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Poco tiempo después de mi divorcio comencé a ir nuevamente al gimnasio ya que en los últimos años, entre el trabajo y la insoportable de mi ex, no había practicado actividad deportiva alguna y mi cuerpo y mi salud me lo estaban pidiendo.
El caso es que debido a mis horarios podía ir a última hora de la noche. Llegaba alrededor de las nueve y permanecía allí hasta las diez y media que era la hora en que el gimnasio cerraba. Para esa hora prácticamente no quedaba nadie y podía disfrutar de los diferentes aparatos casi en exclusiva. Apenas éramos tres o cuatro los que estábamos en ese horario y muchas veces el profesor se desentendía de nosotros y se dedicaba a ordenar todo para el día siguiente en la planta de abajo.
Al mes y poco de estar yendo comenzó a ir una señora de 47 años, con un poco de sobrepeso que se le había sumado al que ya había adquirido en sus dos embarazos.
Con Estela, que así se llamaba, congeniamos casi desde el primer día. Creo que se debió a que los otros dos o tres chicos que iban en ese horario no pasaban los veinte pocos años y por eso quizá se sintió más identificada conmigo. Además encontramos comunes nuestros gustos por el cine y la música, lo que nos dio tema para hablar muchas veces.
He de decir que tengo 34 años y que si bien estoy peleando para sacarme unos kilos de más que adquirí en el último tiempo, siempre me han dado menos edad. Incluso Estela creía que yo andaba por los 28 o 29.
Ella a sus 47 no estaba tan mal. Muy linda de cara, con unos ojos verdes hermosos, se le notaba el paso del tiempo y los embarazos en un abdomen con exceso de grasa que quería eliminar. Era de estatura baja, sus piernas gorditas, un lindo par de senos que si bien no eran grandes estaban todavía bastante bien. Y coronaba todo con un excelente trasero. Grande y más que apetecible y que me llamó la atención desde el primer día.
Al principio sólo hablábamos acerca de los ejercicios que debía realizar, generalmente me consultaba sobre los pesos a utilizar y la forma de hacerlos. Pero con el paso de los días fuimos conociéndonos más y tocándonos temas más personales. Sobretodo a última hora cuando solíamos quedarnos solos. Me parece que en esos momentos ella se sentía más libre y cómoda de contarme sus cosas.
Así fue que me enteré que trabajaba como ejecutiva de cuentas empresariales en una mediana empresa que según ella "luchaba por pasar a ser una gran empresa, pero le resultaba más que difícil".
También pude saber que tenía dos hijos y un marido por el que había comenzado a hacer ejercicio para ver si le empezaba a prestar más atención. Aparentemente en el último tiempo la relación se había enfriado bastante y Estela estaba buscando la forma de que volviera a ser lo que eran anteriormente. Ya que según me comentó eran bastante fogosos los dos y ahora estaba extrañando bastante esa época.
Luego de estos comentarios comencé a verla de otra forma. Cada vez que podía le miraba el gran culo que tenía que lucía mejor aún apretado en las calzas deportivas y que además marcaban el contorno de su ropa interior que era siempre de un tamaño tirando más bien a pequeño y que se le metía en su hermoso culo. También aprovechaba a mirarle su entrepierna cuando los ejercicios así lo permitían. Claro que hacía todo esto de la forma más disimulada posible. Además muchas veces al verla hacer algún ejercicio me la imaginaba en la cama y me cada vez más la idea de que debía ser muy buena en el sexo.
También empecé a prestar más atención al hecho de que ella también me miraba y en más de una oportunidad pude ver como me miraba a través de los espejos al mismo tiempo que yo la veía a ella. Esto siempre terminaba en un lindo cruce de sonrisas y la vuelta al trabajo. El tiempo que aprovechábamos para hablar era el de los descansos entre ejercicio y ejercicio.
Todo marchaba dentro de esta situación hasta que sucedieron dos cosas que me hicieron ver que la cosa podía ir a más.
Lo primero fue un día que enseguida de quedarnos solos me dice que creía haber descubierto el por qué del enfriamiento de la relación con su esposo. Me dijo que se había dado cuenta de que su esposo tenía una amante. Y casi enseguida me preguntó que me parecía que tenía que hacer.
- Creo que como primera medida no debes de abandonar los ejercicios- contesté tratando de distender un poco la situación. Esto no le resultó nuevo ya que suelo hacer muchas bromas y en el caso de ella no era una excepción y solía reírse bastante con mis comentarios.
- Sos tonto!!!- Dijo sonriendo. – Mira que te cuento lo que me pasa y me sales con una tontería de estas.
Poniéndome lo más serio posible le dije:
- Hablando en serio. ¿Estás segura de esto o son suposiciones tuyas?
- Segura al 100% no. Pero mirá que cuando las mujeres sospechamos algo seguramente estamos en lo cierto. Generalmente no nos equivocamos en cosas de este tipo.
- Me parece que estás viendo mucha ciencia ficción.
- ¡Sos malo! Te cuento mis problemas y te ríes de ellos. Y ni siquiera me contestas lo que te pregunto. – Dijo Estela al tiempo que hacía un gesto como de llorar, similar al que hacen los niños y acompañándolo de una sonrisa que me resultó más que sensual y que buscaba complicidad.
- Creo que lo que puedes hacer primero que nada es asegurarte de que sean ciertas tus sospechas.- Dije lo más serio que pude y continué – Y no debes de dejar el gimnasio.
Ella volvió a sonreír y yo la acompañé.
La conversación quedó por ahí ya que el profesor nos vino a avisar que iba a cerrar y que debíamos irnos.
Al salir ella me agradeció el haberla escuchado a pesar de mis bromas. Ese día nos despedimos por primera vez con un beso en la mejilla. Y a partir de allí nos saludábamos con un beso en la mejilla cada día.
El segundo hecho sucedió un par de semanas más tarde. Ya nos habíamos quedado solos, Estela estaba usando un escalador y yo estaba en el piso haciendo una serie de abdominales y por supuesto disfrutando de tan hermoso trasero.
En un momento ella, sin dejar de hacer el ejercicio, se dio vuelta y pudo ver como mis ojos se encontraban clavados en su trasero, entonces dijo:
- ¡Cómo te gusta mirar! – Al tiempo que me lanzaba otra de sus sonrisas habituales.
Yo, que no me esperaba para nada esta situación, sólo atiné a decir:
- Es que me encanta la vista.
Estela volvió a sonreír y dijo:
- Es el mejor chiste que dijiste en la noche.
- Pero yo estoy hablando en serio.
- ¿Así? ¿Y qué tan linda te parece la vista?
- Divina.
- Bueno entonces me voy a dar vuelta así miras tranquilo. Pero no te distraigas mucho y termina pronto lo que estás haciendo que yo también voy a terminar pronto.- Dijo con total soltura.
Ambos continuamos con lo nuestro. Yo no podía quitarme de la cabeza lo que me había dicho y por supuesto que además seguí mirando ese precioso culo. Estela me miraba por el espejo, me sonreía pícaramente y se inclinaba lo más que podía poniendo su culo lo más alto que podía al tiempo que se acomodaba su ropa interior de forma que se le metía hasta perderse en su culo.
No lo podía creer tenía a una mujer con un culo hermoso que se me estaba insinuando y yo me había quedado demasiado callado. Por otra parte no quería apurar la situación por miedo a que ella fuera de esas histéricas que primero se insinúan y luego te montan una escenita cuando les propones algo. Para mi suerte ella no se quedó callada.
Yo me había puesto a hacer pecho en el banco plano y ella estaba en frente usando una de las máquinas para los brazos, cuando dijo:
- Esto si es justo. Ahora me toca a mí tener una linda vista.
A mí casi se me cae la barra al oírla y más aún cuando levanto la cabeza y la veo con su vista clavada en mi paquete.
- A vos también te gusta mirar o ¿me equivoco?- Dije cuando terminé la serie que estaba haciendo.
- Siempre es lindo ver cosas lindas. Y para que te lo voy a negar, me gusta lo que estoy viendo- Dijo sin dejar de hacer sus ejercicios.
- Bueno, entonces disfruta de la vista.
- Por supuesto si de eso se trata- Sentenció Estela a la vez que me lanzaba una mirada que parecía comerme.
Yo otra vez me volví a quedar pasmado y con la boca cerrada.
Al cambiar nuevamente de ejercicio ella se colocó en otro aparato en el cual quedaba con su culo hacia arriba. Yo me coloqué en el aparato de al lado y me dediqué a mirarle el culo ya sin ningún tipo de reparos.
Estela acomodó su cabeza hacia el otro lado y me miraba por el espejo. Era su manera de invitarme a mirar sin miedo.
En ese momento decidí jugarme al todo o nada y suavemente, casi con descuido apoyé mi mano en su culo. Ella se estremeció al primer contacto, pero casi enseguida me sonrió, me guiñó un ojo y cerró sus ojos para dejarme hacer a gusto.
Lentamente comencé a recorrer su culo con mis manos, poniendo especial esmero en la parte en que su ropa íntima se perdía. Me sorprendió lo durito que estaba ya que yo me lo imaginaba más fofo. Así estuvimos unos minutos hasta que ella me dijo:
- ¿Qué te parece?
- El más hermoso que he tocado- contesté.
- Bueno, apúrate a disfrutarlo antes de que venga el profesor.
- ¿Vos lo estás disfrutando? – Pregunté.
- Mucho.
Me dediqué entonces a disfrutar del momento, que por cierto hacía tiempo que lo deseaba.
Seguía acariciando de arriba abajo esa hermosura de trasero al tiempo que cada vez me acercaba más a la entrepierna. Ya podía sentir en mis manos el calor que emanaba de su vagina cuando siento que una mano comienza a recorrerme la pierna hasta llegar a mi verga. La acaricia suavemente y luego la agarra con fuerza. De más está decir que estaba empalmado al máximo.
-¿Te gusta? – Pregunté.
- Más de lo que creía.
- Entonces disfrútala todo lo que quieras.
En ese momento Estela se levantó y quedó parada frente a mí. Volvió a agarrar mi verga y me beso tiernamente.
Yo le correspondí y comenzamos a besarnos cada vez con más pasión. Nuestras lenguas recorrían nuestras bocas y se entrelazaban luchando por darle al otro el mayor placer posible.
Comencé a acariciar su culo nuevamente, sólo que esta vez lo hice por dentro de su calza. Mis manos jugaron un poco con su culo. Luego comencé a acariciarle su ya más que húmeda vagina. Me sorprendió encontrarla casi depilada por completo, apenas algunos vellos adornaban su monte de Venus. A todo esto Estela ya jugaba con mi pija por fuera de mis pantalones. Se sentía dueña de ella y disfrutaba tanto como yo del juego.
Nuestras bocas parecían querer devorarnos mutuamente fundidas desde hacía un buen rato en un prolongado y caliente beso.
Estela comenzó a masturbarme lentamente deteniéndose por momentos a jugar con mis huevos.
- Me encanta tu pija.- Dijo casi en un susurro.
Por mi parte empecé a jugar su vagina metiéndole primero un dedo y luego otro para masturbarla. Ella trataba de controlar sus gemidos por miedo a ser descubiertos. Por suerte la música que siempre había en el gimnasio fue nuestra cómplice.
Con mi pulgar empecé a acariciarle el clítoris que se encontraba hinchado por la excitación al tiempo que con mi otra mano jugaba con su ano metiendo la punta de uno de mis dedos.
Ella disfrutaba de esto al tiempo que aumentaba el ritmo de la paja que me estaba haciendo. Pensé que me acabaría pronto si ella mantenía ese ritmo, así que la di vuelta la apoyé en uno de los aparatos, la incliné de manera que quedara toda su mojada conchita a mi disposición y de un solo movimiento la penetré. Estela arqueó su cuerpo aún más para facilitar la entrada de mi verga. Comencé a moverme lentamente dentro de ella al tiempo que le tomaba las tetas y se las sacaba de sujetador para sobarlas a gusto. Al igual que su culo me resultaron más firmes de lo que esperaba.
Poco a poco fui aumentando mi ritmo hasta llegar a penetrarla casi en forma salvaje y desesperada. Ambos lo deseábamos y lo necesitábamos desde hacía rato.
Estela pedía más y me decía que no parara.
No tardó mucho en acabar. Sentí como su cuerpo se contraía por unos segundos, para luego relajarse al tiempo que su vagina se inundaba de jugos que bañaron mi pija. Me detuve por unos segundos y luego volví al ataque. Ahora era yo quien necesitaba acabar ya que mis huevos parecían que iban a explotar.
Aumenté todo lo que pude mi ritmo y en un par de intensos minutos pude sentir el delicioso placer del orgasmo. Mi semen inundó su vagina con varios chorros que parecían no terminar.
Nos quedamos en esa posición unos minutos como queriendo prolongar lo vivido, pero fuimos interrumpidos por el profesor que desde la planta baja nos avisaba que era la hora de cerrar.
Estela pegó un salto al oír su voz y se acomodó la ropa en tiempo récord. Yo sólo atiné a reírme de la gracia que me causó.
Nos dimos un último beso antes de salir y nos prometimos no ir al gimnasio al día siguiente. En su lugar nos encontraríamos para hacer otro tipo de ejercicios más entretenidos.
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