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Tras escribir mi relato sobre mis andanzas con Anita ha vuelto a mi memoria otro episodio de mi vida referente a experiencias con mujeres mayores que yo. Este relato supondría el cierre de mi "trilogía" de experiencias sexuales en la isla de Cuba.
El colofón a mi viaje de final de estudios fue la turística ciudad costera de Varadero. Un lugar paradisíaco repleto de hoteles de lujo en el que está vetado el acceso a los habitantes de la isla que no trabajen en los complejos turísticos; algo que a mi parecer es algo ilógico, discriminatorio y que no me gustaba en absoluto. Amplias playas de aguas caribeñas cristalinas bordeaban los hoteles "todo incluido" repletos de estudiantes españoles, norteamericanos, ingleses y australianos, entre los que se mezclaban turistas de mayor edad, tanto masculinos como femeninos, que buscaban pasar un "buen rato" con los lugareños pero que se encontraban en una jaula de oro sin acceso a su ansiado objetivo, y sobretodo rodeados de jóvenes que solo buscaban emborracharse y pasarlo bien bailando hasta el amanecer en las discotecas de acceso restringido del pueblo. Una de las noches que fuimos a una de esas discotecas sucedió el episodio que ahora os cuento.
Faltaban un par de días para regresar a España y el cansancio solo se podía combatir ya a base de ron y piñas coladas. Por la tarde habíamos negociado con los relaciones públicas de una discoteca el precio que nos cobrarían por asistir esa noche a su local y tener barra libre de bebida para todos. El sitio en cuestión no era muy grande, una pista central redonda de baile rodeada por dos barras donde servían las copas y multitud de sofás donde podías descansar entre baile y baile. Compartíamos el local con otra promoción de estudiantes ingleses a lo que no hacíamos ni puto caso y de los que nos manteníamos al margen dado el lamentable estado etílico de sus componentes, sobre todo masculinos. Las chicas inglesas, aunque había alguna que merecía la pena, no estaban en condiciones de entablar una conversación y se sujetaban unas a otras para no caerse al suelo mientras se reían con grandes carcajadas. A mitad de la noche el grupo de ingleses se fue por donde había venido por lo que nos hicimos los dueños del local y pudimos disfrutarlo mejor al no tener que esperar para que nos sirvieran una copa y poder disponer de más espacio para bailar.
Durante toda la noche yo no me había preocupado en buscar acompañante femenina y en cambio sí me había procurado de buena conversación mientras disfrutaba de alguna que otra copa; creo que fue el día que más sobrio iba durante todo el viaje. Sentado en uno de lo sofás mi mirada escudriñaba la pista de baile fijándome en mis compañeras de facultad cuando una desconocida mujer llamó mi atención. Agarrada a la barandilla que bordeaba la pista permanecía de pie, sola, sin bailar, contemplando la zona de baile y dando largas a todos los tíos pesados que se acercaban a hablar con ella, creo que porque no los entendía o eran los pasados de copas que nos se tenían en pie.
Castaña tirando a pelirroja tenía el pelo recogido en una cola de caballo. Su piel muy blanca y sus pecas en la cara la identificaban como una posible anglosajona. Su delgadez extrema hacía que casi no tuviera pecho y sus estrechas caderas hacían casi inexistente su trasero. Por mis propios cálculos mentales su edad podía rondar los 36 ó 37 años, unos 14 ó 15 años mayor que yo, aunque ella trataba de disimularlo vistiendo como cualquiera de mis compañeras de clase: unos vaqueros piratas muy ajustados y un top sin mangas de color burdeos muy ajustado.
Sonriendo preparé mi estrategia pensando que quizás esta noche los hados me eran favorables y que quizás un golpe de buena fortuna me haría dormir acompañado esa noche. El recuerdo de mi anterior experiencia con una mujer madura hizo que me moviera rápidamente hacia ella y no me fijara en las otras chicas de mi edad con las que me iba cruzando.
Hola ¿has visto un polo azul que había aquí apoyado en la barandilla? – le pregunté abordándola sin más presentación y mintiendo como un bellaco.
What? – me dijo ella tratando de hacerse entender entre la ensordecedora música.
Sorry, I was wondering if you have seen a blue t-shirt in this place. (Lo siento, me preguntaba si habías visto una camiseta azul por aquí.) – me hice entender en su idioma. Mi intuición no me falló, inglesa, por lo que continué hablando con ella en inglés cada vez que me dirigía a ella.
Gracias, si la encuentras por casualidad estaré por allí sentado. – le dije señalando donde me encontraba aposentado aquella noche.
Ella me miró con sus amplios ojos azules y solo pudo decir un "OK" quizás todavía sorprendida por ser el único que me había dirigido a ella en su idioma y sin tratar de ser un baboso con olor a alcohol que quería llevársela a la cama (aunque realmente era lo que quería). Haciendo como que buscaba algo me fui separando de ella y volví al lugar que le había indicado. Desde entonces no paré de sonreír cada vez que ella miraba distraídamente hacia donde yo me encontraba y sobre todo cuando yo le devolvía la mirada y era ella la que me sonreía.
Al cabo de un rato volví a levantarme otra vez y me dirigí directo hacia ella.
¿Has encontrado lo que buscabas? – fue ella la que me preguntó primero esta vez a mí.
No. – contesté raudo - Y tú ¿qué haces aquí sola?
He venido de viaje desde Cardiff con una amiga, pero está enferma porque ha tomado demasiado sol, por lo que se ha tenido que quedar en el hotel roja como un tomate. Yo no quería quedarme encerrada en la habitación del hotel así que he salido sola. – me contó la galesa.
Pues no veo que te estés pasando muy bien. ¿Quieres venir conmigo y mis amigos? – la invité – Por cierto mi nombre es Alex.
Pam – se presentó ella.
¿Y bien Pamela? – le inquirí.
Está bien, no tengo nada mejor que hacer. – y me acompañó a la pista de baile para unirse al corro que había formado mi gente bailando.
Entre baile y baile continué hablando con ella sobre su país, que yo conocía bastante bien, y cuando las miradas inquisitoriales de mis compañeras de clase preguntándose el porqué estaba con una mujer "tan mayor" se hicieron incomodas invité a Pam a que me acompañara a pedir una copa a la barra. Tras ordenar las bebidas la invité a sentarse en un sofá, pero ella me dijo que prefería dar un paseo por la playa ya que quería alejarse del ruido y estar más tranquila. Descalzos anduvimos un tiempo por la playa disfrutando del placer de la sensación de la arena mojada por el mar en nuestros pies, luego nos sentamos en silencio contemplando la luna mientras bebíamos a pequeños sorbos de nuestras bebidas. Una conversación estúpida y sinsentido rellenaba los pequeños huecos entre trago y trago. Ambos sabíamos a donde llevaba todo esto pero ninguno quería dar el primer paso.
Al final y viendo que la cosa no avanzaba Pam me comentó que quería volver al hotel para ver como se encontraba su amiga. Yo resolví en acompañarla para que no fuera sola pero ni siquiera me molesté en avisárselo a mis amigos. Cuando llegamos a su hotel la esperé aburrido a la puerta de la habitación de su amiga hasta que salió y me dijo que estaba durmiendo plácidamente y que casi no tenía fiebre ya. Le pregunté si quería volver a la discoteca y me contó que la día siguiente tenía una excursión en bote, y debía levantarse muy temprano por lo que no quería acostarse muy tarde. La suya era la habitación contigua a la de su amiga así que no tuve que andar mucho para plantarme en la puerta y esperar a que ella se despidiera de mí en el umbral de la misma. Sujetando la hoja de la puerta con una mano me ofreció la otra para despedirse pero yo no la acepté y ante su sorpresa me lancé y le di dos sonoros besos en la mejilla. Ella conmocionada se quedó sonriendo y durante un momento nos miramos a los ojos en silencio esperando a que alguno de los dos se decidiera a ir más allá.
Armándome de valor me acerqué lentamente a su rostro y la besé durante un corto período de tiempo. Luego esperé a que ella me devolviera el beso. Su respuesta fue abrir la puerta de par en par e invitarme a entrar cogiéndome de la mano. Después cerró la puerta de golpe y me acompañó a los pies de la a cama que presidía la habitación donde continuamos besándonos pausadamente. De pie la atraje hacia mí cogiéndola por la cintura, eso facilitó que pudiera atacar más fácilmente su cuello y así mordisquearlo y lamerlo a mi antojo. Descaradamente sobé su escuálido trasero por encima de sus vaqueros y moviéndome un poco hacia un lado comencé a tocar sus pequeños pechos por encima de su top. Ella no se amilanó y comenzó a tocar mi paquete haciendo que mi mástil se pusiera en posición de firmes. Mientras tanto, como si no fuera conmigo, desabroché el único botón de sus vaqueros e introduciendo mi mano en su entrepierna la cremallera se fue abriendo sola. Al tocar su sexo noté que estaba casi totalmente rasurado y que enseguida se había comenzado a humedecer. Pam sin embargo no había dudado en abrir mi bragueta y sacar mi polla para toquetearla libremente y sin recato. Mis dedos buscaron con habilidad su clítoris y suavemente comencé a frotar la palma de mi mano contra él, para luego mover mis dedos sobre él con movimientos circulares.
Cuando noté que Pam estaba acelerando su respiración paré de repente y agachándome le bajé los pantalones y el tanga hasta los tobillos para luego de rodillas poder quitárselos más a gusto. Desde esa posición abrí con dos dedos y mucha delicadeza los labios de su vagina para dejar descubierto su pequeño clítoris. La punta de mi lengua lo rozó ligeramente haciendo que su cuerpo se estremeciera al hacerlo. Ella no dudó en separar sus piernas abriéndolas un poco para que pudiera succionar mejor los jugos salados que su coñito supuraba, mientras se despojó del top sacándoselo por encima de la cabeza y desabrochando su sujetador lo dejo caer al suelo a mi lado. Succionando poco a poco conseguí que empezara a gemir disfrutando del placer que le otorgaba pero antes de que la galesa disfrutara de su primer orgasmo me levantó por los hombros y se deshizo de mi polo. Tras besarme su lengua recorrió mi cuello (que mordió dejándome un moratón), mis pezones y mi vientre, para luego hacer lo propio en la punta de mi glande. Sin dudarlo un instante se introdujo mi dura herramienta entera en la boca mientras acompañaba su juego de lengua con una magnífica paja a dos manos. Tuve que apretar los mofletes de mi culo cuando sus dientes rozaron mi capullo pero soporte el subidón de placer sujetando con fuerza su cabeza por el pelo.
Pensando que mi verga ya estaba bien lubricada se tumbó en el borde la cama dejando sus piernas colgando. Entonces fui yo el que se agachó para terminar el trabajo oral que había comenzado momentos antes. A la vez que besaba sus muslos fui introduciendo lentamente uno de mis dedos en su húmedo coñito, luego los lametones que mi lengua reproporcionaba sobre su rojo botón se adecuaron al ritmo de mi mano. Pam no tardó en tener un espléndido orgasmo que hizo que su cuerpo se convulsionara entre estertores cuando se corrió. Me hizo gracia cuando oí las típicas exclamaciones de "Oh! Yeah!" y "Oh my God!" salir de su boca.
Tras recomponerse se tumbó a lo largo de la cama y con unos leves golpecitos con la mano sobre el colchón me invitó que me tumbara a su lado, cosa que hice tras despojarme de mis pantalones y mis boxers. Durante un rato estuvimos besándonos a la vez que nos tocábamos nuestros sexos mutuamente. A través de mi tacto podía sentir el calor que desprendía su cuerpo y la excitación que ambos teníamos.
Mientras rebuscaba en mi cartera para localizar un preservativo Pam se revolvía sobre la cama como una gata en celo. Luego se quedó tumbada de lado recogiendo sus piernas en posición fetal e invitándome a que la penetrara por detrás. Esta posición no me dejaba mucha libertad de movimientos y toda la fuerza del empuje la imponía los movimientos de mi cadera. Mientras tocaba sus pechos ella lamía mis dedos y cogiendo mi mano con la suya frotaba sus duros pezones. Solo la estrechez de su cueva era la culpable de que mi herramienta se pusiera tan dura como una barra de acero y que a la vez sintiera todo el interior de su vagina frotándose contra ella. Las lentas y bruscas embestidas eran bien recibidas por la turista que gemía con voz entrecortada cada vez que mi pene se incrustaba en su húmedo conejito. Apretando más aun sus piernas recibió un nuevo orgasmo casi sin moverse y mordiendo mis dedos para no gritar y despertar a su amiga en la habitación de al lado.
Dame más. – me dijo volviéndose hacia mí.
Y tumbándose de nuevo sobre su espalda se cogió los tobillos con las manos levantando las piernas y poniendo sus pies por encima de su cabeza. Así su lindo chochito se mostraba como una flor abierto esperando a que lo penetrara libremente. Con una facilidad pasmosa mi polla fue adentrándose lentamente en su interior hacia que Pam suspirara cuando se la clavé hasta el fondo.
OH! Jesus! – exclamó con los ojos bien abiertos.
Ahora que tenía más libertad de movimientos fui yo el que impuso un ritmo más fluido. Pam no se quejó de que todo fuera más frenético, es más parecía que le agradaba el tener sexo salvaje. No dudé en absoluto de que esta fiera de mujer hacía tiempo que no le daba una alegría a su cuerpo y que lo de hoy quizás era aquello por lo que había viajado a la isla y que aún no había conseguido. Por momentos mis movimientos llegaron a ser tan rápidos que tenía que para recuperar fuelle y volver a la carga. La galesa ya no se cortaba a la hora de gemir y sus gritos de placer eran amortiguados al morderse la mano para no llamar la atención del resto del hotel. Creo que antes de cambiar de potura se había corrido un par de veces más.
Antes de finalizar hice que se colocara cuatro patas y cuando introduje mi polla en ella la obligué a juntar las piernas aprisionándome en su interior. Disfrutando como un loco empecé a temer que los gritos de gusto de Pam alarmaran al conserje del hotel por eso le dije que bajara la voz. Ella como respuesta simplemente hundió su cabeza en la almohada y la comenzó a morder con fuerza. Cuando volvió a correrse me pidió que por favor parara.
Echándose extenuada sobre la cama me dio unos maravillosos segundos que aproveché para tomar aire. Luego con un "More!" me volvió a tumbar sobre la cama y se colocó sobre mi dándome la espalda. Cabalgando sobre mí como una salvaje desnuda tocaba sus pechos tirando fuertemente de sus pezones hacia arriba. Viendo que mis jadeos comenzaron a ser más audibles y que mi momento se acercaba aceleró el ritmo para conseguir correrse justo un par de segundos antes de que yo lo hiciera.
Empezaba a amanecer cuando abandoné el cuarto de Pam. Era difícil que nos volviéramos a ver esa noche en la discoteca ya que era su último día en la isla y por la tarde debía hacer las maletas para volver a Gran Bretaña. Con un largo beso nos despedimos sabiendo que era estúpido intercambiar direcciones de correo electrónico o números de teléfonos ya que ninguno de los dos ansiaba que aquello pasara más allá de una noche de lujuria y desenfreno. Cuando cerré la puerta de su cuarto ella dormitaba desnuda sobre las sábanas de la cama.
Cuando llegué al hotel me encontré a mis compañeros recién llegados de la discoteca y a la espera de que abrieran el comedor para pasar a desayunar. Cuando me preguntaron que donde me había metido toda la noche solo pude decir que había estado paseando por la playa y que me había perdido, por supuesto ninguno se lo creyó.
Con este relato finalizan mis andanzas por la isla bonita, espero que os haya gustado y sino siempre podéis comentármelo.
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