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La filosofía del látigo (Parte 3)

1.



Era de costumbre entre Óscar y Fabián un descanso en el trabajo junto a la máquina de café. Tras una ardua mañana en la gestoría no venía mal una charla entre amigos y de paso un relax de cinco minutos antes de continuar con el papeleo angosto.



-Hey, ¿pudiste ir al club de golf ayer por la tarde? –preguntó Óscar entre sorbo y sorbo al café.



-¿A qué viene esa pregunta? Yo voy a donde me sale de la polla.



-No sé, es lo que me dijo mi esposa. Que no fuiste.



-Claro que fui, joder. A mi nadie me dice lo que tengo que hacer. Si quieres te enseño fotos, vamos, que fui.



-Ah, vale. Es que mi esposa me dijo lo contrario. Que tu mujer no te dejó ir.



-Pues perdona que te diga pero te está mintiendo. Como todas. Son una panda de mentirosas. Sólo mueven el culo por un billete de 50.



-Sí, es verdad, siempre gastándose nuestro sueldo en bolsos y perfumes apestosos. Vaya plan. En cuanto hay dinero en la cuenta van ellas y lo sacan todo para sus caprichos.



-Exactamente. De hecho, a mi mujer le he quitado las tarjetas de crédito. Qué coño. Ese dinero lo gano yo con mi esfuerzo.



-¿Tu mujer sigue sin encontrar trabajo?



-Que va. Está todo el puto día en el sofá tocándose el coño. Manda narices. Solo le falta la cerveza y me recuerda a mi padre frente al televisor.



Ambos rieron.



-Joder, Óscar, hay que imponerse.



-Así debe ser.



-Un poco de sangre en las venas, ostias. Me niego a ser un huevón y mantener a una mujer. Me considero un hombre hecho y derecho, y podría tener a la pava que desee.



-Que no te escuche tu mujer.



-¿Y qué si me escucha? En mi casa mando yo, que para eso llevo el dinero y una polla como una olla.



Ambos volvieron a reír con jocosidad.



-Bueno, vuelta al curro –consultó Óscar su reloj de pulsera.



-¡Choca, tío!



-Yeahh…



Y se separaron tras la palmada de manos.



2.



Dudó un instante antes de entrar en su casa, pero Óscar finalmente se decidió y accedió al salón.



-Hola, llegué.



En ese momento apareció su esposa firme y segura.



-¿Sabes qué hora es, Óscar?



-No, ¿por?



-Tenías que haber llevado a tu hija a sus clases de ballet. ¿Se te olvidó otra vez?



-Ostias, es verdad, lo siento…



-¿Qué fue hoy? ¿Una cervecita en el bar de la esquina?



-Sí, es que me relaja tras toda la mañana en…



-A mí me importa una polla tus excusas. He tenido que llevarla yo al ballet. Eso quiere decir que me debes dar el gasto de gasolina y que en 45 minutos vayas a recogerla. ¿Estamos?



-Sí, claro, no hay problema.



-Han sido 25 euros en gasolina.



-¿Tanto?



-10 euros más 15 por joderme mi hora de manualidades. En posición.



-Eli, por favor, de verdad, no volverá a suceder…



-¡En posición, coño! ¡Ya!



Temeroso, Óscar se bajó los pantalones, luego los boxers y sacó el culo apoyado en el filo de una mesa.



Mientras tanto, Eli se quitó el cinturón de sus vaqueros y se lo enrolló en la mano derecha.



-No chilles. Sólo serán 12 correazos. Como se te ocurra quejarte o pegar un grito repito el arreo. ¿Queda claro?



-Sí.



-Si no, joder.



-Sí, mi Ama.



-Eso está mejor. Ahí va el primero. La próxima serán 40. Hoy estoy animada.



-Gracias, mi Ama.



-Serán 12. Poquitos. Pero juro por mi santo coño que van a ser 12 via crucis.



Óscar empezó a sollozar. Algo que excitó a su esposa.



-Necesitas disciplina y aquí está tu querida esposa para meterte en vereda. No harías nada sin mí. Eres un don nadie sin tu dulce Eli… -Y soltó el brazo para dar el primero de 12 correazos escalofriantes que sonaron desde el patio.



Él sufrió lo indecible.



Ella se deleitó en cada zurriagazo.



3.



Pensó que no estaría en casa. A estas horas su mujer Noe estaría en casa de su vecina del quinto como cada mediodía. Por eso Fabián entró en casa seguro y sin titubear.



Pero su gesto cambió al encontrarse en el salón a Noe e incluso a la vecina del quinto sentadas en el sofá. A Fabián le pareció que estaban esperándole. Y nada más hablar Noe lo verificó.



-Hola, amorcito, pasa –sonrió Noe con satisfacción.



-Hola, Noe. Hola, Beli.



-Hola, Fabián –Beli parecía contener la risa.



-Ven, amorcito. De rodillas frente a mí y la cabeza agachada.



-¿Cómo? Beli…



-Beli ya lo sabe. La he traído a que aprenda, para que haga lo mismo con el cerdo de su marido. Vamos, no me gusta repetir las cosas.



De modo sumiso y sin rechistar, Fabián se posicionó frente a su mujer sentada en el sofá.



-¿Ves, Beli? Muy machitos entre ellos pero luego se les queda la polla como un cacahuete.



-No he hecho nada indebido, Noe.



-¿Tu crees? Vas diciendo por ahí que fuiste ayer al club de golf. No, no pierdas el tiempo. Tu amigo Óscar ha confesado tras un castigo ejemplar de 10 minutos. Me acaba de llamar Eli. ¿Es eso cierto?



-Si…



-No te escucho. Alto y claro.



-Sí, lo dije, y lo siento mucho.



-Te daría ahora mismo una ostia en la cara, pero hoy me sustituye Beli.



-¿Cómo que Beli?



Noe movió la cabeza dando el permiso y Beli pegó un violento bofetón a Fabián en la cara.



-¿Alguna objeción? –sonreía Noe.



-N… no… -habló Fabián con la mejilla roja.



-Mmmmm, esto satisface –gozaba Beli-. Podría acostumbrarme a esto.



-Fabián, en posición 3, ya sabes.



Fabián, al borde del llanto, se desnudó de cintura para abajo, se colocó de pie en mitad de salón y pegó las manos al suelo alfombrado.



-Beli, disfruta –le pasó Noe su correa de los vaqueros.



-Gracias, Noe, eres una gran amiga.



-Yo estaré en la cocina preparando el almuerzo. Tu tómate tu tiempo y dale fuerte.



-Ya lo creo que le voy a dar fuerte. Tiene un culo peludo asqueroso.



-Ve cogiendo experiencia para practicar luego con tu maridito seboso.



-Joder, esto me encanta. Acabo de mojar las bragas.



-Pues quítatelas y méteselas en la boca. Este cabrón aúlla como una nenaza.



-Gracias, Noe, eres lo más.



-Hay que ayudarse entre mujeres. Tu dale con saña. Mi maridito es un poco rebelde y muy bocazas. Quizás contigo aprenda. Yo ya no sé qué hacer. Es un hombre descarriado desde que lo parió su madre.



-Déjamelo a mí. Sólo necesito una hora y tendrás un marido nuevo. ¿Puedes darme otra correa para mi otra mano y tu consolador eléctrico?



-Hecho. Mejor no le metas tus bragas. Deseo escuchar sus gritos desde la cocina. Es mejor que poner música en la radio.



Ambas rieron con jocosidad.



-Choca –puso Noe el culo y Beli lo palmeó con gracia-. Mujeres al poder, Beli.



-Eso siempre.



-Que mi maridito recuerde que la vagina manda.



-No te preocupes, Noe. Este gilipollas lo recordará sí o sí.



-La que te espera, Fabián. Beli va al gimnasio y tiene aguante –abofeteó Noe el culo de su esposo con fuerza.



-¡Au! –le dolió a él.



-Eso es lo que deseo escuchar la próxima hora –rió Noe.



-Joder, qué ganas le tengo –se relamía Beli-. ¿Puedo empezar ya?



-Una hora o dos horas. Lo que tu quieras, cielo –permitió Noe.



Y empezó el calvario angustioso para Fabián y su inexistente hombría.


Datos del Relato
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