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Mi nombre es Eduardo, tengo veintinueve años y trabajo en el departamento de recursos humanos de una empresa cuyo nombre voy a mantener en secreto por razones obvias. Dentro del departamento de recursos humanos de esta empresa mi principal objetivo es la realización de procesos de selección.
Durante los tres años que llevo ejerciendo mi trabajo, os puedo asegurar que he hecho entrevistas a todo tipo de personas, y basándome en mi experiencia, he dividido a los entrevistados en tres grupos principales.
El primer grupo es el que corresponde a los listillos, suelen ser universitarios recién licenciados que se creen que lo saben todo, el segundo de estos grupos es el de los nerviosos, son esa clases de personas que no paran de sudar y que si de ellos dependiera no tendrían manos ya que no saben donde ponerlas durante toda la entrevista y el tercero de esta peculiar lista es el de los desesperados, este, es el grupo que yo más odio, son esas personas a los que la vida no ha tratado excesivamente bien y que piensan que por contarte sus penas y sus desgracias te vas a olvidar del miserable currículo que te presentan y les vas a dar el puesto.
Llegados a este punto, me gustaría aclarar que yo no he sido siempre tan frío y tan hijo de puta pero a base de escuchar todo tipos de historias me he ido inmunizando de la misma manera que los médicos no sufren con las enfermedades de sus pacientes.
La historia que a continuación os voy a relatar sucedió hará unos dos meses y fue una mezcla de mi cansancio, mi frialdad ante las desgracias ajenas y de mi eterna calentura, y os puedo asegurar amigos y amigas que pocas veces en mi vida he conseguido un grado de excitación y de placer tan grande como el que alcance aquel viernes.
Como os he dicho antes era un viernes por la tarde de hará uno dos meses, cuando yo me encontraba realizando un proceso de selección para cubrir una vacante de administrativo que se había producido en el departamento de ventas, el día no había sido muy diferente de cualquier otro, pero al ser viernes yo me encontraba cansado y con ganas de acabar de la misma forma que mi secretaria Elena se moría por salir e irse de fin de semana a la playa de Matalascañas con su novio Enrique. A las seis de la tarde aproximadamente sólo me quedaba una candidata por entrevistar, así que después de echarle un rápido vistazo a su currículo le dije a Elena que la hiciera pasar y que ella podía irse ya a casa, Elena obedeció mis ordenes y se despidió con la alegría propia de quien sabe que va a tener un fin de semana fantástico.
En el mismo momento que aquella mujer cruzó la puerta se me vino el mundo encima, sin duda pertenecía al grupo de los desesperados y en cuanto le hiciera un par de preguntas, seguro que encontraba un hueco para soltarme las mil y una penurias que había tenido que sufrir durante su lastimosa vida. No se que me hizo ver que aquella mujer no llevaba una vida demasiado feliz, se notaba que se había arreglado para la ocasión y sin duda lo había conseguido, pero en sus ojos se veía que hasta aquel momento su vida no había sido un camino de rosas. A la cuarta o quinta pregunta que le realicé, ella vio el cielo abierto, quise saber de su situación familiar y sin darme cuenta abrí el grifo de los lamentos, que si su marido había sido despedido injustamente, que si el mercado laboral estaba muy mal y ahora no encontraba trabajo, que si su situación era precaria y que necesitaba con absoluta desesperación este trabajo. Mientras ella soltaba su traumático discurso, yo desconecte completamente, la miraba pero no la escuchaba y mis pensamientos en aquel momento se centraban en el físico de aquella mujer que tenía delante. A simple vista no era una mujer atractiva, pero después de un examen más exhaustivo llegue a la conclusión que sería un verdadero placer follarme a María, que así se llamaba la entrevistada. Mire a su currículo y no me cabía duda de que ella estaba suficientemente preparada para desempeñar aquel trabajo, de la misma forma que no tenía ninguna duda que no era la mejor de las candidatas, la volví a mirar y como si una mano invisible me empujara me levante del asiento y comencé a pasear lentamente a sus espaldas. En un primer momento María dejó de hablar pero amablemente le pedí que continuara, percibí en seguida su nerviosismo y a continuación me coloqué de pies a su lado lo que la obligaba a mirar hacia arriba para verme y dejaba a mi vista su escote con lo que mi polla se endureció en un momento. Acto seguido puse mi mano en su hombro y le pregunté:
¿ María hasta que punto necesitas este trabajo?
Lo necesito desesperadamente- respondió ella con la voz entrecortada y con las mejillas sonrosadas debido sin duda a mi proximidad y a que mi mano se había deslizado suavemente por su brazo.
En ese momento pensé que estaba llegando demasiado lejos pero por suerte o por desgracia mi nabo no opinó lo mismo que mi cerebro y decidí llegar hasta el final de la historia.
Veras María, yo se lo que puedo hacer por ti, darte un trabajo que según dices tú necesitas desesperadamente, pero no se hasta que punto estás dispuesta a sacrificarte para conseguir ese puesto.
No entiendo bien lo que quiere usted decir don Eduardo- me dijo con un temblor en la voz que denotaba su estado de nerviosismo.
Yo la miré fijamente, y me senté en la mesa delante suya, con mucho cuidado y lentamente me baje la cremallera de mi pantalón, me quite la chaqueta y le dirigí una mirada desafiante para ver como ella reaccionaba. María dudo unos segundos en su cara se notaba que ella no quería estar allí, pero el hecho de que no hubiera salido inmediatamente de la habitación me hizo pensar que ya era mía. Ella se levantó de su silla y se inclinó hacia mi, el grado de excitación que en esos momentos me dominaba es difícil de explicar, pero os puedo asegurar que cuando saco mi polla y se la introdujo en su boca llegue a pensar que iba a correrme en el acto.
Eso es, eres una buena chica- le dije mientras ponía mi mano en su cabeza y acompañaba sus movimientos mientras ella me la chupaba.
Desde luego no era la primera polla que entraba en esa boca, esa mujer sabía manejar con soltura sus labios y su lengua y el placer que me estaba proporcionando era exquisito. El hecho de que ella hubiera sucumbido a mi retorcido plan me ayudó a decidir que el momento debería prolongarse y que la humillación por la que la haría pasar iba a ser completa. Hice que parara, la levante y la bese mientras con mis manos recorría todo su cuerpo, sus pechos, su culo, sus muslos y su coño.
Estabas deseando que pasara esto, zorra ¿ qué pasa que el inútil de tu marido no solo es incapaz de mantenerte sino que también es incapaz de darte el placer que tu requieres?
No ...- comenzó a decir, pero la interrumpí de inmediato y la puse de espaldas apoyada en la mesa.
Ahora puta, me vas a pedir que te la meta hasta el fondo, quiero ver que lo deseas.
Ella permaneció callada por un momento, me incline, la cogí por el pelo echándole la cabeza hacia atrás y le susurre
quiero escucharlo perra.
fóllame- dijo ella.
quiero escucharlo más fuerte.
fóllame- dijo con la voz entrecortada.
Me incorporé, le subí la minifalda, aparte sus blancas bragas y la penetré con todas mis fuerzas, una sacudida, una segunda y nuevamente le susurre al oido
Sois todas iguales, unas putas que estáis deseando abriros de piernas con el primero que os lo pide"
Continué penetrándola con toda la fuerza y el desprecio del que fui capaz y cuando llegó el momento de correrme la agarre por el pelo y la hice arrodillarse delante de mi, esparciendo toda mi leche en su cara, jadeante le indique donde estaba el servicio y me vestí, cuando María salió del cuarto de baño, la mire con una sonrisa socarrona.
el lunes empiezas, estoy seguro que no habrá otra secretaria tan complaciente como tú.
Ella abandono el despacho con la cabeza agachada y sin decir una sola palabra, creo que fue la primera vez en la vida en la que ninguna de esas lloronas me preguntó cual iba a ser su sueldo.
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