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Y ahí estaba yo. Desnuda. De rodillas. El agua caliente de la regadera golpeaba mi espalda y se escurría por mi cuerpo. Estaba muy húmeda. Mis senos estaban más sensibles que nunca. Mis pezones, ya erectos, se estremecían con el acariciar de cada gota de agua. Mantenía mis ojos cerrado, dejándome llevar por lo que estaba haciendo... no estaba sola.
Mi lengua recorría su delicioso pene. Hermoso, mostrándose ante mí con todo su esplendor. Me encantaba esa vista, y era solo mío. Tenía un sabor exquisito. Disfrutaba su suavidad con cada centímetro que mi boca lo tocaba. Ahí estábamos, la niña que jugaba con su amigo hace muchos años, disfrutándolo ahora como hombre.
Mientras su rica herramienta se introducía en mi boca, aprovechaba mis manos para masajear su trasero. Qué bueno estaba este chico. Carlos siempre ha tenido un cuerpo que mata a cualquier chica. De haberme dado cuenta antes... me hubiera entregado a él mucho tiempo atrás. Disfrutaba también acariciando su abdomen, duro y marcado.
Carlos no dejaba de suspirar y de gemir. Me acariciaba tiernamente el cabello mojado, intentando marcar un ritmo en la forma en que su pene entraba y salía de mi boca. Quise tomar un descanso. Saqué su pene de mi boca, no sin antes darle una última lamida en la punta y un rico beso. Seguí acariciándolo suavemente. Estaba completamente húmedo.
-¿Te gusta? -le pregunté viéndolo hacia arriba con una sonrisa.
-Me encanta... -me dijo devolviéndome una sonrisa.
-A mí me fascina... -le conteste y de inmediato di otra lamida en la punta. Carlos se estremeció.
-Ven, levántate -me dijo. Tomó mi mano y me ayudó para levantarme.
Me abracé a él, de su cuello, con mis dos brazos. Nos dimos un rico beso, apasionado, encontrándose nuestras lenguas. Sus manos daban recorridos entre mi cintura y mis pompas, haciéndome temblar y poniendo mi piel de gallina.
-Me toca a mí devolverte el favor-me dijo terminando el beso. Me tomó de mis hombros, y me dio vuelta, quedando yo de espaldas a él.
Cerré mis ojos, sabía lo que venía. Carlos acarició lentamente mi cintura de arriba a abajo, hasta decidirse a tocar mi abdomen. El agua caía justo sobre mis pechos. Ya no aguantaba porque los tocara y jugase con ellos. Y así fue. Comenzó a masajear el contorno de mis senos. Solté un gemido al instante. Mientras besaba mi cuello y aprovechaba ciertos instantes para darme una que otra lamidita en la nuca.
Sus manos eran muy varoniles y podían cubrir la redondez de mis senos casi en su totalidad.
-Hmmm... Así... -le decía yo en medio de gemidos.
Comenzó a acariciar mis pezones, recorriendo mis aureolas con la yema de sus dedos. Me daba pellizcos suaves y los jalaba un poquito. Me estaba matando de placer. Mis piernas temblaban. Solo pensaba en disfrutar sus caricias. Mis niñas ya necesitaban que alguien las tratara de esa forma, con delicadeza y pasión. Masajeaba mis pechos, apretándolos un poquito, recorría hábilmente toda su piel.
-Hmmmm... ¿Dónde aprendiste a hacer eso?... aaah... hmmm -le pregunté entre gemidos y suspiros.
-He practicado... pero ningunos son tan bellos como los tuyos -me elogió.
Sin dudarlo, giré mi cara para poder besarlo en la boca mientras él seguía dándome placer. Su mano derecha se escabulló hacía mi vagina, que estaba ya muy húmeda. No dudo ni un momento en comenzar a masajearla, en círculos. No pude seguir besándolo, tuve que soltar un gemido que casi se hacía grito. ¡Qué rico! Me estaba masturbando delicioso. No pude evitar empezar a mover mi pelvis, casi sin control.
-Qué envidia de tu novia... aaah... -le dije apenas permaneciendo de pie.
-En este momento tú eres mi novia -me respondió. Parecía que siempre sabía que contestar.
Comenzó a introducir poco a poco sus dedos en mi vagina, que los aceptó gustosa. Sentía que me estaba mojando a chorros. Estaba llegando al cielo. Sentía delicioso. Poco a poco, sus habilidosas manos me llevaron a un profundo orgasmo. Perdí fuerza en mis piernas y habría caído si Carlos no me hubiera agarrado.
-Aaaah... -gemí fuerte. Me quedé con los ojos cerrados. Mi cadera aún se contorsionaba debido al placer que sentía.
Al recuperarme un poco, Carlos apagó la regadera y me cargó en sus brazos. Salimos de ahí y me llevó a mi cama para recostarme boca arriba. Comenzamos a besarnos de nuevo, recuperando un poco el aliento. Nuestros cuerpos desnudos estaban mojados. No pude evitar notar que su pene seguía muy erecto. Lo abracé con mis piernas.
-Te quiero dentro -le dije con una sonrisa peridad, lujuriosa. Notaba que me había puesto roja como tomate. Estaba más que caliente.
-Y yo te quiero mía -me dijo dándome un último beso.
Acercó su pene a mi vagina. Estaba tan duro y mi entrada tan húmeda, que no tuvo que ayudarse con su mano. Lentamente me penetró por completo, quedándose unos instantes dentro de mí.
-Aaaah -suspiré.
-Estás hermosa -me dio un beso en la mejilla.
De inmediato comenzó a hacerme el amor, a un ritmo lento pero delicioso. Sentía su pene ardiendo dentro de mí. Ambos gemíamos casi al unísono. Carlos acariciaba mis senos, aumentando mi placer. Que delicia era sentir toda esa carne en mi interior.
-Ay... aaah... hmmm... gemía y suspiraba.
Carlos me giró, cargándome, sin salirse de mí. Quedamos los dos sentados, frente a frente, mientras seguía con la penetración. Me abracé de su cuello de nuevo, para empezar a besarlo de nuevo. Otra vez me estaba acostando con mi mejor amigo.
-Siempre me tendrás para hacerme tuya -le dije al oído, apenas pudiendo respirar.
-Siempre lo serás -me dijo.
Lo empujé para que se recostara y yo quedé montada encima de él, cabalgándolo. No paraba de mover mis caderas de forma rítmica, para sentir su pene en lo más profundo de mí. Con sus dos manos acariciaba mis senos, calientes y excitados.
-Así, hermosa, así... ahhh... -me decía, perdido en placer.
No sabía cuánto más podría aguantar, pero no quería dejar salir su deliciosa herramienta. Me incliné hacia él, pegando mis senos a su pecho y moviendo mi cadera para continuar con la penetración.
-Lo quiero todo dentro-le pedí entre besos.
Sin poderme responder, ambos llegamos juntos al orgasmo. Sentí su semen caliente recorrer mi interior, regándose. No podía abrir los ojos. Quería disfrutar de ese momento todo lo que pudiera. El pene de Carlos no bajó de tamaño hasta después de un rato. Me quedé abrazada a él hasta que su miembro salió de mí. El semen comenzó a salir de mi vagina. Había eyaculado una gran cantidad... ya me preocuparía de eso después.
Nos besamos un rato más, y Carlos acarició mi cuerpo mientras lo hacía. Nos quedamos dormidos. No era muy noche, pero nos fuimos de corrido hasta el día siguiente. Desayunamos juntos, desnudos aún. Nos prometimos que nunca descartaríamos la posibilidad de estar juntos alguna vez, si se daban las cosas. También nos hicimos la promesa de repetir nuestra experiencia al menos una vez cada verano, sin importar que tuviéramos alguna pareja.
Al hacer esta promesa, no sabía lo que me esperaba. Sin duda Carlos me volvería a hacer sentir mujer nuevamente... sin que mi nuevo novio se enterara.
Besos,
Sofi
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