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Ella se sentía agradecida y viva desde el mismo día en que coincidieron por vez primera en aquel chat. Él la había acompañado en cada paso, liberando sus fantasías y sus deseos más ocultos. Peleando con sus miedos y mostrando una paciencia infinita con sus reticencias y sus dudas. Sin embargo cada vez era más duro el avance. Ella, tan acostumbrada a hacer y deshacer a su antojo, se revolvía en cuanto notaba que él tiraba un poquito de la cuerda, esa cuerda imaginaria con la que tantas veces había soñado que la ataba... Sentía vergüenza de si misma por aquel deseo irrefrenable de sentirse usada y aunque en varias ocasiones él le había demostrado que el placer de la entrega era sublime su mente se rebelaba contra el dolor y la humillación... "tantos años de mujeres que luchan para ser libres y yo acabo deseando ser esclava.."
Hacía varias semanas que no hablaban, desde aquella última vez en que todo acabó tan mal... ella llorando sobre la cama con la cam encendida sin ser capaz de verter esa cera caliente sobre sus pechos.
"¿Que libertad mal entendida es la que me aleja de lo que en realidad quiero?, ¿es mi mente la que realmente se revela o es tan solo la huella de lo que mi educación y los ecos de una sociedad de autómatas han dejado en mi, ¿por que se arraiga en mi el sentimiento de que esto que deseo es malo y por ende yo soy un ser perverso, un alma enferma?" Tantas preguntas se agolpaban en su mente y solo una respuesta en firme, el eco profundo que él tantas veces le había repetido: "libérate, déjala salir, hay una perra en ti.."
Hacía tiempo que guardaba su dirección el aquel block de notas. "Nunca te atreverás" ,la había retado él, "pero confío en que algún día pueda ordenarte que vengas a mi."
Preparó todo con el mimo de un suicida, aquella era su última oportunidad.
Se levantó temprano aunque apenas había dormido, se duchó, se depiló con sumo cuidado, se secó bien y se untó todo el cuerpo con aceite de almendras dejando su piel brillante y perfecta como un regalo. Delante del espejo se inspeccionó cuidadosamente evaluando sus pros y sus contras. Se acarició levemente los pezones que enseguida reaccionaron, se pasó una mano por el pubis recién depilado, por los labios, rozó levemente su clítoris y contuvo la tentación de masturbarse allí mismo ante el espejo. "no, no, no" ,se regañó divertida..., "todo esto no es para ti". Lubricó bien dos huevos vibratorios y se los introdujo con cuidado, uno en su coño ya excitado y otro en su culo. dudó entre el tanga o la braga años 50 pero optó por esta última por que pensó que si tenía la tentación de expulsar los dildos eso se lo impediría. Se puso unas medias de liga, los zapatos de tacón y el corpiño negro que elevaba sus tetas a la máxima potencia.
Por último se puso el collar. Un precioso collar de perro, negro y acharolado que había comprado el día anterior, con su cadena a juego. Una mirada fugaz en el espejo la hizo sonreír satisfecha. Cogió el pequeño mando de los vibradores aún inertes, en el envoltorio garantizaban 12 horas de batería pero no convenía malgastarla... y bajo la escalera.
Miró por las ventanas mientras daba sorbitos a su café. El pueblecito donde vivía estaba desierto a aquella hora, no le apetecía nada tener un desafortunado encuentro con un vecino de aquella guisa. Miró su reloj, apenas le quedaba media hora, se lo quitó muy despacio siendo dolorosamente consciente de que se estaba desprendiendo de su ultimo nexo con la realidad, con su realidad.
Abrió la puerta. En el soportal de la casona descansaba una gran caja de cartón agujereada, tal y como ella la había preparado, con un sobre encintado en la parte superior y un enorme transportín para perros en su interior. Conectó el mando de los vibradores, sintió esa punzada de placer recorriendola, realizó tres respiraciones profundas tal y como él la había enseñado a hacer para controlar sus orgasmos y trato de obviar el modo en que su sexo empezaba a mojarse.
Rápidamente cerró la puerta de la casa, dejó la llave bajo el felpudo y se metió en el transportín a cuatro patas por la puerta lateral cerrándola desde dentro. Las puertas laterales eran de plástico sin agujeros, igual que el suelo, el resto de la estructura era como una especie de jaula. Al estar metido en la caja nadie podría sospechar lo que en realidad había en su interior.
Al principio no veía nada pero poco a poco sus ojos se adaptaron a la luz que se filtraba por los agujeros de la caja, los mismos que le servían para respirar, y fue distinguiendo el escaso espacio libre del que disponía. Al fondo encontró los objetos que había dispuesto la noche anterior. cogió una cuerda y se sentó con las piernas dobladas para empezar a darle vueltas alrededor de sus tobillos, 10 vueltas de cuerda y un nudo que ocultó para no estropear la estética. Repitió la operación a la altura de sus muslos justo por encima de las rodillas. Estaba segura de que a él le encantarían sus piernas así, empaquetadas, con aquellos zapatos de tacón y las medias. Había escogido una cuerda roja por que el contraste le pareció hermoso, y ahora viéndolo terminado no pudo sino sonreír. Cogió la mordaza y se la colocó, nunca la había usado antes y la bola le resultó un tanto extraña en su boca, la apretó bien por detrás de su cabeza y empezó a sentir como la saliva se acumulaba en su boca y salia por las comisuras, se concentró en respirar por la nariz y siguió adelante. Tan solo faltaba una cosa más, cogió las esposas, se colocó una en una muñeca y pasando las manos por detrás de la espalda buscó a tientas la otra. Oyó el click y un escalofrío la recorrió de arriba a abajo. Las esposas no eran muy buenas, ni siquiera necesitaban llave, unas palanquitas activaban un resorte que las abría pero en aquella postura era totalmente imposible deshacerse de ellas. Estaba atrapada, ya no había marcha atrás. trató de acomodarse lo mejor posible, no estaba segura de cuanto tiempo iba a estar así, se recostó de lado dejándose caer, la mejilla sobre el suelo, las piernas flexionadas... esa era la postura más confortable que su situación le permitía.
Apenas terminó oyó el ruido del furgón acercándose por el camino del pueblo, se detuvo justo delante de la casa con el motor en marcha, podía oler el humo del escape.
Dos portazos, dos voces masculinas charlando divertidas y el sonido de un portón al abrirse. Se acercaron, podía oír sus pasos e incluso distinguía el olor de cada uno de ellos, todos sus sentidos estaban sublimados. Oyó como uno de ellos le explicaba al otro que aquel era un encargo especial, era una perra, una Gran Danes que la dueña enviaba a casa de un amigo para poder irse de viaje. Debían cerrar la caja de cartón ellos mismos y tratarla con cuidado aunque la dueña les había dicho que le daría un somnífero al animal para que durmiera todo el viaje. Oyó la cinta de embalar al sellar la caja y luego notó como la elevaban el el aire, su cuerpo se bamboleaba, el golpe contra el suelo del furgón fue menos delicado de lo que había previsto y se golpeó la cabeza con la reja dejando escapar un quejido. "ten cuidado imbécil" "si el chucho se hace daño lo mismo no cobramos". La puerta del furgón se cerró sumiéndola en una oscuridad casi absoluta. Se pusieron en marcha, el traquetreo del vehículo se sumaba a las vibraciones de su interior y supo que iba a ser un viaje muy largo para ella.
Al principio pudo intuir donde estaban, el camino de grava, el stop, curva a la derecha para incoporporarse a la carretera, dos curvas más, otro stop... trataba de concentrarse en la ruta pero pronto perdió totalmente la orientación. Cada minuto que pasaba era más consciente de su cuerpo. Sus piernas atadas comenzaban a entumecerse, el hombro que se apoyaba en el suelo le dolía levemente. La bola de la mordaza era lo peor, comenzaba a notar su mandíbula tensa y la saliva le mojaba la mejilla y formaba un charquito en el suelo. Intentó en vano mover la cabeza para alejarse de esa humedad pero no tenía mucho margen. Además la vibración constante dentro de ella la tenía tan empapada y excitada que hubiese matado por dejarse llevar, por frotarse contra cualquier cosa y lograr un orgasmo liberador.
Trató de mantener su mente ocupada y comenzó a recordar todo lo que había vivido con él, cada palabra, cada mensaje, cada interminable noche de chat.. pronto se quedó dormida.
Despertó desorientada y confusa, el cuerpo le dolía terriblemente, sintió su inmovilidad como una puñalada de frustración, trato de revolverse en vano. Su saliva le mojaba ya el hombro y el costado, sus bragas estaban totalmente empapadas. No tenía ni idea de cuanto tiempo había dormido, de donde estaba ni de cuanto trayecto faltaba y empezó a entrar en pánico. ¿Cómo había sido tan estúpida? Todo podía salir mal, si tenían un accidente, o si él no estaba en casa, si se equivocaban de dirección o si él simplemente la rechazaba... ¿que iba a hacer? tan lejos, sin dinero ni ropa, inmóvil e indefensa, abandonada a su suerte como un juguete roto. Rompió a llorar, las lagrimas corrían por su cara mezclándose en el charco de babas, los mocos le tapaban la nariz y como no podía respirar por la boca se escurrían también por su cara y se sumaban al conjunto de inmundicias.
Por si esto fuese poco tenía unas ganas terribles de orinar, en eso tampoco había pensado. Le pasó por la cabeza mearse encima pero aquel huevo seguía vibrando dentro de ella y tenía sus dudas sobre las consecuencias que tratar de evacuar su vejiga tendrían en esas circunstancias.
Poco a poco se fue calmando, se concentró en el ruido del motor, en la velocidad, en el ritmo de la conducción. Notó que ya no estaban en la autopista, había paradas frecuentes. Intermitentemente oía el ruido de un claxon, el pitido de un semáforo para ciegos... y supo que estaba llegando a su destino.
El motor del furgón se paró dejando que los latidos de su corazón ahora desbocado ocuparan el silencio. Está vez la levantaron con más cuidado, uno de los hombres silbaba una melodía que no logró reconocer, estaba cerca, muy cerca. Oyó el timbre... nada. otro timbrazo más largo...nada. Cada segundo era una tortura,tenía la sensación de que el aire se hacía cada vez más denso a su alrededor y temblaba de arriba abajo como una hoja. De pronto el sonido de una puerta al abrirse, y su voz, esa voz...
"¿Que desean?"
"Le traemos un paquete Señor, supongo que lo esperaba, es la perra."
"¿La perra? ¿de que demonios me habla?"
"emmm bueno señor imaginé que la dueña le habría avisado, traemos al animal desde muy lejos por que su dueña dijo que usted se encargaría de ella en sus vacaciones."
"Interesante..."
"Hay un sobre aquí arriba señor, pero le agradeceríamos que nos dejara entrarla en la casa, no imagina lo que pesa el bicho."
"Si, si claro, déjenla en el salón..."
Ella con el corazón en un puño oyó el rasgarse de la cinta que sujetaba el sobre y sintió como los hombres que la cargaban avanzaban varios metros y la depositaban el el suelo con mucho más mimo que la primera vez.
Sus pasos, sus pasos retumbaban en la habitación, deseaba escupir la mordaza y gritar su nombre.
Percibió el sonido del sobre al abrirse y volvió al momento en que había arrugado docenas de hojas pensando en que escribirle. Ahora se le ocurrían mil cosas mejores, las palabras se agolpaban en su cabeza, pero ya no podía cambiar lo que finalmente había escrito en esa nota. Aquella única palabra que había escogido para decirle tantas cosas.
Él miraba la caja que estaban depositando en su salón con curiosidad y asombro, aún no había asimilado la situación y toda la escena se le antojaba un tanto surrealista. Rasgó el sobre con los dedos, en su interior había una pequeña cuartilla de papel reciclado color crema, tenía un tacto rugoso y desprendía un embriagador `perfume femenino, al desplegarla una sola palabra se lo dijo todo, sus ojos se clavaron en el papel hipnotizados, su boca se entreabrió en una exclamación muda y volvió a leerla para asegurarse de que era real. Acarició con la mirada la cuidada caligrafía, sin duda procedente de una estilográfica y la leyó una vez más en voz muy queda, solo para sí... "Tuya..."
¿Menuda sorpresita eh señor? Las mujeres siempre saben bien como jodernos...
¿Disculpe?
Vamos que mandarle a la jodida perra sin avisar... ya lo siento señor...
Está bien, en realidad es un autentico placer y algo me dice que voy a disfrutar mucho con este excepcional animal.
¿Ahhh todo correcto entonces? Por un momento pensé que nos la iba a devolver Señor.
No, no, estaba deseando tenerla en casa. Gracias muchachos podéis marcharos.
Le puso al mensajero un billete de 10 euros en la mano y casi podría decirse que los empujó hacia la puerta.
Ella estaba concentrada en no perder detalle de lo que pasaba, bebió de aquellas palabras con la ansiedad de un moribundo y cuando oyó cerrarse la puerta de nuevo y sus pasos regresando a la sala no pudo contenerse más y comenzó a emitir unos chillidos agudos ahogados en parte por la mordaza de modo que el sonido resultante era muy similar al lloriqueo de un cachorro.
El se dio una vuelta lenta alrededor de la caja, pasando una mano por el cartón y susurró "shhhhhh, tranquila perrita, ¿ después de todo esto no vas a ponerte impaciente ahora verdad?"
Sus pasos se alejaron y oyó un cajón al abrirse, el borboteo metálico de un revolver ansioso, las puertas de un armario, el tintineo de un vaso al recibir el hielo y el glu glu del licor al caer en él.
Su ansiedad ya no conocía límites, su cuerpo era solo una cárcel de carne lánguida e insensible que apenas contenía sus emociones desbordadas, el deseo, el hambre que tenía de él le mordía el alma y su consciencia estaba doblegada ante aquella fuerza brutal. Nada tenía ya importancia en su mundo salvo aquellos pasos que se acercaban...
Él posó el vaso de whisky sobre la pequeña mesita de caoba, sin preocuparse de poner un posavasos para proteger el valioso mueble, su mirada no se apartaba de aquella caja. Con un cuter en la otra mano y una erección incipiente en su pantalón se acercó a la caja y rasgó el cartón dibujando una enorme cruz, tiró la herramienta y desgarró la caja con las manos abriéndola y dejando al fin expuesto aquel regalo inesperado.
Aunque se había hecho ya una composición de lugar la imagen que se mostró ante sus desorbitados ojos hizo que abriera la boca de par en par y que su sexo palpitara como un corazón en su bragueta... allí estaba... ella.... el objeto de su deseo durante tanto tiempo. Aquella chiquilla terca como una mula, desesperantemente rebelde yacía tumbada de lado en un charco de saliva y flujo, envuelta en deliciosa lencería, con sogas rojas alrededor de sus piernas y las manos esposadas a la espalda. Su mirada no se alzaba, se mantenía perdida en el suelo inundada de lagrimas, su boca desencajada por la mordaza con babas transparentes que corrían por todas partes como un río.
encontró los resortes de la jaula, los fue abriendo poco a poco y retirando la parte superior la estructura se abrió en cuatro con un fuerte golpe que hizó que ella temblara de arriba a abajo.
Se agachó a su lado y paso una mano suavemente por su costado tratando de convencerse de que era real, un pequeño jadeo y un respigo como respuesta le dieron la respuesta que buscaba. "Mírame pequeña", le susurró con un hilo de voz ronca por la excitación.
Ella giró levemente la cabeza y le dedico una mirada tan llena de veneración que le conmovió hasta los huesos.
La giró sobre su espalda y la ayudó a sentarse, le retiró la mordaza y un mar de saliva se desbordó de su boca sobre su pecho, le pasó la mano por los labios masajeandolos y agarrando sus mejillas la besó con furia.
Ella sintió que se desvanecía, quería buscar su lengua con la suya pero los músculos apenas le respondían. Dejó que fuese él el que usase su boca inanimada y cerró los ojos casi en éxtasis.
Él fue masajeando su cuerpo, reviviendola, sus brazos, sus piernas, tan conocedor de sus padecimientos que hubiese jurado que podía leer exactamente lo que sentía.
Le desató las piernas con cuidado movilizando cada articulación, la sangre volvía a circular y poco a poco fue recuperando la sensibilidad, con un dolor lacerante que se diluía en sus manos expertas.
¿Puedes ponerte en pie?
Si señor, balbuceo ella, creo que si.
El la ayudó a incorporarse asiéndola por la cintura hasta que logró mantener el equilibrio sobre los tacones temblando como un cervatillo.
Cogió el vaso de whisky y le dio un sorbo largo, la besó y ella notó el licor vivificante bajando por su garganta.
Le bajó las bragas y descubrió los cordones de los vibradores saliendo de ella y el temblor constante que la recorría.
Te has corrido?
No señor, contestó ella bajando la cabeza, no tenía su permiso.
El la rodeo poniéndose a su espalda y tiró del cordón que asomaba de su ano con una lentitud que hizo que ella fuese consciente de pronto de lo excitada que estaba,solo con eso estuvo a punto de correrse y se contuvo a duras penas.
El dejó caer el huevo e introdujo un dedo en su culo, ciego por la excitación se abrió la bragueta y se la metió sin miramientos, ella notó un dolor agudo seguido de una oleada de placer que aumentaba con cada embestida, el la sujetaba firmemente por la cintura pues sabía que de no hacerlo probablemente se desplomaría, con la otra mano empezó a acariciarle las tetas.
"si no para voy a correrme señor, no puedo soportarlo más" Casi gritó
Salió de ella bruscamente, se moría por seguir follandola, por dejarse llevar pero un regalo así no se recibía todos los días y quería dilatarlo todo lo que pudiera
Dió otró sorbo a su whisky para serenarse y se puso ante ella, rodeo su cuello con una mano y con la otra comenzó a retirar el vibrador de su coño mientras la estrangulaba levemente. Una oleada de flujo le empapó la mano al sacar el huevo e hizo que su polla diera un latigazo en el aire, aquella chiquilla estaba sacándolo realmente de sus casillas.
tiró el vibrador al suelo y metió dos dedos en ella sin dejar de estrangularla cada vez un poquito más fuerte.
Ella notó como le faltaba el aire, como su sexo se convulsionaba con aquel contacto, el ansia se apoderó de ella y empujó su pelvis ferozmente contra aquella mano buscando su placer.
Él sacó los dedos rápidamente y como en un reflejo le propinó dos sonoras bofetadas en las nalgas desnudas que rápidamente adquirieron un color rosado.
La obligó arrodillarse ante él y cambiando la mano de su cuello a su pelo empezó a follarle la boca sin piedad, le hundía la polla hasta la garganta una y otra vezmanteniendo firmemente sujeta su cabeza.
Se sintió enloquecer, la veía a sus pies con los ojos cerrados y dejándose hacer, abandonada a su voluntad como tantas veces había soñado y no pudo contenerse más, comenzó a correrse en su garganta, le llenó la boca, la cara, el pecho en un surtidor interminable que ella aceptaba encantada como un regalo.
Sintió una ternura infinita hacía ella, cubierta de sudor, saliva y leche. Le quitó las esposas, ella apenas se movió, desmadejada, con los brazos inertes a sus costados y aquella actitud de sumisión profunda que solo él sabía apreciar.
Se la veía tan agotada y tan frágil que sintió la necesidad de arrodillarse frente a ella poniéndose a su altura, le liberó los pechos del corpiño y comenzó a acariciarlos con una mano, pellizcando sus pezones. Con la otra mano empezó a acariciar su clítoris, sus labios... haciéndola gemir a cada paso. Metió un dedo dentro de ella en lo más profundo, luego otro y otro más y empezó a moverlos de forma frenética golpeando su vulva con el talón de la mano cada vez.
Ella mantenía la cabeza baja, a pesar de que se sentía explotar aguantó estoica las arremetidas de aquella mano que la volvía loca...
"mírame y córrete para mi perrita, este es tu momento..."
Ella le dirigió una mirada agradecida y se abandonó al placer, sintió que todo su ser se concentraba en aquel único punto en su interior y explosionaba en mil pedazos, no fue consciente del grito desgarrado que acompañó a su orgasmo. No fue consciente de que allí mismo, arrodillada y abierta sobre el suelo de la jaula, mientras se corría empezó a mearse con un sonoro chorro que caía sobre la mano de él y se extendía empapando el parquet. No supo que cuando perdió el conocimiento el la alzó en sus brazos y la metió en la bañera lavándola con cuidado para luego tenderla en la cama, acariciando su mejilla y repitiendo incansable una sola palabra.... "mía"
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