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Categoría: Varios

La empleada

Pueda que esté mala, pero una tiene sus ganas y el cuerpo se nos va tras ese animal que es la carne, o pueda que el mismo Diablo sea el mismo cuerpo...

Ayer fue uno de esos días en que todo me sale malo... El hijo de uno de los atendidos me miró con esos ojos azules que no puedo soportar... Son los ojos del diablo que despierta en mí todo los demonios que se esconden bajo el cuadro de mis pasiones, y caigo presa de su maldita carne blanca, rosada... Allí nos metimos, en una jaula, un cuartucho lleno de madera donde el señor me hizo suya... ¡Cómo me hizo sentir, el maldito...! Me dejó hecha una melcocha, una frazada de sudor, mordida por todas partes... Mis viejos senos estaban reventados... Mis piernas mordidas como si fueran tentáculos... Mi cuello era el de un ahorcado... Me dejó tirada, sola, luego de abrir los ojos me paré y poco a poco empecé a vestirme... Salí y seguí trabajando, limpiando la casa hasta que llegó la noche... Paseé al perro y como dos enamorados volví a la casa del patrón... Saqué mis cosas y me dirigí hacia mi barrio, mi casa... Ya dentro de mi hogar, me di un duchazo y luego me tumbé en la cama, desnuda, extrañando esos brazos y esos labios y esas muelas... Soñé con esos ojos azules... Hasta que llegó las tres de la mañana y volví a mi diario laborar  junto a mis dos hijos... Les dejé todo listo y volví al trabajo... Una no sabe lo que quiere hasta que se choca con la verdad... Y esta duele mucho, así como las muelas de Diablo... Así paso mi vida... Espero no seguir en lo mismo... Ya tengo sesenta aunque no lo parezca, pero pronto tendré más y más y volveré a dormir como un anciano en su silla, dando pena a quien llegue a mi lado…

Mis manos están llenas de heridas y mis uñas casi no están... El lavar ropa con la mano las destruye... Algún día aparecerá un hombre que me acompañe y me brinde su calor, sus brazos y toda la ternura del mundo... Y me cuente cosas bellas, y me diga al oído su afecto, todo, todo, dulce como las manos de un bebé... Eso espero pero dudo que lo encuentre a mis sesenta años... El que pasa por mi lado tan solo ve los residuos del cuerpo que tuve... Mis senos están colgados como bolsas de payaso y mis nalgas llenas de arrugas y casi se caen por la gravedad del tiempo... Pero, como decía ese hombre tan bueno y sabio, que todo siga adelante, que no deje de soñar porque así tengo un lugar adonde ir... Pudiera ser que cuando llegue Dios en forma humana, me diga cuál es mi lugar en este mundo lleno de tantos muertos vivos y esos que están en el cementerio junto a muchos seres muertos... Que Dios les bendiga, y me bendiga el resto de la vida... Así es mi vida y las suyas deben  de ser del mismo color, pero en lugares diferentes, porque, quién es el que cuenta... acaso no es el que lee historias, o quien las escucha con el alma... Tengo que trabajar en casa de una señora que es más exigente que el mismo Dios, pero paga puntual y bien... Que Dios nos bendiga...

El bus se demora a esta hora de la mañana, pero todo sea para bien… Hay mucha gente en este mundo, tan solo una mira por su costado y ve  cientos de personas pasando, caminando, pensando, temiendo, soñando, viviendo como quien sabe que un día llegará la noche y no volverá a despertar nunca jamás…

Datos del Relato
  • Autor: joe
  • Código: 27947
  • Fecha: 01-09-2013
  • Categoría: Varios
  • Media: 5.5
  • Votos: 2
  • Envios: 0
  • Lecturas: 4668
  • Valoración:
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