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"Ahora tomo las riendas de la fantasia de mi chico."
Todo listo para uno de los cada vez menos habituales fines de semana en Madrid, sin hijos, solo para mi marido y para mi, disfrutar de la pareja y como no, del sexo.
Hotel céntrico para no tener que desplazarnos mucho, cena romántica en una terraza cubierta en el ático de un hotel, una pequeña maleta en el coche y cerca de una hora de camino.
- Cuando veas lo que me voy a poner esta noche, te va a sorprender.
- Me encantan las sorpresas – dijo mi marido
- Si lo llevo hoy en el polígono de aquel día, triunfo.- dije entre risas
- Ya te lo diré.- terminó
Dejamos la ropa en la habitación, comprobamos la terraza, maravillosa, con Jacuzzi enorme en el exterior protegido por una especie de invernadero para utilizarlo todo el año. Ya lo conocemos de otras veces.
Cogimos un poco de champagne de la nevera y brindamos por la noche que nos esperaba.
Mi marido se puso un chino azul marino y camisa blanca de botones, que me encanta como le queda y más ahora con esos pectorales post veraniegos.
Yo para la sorpresa me vestí en el baño.
Salí con mis vaqueros azules rotos en el muslo, ajustados, y camisa negra de gasa, muy transparente, dejando ver el bodi rojo de encaje bajo su delicada tela. Y para cubrirme en el camino, una motera negra y botines negros a juego con un poquito de tacón.
- Estás preciosa – me dijo mientras me besaba
- Gracias, tu estas muy sexy. Contesté mientras acariciaba su pecho desabotonando el superior.
Salimos al restaurante, donde nos bebimos una botella de vino tranquilamente, charlando, sin prisa, brindando.
En el café, ya hablábamos de cosas más calientes. Recordando viejos polvos, hablando de algún momento morboso de los últimos meses, la verdad que estábamos disfrutando la velada, ya con una copa de Gin-tonic en la mano.
Acabando la copa, me levanté y me acerqué al baño mientras mi marido apuraba su copa y me invitaba a la cena. Allí, me quité la camisa, guardándola en el bolso, por lo que saldría únicamente con el bodi de lencería, rojo, de encaje de flores y los vaqueros. Me miraba al espejo y casi me sonrojo. Las transparencias del encaje, me parecían aún más que en la privacidad de casa. Mis pezones y las areolas se veían oscuras perfectamente bajo la sutil flor de encaje. Mi espalda se notaba desnuda, pero respiré hondo, me puse la motera, me retoqué un poco el maquillaje y salí en busca de mi marido. Cuando me vio aparecer, al principio no se fijó demasiado en el cambio, pero enseguida se le abrieron los ojos, dejándome claro que se había dado cuenta, sabía que era un bodi muy sexy que utilizo como ropa interior cuando jugamos en casa, pero aquí, lo iba a lucir en sitios públicos. No dijo nada en contra de verme así.
- ¿Nos vamos? Le pregunté
- Vamos, dijo aun un poco sorprendido.
Se puso en pie y nos fuimos ante la mirada atenta del camarero de la puerta.
Nos fuimos a la zona de copas que habitualmente frecuentamos en nuestras escapadas a Madrid, zona turística y mucho ambiente de gente de nuestra edad a ciertas horas. Me siento más segura en esas zonas de confort que en sitios donde no sé qué me voy a encontrar, al menos las primeras copas. Era un local muy agradable, música de los 90 y cocteles llamativos que invitan a probar distintos sabores con el problema que provoca en mi cuerpo. Bailábamos porque había espacio, se estaba tranquilo, hablábamos, nos tocábamos. Nos besábamos con cada vez más sensualidad y pasión seguramente a cada trago que nos hacia desinhibirnos, especialmente a mi chico.
- Cambiamos de sitio? pregunté
- Lo que quieras, yo estoy bien. Me contestó
- Vámonos a ese bar que está en el otro lado que me gusta su música- le dije
- Lo que tú digas. Termino por decir mientras me besaba y dejaba su vaso.
Todo estaba saliendo como había pensado. A raíz de que a mi marido le excitaba verme seducida por otro hombre según me había confesado en la ocasión en la que estuvimos a punto en el polígono, convencí a un chico con el que había estado en alguna ocasión anteriormente cometiendo alguna infidelidad, para que se encontrara conmigo a la 1:30 en el pub en cuestión. Mi marido no lo conoce de nada y si no salía el plan, pues no pasaba nada y si pasaba, pues ya conocía al chico para no tener problemas.
Entramos al nuevo local, donde había más gente, prácticamente lleno, la música más alta y la luz más de disco de hace años. Nos acercamos a la barra, donde el camarero nos puso directamente dos vasitos de chupito con un licor de esos que no saben nada bien y que se suben demasiado a la cabeza. Nuevo brindis con mi marido y de un trago para dentro. Pedimos la copa donde al camarero ya le pedí que fuese muy corto para no pasarme de la raya, pero a mi chico, le cargó como medio vaso de su ginebra favorita.
Ahora o nunca pensé. Me quite la motera y me quedé solo con el bodi. Recogí la chaqueta en mi brazo y me puse a bailar en el mínimo espacio que quedaba a mi alrededor. El camarero se acercó a limpiar la barra y mi marido me miraba con ojos de quizá ¿deseo? ¿Desconcierto?
- Hace calor aquí-
- Ya veo, me contestó
- Voy a llevar la chaqueta al guardarropa.- le dije
- Voy yo.- me dijo caballeroso y con la voz un pozo tomada.
- No, déjalo, quédate en la barra cuidando el sitio. Le dije
Deje la copa en la barra y avancé entre la gente, buscando los huecos que dejaban, algunos grupos de chicos se abrían para mirarme detenidamente. El ropero estaba al otro lado del local, junto a los baños, donde después de dejar la chaqueta, me acerqué, haciendo cola al lavabo, los chavales que iban al de caballeros, no dejaron de decirme cosas. Algunos envalentonándose, me ofrecieron entrar al baño con ellos si tenía prisa.
Acabé y volví a mi lugar con mi marido, volviendo a necesitar hacerme hueco, al pasar entre un grupo de chicos de unos 40, levanté los brazos para pasar entre ellos, luciendo aún más mi cuerpo ante ellos. Alguna mano me agarró de la cintura, otra en el culo bajo la seguridad que le daba la oscuridad del local.
Llegué a mi lugar de la barra, donde un hombre de unos 45 se había colocado junto a mi chico y yo juguetona ya, me coloqué delante de él en la barra haciéndome hueco. Cogí mi vaso dando a entender que ya estaba allí, pero el tipo no se movió. Entre mi marido y yo, en un pequeño espacio, teníamos a este desconocido. Volví a bailar moviéndome lo poco que me permitía el pequeño hueco que me fui haciendo con mis movimientos, mientras en un giro y otro, veía al tipo mirar mi espalda medio desnuda, apenas unas cintas sobra la cadera y el cierre del sujetador algo más arriba. Tras él, la mirada de mi marido, tranquila, mirando cómo me movía seductora, mirando como el camarero, limpiaba la barra de nuevo a mi lado. Volví a coger la copa y me puse de espaldas a ellos. Un dedo bajo por mi espalda casi desde el cierre hasta las cintas de seda que cerraban sobre mi vaquero, haciéndome cerrar los ojos de lo placentero y morboso que me pareció, pues ese dedo, no era de mi marido. Al momento no era un dedo, era la mano la que bajo el ala de la barra subía por mi costado, entre la piel desnuda y el encaje hasta la base de mi pecho, llegando hasta el, parando e intentando subir más pero sin llegar a pasar por encima. La sensación me parecía maravillosa, nadie se daba cuenta de donde llegaba la mano, solo me podían ver bailar, contonearme levemente mirando a ningún lado, notando a un extraño arrimarse a mí para poder llegar su mano, ahora sí, a agarrar por la parte baja mi pecho derecho, si el dedo pasa por encima de él, notará como mi pezón intenta rasgar la tela de lo duro que estaba en ese momento. Mientras bailo, noto como se arrima a mí, como pega su pelvis a mi culo que se contonea haciendo círculos, pudiendo notar como su polla, bajo el pantalón, está dura. Cada movimiento que hago, casi es acompañado por él, mientras su mano ahora baja a la cintura para que el movimiento de mi culo sea casi por completo, pegado a su bulto. En un momento aparece mi amigo José, entre la gente para colocarse delante de mí, cual extraño, en la barra. Pide una copa y se me queda mirando. Su mirada es penetrante. Mira mi escote como cualquiera de los que estaban anteriormente en la barra, ve como una mano me tiene agarrada por la cintura mientras me empieza a hablar al oído.
- ¿Es tu marido? .- me pregunta
- No, no lo es. -Contesto con una voz muy sensual
- ¿Dónde está? –Continua
- Estaba justo detrás de él hace un momento. -Le contesto
Al acercarse a mi oído para seguir hablándome, me agarra un pecho sutilmente, lo que me hace de estremecer.
- Esta ahí tomando la copa tranquilamente, mirando.- dice
- No está pasando nada.- ¿no? Le digo mirando a sus ojos azules.
José es un amigo que conocí charlando por internet, unos 40, alto, pelazo y sobre todo, bien dotado como me había confesado y yo pude anteriormente comprobar. Es divertido y eso me hizo un día quedar a tomar un café con él y allí terminó de seducirme.
Se pidió una copa y me puso una para mí, diciendo al camarero que me invitaba. Le di dos besos como corresponde a una primera vez que nos vemos, y continuamos una charla, apenas nos oímos, pero las miradas nos dicen todo. Sigo sintiendo la mano del tipo de detrás en mi costado, sobre mi pecho, subiendo y bajando, su bulto metido en mi nalga ahora quieta mientras hablo. Creo que no se ha dado por vencido aun, pienso.
- ¿Cómo lo ves? -Me pregunta
- Creo que está expectante, no sé hasta dónde llegaremos pero creo que lo está tomando con morbo. Las copas le ayudan creo. Jjjjj
Empieza a acariciarme sobre el abdomen, cintura, sobre mi pantalón, sube por el costado contrario a la barra lo poco que le deja el otro tipo, que se separa un poco de mí, dando por perdida la presa que creía agarrada hace unos momentos.
En un acto que aún no llego a entender, me di la vuelta, cerré los ojos y agarrándolo por el cuello le atraje para darle un beso. Mis labios ahora se unían a los suyos, húmedos, con sabor a alcohol mientras cierro los ojos. Mi lengua se junta a la suya jugando en su interior. Ahora es mi mano la que acaricia su entrepierna mientras la otra le sujeta contra mí. Abro los ojos y haciéndome la ruborizada, me llevo las manos a la cara,
- Perdóneme. -Le digo ante su mirada alucinada.
- Pensaba que eras mi marido que está aquí detrás. -Le dije.
Miro hacia detrás, mientras agarraba a mi chico de la mano para confirmar que estaba detrás. Le atraje hacia mí, ante la mirada del tipo y ahora sí, besé a mi marido, con aun el aliento a alcohol de los labios del extraño, con la saliva aun en mi lengua del tipo, jugaba con la de él. Me separé de él, mientras el otro chico se alejaba entre las personas que bailaban ajenas a todo en el pub.
- Vámonos a otro sitio
- ¿A dónde quieres ir ahora?- me dijo.
- No sé, este chico tan guapo dice que conoce un sitio que está cerca y me invita. Le dije al oído con una voz entre sensual y pasada de alcohol
No esperé a su contestación y le dije:
- Ves al ropero a por mí chaqueta que yo voy saliendo con él a la calle.
Le di la ficha del ropero y agarre a José por la mano, arrastrándolo hacia la salida por un camino distinto al que tomaba mi marido, que ahora sí, me miraba con los ojos pequeños seguramente por las copas.
Salimos a la calle, donde ya hacia frio. Se lo hice saber a José que en ese momento me abrazó junto a la puerta y me empezó a besar. Un beso largo, mordiéndome los labios, con nuestras lenguas saliendo fuera de la boca mientras sus brazos hacían que ya no sintiera el frio en mi espalda, agarrándome fuertemente.
- Ya la tengo, -oí decir a mi chico
Dejamos el beso, recomponiéndonos falsamente de una pillada que no era real, y agradecí con un pico el haberme traído la chupa. Me la puse, subí la cremallera y mirando a ambos dije:
- Donde me llevan los chicos. pregunte
- Donde quieras, contestó José.
- Es un poco tarde para ir buscando sitio. Por qué no vamos a nuestra habitación y por el camino cogemos algo de picar y alguna bebida?- le dije a mi marido
Miró el reloj que marcaba las 2:30. Aproximadamente
- No es tarde, si quieres vamos andando para el Hotel y a ver si vemos algo, sino, nos subimos a la habitación y tomamos la última. Dijo notándose nervioso.
Comenzamos a andar en dirección al hotel, en ese momento solo me agarraba José por la cintura mientras yo me resguardaba un poco con los brazos cruzados, mientras un metro por detrás, mi marido caminaba, con la sensación de que lo que hacía era observarnos. La verdad es que el alcohol hacia mella con el bajón en ambos, pero a él le notaba hasta cansado. No vimos ningún local aparente para seguir con el juego, por lo que decidimos entrar en un chino a comprar algo para subir, mi marido fue el que entró primero, dando por hecho que subíamos los 3 a la habitación. Entramos José y yo, cogimos algo de picar y de beber, apenas unas latas. José cogió un red Bull o similar y salimos mientras mi chico pagaba.
El hotel estaba bajando la calle, cerca. Entramos hasta el ascensor, donde mi marido se apoyó en un costado, yo en la trasera y José me acariciaba a la vez que bajaba la cremallera de mi chaqueta, dejándola completamente abierta al llegar al 8º piso y agarrándome una teta, vimos como la puerta se abría. Nadie al otro lado.
Mi marido caminaba delante mientras yo ya llevaba la chaqueta en la mano, y José la suya en mi culo, agarrando mientras caminábamos los pocos pasos que llevaban a la habitación.
Era una habitación muy amplia, solo el baño, la cama frente a un ventanal enorme, abierto, con vistas a un monumento que a esas horas permanecía ya apagado, el aire acondicionado había caldeado la habitación durante nuestra ausencia. En la gran terraza, el jacuzzi acristalado listo para ser llenado, y disfrutado. Deje la chaqueta sobre la cama, mientras José se sentaba en la cama, a los pies. Mi marido entró al lavabo a mear, mientras yo, sufriendo la temperatura de la habitación, empecé a desabotonar mis vaqueros, quitarme los zapatos uno a uno, lanzándolos hacia la pared. Baje mis pantalones despacio, quedándome en bodi mientras mi marido entraba de nuevo a la habitación, un poco sorprendido.
- Vamos al jacuzzi los tres.- pregunte con los brazos en jarra
- No me apetece. Meteros los 2. Dijo mi chico.
- Esto me hará de bañador.- entrando a la terraza con la intención de abrir el grifo para llenarlo.
En ese momento note la mano de uno de ellos en mi nalga. Agarrando fuerte. Vi echando la vista hacia atrás allí mismo, apoyada con mis manos en la bañera, con la luz de la terraza encendida, pues está todo dispuesto para que no haya miradas indiscretas, viendo como mi marido se abría una cerveza sentado en el butacón junto a la cama. ¿Era la experiencia que buscábamos? Quizá solo era fruto de la borrachera.
La mano aprovechó esa postura para en un movimiento desabrochar los corchetes de mi entrepierna, soltando las dos partes y dejando mi coño a su disposición. Permanecí inmóvil, quizá esperando algún movimiento de mi marido. No miré, tampoco escuche nada. Note como recogía un poco las partes del bodi que acababan de soltar para a continuación, un dedo, quizá el pulgar, separaba mis labios haciéndome soltar un suspiro leve. Ahora si miré a mi marido mientras me incorporaba.
Me acerqué a él, me dispuse a besarle, saque mi lengua fuera de los labios para jugar con la suya, mientras pudo comprobar como de húmeda estaba.
José se estaba quitando la camisa, apareciendo su torso junto a nosotros, bajando sus pantalones, dejando su bóxer al aire y acariciando mi culo, mientras besaba a mi marido, se sentó en la cama, cerca del cabecero, con la clara oferta de que le acompañáramos.
Mi marido dejo mi boca, cogió su cerveza y se comenzó a desnudar mientras yo gateaba por la cama para colocarme junto a nuestro amigo.
Para mi sorpresa, mientras mi lengua ahora jugaba con los labios de José. Mi chico se quedaba en la butaca mirándonos, en calzoncillos, donde su polla se veía completamente dura.
Me centre en José, en su boca que besaba maravillosamente, en ese pecho que acariciaba mientras el agarraba ya una teta, sacándola por fin de su lugar. Ahora bajaba chuparla, me encanta como introducía media teta en su boca, succionando, para terminar con mi pezón, duro ya, en sus labios, pillados, estirados, para de nuevo volver a introducir en su boca mi pecho. Mis gemidos se acentuaban y lo hicieron más cuando noté como la lengua de mi marido, agachado tras la cama me abría los labios completamente, comenzaba a lamer dentro de mi coño, abriéndolo con ambas manos, notando como su saliva se mezclaba con mis flujos para lubricarlo de forma extraordinaria. José lamia un pecho y masajeaba el otro, ya fuera también del bodi. Me puse en pie sobre la cama, para quitármelo completamente. Mi marido se sentó en el butacón, dejándome en manos del “desconocido”. Volví a agacharme despacio, completamente desnuda. José volvió a mis tetas, comiéndome ambas, masajeando y golpeándolas contra su lengua, mis pezones reaccionaban duros como piedras sobresaliendo todo lo que podían de mis areolas hinchadas completamente. Yo me retorcía de placer en la cama, intercambiando algún beso con José, para volver a gemir cuando su boca abandonaba la mía para llegar a mi piel de nuevo. Su mano bajaba a mi entrepierna, separando con un dedo, ambos labios, hinchados, abiertos deseando recibir placer. Miré en un instante de control a mi marido, allí en la butaca, ya con los calzoncillos por los tobillos, haciéndose una paja lenta, mientras nos miraba a escasos centímetros.
Mientras su mirada se cruzaba con la mía, aproveche para bajar el bóxer, y José bajo la mirada para ver como aparecía la polla de José. Yo miraba a mi chico, que no perdía detalle de cada cm de rabo que aparecía, totalmente duro, con las venas marcadas y su capullo brillando, haciéndoselo más fácil, mientras se los quitaba por los pies, dejándolo completamente desnudo sobre la cama. Seguí mirando a mi chico, mientras bajándome por los pies, me acerque por su lado, poniendo mi culo a su lado mientras iba a empezar a mamar la polla de José. Mi chico, se arrodillo bajo de mí y empezó a lamer despacio mi coño. En ese momento gire de nuevo la cabeza para lamer la punta, abrir mi boca y hacerla desaparecer hasta la mitad. Levante la cabeza, viendo la saliva caer de mi boca y abrillantar aún más su polla. Volví a introducirla en mi boca para empezar una mamada intensa, sacándola de la boca para repasarla con mi lengua desde arriba hasta sus huevos, depilados, no demasiado grandes, volviendo a subir para meterla de nuevo hasta lo que más podía.
Mi marido metía un dedo en mi coño a la vez que lamia cual perrito bebiendo, haciéndome llegar a punto del orgasmo, por lo que me incorpore dejándolo de rodillas junto a la cama para cambiarle el sitio y empezar un 69 con José. Ahora podía ver como mi chico miraba perfectamente como su rabo se introducía en mi boca, como mi coño abierto era devorado por otra boca. Se levantó y se fue al pie de la cama para masturbarse mirando como yo le chupaba la polla a otro.
Yo aprovechaba el tremendo calentón de ambos para sacarla y golpear mi boca con ella, hasta que el movía la cadera y me la introducía en la boca. Notaba como cada golpe que me daba con la mano en mi coño, lubricaba más y más. Era el momento.
Me incorpore pasado por encima de José mis piernas, para acercarme a él, y mirando hacia los pies de la cama, abrirme de piernas para dejarme caer, e introducirme la polla hasta lo más profundo de mis entrañas, gimiendo de placer. Mi marido veía perfectamente cómo se introducía en mi interior a escasos centímetros, como una polla algo más gruesa y grande que la suya se abría camino una y otra vez mientras agarrada a sus piernas, cabalgaba lentamente.
Cerré los ojos para disfrutar del primer orgasmo que me atravesó desde mi coño hasta mi cabeza de una forma repentina, haciéndome gemir aún más alto, gimoteaba mientras me deshacía en mi interior, y en el silencio de la noche, aquello era aún más morboso si cabe. Abrí los ojos y vi a mi marido ahora en la butaca, con el brillo inconfundible de una corrida sobre su tripa y algún latigazo sobre el pecho, y su cabeza hacia detrás. José pasó a la acción. Me descabalgó para ponerme a cuatro patas sobre la cama y volver a follarme, esta vez a su ritmo, mas enérgico, agarrando mis caderas. Ahora el sonido en la habitación de mis gemidos los acompañaba el inconfundible golpeteo de su cuerpo sudado contra mis nalgas, y sus pelotas contra mis labios cuando su polla entraba entera. Mis brazos se abrieron para tener más estabilidad y mire de nuevo girando la cabeza en busca de mi marido, que seguía masturbándose con la polla de nuevo dura. Necesité abrirlos más para aguantarme en el segundo orgasmo, aún más intenso, y sobre todo largo que el primero, haciéndome finalmente clavar mi cara en el colchón, mientras José seguía su ritmo sin variar de intensidad. Mi chico se acercó a mí, me beso apasionadamente mientras mis ojos aún estaban cerrados. Acto seguido acerco su glande a mi boca para que se lo lamiera. Ahora sí, metiéndomela en la boca, estaba siendo follada por dos hombres a la vez de nuevo. No duro mucho la situación, pues José salió de mí, escupiendo en mi culo.
-Voy a follarte este culo que tienes .— me dijo
- Has oído- dije a mi marido sacándomela de la boca,- va a follarme el culo con esa polla tan gorda.
- si lo he oído cariño.-
- ¿le dejas?- pregunté irónicamente
No contestó. Se puso de pie masturbándose y se puso junto al cabecero.
José me tumbo de lado, tumbándose detrás de mí. Me beso y levantando mi pierna y sujetándola por la rodilla, empezó a intentar metérmela en el culo. Despacio, entrando con tranquilidad, haciéndome resoplar de placer notando como su glande se abría paso por mi recto, la sacó. Mi marido miraba atentamente como entraba y salía. En un momento José pensó que ya estaba bien y de un empujón me la metió entera, haciéndome dar un grito de placer y algo de molestia que acallo con su movimiento de pelvis para empezar a darme por el culo ante la atenta mirada de mi chico, que veía como entraba una y otra vez mientras yo me frotaba mi sexo, ágilmente, con mis labios abiertos casi deformados de la follada anterior haciéndome correr 2 veces más en esa posición.
Unos segundos después de mí segundo orgasmo, avisado con unos gemidos agotados por mi parte, saco su polla y empezó a correrse sobre mi ombligo, piernas, salpicando la cama. Una gran cantidad de leche mientras casi bufaba José en cada chorro que le salía. Apenas se la masturbo un poco para que la última gota cayera sobre mis labios vaginales, cayó sobre la cama agotado. Mi marido se arrimó para que entonces yo le mamara de nuevo su polla, agarrando sus pelotas depiladas para la ocasión, entrando de una vez casi hasta cubrirla por completo. Así tumbada, José salía de detrás de mí en dirección al baño, mientras mi chico, me agarraba la cabeza, follándome la boca durante unos segundos, metiéndomela muy dentro, haciéndome caer saliva sobre ella y la cama, hasta que noté que se corría y sacándola esperar los chorros que salían, el primero en mi barbilla los demás en mi pecho y la cama. Caí rendida viendo como volvía José para vestirse tranquilamente, beber un poco y a mi marido tumbarse a mi lado.
Agotada, me dormí muy satisfecha por el polvoso que me había regalado y porque mi marido lo disfrutara conmigo.
Cuando desperté, mi marido yacía a mi lado, ambos desnudos. Con los restos de semen en su cuerpo, en el mio, en mi cara, en las sabanas… Mi coño aun estaba enrojecido y abierto cual pétalo. Me levanté, abrí el grifo del jacuzzi y empecé a llenarlo…
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