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La esposa del mujeriego

Esta aunque parezca absurdo es una historia verídica. Me llamo Gustavo, pero me dice Gus. Tengo un "gran amigo", que se llama Fabian, al que le decimos Fabi. Este es casado con una bella muchacha de apenas 23 años, que se llama Andrea. Es realmente una preciosura de mujer, mide 170 cm. es de blanca un poco quemadita por las largas jornadas en la playa. Posee un cuerpo de escándalo, unas tetas medianas y súper paraditas, coronadas con unos tremendos pezones que se brotan a través del sostén. Un culo bien parado y de buen tamaño, y un par de piernas que parecen haber sido torneadas.

En fin, es una verdadera belleza. Mi amigo Fabi, es un muchacho de 29 años y un cuerpo bien atlético, pues practica toda clase de deportes y sobre todo es bien parecido, razón por la cual se ha convertido en un gran mujeriego, pues consigue a las chicas sin mucho esfuerzo. Tenemos de conocernos casi 20 años, es decir que somos amigos desde la infancia.

Creo realmente que se casó solamente por llegar a tener a Andrea, ya que esta no quería dárselo por nada del mundo sino había matrimonio de por medio. Fabi es de esas personas que no dan su brazo a torcer y cuando se le mete algo en la cabeza, hace hasta lo imposible pero lo consigue. Esta, creo, que fue la razón de su matrimonio.

Desde hace ya algún tiempo, notaba a Andrea un poco triste, pero no decía nada, sino que trataba de pasar el momento por el que estaba pasando.

Una tarde, fui en busca de mi amigo, ya que nos habíamos citado en su casa, para salir con unas peladas. Al llegar me recibió Andrea, tan atenta como siempre. Se hallaba vestida con un short bastante corto de eso que le llaman "pantaloncitos calientes", y una camiseta sin mangas. Se la veía realmente preciosa y cautivadora, pero siempre con esa tristeza reflejada en su rostro.

Ese día no me aguanté y le pregunté que qué le pasaba, ella me contestó que nada, que estaba bien; a lo que yo repliqué diciéndole que a mi no me engañaba, que la conocía muy bien. Ella me miró directamente a los ojos y me dijo: Tú sabes por qué estoy así. ¿Cómo que yo lo sé?, le respondí, ¿a qué te refieres?, le dije estando realmente sorprendido. Mira - me dijo - las andanzas de ustedes dos, ya me tienen mal, y por favor no pongas esa cara de que no, no sé, por tú sabes muy bien a qué me refiero.

Tú y Fabi solamente andan con mujeres, tanto así que a Fabi parece que se le ha olvidado sus obligaciones que tiene como marido, y disculpa por lo que voy a decirte, pero, tú sabes ya estoy verdaderamente cansada con este asunto. Que tu no tengas mujer, ese es tú problema, pero que Fabi no me cumpla como hombre, ese ya es mi problema, y muy serio. Así que por favor, si deseas seguir siendo mi amigo, deja tranquilo a Fabi para que se dedique a su mujer y a su casa. Ok?

Una vez dicho todo esto, se disculpó y se dio media vuelta, dejándome solo y realmente sorprendido. Yo nunca me hubiera podido imaginar que Andrea me dijera eso, y sobre todo la falta de amor que estaba padeciendo de parte de su marido y por culpa mía también.

Pasaron dos semanas, y no la había vuelto a ver. Realmente no había querido ir a casa de Fabi, por no tener que encontrarme con Andrea. Ella tenía toda la razón y en mi conciencia me daba vuelta esa idea, así que decide ir a conversar con ella y disculparme por mi actitud.

Efectivamente, ese día me arreglé y fui a visitar a Andrea. Al llegar toqué la puerta en varias ocasiones, ya que no me contestaban y cuando estaba a punto de retirarme, Andrea abrió la puerta. Andrea estaba bellísima, vestía una camiseta larga y debajo de esta, una mini tanga. La saludé con un beso en la mejilla y me preguntó a qué se debía mi visita, porque Fabi estaba de viaje y no regresaría hasta después de tres días. Le contesté que había pensado mucho en lo que me había dicho la vez pasada y que ella tenía mucha razón, por lo cual venía a pedirle perdón por mi actitud. Ella me respondió, que ya no tenía casi importancia, porque su matrimonio estaba prácticamente roto. Habían tenido una discusión por el mismo tema y que Fabi se había ido a la costa para evitar mayores problemas y que le había dicho que escogiera lo que deseaba hacer, que por su parte todo estaría bien.

Dicho esto, rompió en llanto. Me afectó la situación, y especialmente porque yo había parte de culpa en todo esto. La abracé tiernamente y ella se dejó abrazar. Ella lloraba en mi pecho mientras yo la consolaba. Le secaba sus lágrimas y de repente le dí un beso en la frente. Ella no dijo nada. A este beso le siguió otro en un ojo, y luego al otro. Ella se limpiaba las lágrimas con su mano. Después le dí otro beso pero este en la mejilla, cerca de la comisura de los labios. Ella alzó la mirada y viéndome directamente a los ojos y en forma fija me dijo: Gracias, ¿realmente quieres consolarme? Le dije que si, que eso trataba de hacer. Entonces acompáñame esta tarde, pues estoy cansada de llorar y estar sola.

Dicho esto me invitó al área de la piscina. Le dije que no había traído pantalón de baño, y me respondió que vaya al closet de Fabi y que utilizara uno de él. Fui al closet y agarré el primero que ví. La truza era una de esa tipo bikini de hombres y realmente no dejaba nada a la imaginación.

Al llegar a la piscina, Andrea se me quedó viendo, no pudiendo disimular su sorpresa, ya que todo mi pene se marcaba de forma escandalosa. Uaaau, me dijo, realmente te sienta esa truza. De inmediato se sacó la camiseta, dejando a la vista su espectacular cuerpo, apenas cubierto de esa pequeña tanga de color rojo. No se cual habrá sido mi cara, que me dijo, vaya caray, parece que nunca hubieras visto a una mujer en tanga. Mujeres he visto muchas - le dije - pero como tú, a ninguna. Y no, ¿que eran los playboys de la playa? Y dicho esto se metió a la piscina, desde dónde me llamó para que la acompañara.

Ya dentro del agua, comenzaron los juegos. Primero nos echamos agua, para después comenzar a hundirnos. Todo esto nos llevó a juegos de manos. En uno de esos juegos la quise agarrar de los hombros, pero mis manos fueron a para a sus deliciosas tetas. Ella se quedó lívida y se estremeció. Le pregunté si le pasaba algo y me dijo que nada, que solamente que hace mucho tiempo que no sentía una mano de hombre sobre su cuerpo.

Me acerqué y la tomé de los hombros, ella se volvió a estremecer. Me miraba con una cara suplicante, pero no sabía de qué. Si de amor o que la dejara tranquila. La acerqué hacía a mí y ella se dejó atraer. No temas le dije y la apegué. Sentí su cuerpo pegado al mío y nuevamente su estremecimiento. Alcé su carita y deposité un ligero beso en sus labios. Ella no dijo nada, solamente me quedó mirando sorprendida por el hecho de que la haya besado.

Viendo que no decía nada, me volví a apegar a su delicioso cuerpo y esta vez puse mi pene que ya estaba casi erecto en su totalidad, entre sus piernas. Al sentirlo, me volvió a ver con una cara de desconcierto y la volví a besar. Ella respondió mi beso en forma ardiente. Nuestras lenguas se entrelazaron y rebuscaron hasta el más íntimo espacio de nuestras bocas. Había encendido la pasión de un volcán apagado. Sentía a la mujer que tenía escondida dentro de sí, fogosa, voluptuosa, ardiente y sobre todo ávida de amor y pasión.

Nos besábamos apasionadamente, ella lo hacía con desesperación, como si su vida dependiera de aquel beso.

Nuestras manos comenzaron a explorar el uno al otro. Acariciaba sus tetas, sus pezones, ella gemía de placer. Ella jugaba con el pelo de mi pecho y con mis tetillas, las besaba, las chupaba, se deleitaba con ellas, mientras yo disfrutaba. La separé un poco y le desaté la tirita del sostén de la tanga, dejando a la vista dos hermoso globos dignos de ser admirados y degustados. Comencé a besarle los senos y jugaba con mi lengua alrededor de su pezón, si tocárselo, cosa que la agitaba mucho más cada vez. Ella aumentó sus gemidos, pero ahora acompañado con frases como Sigue... si, si, así, sigue no pares sigue.

Cuando agarré uno de sus pezones con mi boca, ella lanzó un chillido de placer, retorciéndose y contoneándose totalmente. Había llegado a su primer orgasmo. Con sus dos manos, agarró mi cabeza y me la aplastaba contra sus tetas, mientras yo seguía chupándolas. Su mano bajó y fue directamente a mi polla, la cual ya se encontraba en su máxima expresión de erección. Ella sin dilaciones la sacó de mi truza y comenzó a acariciarla, haciéndome una paja deliciosa. Momentos después, se sumerge y siento como su cálida y dulce boca se apoderaba del glande, lo estaba chupando, lo hacía fuertemente, con deseos, con pasión y con ansias. Fueron breves segundos, pero para mi fueron segundos eternos.

La levanté y la tomé en brazos, sacándola de la piscina la puse sobre la toalla en el piso. Ella estaba totalmente llena de pasión. Comencé a besarle en la boca, y ella respondía con igual o mayor intensidad y pasión. Besaba su cuello y bajando lentamente llegué a sus tetas, para darles un tratamiento especial. Chupando sus pezones, mordisqueándolos, cosa que la hacían gritar de placer, pasaba de una a otra teta y las acariciaba fuertemente. Ella gemía y jadeaba, Sigue, sigue, oh que rico, papito sigue, que me vengo, me vengo me vengo ahhhhhhh.

Se vino en un fuerte y prolongado orgasmo, retorciéndose de placer, mientras yo seguía chupando fuertemente sus tetas, la uno, luego la otra, hasta que terminó de retorcerse. De inmediato ella se prendió de mi boca besándonos alocadamente, y me decía: papacito, soy toda tuya, hazme totalmente feliz, hazme gozar como nadie lo ha hecho.

Dicho esto comencé a bajar con mi boca por su abdomen, jugando con mi lengua en su ombligo y luego continuar bajando, mientras ella temblaba a medida que me acercaba a su entrepierna. Sus manos apuraron mi bajada, llevándome directamente a su fuente de placer, pero yo preferí dejarlo para después, yendo a besarle sus muslos por la parte interior, ella casi con gritos me decía: Sigue, sigue, tómame, soy toda tuya, tómame.

Poco a poco me acercaba a su vagina, explorando con mi lengua cada una de sus partes. Lamía sus labios exteriores y ella comenzó a levantar su pelvis tratando de alcanzar mi lengua, pero yo lo impedía tratando de hacer que me lo volviera a pedir. Lamía de arriba a abajo, de un lado a otro. Iba poco a poco avanzando, mientras ella ya desesperada arremolinaba su pelvis, por lo que tuve que sujetarla fuertemente. Ella gritaba y suplicaba que se lo metiera, me lo pedía con desesperación, dámelo papito por favor no me hagas sufrir más, métemelo apúrate. Finalmente llegué al delicioso y apetitoso clítoris, que se hallaba totalmente inflamado y rojo por la pasión en la que estaba envuelta. Ella lanzó un nuevo grito. Me vengo papito me vengo, chupa, mámame, sigue ahhhhhh. Que rico, oh que rico, ahhhh.

Con sus piernas atrapó mi cabeza manteniéndola profundamente clavada en su vagina, dónde yo seguía chupando su clítoris, se vino nuevamente en medio de fuertes movimientos y jadeos. Su pelvis parecía una batidora a toda velocidad restregando mi cara y mi lengua dentro de ella. Fueron dos o tres orgasmos seguido, no lo sé, solamente se que ella convulsionaba constantemente y gritaba que se venía y de lo delicioso que sentía.

Cuando se sobrepuso a sus orgasmos, se levantó y me viró boca arriba, y diciendo, Ahora me toca a mí, comenzó a chuparme las tetillas. Me besaba y chupaba y a veces me mordía suavemente y a medida que avanzaba lo hacía más fuerte. De repente arrancó mi truza en forma brusca y de inmediato se prendió de mi polla que se hallaba a reventar y creó que ya sobrepasaba mis casi normales 18 cm. Que rico, que rico, repetía en forma reiterada mientras lo engullía todo lo que podía, tanto que sentía su garganta dando paso y cabida a mi glande. Yo me sentía en la gloria, era una verdadero delicia, a pesar de lo fuerte que de hacía. Andrea era una verdadera amante y sabía muy bien lo que estaba haciendo. Lo chupaba como tratando de exprimir todo mi néctar. Ella no paraba, ni descendía su ritmo.

Yo comencé a sentir que estaba próximo a venirme y ella se dio cuenta. Se lo sacó de la boca y me dijo: Dámelo todo, quiero saborearte, probarte lo rico que eres. La agarré de sus cabellos y la apretaba más y más. De pronto comencé a explotar, llenándola de leche su rica boca, ella tragaba y tragaba, hasta que finalmente deje de lanzar esperma.

Andrea seguía con su tarea de mamar hasta dejarla completamente limpia. Levantó su carita y con una dulce voz me dijo: Me estas haciendo sentir verdaderamente mujer como nunca antes lo había sentido. Soy toda tuya Gus, nunca te voy a dejar, me gusta como me amas, me gusta sentirme mujer a tu lado. La abracé y la besé en la boca, sintiendo el sabor agridulce de mi semen, pero más pudo el deseo que sentía que no me importó. Nuestros besos volvieron a alcanzar grandes niveles de pasión, cosa que hizo que mi polla volviera a crecer y a ponerse listo para la acción.

Andrea lo agarró con su mano derecha, estimulándola para que pusiera totalmente dura, mientras yo le acariciaba su vagina. Procedí a introducirle un dedo, que hizo que ella diera un brinco y apretara su pelvis contra mi dedo emitiendo un ligero gemido. Mi dedo comenzó su tarea moviéndose en un entra y saca veloz, y de igual manera lo removía girándolo dentro de ella, mientras que con la otra mano acariciaba y apretujaba su clitoris, que hizo que ella gritara nuevamente llena de placer. La tumbé sobre la toalla y me incrusté en su vagina, mordiendo sus labios interiores, que la hacía gritar y pedir más y más.

Encontré nuevamente su clitoris y lo chupé fuerte e intensamente, hasta el punto que lloraba de placer y lujuria. Se vino nuevamente en forma repetida, no cuántas veces, hasta que se levantó y me tumbó bruscamente, sentándose encima mío, y agarrando mi pene con su mano derecha, lo colocó en la entrada de su vagina y sentándose fuertemente, se lo introdujo, provocándole un nuevo orgásmo el cual fue advertido por sus gritos llenos de placer y sus frases llenas de pasión y lujuria. Siiiiiii, asíiiiiiii, papacito, dame más, dame más, y diciendo esto saltaba y galopaba fuertemente como si estuviera domando algún potro salvaje.

Las lágrimas se le salían del placer que sentía, si lloraba, gritaba, y festejaba del gustazo que se estaba dando, mientras que yo desde mi posición arremolinaba mi pene dentro de ella. Se movía hacía delante y hacía atrás, de una lado a otro, y en círculo, todo esto en forma por demás violenta, provocando que estuviera a punto de venirme. Se lo dije, y me dijo: No importa soy toda tuya, quiero todo lo tuyo, acaba dentro de mí, mientras aceleraba sus movimientos. Ahhhhhhh, que rico, que rico decía moviéndose, mientras yo comenzaba a eyacular sintiéndome en la gloria.

Se me nublaba. Fueron dos días deliciosos de amor, pasión y deseos aflorados en esta nueva y definitiva relación.

Fabi llega mañana, no sé cómo voy a comportarme. Pero eso si, de lo único que estoy seguro, es que no voy a dejar por nada del mundo a Andrea, el amor de mi vida.
Datos del Relato
  • Autor: navajo38
  • Código: 18882
  • Fecha: 27-07-2007
  • Categoría: Varios
  • Media: 4.93
  • Votos: 59
  • Envios: 1
  • Lecturas: 2192
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