Le pasa la lengua. El perro blanco que tiene en su culo tironea un poco. Pero ella siente como esa verga late dentro suyo y sigue largando chorros de leche. Los orgasmos son incontables. Ella gime. Saborea el enorme pijón que sigue tirando leche. Los chorros golpean en su mejilla. La lengua recoge lo que puede.
El perro blanco quiere irse. Pero no sale del culo abierto de la hermana Lucia. Aún está trabado dentro de ella. El perro marrón se ha alejado un poco. Se acerca otro perro grande. Es de color manchado. Husmea. Ella lo atrapa. Lo acaricia. Agarra su vergajo. El trata de montar la cara de la monja. Mientras el animal se sube y se mueve ardiente y caliente. La verga sale del capuchón. La boca de la hermana la recibe. El perro se mueve. Hasta que se queda quieto. Su verga se ha hinchado. Ha crecido dentro de la boca de la monja. Ahora ella la larga, la saca de su boca. Ha tragado una buena cantidad de leche. Sigue aferrada a aquella estaca que ha aumentado de tamaño en forma descomunal. Ella masturba al animal. El animal lame la boca de la mujer. De ella se escapa saliva en abundancia mezclada con leche. Ella intercambia la lengua con la del animal. Sigue agarrada a la vergota del perro manchado. En tanto el perro blanco ha ido desinflando su botón. En un memento más estará afuera del culo chorreante de la monja. Ella aún sigue en cuatro patas. Chupa nuevamente la poronga del perro manchado. Que gira. Se queda quieto. Gozando las lamidas de aquella perra humana que los hace gozar tanto.
En un tirón seco el macho blanco sale del ojete de la hermana Lucia que da un leve suspiro. El chorro sale con fuerza. Hace un charco prontamente en el suelo. Se siente abierta y chorreada. Aparece el perro negro. Un enorme labrador. Grueso. Se sube a sus caderas. Totalmente alzado. Entra en el agujero abierto. Ella toma la vergota y no deja que le entre el botón que se infla rápidamente. La verga crece en su interior. El culo lo recibe bien. Ella gime y goza. Los otros animales ya se han alejado para lamer sus respectivas pijas. Los animales han pasado todos por los agujeros de la monja salvaje y perversa. Caliente. Ella maneja la pijota del perro negro. La hunde en su ojete. La hace entrar en lo mas profundo y la saca y la vuelve a clavar. Luego se la hunde en la conchita babeante. Alternando con su colita abierta y ardiente. Los otros animales agotados miran de soslayo. Oyen los gemidos y los ruidos que escapan de la boca de la monja alzada.
La vergota esta como estaca. Dura. Lanzando leche para todos lados. Ha llegado a su máximo esplendor. Es un fierro caliente y rojo. Palpitante. Latiendo dentro del culo y la concha de la mujer que suspira salvaje.
En un momento ella hace que el animal enorme se ponga con el lomo sobre la paja tibia. El animal queda quieto. Con su enorme verga apuntando arriba. Ella entonces se abre de piernas. Se clava la verga en su ojete rebosante de líquido y fluidos. Baboso. Dilatado. Profundamente se mete el ariete hasta el fondo. Comienza a subir y bajar. Acaricia la estaca. Besa al animal agachándose hasta el hocico húmedo del perro fiel. La lenguota chupa la boca de la monja. Las lenguas se cruzan insaciables. En tanto la vergota hinchada y roja esta completamente dentro de ella.
Ella sale de allí y arrodillada se mete la poronga en la boca. La besa. La lame cariñosamente. El animal se retuerce. Se pone de costado. Sigue largando líquido. Ella lo traga. Besa los huevos del animal. Peludos. Grandes. Chupa la punta del lápiz que se ha convertido en bordo. Lentamente comienza a decaer. Se va achicando. Ella lo deja finalmente dándole un último beso al hocico. Los animales se lamen en el rincón.
Ella recoge lentamente su ropa. Se dirige al estanque y se hunde allí. Se baña sacándose los jugos que le han rociado todos aquellos perros. Luego se vuelve a vestir. Y vuelve a la quinta a ver sus frutos y verduras. Vuelve a ser la religiosa que fue hace algunos momentos. Los perro en tanto corretean por el huerto. Felices y contentos.-
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