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LA GRANJA DE EMI
No veía la hora de llegar a la granja. La profe Emi me había hablado tanto de ella que me había emocionado mucho y no aguantaba la espera por llegar.
El camino polvoriento fue llegando a su fin. Entramos a una larga carretera con una especie de mejorado y mi sonrisa se hacía cada vez más amplia. El esposo de Emi que era el que manejaba la camioneta que me llevaba tarareaba una vieja canción hasta llegar bajo una arboleda y frenar.
Bajamos y en la puerta de una casa que se veía enorme y muy cómoda apareció Emi, con su sonrisa de siempre. Con los ajustados jeans en su bonito cuerpo, me estiro los brazos y nos saludamos.
__¡Por fin llegaron!__ dijo Emi en mi oído dándome un sonoro beso en la mejilla.
__¡Estaba tan ansiosa profe, me gusta este lugar!
__¡Espera que no has visto nada!
__¡Ya me siento muy bien viendo toda esta naturaleza!__ dije y Emi me abrazo por los hombros y me arrastró lejos de donde estábamos. Su marido en tanto, entraba y salía llevando víveres y maletas.
Las gallinas estaban en corrales limpios y ordenados, aquel lugar era grande.
__¡Viste querida te dije que te encantaría!__ dijo Emi rozando mi cara con sus flacos dedos inquietos y que yo conocía tan bien. Llegando a un recodo de la vereda demarcada, me empujo contra unas maderas que hacían de paredes y hundió su lengua en mi boca sedienta y salvaje., muy caliente. Aquella mujer me calentaba demasiado y me hacía hacer cualquier cosa. Una vez que sació sus ganas de chupar mi lengua y recorrer mi boca, se separó de mi y susurrando dijo
__¡Ya verás la sorpresita que tengo para ti cariño!
__¡Es lindo!
__¡Ohh ya verás, lo encontramos en el viejo camino que va hacia el río, estaba en bastantes buenas condiciones, alguien lo había tirado, es una cruza, pero es hermoso, lo alimentamos, curamos, y ahora es una belleza!
__¡Quiero verlo!
__¡Ya, ya, pero lo mejor de todo…no sabes la verga que tiene!__ sonriendo mordió mis labios y me acarició los glúteos , levantando descaradamente mi vestido suelto y pasando sus dedos por toda mis nalgas y mi rajita depilada.
Mi piel se encendía cada vez que estaba cerca de la profe Emi. Me volvía loca con ella y sus ideas, depravadas o no. Ella me había introducido en el camino de los gustos por los animales y a mí me encantó desde el primer día.
Eso ocurrió en la mañana. Almorzamos con el esposo de Emi, que yo no sabía si estaría con nosotras o no. Pero todo pasaba de forma natural y tranquila, sin ninguna mención a lo que haríamos luego.
Las miradas que cruzábamos con Emi eran de fuego volcánico. A los alrededores andaban unos perros muy hermosos y cuidados. Yo los miraba y la baba se me iba escurriendo por mis labios. Ella parecía adivinar mis intenciones y me sonreía como diciendo, espera, no seas ansiosa y tan putita. Espera.
Sus dientes perfectos se me insinuaban. Brillaban en aquella mesa en medio de una amplia galería al aire libre. Levantamos la mesa y lavamos los trastos, entre idas y venidas del esposo de Emi. De vez en cuando ellos se abrazaban y yo miraba sorprendida del manejo de la escena que tenía aquella bella y madura mujer.
En un momento el esposo de Emi dijo a viva voz que para él ya estaba bien y que se iba a dormir una buena siesta. Quedamos Emi y yo. Ella abrazando mi cintura joven y delgada me beso en la boca largamente. Profundamente.
Me tomó de la mano y empezamos a caminar a través de pequeños establos armados de manera artesanal y que separaban a algunos animalitos, como patos, corderos y hasta algunas vacas.
Llegamos así a una especie de cabaña en medio de unos frondosos árboles que daban una sombra exquisita y refrescante.
Entramos y era un amplio lugar, había muchas alfombras floreadas y mullidas, el espacio era muy grande y desde un lugar escondido apareció un bello animal, un perro de pelo corto de un color acaramelado, tenía unas pequeñas manchitas de un amarillo más fuerte. Era un extraño perro. Grande. Sus patas eran largas y movía la cola conociendo a Emi, seguramente, la olfateaba amistosamente y se elevaba sobre ella y casi era de la misma altura. Ella le besaba el hocico y su enorme lengua aparecía y le daba lengüetazos indiscriminados por toda la cara.
__¡Oh mi bebe precioso, uhhh, que lindo eres, mmmhhh dale besos a mami, si mi vida!!__ le hablaba Emi de forma tierna y a la vez seductora. Yo aprovechaba y lo acariciaba. Estaba en buena forma, sus músculos se marcaban de manera extraordinaria. Observé unos huevos grandes y de color negro y no pude dejar de imaginarlos llenos de leche, mi vagina empezó a humedecerse, a cosquillear.
__¡Ay Emi es hermoso, que ejemplar, me gusta, puedo tocarlo!
__¡Es todo tuyo preciosa, el te esperaba!__ dijo y se acercó besándome una vez más, pero esta vez tomo mi vestido y lo arrancó, soportando las embestidas y saltos del bello animal.
__¡Sansón, calma!__ lo instó a que se detuviese, pero el animal cuando vio que estaba en calzones enseguida acercó su hocico a mi almeja húmeda y pego el primer lengüetazo sin demora, llenando el aire de calentura brutal y animaleja.
Emi me quitó enseguida el calzón, pasando su lengua por mi piel, por mi espalda, por mi cintura. Sansón se trepó hasta sus hombros y quiso penetrarla de inmediato, ella sonriendo lo llamaba a que se detuviera, pero el perro brutal era muy inquieto y ya estaba muy caliente.
Desnuda caí al piso junto con Emi y nos abrazamos de manera febril y alocada. Quedé sobre ella y me metí sus tetas esplendidas en mi boca, en tanto Sansón hurgaba en mi trasero metiendo su enorme y larga lengua, lloriqueando emocionado de calentura y excitación.
Pronto su baba se mezcló con mis jugos que brotaban por esa lengua y por los dedos de Emi que se clavaban en mi culito y en mi almeja totalmente inundada de jugos y líquidos, mi lengua y mis dientes apretaban y no soltaban sus pezones erguidos y sus gemidos y los míos se mezclaban ardientemente con los llantos de excitación de Sansón, aquel perro que ya se montaba sobre mi tratando de penetrarme.
Su nariz húmeda se metía por mi ojete y bajaba a mi raja abierta de par en par y echando agua por doquier. Mis labios chupaban las hermosas tetas de mi profe Emi que gemía como putita, y llevaba mi boca a sus labios y nos fundíamos en besos calientes y húmedos.
__¡Ohhh putita, Sansón te va a coger, levanta un poco tu cola, el está dispuesto, ya verás la verga que tiene, ahhhhh!!!__ le hice caso a mi maestra de zoofilia y levanté mi cola un poco más, el perro entonces se vino sobre mí y me montó de manera veloz y sin pensarlo mucho, sus patas se aferraron a mis caderas y clavo sus uñas, lastimándome un poco, pero a su vez sentía su fierro intentando entrar en mi, moví mi culo para que acertará, era tal la emoción, la calentura que me envolvía, Emi me tomó los pechos y empezó a morder y besar sin reparos mis tetas encendidas, mis orgasmos no se detenían, estaba enloquecida cuando Sansón entró con su pedazo en mi vagina abierta y dilatada.
Su pedazo creció de forma inusitadamente veloz, se volvió gordo, grueso, la bola se agigantó dentro de mí y me quede quieta. Emi salió de abajo de mi y ayudó a Sansón a girarse sobre mí. Ella le daba besos en el hocico, la lengua del can colgaba de manera desmesurada como era todo en el.
__¿Sientes su pedazo?¡Cariño te lleno por completó, esto es un río, te esta rebalsando!
__¡Ohh si, siento que tengo la concha como de diez centímetros, ohhhh, este es un semental increíble, siento los jugos golpeando dentro, ohhh, que manera de gozar….gracias Emi, eres…un amor…ahhh. ..por favor!!__ gozaba como un animal. Salvaje. Me sentía derretir por dentro, un fuego creciendo. Estallando en mil orgasmos infinitos. Emi vino de mi lado y buscando mi boca la comió, en tanto yo me aferraba a las patas de Sansón que instintivamente tironeaba para destrabar su gran bola metida muy dentro de mí.
Ese perro no acababa nunca de largar sus fluidos. Emi sobaba mis tetas y pellizcaba mis pezones de forma deliciosas.
__¡Me vas a matar de placer Emi, tú y tu perro son unos salvajes, ahhhhh, por favor, estoy a punto de desmayarme!!!__ gemía en tanto sentía que la bola de Sansón se iba achicando. Así fue que en un momento tironeó otra vez y el tapón salió junto con una catarata de jugos pegajosos y abundantes. El enorme cipote del perro apareció en toda su magnitud y Emi no tardó en echarse bajo el abdomen de Sansón y tragar su vergaza. Unos veinte centímetros de verga pura de perro y de unos cinco de ancho, era realmente descomunal para un animal. Al menos yo nunca había visto un perro con semejante poronga. La bola desinflada y todo tendría unos ocho centímetros de ancho, era una cosa, que no pude dejar pasar y metiéndome debajo del animal también compartí aquel pedazo con Emi, de cuando en cuando cruzábamos nuestras lenguas enfermas de pasión y sexualidad.
La poronga de Sansón seguía largando un río de fluidos, nuestras caras prontamente se vieron regadas con el néctar de aquel fabuloso macho. Se mantenía dura como fierro. Por eso Emi sabía que aquel macho animal era distinto a los muchos que había probado en su larga vida en la zoofilia.
__¿Quieres meterla en tu culo?__ me preguntó Emi chupando mi lengua sádica.
__¡Si quiero!__ dije en un suspiro. Ella me dejo para que siguiera chupando la barra y que no se desinflara, aunque no había atisbos de eso.
Emi me pidió que siguiera mamando la verga de Sansón y que me quedara en cuatro patas. Prontamente me metió su lengua diabólica en el ojete, lo salivo. lo dilató, lo besó una y otra vez mientras yo lloriqueaba como putita. Lo escarbó hasta el fondo, hasta que su lengua no pudo más, entonces escuché que se alejó un poco de mi y camino unos pasos.
Emi me pasó una crema abundante en mi cola sedienta de verga, metió un par de dedos, los saco y los volvió a meter.
Me coloqué nuevamente en cuatro acercándome a Sansón que jadeaba muy caliente y alzado aún. Emi guió la vara y entró de manera veloz, grité, aullé de placer, me retorcí, y sentí mi cola inundándose de líquidos, tuve otros orgasmos increíbles.
Después de un rato Emi dejó al animal que salió y se echó agotado en un rincón. Lo mirábamos y sonreíamos felices, nuestro macho había gozado tanto como nosotras que seguíamos lamiéndonos. Hasta que el atardecer anunció que debíamos volver a la casa.
Sansón salió con nosotras a tomar el aire del atardecer, perdiéndose de nuestra vista hasta la madrugada en que retomaríamos nuestro sexo con aquel bello animal.-
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