En casi todos los barrios que yo conozco suele haber algún pequeño supermercado de esos que todos los vecinos visitan y compran aquellos pequeños detalles que suelen olvidar en las grandes compras que realizan en alguna gran superficie.
Mi barrio es uno de ellos, cierta tarde muy calurosa me di cuenta que había olvidado comprar la botella de lavavajillas y ya que iba pensé en comprar algo de fruta.
El caso es que en esos sitios se suele saludar al resto de los vecinos, tras los perceptivos saludos me dispuse a buscar la botella de lavavajillas, el supermercado no era muy grande, tenía un pequeño escaparate y un puertecita metálica.
Tras entrar le pregunté al dueño donde tenía el producto que deseaba comprar, él me señaló donde estaba, tampoco hubiera sido demasiado difícil encontrarlo.
En una estantería con una pequeña capa de polvo reposaba no más de tres o cuatro botellas del producto que buscaba. Lo metí en una cesta roja que había a la entrada del establecimiento y fui a donde estaba la fruta.
Las manzanas estaban un poco verdes, decidí comprar unas pocas peras que no tenían mala pinta. Mientras introducía el genero en una bolsa de plástico que reposaba en un paquete al lado de las cajas de fruta apareció en la tienda mi vecina del segundo.
Era una chica de mediana estatura, pelo rizado, tirando a delgada, vestía con unos pantalones vaqueros y una camisa de manga corta con dos de los primeros botones desabrochados, seguramente por el intenso calor que hacía en la calle, se precipitó hacia la caja de los melocotones, yo en ese instante me incorporaba para ir a pagar mi compra, salundándome se desabrochó un botón más, agachándose después dejó expuestas hacia mi vista las bonitas formas de sus pechos, el caso es que ante esa vista dejé de prestar la debida atención hacia mi turno en la cola y ella tras coger las piezas de fruta e incorporarse se situó en la cola delante mía.
Complacido dada a la proximidad con su cuerpo pude oler el perfume que emanaba de esa melena morena rizada que llevaba, era atractiva, mientras una señora se enzarzaba con el dueño del local en una polémica tan improductiva como dilatada sobre lo malos que son los jóvenes de hoy en día, ella se volvió y se me puso a charlar conmigo:
- Hola vecino, mucho calor ¿eh?
- No veas estoy agotado, este calor me pesa mucho en el cuerpo me lleva reventado - le contesté.
-A mí no me pasa eso tengo Aire Acondicionado en casa – respondió entre sonrisas.
- Menos mal que ya es tarde y ha bajado el sol, el día ha sido muy duro- dije entre sudores.
Tras concluir la señora de intercambiar impresiones con el dueño nos cobró apresuradamente tras pedirnos dos o tres veces disculpas.
De camino a casa, sudaba copiosamente, ella me invitó a que bajara después de cenar a su casa a tomar algo, para combatir el calor.
Tras cenar una cena ligerita compuesta de dos filetes de pechuga de pollo, una ensalada y una pera bajé a visitar a la vecina.
Era una chica que rondaba los treinta y cinco años, vivía sola.
Toqué el timbre, ella tras un pequeño instante abrió la puerta, el caso es que no sé porque la placa con su nombre que estaba colocada encima de la mirilla se cayó.
Yo me agaché a recogerla, se quedó mirándome recorriéndome el cuerpo mientras le daba la plaquita que recibió con una sonrisa.
Me invitó a pasar al salón, me senté en el sillón, ella se sentó en el sofá, que había al lado, tras sentarse se anudó la camiseta de modo que dejó al descubierto su ombligo, reparé que no llevaba sujetador y así sus pezones se intuían bajo ella, era muy sugerente ver como sus pechos libres de la disciplina que les imponía el sostén se movían libremente.
Empezamos a charlar mientras yo me refrescaba con una tónica y ella se bebía un Ginger ale. Pese al esfuerzo del equipo de Aire Acondicionado hacia algo de calor y ella se disculpó para ir a su habitación volviendo al cabo de unos pocos instantes habiendo sustituido sus vaqueros por un pareo. Tras cruzar la piernas y sentarse en el sofá con mucha naturalidad se sirvió otro Giger ale que había traído de la cocina. Yo llevaba unos pantalones vaqueros cortos y una camiseta, el caso es que empecé a notarme sudoroso, ella como buena anfitriona se interesó por mi pegajosa situación, mi camiseta ya estaba adherida a mi cuerpo.
Sin darle mucha importancia me comentó que sólo con la ropa interior iba a estar más cómodo, dada la liviana indumentaria que exhibía mi anfitriona no me pareció desacertado, me quité los pantalones y la camiseta y los dejé extendidos sobre dos sillas que tenía en su terraza para que se secaran.
Al volver y pasar por delante suya ella me pegó un tirón de los calzoncillos y sonriendo me insinuó que me sentaban muy bien, yo ya andaba algo excitado y le dije que ese pareo también le sentaba muy bien. Ella ante mi afirmación se levantó un poco más su pareo muy despacio con las yemas de los dedos, puse mi mano sobre la suya, ante el contacto de mi mano no puso reparo alguno a que descubriera lo que su pareo antes había ocultado. Para mi sorpresa era lo único que llevaba en esa zona de su cuerpo.Me despojó de la única pieza de indumentaria que me quedaba, me acosté en el sofá , tras deshacerse de su camiseta y dejar a sus pechos totalmente libres se dispuso a saciar la tremenda hambre que su cuerpo albergaba.
Se desanudó el pareo y completamente desnudos los dos, le dio un último trago a su Ginger ale y me besó en la boca, ante la perspectiva de tener sus pechos al alcance de mis manos, empecé a acariciárselos con cuidado, eran suaves. Acomodó su cuerpo sobre el mío . Yo aún tanteando posé mis manos sobre sus muslos. Pero ya tocándola con la palma entera. A continuación se volvió hacia mi oído y me dijo:
-Nene a mi me gusta que me toquen por aquí.
Acto seguido guió mis manos por cada uno de los trozos de su piel como si temiera no quedar bien con alguno. Hacia el final de este pequeño viaje llegamos a sus pechos, queríamos asegurarnos que estaban bien erectos a base de pellizcos. Estábamos muy excitados. Anteriormente me había dado un pequeño envase con un preservativo. Estabamos preparados. De un pequeño movimiento de cadera hizo que me introdujera en lo más profundo de su sexo.
Sobre mis caderas descargó todas sus energías, en la disciplina que sus piernas me imponían, la oía relamerse de cada centímetro de mi cuerpo. Sólo se oían nuestros gemidos y el ruido del Aire Acondicionado.
Sus cabellos agitados al ritmo que marcaban nuestros embates, erguida sobre mis caderas, no dejaba de acariciar las proximidades de mi pene. Gemíamos poseídos por la implacable danza a la que nos habíamos sometido los dos. Tras un instante nos ruborizamos.. Se retorció sobre mi cuerpo y nos relajamos.
No recuerdo cuanto tiempo estuvimos sólo que nos despertó el ruido del camión del reparto del pequeño supermercado.
un poco aburrida al comienzo pero si llega as u punto de quiebre buena leida si eres fanatico a esto s cuentyos