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La filosofía del látigo (Parte 1)

Era sábado noche y eso para Nacho significaba salir de caza. Toda la semana trabajando de conserje en un portal y por fin tocaba un poco de diversión. Con su pelo engominado, su perfume Axe y su mejor vestuario, se fue flechado a la discoteca Splash, a ver qué chochito caía hoy. La experiencia era un grado y más después de sus seis presas este mes: todas violadas, abofeteadas y bien folladas para urgencias. Realmente no era un trabajo, era diversión pura y dura. Ver sus caritas asustadas y entregándose a lo inevitable con sumisión era una satisfacción masculina que todo hombre sentía, fuese cura, policía o esposo con familia. Así de cabrón era el hombre. Un fallo genético en el ADN que la naturaleza seguía sin arreglar, y que mientras llegaba ese momento Nacho aprovecharía con creces. Además, dos compis policías le cubrían las espaldas por si acaso.



Y ahí estaba él otra vez, divisando en la discoteca con disimulo y a la espera de una gacela que cazar. En verdad es lo que hacían los de su edad cada semana. Él, sus amigos, sus vecinos, su padre, sus hermanos, así es el mundo de la testosterona. Una vez que la polla se pone dura el cerebro se nubla y entra en colapso como un ordenador hackeado.



-Vaya, vaya, vaya…



Nacho ya eligió casi babeando.



Una rubia platino despampanante se tomaba una copa en la barra del bar con un cruce de piernas espectacular y un porte de playmate. Nacho pestañeó varias veces creyendo ver visiones. ¿Era real lo que tenía delante? Madre mía con la madre naturaleza. Hacía milagros y aquella jovencita de 22 años era una. Olía a gel de baño y aliento mentolado al acercarse. Tanta belleza imponía e incluso Nacho sintió ciertos nervios, algo incongruente a estas alturas. Aquella chica iba a tener un trato especial. No sería violación y desgarro. Esta vez iba a ser algo diferente y gozoso.



-Hola, ¿estás sola? –se colocó Nacho a su lado. De cerca imponía mucho más que de lejos.



-Eso parece –susurró con una vocecita de película erótica.



-¿Y ese capullo tiene nombre?



La carcajada de la chica repicó como una música melodiosa.



-No, no hay ningún capullo. Mis amigas. Se han ido a zorrear por ahí y me han dejado tirada. Además, si acaso capulla.



-Oh, entiendo. ¿Te invito a otra copa? Tu vaso está seco.



-Gracias, pero no. Es la tercera que me tomo y por esta noche ya va.



-Pero si es temprano. La noche es joven.



-Hoy está la cosa floja. El aire está muy cargado y hay mucho guiri diciendo hello.



-Sí, ya los he visto. Podemos ir a otro sitio. Tú elijes dónde y te llevo. Tengo un cochazo en el parking que alcanza los 100 kilómetros por hora en 6 segundos.



-¿Eres millonario?



-¿Te gustaría que lo fuera?



Los ojos de la chica estudió las facciones de Nacho un instante, como buscando un rasgo de confianza.



-¿Tienes hambre? Te invito a un Burguer King o a un McDonald´s.



-No me va la comida basura. Yo prefiero algo más selecto. Un restaurante francés o comida hindú.



-Di el lugar y tiramos para allá.



-Tengo una mejor idea.



-Dime cuál.



-Hartarnos de helado en mi casa. Ayer compré un kilo de frambuesa y le tengo unas ganas locas.



-Yo me adapto a lo que sea.



-Me llamo Sara. ¿Y tú?



-Nacho.



-Creo que me has salvado la noche. Anda, vamos.



-Genial.



Durante el trayecto hasta su BMW, Nacho no perdió ojo del contoneo de caderas de Sara y su movimiento hipnótico de glúteos. La noche no podía ir mejor. En casa de Sara la ataría a su propia cama, la sometería y así toda la madrugada. La suerte siempre favorece al más cabrón. ¡Yeah!



Nacho aceleró hasta la autovía y Sara le fue indicando.



-¿Sabes? Creía que conocía a todas las chicas de Splash. Nunca te he visto rondar por allí –reconoció Nacho.



-Lo sé. Simplemente me gusta ir de aquí allá y vivir nuevos lugares.



-¿Eres de la ciudad? No tienes acento madrileño.



-Sólo estoy de paso. Vengo desde Sevilla.



-Vaya, eso está lejos. ¿De vacaciones?



-Más bien un asunto de trabajo.



-Ah, ¿y qué clase de trabajo?



-No te gustaría saberlo.



-Prueba.



-Ya te enterarás. Mañana vuelvo a Sevilla y me toca madrugar.



-¿Sabes lo que pienso?



-Wow, un tío que piensa –rio Sara armoniosa.



-No, en serio. Detrás de esa carita angelical y simétrica se esconde algo… no sé, algo muy tenebroso.



-¿Quieres ver algo tenebroso? Sólo tienes que mirarme a las 7 de la madrugada recién despierta.



-Te hablo en serio.



-Y yo también, joder. Llevo toda la puta conversación hablando en serio, incluso en eso de que los tíos no pensáis una mierda –endureció el tono de voz Sara.



-Vale, lo siento. No quería enfadarte con…



Pero Sara empezó a carcajear y a reír.



-Hija de… Me has pillado.



-¿A que sí? Te lo has creído. Todos sois unos pringados.



-Bueno, todos no. Hay excepciones.



-Como tú, ¿no?



-No quería decir yo, pero…



-Coge esa salida. Ya andamos cerca.



-Veo que te pilla tu casa lejos del Splash. ¿Te trajeron tus amigas?



-No.



-¿Has dejado tu coche aparcado por Splash?



-No.



-¿Entonces cómo…?



Pero en ese momento sonó el móvil de Sara. Un Galaxy último modelo. Nacho se quedó anonadado. Los 1500 euros no se los quitaba nadie al móvil. Y el bolsito de Sara un Loewe de 900 euros. Y los tacones de Zara de 500 euros. Nacho se quedó pensativo.



Sara contestó a la llamada hablando en un perfecto alemán.



Nacho arqueó las cejas en señal de sorpresa. No entendió una palabra de lo que decía Sara pero su voz volvió a endurecerse como antes. Así durante 5 minutos hasta que colgó.



-¿Qué era eso? ¿Rumano?



-No, alemán.



-Pues lo hablas a la perfección.



-¿Qué pasa? ¿Que una chica no puede estudiar y tener cultura? También sé hablar otras 5 lenguas, entre ellas el griego.



-¿Qué carrera estudias?



-Ahí, gira ahí. Casi hemos llegado.



Sara se sacó un J´dore de 150 euros y se perfumó sin exceso el cuello y el busto.



Nacho empezó a escamarse, pero se le quitó todo cuando Sara retozó en el asiento como una niña mala y lasciva.



-¿Estás bien, Sara?



-Es este puto calor. Me revoluciona las hormonas. ¿A ti no te pasa?



-Claro que sí.



-Hemos llegado. Es ese apartamento de ahí.



-Joder, ¿ahí vives tú? Parecen tres apartamentos en uno.



-No es mío, joder. Te he dicho que estoy de paso. Me lo presta una amiga por un día.



-Wowww…



-Puedes entrar con el coche. Hay garaje interior.



Con un mando a distancia, Sara abrió una verja automática y accedieron al interior.



-Aparca ahí.



-¿Eso es una piscina? ¿Cuántos metros tiene?



-No lo sé. Nunca lo he medido con un metro.



-Y mira, pista de tenis. ¿Tu amiga es millonaria?



-Tan millonaria como presumes tú.



-Ya veo.



Una vez el BMW aparcado, se apearon del coche y Sara abrió un portón que daba acceso a un pasillo largo y con el suelo marmolizado hasta un pedazo de salón que recordaba a un palacio.



-Ponte cómodo. Ahí hay un bar. Si quieres una copa échatela.



-Esto es para cagarse.



-A eso voy, a cagar. Ahora vuelvo.



-Vale.



Sara puso chillout por un hilo musical y luego abandonó el salón un instante.



-Ostia puta, qué pasote… -Nacho no salía de su perplejidad. Cristal de bohemia. Jarrones egipcios. Cuadros renacentistas. Todo el decorado era un derroche de dinero donde pusieras la mirada.



Fue cuando lo vio. Un increíble equipo HP con su ordenador táctil, su impresora a color y toda la fibra óptica enchufada a una batería para evitar los picos de luz. Aquello no salía barato. La luz parpadeante del ordenador indicaba que se lo dejaron encendido. Nacho dio un meneo con el ratón inalámbrico y la pantalla se iluminó al segundo.



-Pero, ¿qué coño…?



Parecía la imagen congelada de un vídeo casero. Nacho pinchó en play y su sonrisa se fue borrando poco a poco. Y más cuando reconoció un sótano y a dos hombres desnudos y encadenados al techo como jamones. Gritaban de dolor mientras Sara les desgarraba la piel con fustazos violentos. La sangre corría por sus cuerpos hasta los pies y de aquí a cubiteras colocadas debajo.



-Pero qué mierda es esta…



Sara, desnuda y tan solo enjutada en botas de cuero negras, los fustigaba con una virulencia extrema. Mientras más lloraban ellos, más reía ella.



-Puta loca…



-No sientas lástima de esos dos perros sucios. Se lo merecían –habló Sara por detrás. Nacho pegó un repullo del sobresalto-. El de la derecha se llama Cooper, un inglés degenerado que hacía dos o tres viajes al mes a Bangladesh. Su predilección eran las niñas de no más de 10 años. Y el de la izquierda se llama Kike, un hijoputa que violó a siete adolescentes y las siete veces los jueces le absolvieron. No pongas esa cara, coño. Es un modo de justicia. Si tienes cojones sigue mirando. En dos minutos cojo unas tenazas y les realizo una castración doble. Muerto el perro se acabó la rabia.



-¿Quién coño eres?



Sara cambió de vestuario y ahora vestía con un traje de látex ceñido, unos guantes negros de terciopelo y unas botas altas de tacón.



-Los hombres sois muy predecibles. Y tu más. Ves a una rubia impresionante sola en la barra y es como atraer la miel al oso.



-Un momento, ¿todo esto lo tenías preparado?



-¡Chicas! –pegó Sara una silbada y seis chicas aparecieron desnudas, otras en bragas y el resto en medias calcedonia-. ¿No las reconoces? Son los seis chochitos que te pasaste por le piedra este mes. Es así como lo decís vosotros, ¿no?



-Espera, espera, espera…



-Siéntate en esa silla.



-Sara, por favor, lo podemos hablar.



-O te sientas tú o te sientan ellas. Tú decides.



-Un momento… Sólo pido un minuto…



Una chica se aproximó con un puño americano y le atizó con dureza en la cara. Desde el suelo aturdido, otra chica lo arrastró del pelo hasta sentarlo en la silla.



-Esperad… Por favor… Lo siento…



Sara lo esposó al respaldo de la silla para que no se moviera.



-Preparadlo –pidió dulce Sara.



Lo desnudaron de cintura para abajo y una de ellas se la chupó un momento para ponérsela dura. Mientras tanto, otra colocaba una cámara con trípode enfrente de Nacho y conectada al ordenador por puerto USB.



-Ya, Sara –se limpió la boca la mamadora.



-Buen trabajo. ¡Choca!



Se dieron una palmada de colegas.



La mamadora se colocó a la derecha de Nacho desnuda y a la izquierda otra chica con una caja alargada en las manos.



-Dale –ordenó Sara y la cámara empezó a grabar en directo online con Internet.



-Bienvenidas a todas las que estáis al otro lado de la línea –puso Sara su mejor sonrisa-. ¿Veis al mierda que tengo detrás? Es otro puto violador fichado por la policía pero con su historial sexual delictivo borrado, gracias a sus amigotes con placa. ¿Le veis? ¿A que es patético? Ahí está llorando como una nenaza.



A Nacho se le aflojaba la polla del miedo, pero la mamadora se encargaba de erectarlo con la mano cada equis tiempo.



-Se trata de la supremacía femenina. La mujer manda y ordena, y el hombre obedece y calla como un puto esclavo. Nosotras tenemos el poder y lo tenemos entre los muslos. Y si un hombre se resiste a la dominación, hay que torturarlo hasta que entre en razón a través de la humillación y el dolor corporal. La castración es la solución patriarcal y vamos a realizarla con un corte rápido y contundente.



-Sara, este cabrón se corre. Si le doy más con la mano se va –avisó la mamadora.



-Vale. Vamos allá.



La cámara hizo un zoom genital.



La chica de la izquierda abrió la caja y Sara sacó unas tenazas de grandes dimensiones.



-Atentas a la sección del tronco viril. Ejecutada la castración, guisaremos su polla en una barbacoa, la trocearemos y nos la comeremos con orégano y sal.



Nacho, viendo lo que se avecinaba, se puso a berrear de pavor y miedo. Pero la mamadora lo callaba con reiterados puñetazos.



-Se le afloja rápido –avisó Sara.



Otra chica lo pajeó con maestría consiguiendo una nueva erección.



-Un poco más –ordenó Sara.



Una segunda chica ayudó con la mano hasta lograr que el glande saliese duro al aire.



-Vamos allá.



Sara abrió las tenazas, colocó ambos filos a cada extremo de la verga y ejecutó un corte limpio y de cirujano. La polla seccionada rodó por el suelo entre restos de sangre.



Hubo aplausos y risas, mientras Nacho perdía el conocimiento.



-Uhhhhh…



-Yeahhhhh…



-Bravoooo… -aullaron todas.



A causa de la casquería, tres de ellas se excitaron y se besaron con la primera que pillaron.



-He aquí la castración número 324, realizada en vídeo el 17 de junio de 2018 a las 11,23 horas de la noche. Nombre del castrado. Nacho Garrido Ojeda. Edad 24 años. Nacionalidad español. Próximo vídeo este lunes a un violador en serie en México D.F. Os habla mistress Laila. Y ya sabéis, cazad como hacen ellos y mientras más hombres torturéis más enaltecéis la feminidad y a todas esas miles de mujeres muertas al mes en todo el planeta. Y si dudáis de vuestro poder, cogeros el coño y ahí estará tú respuesta. ¡Corta! –puso Sara la señal de la victoria alzando las tenazas ensangrentadas y con trocitos de carne pegadas.


Datos del Relato
  • Categoría: Dominación
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