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LA DUEÑA DEL ESTABLO
Desde chica me gustaron los caballos. Tenían un especial atractivo que nunca pude descubrir en palabras. Pero el solo ver a un animal, cualquiera sea, digo de calle, de carreras, de salto, me emocionaban hasta las lagrimas. Por eso mi camino inevitablemente estaría ligado a los caballos por siempre.
Apenas tenía diecinueve cuando me contacte para saltar unos caballos del haras Santa Elena, como estaba en la capital debí viajar y empezar casi una nueva vida en aquella enorme ciudad, diez veces ms grande que el pequeño pueblo de donde yo provenía.
Una chica sola en la gran ciudad ya era complicado. Más si te gustan las mujeres, aunque en ese punto, al estar perdida en la maraña de gente, eso sería casi pasar inadvertida, en fin, en esos días, me asustaban un poco las grandes luces de aquella metrópoli.
Comencé a saltar y a obtener triunfos resonantes, representando a Santa Elena. Tenía encuentros con algunas chicas que iban y venían. Muchas competidoras, eran lesbianas asumidas y no tenían problemas en acostarse con la que le gustara, como yo tampoco tenía grandes inconvenientes en chupar una hermosa almeja.
No descuidaba mis entrenamientos, ni nada, podía con todo, pero sin compromisos. Al menos por aquellos días mis deseos de mujer joven estaban bien cubiertos.
De lejos, todos los días de entrenamiento veía a una mujer. Era aparentemente una mujer madura, tal vez, unos cincuenta años o cerca.
Nunca se acercaba, se notaba que miraba todo con binoculares. Estaba un rato y luego desaparecía.
__¡Pedro!¿quién es esa mujer que viene a observar con binoculares?__ pregunté un día a mi ayudante
__¡Ahhh debe ser la señora Leo!
__¿La señora Leo?
__¡Si, la dueña de todo esto!__ contestó sin vueltas Pedro
__¡No sabía!
__¿Nunca te lo comenté?
__¡No creo!
__Ella fue quien te hizo traer aquí…ella es una mujer muy extraña…quedó viuda hace varios años y maneja todo de manera brillante…__ comentó Pedro
__¡Es raro que no quisiera conocerme…bah…digo yo!
__¿Y tu quieres conocerla?
__¡Porque no!
__¡Veré que puedo hacer…ya te digo es extraña…siempre se la ve sola…no tuvo pareja nunca más…se cree que está sola__ dijo Pedro y continuo con lo que estaba haciendo.
Me quedé pensando lo extraño de todo aquello. Porque se usaba, generalmente, que los dueños de todo quisieran conocer con quien trabajan. Igualmente no me preocupe demasiado, porque la mujer tendría sus razones. Y quien era yo para forzarla a hacer algo, mientras estuviera conforme con mi desempeño, todo estaba bien, al menos para mí.
Se acercaba el fin de la temporada y se venía también la fiesta anual de premios, reconocimientos y esas cosas. Yo fantaseaba con que esa noche me iría acompañada con alguna dulzura que conocería, sin más.
Al fin llegó ese día. Me vestí obviamente para la guerra, dejando claro lo que buscaba. Había perdido todo tipo de inhibición mucho tiempo atrás.
No me importaba el que dirán, ni lo que los demás pensarán de mi. Mi vestido negro corto era de infarto, mostrando mis hermosas piernas y el nacimiento de mi pechos sabrosos.
Zapatos altos muy finos y algunos accesorios como aros redondos y grandes, me gustaban así.
El lugar estaba repleto de gente, la mayoría gente que no conocía, pero soy de hacer conversación muy rápido
Me acerqué a una barra que había en el lugar. Pedí un whisky, a veces tomo un poco de alcohol. Me quedé husmeando por ahí. Salude a dos o tres chicas que conocía y con las cuales había estado involucrada en algún momento.
__¡Bebes fuerte!__ dijo la señora madura de labios carnosos y mirada luminosa y chispeante, creo que me gusto enseguida. No había estado con muchas maduras, pero esta se veía esplendida y apetitosa.
__¡Me gusta de vez en cuando beber un poco!
__¡Está bien, me parece bárbaro!¡Digo que seas tan independiente!
__¡Bueno no diría eso, diría más bien que trato de que no me afecte la mirada de los otros!
__¡Ni siquiera si algo está mal!
__¿Y qué sería eso?
__¡No, no digo ahora, no digo que este mal que bebas un whisky, esto es una fiesta y para las jinetas sobretodo!
__¡Ohh veo que me conoces!
__¡Si claro, cómo no!¡Lo que no sabía era que eras tan bella!
__¡Guau, no pierdes tiempo!
__¿Debería?__ dijo y sonrió malignamente y tuve ganas de besarla allí mismo. Su vestido plateado marcaba un cuerpo de monumento, era alta y distinguida. Se notaba que era toda una dama.
__¿Y tu eres…?
__Leonela __ dijo y abrió su bocaza mostrando unos dientes perfectos. Y su nombre enseguida me llevó al Leo de Pedro. Estaba hablando con mi patrona y no lo sabía.
__¿Tu… eres… la dueña?
__¡Si soy yo…pero tranquila, no estamos hablando de trabajo, aunque el tuyo es casi perfecto…!
__¿Casi?
__¡Bueno no lo tomes a mal, no te estoy exigiendo, ni desacreditando! ¡ siempre hay cosas por mejorar!
__¡Si en eso estamos de acuerdo!__ la noche siguió transcurriendo. Nos mirábamos de cerca ya que nos habían sentado a la par en la misma mesa, todo un halago y un honor.
Luego de los premios, los discursos y todo eso. En un momento dado ella se acercó a mi oído.
__¡Que tal si nos vamos de aquí!¿O tienes otros planes?
__¡Vamos de una vez!__ salimos casi corriendo de aquella fiesta. Nos montamos en un auto espectacular, riendo, un poco alcoholizadas, debo reconocer. Ella recorrió las calles con prudencia, y de vez en cuando tocaba mis piernas y yo la dejaba hacer.
Llegamos a una casa hermosa y enorme. Bajamos, ella me tomo de la mano y apretándome contra el auto me beso en la boca, metiendo su lengua hasta bien adentro. Con deseos y muchas ganas. Apretó mis tetas, y allí mismo atrapó una fuera del vestido y jugó con el pezón de manera fantástica, haciendo que se pusiera duro a más no poder, casi que me dolía de lo excitada que estaba.
__¡Ohh Leonela eres una fiera cariño!
__¡Es que tu me gustas mucho…desde hace tiempo!__ diciendo así tomo mi mano y casi que me arrastró dentro de la casa. Todo era silencio.
__¿Vives sola?
__¡Por supuesto cariño!
__¿Y no tienes miedo?
__¡No!__ dijo terminante y volvió a comer mi boca. Nuestras lenguas se movían en la boca de la otra de manera salvaje, hambrienta.
Ella me iba arrastrando por sobre las paredes, sin dejar de meter su lengua en mi boca caliente. Sus labios eran mordidos por mi y sentí hasta un leve sabor a sangre aunque ella ni se inmuto.
Pellizcaba mis nalgas y yo las de ella, intentando subir su vestido, y ella haciendo lo mismo. En un momento dado llegamos a lo que sería una habitación. Nos tiramos en una cama. Casi a mordiscones fuimos quitándonos la ropa, hasta ese momento, yo, nunca había tenido una amante que fuera tan sanguínea, tan pasional como aquella mujer madura y rica como fruta.
Leonela era un amante exquisita, cuando metió su lengua en mi almeja, di un suspiro profundo, estaba tan caliente, tan entregada a ella que la cabeza daba tumbos y choques eléctricos sin tregua. Me retorcí como serpiente cuando tuve mi primer orgasmo. Con sus dedos ella jugaba con mis pezones parados, erectos como piedra. Era todo furioso como un volcán en erupción. Pude correrme y atrapar su vagina con ms labios deseosos.
El placer y la lujuria regían aquel encuentro lleno de pasión y locura. Metí mi lengua y ella chorreaba jugos. Los sorbí, la comí, metí el botón entre mis dientes y escuche como ella gruñía y lloriqueaba mientras tenía un orgasmo tras otro, y apretaba mi cara contra su conchita salobre y jugosa, entregada a mi como yo a ella.
Volvimos a girar nuestros cuerpos y ella quedó sobre mi, metió mis melones en su bocaza y me mamó de manera descomunal y única. Con una pasión, con una devoción, como nunca me lo habían hecho.
Éramos unas perras calentonas. Ni hablar cuando se metió con su lengua y escarbó de manera interminable mi ojete. Lo dilato y lo disfrutó en todo su esplendor, clavando hasta tres dedos dentro de mi.
Yo me retorcía gimiendo entregada a ella por completo. Me beso y me chupo todo los rincones de mi cuerpo. Dejándome casi deshecha de la cantidad incontables de orgasmos que me sacó, que me obsequió.
Luego quedamos una al lado de la otra, agitadas, buscando el oxigeno para no desfallecer.
Solo prodigándonos leves caricias por momentos. Por momentos nos dormíamos y nos volvíamos a despertar, para volver a enroscar nuestros cuerpos desnudos y calientes a rabiar.
Toda aquella primera noche estuvimos así.
Al cabo de un mes me mude a vivir con la dueña del establo . Y aún estamos juntas, paso mucha agua bajo el puente, pero estamos juntas, compartiendo la vida y las nuevas amantes.-
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