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Categoría: Infidelidad

La costa y su encanto

Tener la suerte de vivir en una ciudad que la gente utiliza normalmente para sus vacaciones tienes sus ventajas. Mientras todos tienen que desplazarse tú tienes una variedad para de ocio que llena tu ciudad durante todo el año.



En aquella época tenía 26 años, moreno de piel y de pelo moreno rizado larguito, ojos verdes y un cuerpo hecho a base de la bici y un poco de surf en invierno. Mi carrera de empresariales en una privada me daba conocimiento suficiente como para llevar la administración a la empresa de mis tíos, un trabajo tranquilo donde podía tener flexibilidad, afinidad y un sueldo que me permitía vivir desahogado. Mi soltería era fruto de relaciones con finales tristes y que me mantenían al margen de disgustos innecesarios.



El verano se planteaba sin vacaciones, porque había gastado mis días en viajes en invierno y por muy familia mía que fueran debía ganarme mi mensualidad. Pero esto no era impedimento para disfrutar los viernes y los sábados, aprovechando el ambiente de mi ciudad costera.



En esos findes de julio andábamos como pez en el agua, siempre jugando en casa, con nuevas compañías cada verano y diversión sin compromisos. Un grupo de amigos que nos habíamos criado juntos y que nos conocíamos como si fuéramos familia. 



Las noches las administrábamos con un botellón para empezar que servía para ahorrar un poco ya que los precios en la costa no eran precisamente populares. Tras eso nos dirigíamos a las terrazas y pubs bastante más entonados, donde era fácil pasar sin entrada pues nos conocían de todo el año.



Quizás porque fuera justo el cambio de quincena de Julio o por ser fiesta local todos los locales estaban llenísimos y no sabíamos donde entrar. La noche se complicaba y nos alteraba nuestro acostumbrado escenario. Uno de mis amigos dijo de ir a la terraza de su familia donde había una música tipo chill out y un ambiente de gente más mayor que nosotros pero muy agradable.



Para que os vayáis familiarizando mi nombre es Pablo y esa noche íbamos tres amigos. Nos habíamos vestido casual. Yo llevaba unos tejanos celestes un poco skinny, una camisa de cuadros celestes de Polo y unos náuticos azul marino. De perfume usaba Blue de RL que no me iba mal.



Al llegar al pub nos sentamos en el reservado pues íbamos con enchufe... así que no nos cortamos y pedimos una cachimba de melón y una cubitera con una botella de Jhonny Walker. No teníamos queja, allí nos trataban como reyes y estábamos disfrutando de las copas y las risas. El local era amplio y aunque no había chicas de nuestra edad nos conformábamos con la conversación animada de nuestro día a día.



Entre esas risas no nos percatamos que en los sillones  de al lado había dos chicas de unos treinta y cinco años que nos miraban riéndose como si vieran a unos peques en un parque (cuestión  que no nos agradaba pero que asumíamos porque se les veía mucho más avispadas que nosotros). Estaba bebiéndose una botella de Puertos de Indias y se entretenían con nuestras ocurrencias. Eran bastante monas y nos hacía gracia hasta hacerles reír a chicas mayores. Les dije que por qué no se sentaban con nosotros y que así compartiríamos la cachimba. Dudaron un poco pero se sentaron en nuestro reservado y se presentaron. Eran de un pueblo de Córdoba y para nuestra sorpresa ambas estaban casadas. Nos contaron que sus maridos tenían negocios en el pueblo e iban y venían al apartamento cuando sus compromisos laborales de lo permitía. Llevaban poco tiempo casadas y eran tan dicharacheras que había veces que no sabíamos quién éramos los jóvenes...



Marta era morena de pelo y muy blanquita de piel aunque colorada por el sol era delgadita pero voluptuosa en sus formas, vestía un vestidito celeste a media pierna y unos tacones beige que la hacían más alta. Mientras Paula era castaña con un top tono maquillaje y una falda vaquera donde lucían sus piernas muy bronceadas, también lucía tacones oscuros. Dos chicas bastante guapas pero que iban a las risas y a dejarnos como niñatos, aún así, asumimos la situación de buen grado pues era muy divertidas.



Mientras mis amigos hablaban con Paula animadamente yo aprovechaba para charlar con Marta. Les explicaba como fumar la cachimba y le preparaba sus Gin tonic rosado entre risas. Toda una experiencia donde hablaba de su marido sin parar. La cuestión es que íbamos pasadillos de copas todos y las risas y ocurrencias eran constantes mientras yo le hacía ver cuánto tiempo hacía que no estaba así de copas con chicos. Marta me dijo que demasiado tiempo y que yo debía ser un piratilla para hablarle así a una chica casada. Viendo que no perdía nada me solté y le susurré al oído: "Quizás soy un niñato para hacer reír a una chica casada que está tan buena..." (Por momentos pensé que me había pasado).



Marta: "En realidad he pensado eso, que sois unos críos..." "Pero vaya que vaya ojazos tienes nene..." "Debes tener tontitas a muchas".



Ese comentario me dejó una sensación buena aunque hacía gestos con su amiga que me hacían ver que éramos un juego con fecha de caducidad. No obstante, no se iría sin disfrutar de mis gracias y mis chascarrillos.



Y de nuevo fui a la carga sin tregua hablándole cerca de su oído y susurrándole: "Es difícil hacer reír a una chica que sabes que es realmente imposible..."



Marta: "No será tan imposible hacerme reír...tú lo estás consiguiendo"... "Además no es nada malo hablar con chico guapo".



En ese momento sabía que me vacilaba, que algo le gustaba jugar pero que era un camino para dejarme con los dientes largos.



¿Debía asumir que era un jovencito mono y bromista? ¿o jugar mis cartas?



En esa disyuntiva andaba en mi cabeza mientras los chicos entretenían a Paula contándole las noches de verano. Esa conversación privada con Marta me animó a ir más allá y le pregunté: "¿Te apetece ver las vistas desde arriba de la terraza?"



Ella se quedó dudando pero dijo que sí y le dije a los chicos que íbamos a subir... Llenamos nuestras copas y nos dirigimos a las escaleras, subiendo y llegando a la terraza de la azotea que era utilizada sólo para eventos y que no solía abrirse normalmente. Desde allí se veía toda la playa y Marta con su mano en la barandilla respiraba el aire del mar con la cara de "contentilla" por las copas. Ella me miró y sonriendo me dijo...



Marta: "¡Cuántas habrás subido aquí...!".



Yo me reí y mirándola le dije mordiéndome el labio "Pero ninguna tan guapa como tú..." Me puse tras ella y pasando mi mano por su cintura le dije "Además que no puedes quejarte de lo bien que se ve la playita y el paseo desde aquí...". Yo le hacía ver que era distinto y que no podía negar que estaba muy buena por muy casada que estuviera... "Por un beso no pasaría nada y que nadie sabría nada..."  No perdía nada por intentarlo...



Marta: "Ni de coña nene, estoy casada... y si llegara mi amiga me da algo..." "Estás muy bueno pero no puedo hacer eso, no soy así"



Mientras mi insistencia era suave pero continua...: "Un solo beso... un pico..."



Marta: "Es que si te doy un pico luego vas a querer más y más".



Miré hacia la puerta y le dije: "Ahora que no se escucha nada" y sonriendo acerqué mi boca y le di un pico... Ella sonriente me dijo que me había pasado pero que lo entendía porque ella me había dado pie... Yo sonriendo le dije: "Será que a ti también te estaba apeteciendo..." mientras le hablaba rozando mi cara con la suya... y ella murmuraba. Marta: "No puede ser... tengo marido..." mientras mi boca poco a poco se fundieron besándose...mordiendo labios con labios... suaves muerdos y comenzamos a liarnos... comiéndonos la boca en un beso húmedo y cálido.



Marta: "Nos van a pillar..."



Yo la llevé de la mano al reservado de los camareros en la terraza... entramos en silencio en aquel espacio oscuro... con cajas...



La atraje hacia a mi y nos besamos mucho más intensos y ella jugaba con mi lengua con muchísimo deseo... mientras mis manos jugaban desde su espalda a su trasero por encima de su vestido celeste... notando su pecho contra el mío...



El beso era cada vez más intenso, nos costaba respirar y los jadeos se repetían. Mis manos masajeaban sus tetas por encima del vestido... mientras me decía...



Marta: "Para o no respondo..."



Comencé a comerle el cuello. Muerdos suaves y lentos que iban desde su cuello a su nuca... a la vez que levanté su vestido. Su culo entre mis manos con un tanguita blanco que se adivinaba en aquel cuarto apartado. Mis dedos jugaban con la goma de su tanguita y se le escapaban gemidos a Marta que ahogaban nuestros muerdos...



Sin cortarme llevé la manita de Marta a mi pantalón... Ella con habilidad jugaba con sus dedos sobre la tela buscando de la base a la punta como calibrándome. Le ayudé abriéndome el pantalón y su mano se deslizó por la tela de mis bóxers blancos: Sentía su deseo y pasé mi mano entre sus muslos, frotando por encima de su tela de su tanga, notando por los laditos los labios de su coñito depilado que mojaba mis dedos... aparté la goma y masajeé su clítoris con la yema de mis dedos mientras metí un dedo suave.



Marta tiró del elástico de mis bóxers y mi miembro duro quedó al aire... no tardó nada en agarrarlo como una enorme banana que masajeaba sin descanso... Mi polla brillante de mis líquidos, apretada en su mano... con mis venas marcadas en el tronco... y mi capullo apareciendo y desapareciendo babeante entre su mano firme.



Marta se puso de cuclillas y murmuró "joder que rica"... poniéndose muy muy loca mirándome mientras lamía y saboreaba mi polla... comenzando a mamármela... mientras yo abría su vestido por detrás dejando sus tetas en el sujetador que tampoco tardé en abrir... Sus duras tetas blancas rozaban mis muslos y subía de cuando en cuando apretando mi polla entre ellas...



Se levantó y la senté en una mesa sacándole el vestido mientras me quitaba la camisa... me agaché entre sus piernas, lamiendo su clítoris con mi lengua y saboreando su flujo a la vez que mis dedos la penetraban su coñito y frotaban su culito de casada. Marta no podía evitar los jadeos y los gemidos mientras me comía ese coñito tan suave... para después entre lametazos oí... "Quiero que me folles antes que nos pillen..." me puse de pie... y ayudado de mi mano pasé mi capullo desde su culito a su clítoris... y poco a poco lo bajé enfilándola entre los labios de su coño. Poco a poco mi capullo era tragado por su coñito y mi tronco entraba más a fondo ayudado por el movimiento de mis caderas. Marta me abrazaba con sus piernas por mi cintura y sus tacones me apretaban en los cachetes de mi trasero. Nos besábamos entre gemidos al mismo tiempo que mi miembro se follaba su coñito más a fondo y más fuerte...



Marta se bajó de la mesa y me  pidió que me tumbara en la mesa que quería disfrutarme. Se subió sobre mí y agarro mi polla con la punta de los dedos penetrándose ella misma y dejándose caer. Despeinada, con la marcas del bikini, con sus redondas tetas botando y haciendo ochos sobre mi polla se movía con locura. Ahí sentí como me estaba follando como ninguna tía lo había hecho. Yo agarraba su cintura y acariciaba sus tetas pellizcando suave sus enormes pezones rosados.



Marta aceleró el ritmo hasta que empezó a chillar que se corría moviéndose de una forma que hizo que no pudiera aguantar y nos corrimos a la vez gritando. Ella sentía cada chorro de mi leche en su coñito a la vez gemía desesperada en su loco orgasmo.



Estaba que no me lo creía y sin sacarla aún ella me besaba mi boca como a un adolescente, murmurando: "Esto está muy mal pero me ha gustado tanto..."



Aquella noche fue inolvidable y no fue la única aquel verano que Marta y yo acabamos jugando juntos. Ella pasó de ver esa infidelidad como algo prohibido a un escape necesario...


Datos del Relato
  • Categoría: Infidelidad
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