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LA ENAMORADIZA MIMI
Mimí observaba de lejos aquella enorme verga del caballo negro. El establo abierto, grande, la dejaba esconderse, mientras babeaba por aquella herramienta bamboleante de aquel bellísimo animal.
El cuidador la mostraba a los dueños de la estancia, y ella, se iba en tremendos orgasmos calientes tocándose mientras observaba escondida al caballo. Ella esperaba el momento de poder estar a solas con aquel bello animal, con aquel regalo del cielo. Su carne conmovida, ardiendo, por aquel ejemplar de semental.
Las patas enormes, firmes, bien poderosas, y esa vara bamboleando en busca de placer, en busca de ponerse como a ella le gustaban, duras, largas, gordas, las pelotas del equino, gordas, se movían de un lado a otro.
Se masturba y acaba una y otra vez, espiando al hermoso animal negro que han traído a la estancia. Suda, se siente ardiendo, sus dedos se meten hasta el fondo de su conchita babeante y abierta.
Al rato, se van yendo los que estaban cuidando y acomodando al animal. Los trabajadores se retiran. El silencio cunde por el lugar. Mimí observa para todos lados. Está decidida a acercarse al animal. Se mueve, y muestra la figura en todo su esplendor. El animal mueve su cuello nervioso. Está acostumbrado a la presencia humana. No se espanta, solo cabecea y mueve su extensa crin de un lado a otro. Salvaje. Ella acaricia la testa, el frente de su cabezota. Pasa los dedos por allí. Cerca de los enormes ojos que se abren inquietos y curiosos.
Mimí entra en la cazuela en que han dejado al animal, el suelo es de paja. Ella acaricia el lomo suave y extenso, el animal cabecea, y mueve como con choques eléctricos su piel. Ella vuelve pasar su mano blanca por el lomo negro. Se corre hacia la larga y sedosa cola, se ve que el animal negro h sido muy bien cuidado. Mueve la cabeza, aquel negro equino, fuerte, poderoso.
Ella sigue acariciando el lomo nuevamente. Pasa sus manos, como ella sabe, por las anchas caderas del caballo, que golpea el piso suave con sus cascos. Levanta y baja la cabezota, la sacude. Da un pequeño y casi inaudible relincho. Mimí ahora restriega sus tetas, grandes por sobre el cuerpo del animal. Se va quitando la ropa, poca que llevaba puesta, siente que su conchita arde de deseos, se toca de vez en cuando el duro botoncito y gime, el caballo para sus orejas alerta, olfatea en el aire el sexo de la mujer que gotea sus jugos más íntimos.
Pasa los dedos por las bolas grandes del animal que se siente cada vez mas nervios, excitado, de a poco va saliendo su enorme chorizo, Mimí no pierde tiempo una vez que lo ve, se arrodilla y casi se cuelga del pedazo abrumador de aquel animal negro.
Es muy grande, se va poniendo dura entre las manos de Mimí, la acaricia, la aprieta placenteramente, es lo que ha deseado desde que lo ha visto. Pasa la lengua por el semejante pedazo que se va poniendo tan duro como una barra de hierro. La besa por donde puede porque la vara se pone cada vez tensa y animal se mueve nervioso. La chupa, succionando, quiere el animal la riegue con su poderoso líquido, quiere bañarse en él, no se anima aún que aquel bestial equino la penetre, pero quiere sentir los chorros en su cuerpo.
Aferrada al enorme pedazo, lo masturba y quiere besar las bolas, lo hace, debajo de la patas del animal que se mueve cada vez más nervioso y caliente, tan cliente como ella. Mimí apura laos masajes, apura las chupadas de la cabeza que se parece a un hongo gigante. Le da besos, lo chupete mojándolo y la saliva que le chorrea por los labios sedientos. El animal se mueve y empieza a largar chorros de su leche espesa, por sobre el rostro, la boca, las tetas, el vientre. la moja , la baña por completo, Mimí gime teniendo otro orgasmo animalesco. Se retuerce de calentura en el piso, con dos dedos adentro de su almeja húmeda, caliente, profunda. Necesitad de un perno que la penetre.
En eso aparece Pipo, el ovejero belga totalmente negro que nunca le pierde pisada a la enamoradiza Mimí, se acerca, la huele, le pasa su áspera lengua, su larga lengua y le va quitando lo que queda de la leche pegoteada del caballo negro que la ha bañado con su esperma.
__¿Qué haces Pipo?¡ cariño, ahhh, estas chupando la leche de otro, eres un puerquito, ahhh, ohhh, ahí, si, ahí, tu sabes, ohhh no eso no déjalo, deja, !!__ se ríe Mimí viendo como el perro grande y negro, lame el látigo grueso que cuelga del caballo, no tiene ninguna historia. Lame y sorbe las gotas que quedaban del grueso pedazo, que no se desinfla del todo, que se mantiene vivo y caliente, tal vez, por los lengüetazos febriles de parte del can.
__¿Te gusta más el pedazo del caballo? ¡¡ohhh eres tan tremendo!__ comenta la mujer madura, mientras sin perder tiempo soba los huevos del perro mimoso con el objeto de carne que ha encontrado entre las piernas de aquel semental negro. Ahora Mimí, ni lerda ni perezosa, hurga entre las piernas del macho can, busca y encuentra unas tremendas bolas infladas, y luego el capuchón que se hincha rápidamente.
Entonces la atención de Pipo cambia, vuelve con la mujer que le frota el capuchón, y siente que su pistola está hirviendo, se siente totalmente excitado el perrito, que es una forma de decir, el perrazo diría mejor, oscuro como la noche que se avecina.
Mete el hocico entre las piernas de la mujer, saca la lengua y comienza con la danza a la que la mujer está acostumbrada. La satisface, lamiendo aquí y allá y más profundo. Da unos giros dejando la almeja caliente y dilatada por demás, esperando ser penetrada.
Ella se estira y abre las piernas, mostrando su abertura, el caballo bufa y observa, seguramente huele los jugos de la mujer que saltan de aquella vagina caliente como brasa. El perro se acerca, vuelve a olfatear, a olisquear y lamer un poco más, luego se acomoda así como la mujer se encuentra abierta de par en par esperando por él. En misionero, el perro se coloca casi con la panza sobre el vientre de ella y con su aguijón presto la inserta, la penetra, se infla apenas siente que ha acertado, tiene experiencia, ella deja que entre con bola y todo, el nudo se agiganta, ella aprieta la cabeza del pipo que saca su lengua afuera como si se fuera a morir en aquel preciso instante.
Bombea enloquecido, sin descanso, veloz, la verga del perro se ha inflamado de manera increíble, y ahora no podrá salir, entonces Pipo se gira, Mimí toma la cola para que no la arrastre, siente los interminables chorros de semen adentro de ella, empiezan a brotar por los costados, ella gime y lloriquea con tremendo pedazo en su interior. El nudo ha crecido de manera exponencial, trabando la salida del machete perruno. Que tira un poco por instinto pero la mujer aferrada a la cola no deja moverlo. El pedazo la hace gozar de manera potente, ha perdido l cuenta de cuánto ha gozado, con aquellos dos machos en esa nochecita.
Mientras aún con la vara enterrada dentro de su cuerpo, sueña con alguna vez dejar que el brioso corcel negro, también se meta dentro de ella.-
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