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Categoría: Confesiones

LA DECENTE

"Una mujer casada, con muy buena reputación, es seducida por un jovencito"

 

La Decente, es una mujer casada de 35 años. Morena. 1.75 de estatura, delgadita, de grandes tetas. cabello negro. largo y rizado, y bella, muy bella. Yo, desde niño, iba a su casa a jugar con su hijo, y después de los 11 años, edad en la que empecé a pajearme, iba para verla para pajerame después. Tuvieron que pasar unos cuantos años para que me decidiera a entrarle.

Eran los Carnavale. Habíamos dado vacaciones en el Instituto. Mi madre. Mi padre. El marido de la Decente, y su hijo, fueron al desfile de las carrozas. Yo, fui a casa de la Decente, a por un poco de sal para echarle a un tomate, o esa fue la disculpa para entrar en su casa

Ya en su casa, la Decente, se agachó para coger el salero en la estantería. Yo, le levanté la falda y con una mano acaricié los muslos de aquellas largas piernas. Se levantó. Se giró, me miró con seriedad, y me dijo:

-¡Las manos quietas, demonio!

Con la cabeza gacha, le dije:

-Fue un pronto, pero es que me paso el día pensando en ti. Estás buenísima. Me duelen las manos de tanto pajearme.

Ella, ahora, sonrió, y me dijo:

-Estás en la edad del pavo. Búscate una chavala de tu edad. Soy una mujer casada y decente.

Se volvió a girar. Se volvió a agachar para coger el salero. Aproveché para sacar mi polla, gorda y empalmada. Quise saber si le gustaba. Al volver a girase y verme con ella en la mano, exclamó:

-¡Tu polla es una monstruosidad! Con lo gorda y larga que es rebentarías a una chavala de tu edad... ¿Cuánto te mide?

-25 centímetros.

Me acerqué a ella. Le levanté la falda. Le cogi su gran culo y la atraje hacia mí. Le metí la polla entre los muslos. Me puse en la punta de los pies para besarla. Ella, con el salero en la mano, levantó la cabeza y no le llegué a los labios. Abrió un poquito las piernas y mi polla comenzó a frotarse contra su chochito, por encima de las bragas. Se quedó un momento mirándome y sintiendo mi polla entre sus piernas. Sentí como temblaba. Estaba caliente, se le notaba porque estaba colorada como una grana, pero, separándose de mí, me dijo: 

-Le voy a decir a tu madre lo que acababas de hacer, y no se lo digo a mi marido porque te mataría. ¡Fuera de mi casa y no vuelvas más!

Me fui, caliente y decepcionado, pero no me arrepentía de lo que había hecho.

LLegué a casa. La volví a sacar, y está vez, de pie, pensando que en vez de apartarme a mí, se apartaba las bragas y se la metía,  un chorro de leche surcó el aire hasta parar en el techo de la cocina.

Al día siguiente, mi madre, no me llamó la atención. La Decente, no le había dicho nada.

Pasaron los días. Yo evité encontrame con la Decente. Un mes mas tarde, me dijo mi madre:

-La vecina quiere que le escribas una carta al alcalde, sin faltas de ortografía. ¿Se la puedes hacer con tu PC. y...?

-Se la puede hacer su hijo.

-Se les estropeó el ordenador.

-¿Te dijo ella que fuera a su casa?

-Si. 

Me fui a casa de la Decente, con el PC en la mano. Llamé a la puerta. Abrió la puerta con una sonrisa en los labios.  Me mandó pasar. Y dentro, me dijo:

-Ponte cómodo en el sillón que ahora te dicto la carta.

Llevaba la misma falda que el día en que me quise propasar... Le sonó el móvil. Era el  marido. Se sentó a mi lado en el sillón.

-Joder, Paco, ahora no.

Había que probar. Le toqué una teta por encima de aquella blusa cortita que casi dejaba ver su ombligo.  Me dio una palmada en ella con la suya.

-¿Qué que fue ese ruido? Una mosca... No, podía ser, pero tu hijo se fue a Santiago y no viene hasta la noche.

Metí una mano entre sus piernas. Me la apartó.

-Vale. Cuenta. ¿Qué te hizo el cabrón de tu jefe?

La besé en el cuello. Se apartó y me miró de mala manera.

Siguió hablando por teléfono.

-No, hombre, no, no me aburres. Sigue.

Le mordisqueé una oreja. Me dio un empujón. Metí la mano bajo su blusa. Me la quitó. Volví a meter una  mano entre sus piernas. Las apretó y no me dejó ir más lejos.

-¿Vas a venir para casa?

Intenté besar aquellos labios, rojos y carnosos. Me hizo la cobra.

-Mejor. Aguanta que trabajo hay muy poco.

Saqué la polla, empalmada. Se la puse en una mano. Apartó la mano de ella. Me arrodillé. Le levante la blusa y le besé el ombligo. Quise seguir subiendo para comerle las tetas y me apartó de ella. La volví a besar en el cuello. Volví a meter mi mano entre sus piernas. Las abrió un poquito. Acaricié sus muslos.

-Pues estoy sentada en el sillón.

Le levanté la blusa. No llevaba sostén. Sus tetas eran grandes y preciosas. Con areolas negras y grandes, y pezones de punta. Se las iba a comer. La bajó y me dio otro empujón. Tapó el teléfono con una mano, y me dijo, en bajito:

-Te voy meter una hostia que te voy a poner un ojo a la funeraria.

Me comencé a masturbar mirando para sus tetas y mirándola a ella. La Decente, miraba para mi polla y no decía nada. Ella, seguía a lo suyo. Ya llevaba un par de minutos masturbándome. De mi polla salía cantidad de aguadilla. La Decente, no le quitaba ojo. Sentí que me iba a correr, cerré los ojos,  y paré. No le quería manchar el silón.

-No, no estoy sola, está conmigo el hijo de la vecina. Me va a hacer un favor.

Volví a intentarlo. Puse mi mano sobre una de sus tetas. No me la apartó. La metí por debajo de la blusa. Acaricié sus tetas y no me dijo nada. Me emocioné. ¡Se estaba dejando! Metí mi mano entre sus piernas. Las abrió y ni mano fue hasta su sexo. Tenía las bragas mojadas.

Le subí la blusa y le magreé, mamé, lamí y chupé las tetas, sin hacer ruido,  mientras, mi mano, acariciaba su chochito  por encima de las bragas mojadas. 

La besé otra vez en el cuello. Busqué sus labios. Ella tapó el móvil con una mano y me dio un beso con lengua que casi hace que me corra. Después, siguió hablando con su marido:

-Sí, el alcalde.

Le llevé mi polla a la mano. Al primer meneo, vio que me iba a correr como un bendito, y le dijo al marido:

-Se me acaba la batería... Chao... chao.

Colgó y me preguntó:

-¿Es tu primera vez?

-Sí.

Meneó, lamió y chupó mi polla. Cuando vio que me iba a correr, me dijo:

-Dámela.

-¡Toma! -le dije al correrme.

Con la lengua sobre mi polla, mientras salía mi leche, decía:

-¡Qué rica, qué rica, que rica...!

Al final la acabo bebiendo.

Al acabar busqué sus labios. Me besó. Su lengua me volvió a poner palote. Cogio mi mano derecha y la metió detro de sus bragas.

Metí dos dedos dentro de su chochito y la masturbé.

Poco después, entre besos, me decía:

-Vas a hacer que me corra.  Estoy a punto, ¿pero no te gustaría más que me corriera en tu boca?

-¡Me encantaría! ¡La de veces que me corrí al masturbarme pensando que te corrias en mi boca!

Le quité la blusa y las bragas. Ella se quitó las zapatillas.

Sentada en el sillón. Reclinada hacía atrás y estando yo de rodillas, se la empecé a mamar, a lamer y a chupar... Sus gemidos se fueron haciendo más intensos. Comenzó a temblar, y me dijo:

-Eres el primero que me, que me, que me, que me,  ¡¡que me cooooooooorro!!

La Decente, se corrió como una loca. Su cuerpo se estremecia y daba sacudidas. Su chochito me dejó el mentón y el cuello empapados. Cuando acabó, me dijo:

-Eres lo más dulce que he encontrado en mi vida.

-Eso de que fui el primero... ¿Es que tu marido nunca te la comió?

-Dice que no le gusta. Creo que le da asco.

-¿Estás virgen en algún otro sitio?

-Estoy, pero para eso la tienes demasiado gorda. 

-Supongo que te refieres al culo.

-Supones bien.

-¿Bueno, follamos o no follamos?

-Por nada del mundo dejaría de tirarme un virguito. Pero antes vamos a hacer otra cosa.

Me llevó a su habitación. Me desnudó. Me echó sobre la cama. Primero me la chupó, luego me dijo:

-Hagamos el 69. La segunda corrida me gusta más que la primera.

Ya en faena. Comiéndosela...

-Joder. Eres un diablo. Me tienes al borde del orgasmo. Tú ya hiciste esto antes.

-No, no lo hice, pero viendo porno se aprende.

-Me voy a correr, fiera. Estoy llegando. ¿Me la quieres beber?

-Sí.

-Pon la boca debajo de mi chochito que me toco y ya me corro.

Se tocó. y estremeciendose, gimiendo y entre sacudidas, el flujo de su corrida fue cayendo en mi boca. Se la bebí y me gusto. Quizas lo saboreé tanto porque sabía que ella también se iba a beber la leche de mi corrida.

Después, de beberse mi leche, uno al lado del otro. y entre besos, me dijo:

-¿Te importa que suba y te folle yo a ti? Es que la tienes tan gorda que me podrías hacer daño.

.¡Qué va! Es otro de mis sueños! Aunque cuando me masturbo imagino que me corro dentro de ti.

-Y te vas a correr dentro. Tomó la píldora y no hay pèligro.

Subió encima. Cogió mi polla y la fue metiendo. Entraba apretadísima. Iba por la mitad y me corrí dentro de ella. 

Estaba cachondísima.

-¡Mas, quiero que me des más leche!

Al entrar hasta el fondo, me volví a correr.

Se puso como una loca.

-¡Más, quiero más leche!

Empezó a meterla y a sacarla. Un par de minutos más tarde ya entraba y salía, apretada, pero con normalidad. La Decente, no paraba de gemir. Cuando estaba a punto de correrse, paraba. Me daba las tetas a chupar y desués seguía, a la cuatra vez, le pregunté:

-¿No te quieres correr?

-Claro que sí, pero haciendo que dure me corro con más fuerza. Quiero que la tercera sea mejor que  la segunda.

-¿Con tu marido te corres tres veces?

-Una, y a veces ninguna, pero cuando me masturbo... ¿O pensabas que sólo te masturbabas tú?

Volvi a correrme dentro de la Decente, al  pensar en lo que me había dicho.

-¡Me encanta sentir los latidos de tu polla dentro de mí!

A la decima, y después de haberme corrido yo cinco veces veces, y de haberse limpiado dos, me dijo:

-Ahí viene... ¡Ahí viene! ¡¡Ahí viene!! ¡¡¡ Ahi viene!!!

¡Y cómo le vino! Hizo un arco con su cuerpo, que se sacudía como azotado por por un huracán. Sus gemidos eran escandalosos. Al final, se derrumbó sobre mí. Al recuperase, me miró, me besó. y me dijo:

-Fue maravilloso. Casi me muero de gusto.

Yo, le devolví el beso, y le dije:

-¿Sabes que me gustaría hacer ahora?

-¿Desvirgarme el culo?

-¿Como lo supiste?

-No lo sabía. Es lo que quiero que me hagas. Que me folles el culo.

Sacó una cajita  de Nivea de la mesita de noche. La dejó encima de la cama. Se puso a cuatro patas. Le comí el culo y el chochito. No tardó en decirme:

-Si sigues me corro, pirata mío. Vamos a despistarla. Unta un dedo con Nivea y métemelo en el culo. 

Unté el dedo medio con Nivea y le follé el culo con él. Se estremecía mientras se lo metía y se lo sacaba... Le metí la polla en el chochito. La saqué. Mojada de su flujo, la unté con Nivea. Se la empecé a meter en el culo. Entraba mejor que en el chochito. Le follé el culo, con suavidad al principio, y con fuerza después.

La Decente, se empezó a masturbar. De repente, paró y me dijo

-Ay que me corro sin tocarme. ¡Ay que me corro sin tocarme! ¡Voy a tener un orgasmo anal! ¡¡Dame duro!!

Le di duro. Y pensé que se me moría. Se giró para mirarme y vi sus ojos en blanco. Sus gemidos y sus sacudidas eran brutales. Al final se desmayó

Cuando volvió en sí, miró el despertador que tenía encima de la mesita de noche, y me dijo:

-En una hora llega mi marido. Vistete, campeón, que tenemos que escribir una carta.

Me estaba vistiendo y le pregunté:

-¿Volveremos a repetirlo?

-Cada quince días mi marido y mi hijo van a Vigo a ver el Celta.

-¿Dónde juega el Celta esta semana?

-En casa.

 

Datos del Relato
  • Categoría: Confesiones
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1 comentarios. Página 1 de 1
pedro paramo
invitado-pedro paramo 05-02-2021 23:41:20

hermoso relato

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