~Les diré que soy una mujer de 35 años, flaca de 1,70, pero no me faltan pechos ya que de eso tengo bastante (más de lo que yo quisiera). Soy de tez blanca, de cabello castaño claro y de ojos claros.
Referente a mis nalgas, mis amores tienen de donde agarrarse ya que soy de caderas normales pero de cintura fina.
Tengo el sexo totalmente depilado y mi vulva según me dicen es bastante apetecible.
Mis perros están encantados con ella pese a que me la machucan bastante.
Piensen que soy pequeña al lado de mis perros pero aún mas debajo de ellos. Si bien Lobo es el más grande, Rayo es sin duda el más violento. Cuando me zamarrea lo hace con tal fuerza que me siento enteramente a su merced. A él le cupo el trabajo de acomodármela por primera vez por atrás. Solo una mujer con la cual mantengo relaciones esporádicas, en Pilar me lo había hecho por allí. Son una pareja extraña que explotan de mi la parte masoca que tengo. Cada vez que voy me visten de sierva y como tal debo atender sus necesidades, la de sus amigos ocasionales y de las de Augusto su perro.
Soy totalmente sumisa a ellos y consientes del poder que tienen sobre mi no dudan en hacerme cosas que muchas veces me arrepiento de haber hecho. Nacha fue la que me depiló las entrepiernas por primera vez y aún guarda mis pelitos en una cajita, sobre un estante (junto a otros) como trofeo.
Esa tarde cuando regresé de trabajar estaba verdaderamente malhumorada y luego de darme una ducha salí al patio. Rayo se acercó y olfateo por debajo de mi salida de baño mi vulva. Le aparté con violencia su hocico y é respondió con una dentellada que tomó mi muñeca mientras gruñía. Me quedé paralizada y solo atiné a hacerle caricias con la otra mano para que me suelte. Rayo no solo siguió gruñendo sino que se puso mas nervioso. Me dio mucho miedo pues pensé que me iba a lastimar. Traté de tranquilizarlo de la única manera que sabía y le hice caricias en si capullo. Sus ojos estaban clavados en los míos y ferozmente sentía que me ordenaba que quería. Solo cuando me coloqué en cuatro me soltó y me dio varias vueltas como queriendo cerciorarse que no me iría. Permanecí quieta para no inquietarlo y sentí su hocico frío entre mis nalgas, oliéndome, lamiéndome y soplando.
Lo sentí subirse y abrazarme fuertemente con sus patas delanteras, como para que no me escapara. Inconscientemente levanté un poco mis caderas y lo sentí entrar. Fue tarde para decirle que se había equivocado, si se había equivocado, pues no estaba en situación como para negarle algo. Miré para la calle para ver si alguien podía verme desde allí y con espanto advertí que estaba a merced de las posibles miradas de algún transeúnte. Como pude me fui corriendo en cuatro patas mientras Rayo me taladraba sin piedad, hasta que me puse a cubierto. Lindo espectáculo estaba dando con la salida de baño subida a mi espalda dejando ver la piel blanca de mis caderas siendo sodomizada por mi agresor. La rapidez de sus movimientos y la fuerza con que me la estaba dando, impidieron que pudiera ejercer control sobre mi esfínter y no le costó mucho que aceptara hasta la última parte de su viril anatomía. Seducida por la potencia y mis sensaciones me abandoné a su instinto que se fue derramando dentro mío entre mis orgasmos. Salió después de varios minutos y a esa altura estaba deseosa de seguir teniéndolo adentro y miento si digo que me dolió. Cuando se desmonto permanecí con mi culo empinado y la cara contra el suelo mientras me corría por el lado interno de mis piernas una catarata que fue sabiamente lengueteada por Rayo. Desde ese momento aprendí lo que debe hacer una perra cuando Rayo está caliente. Lo malo fue que él aprendió lo que tiene que hacerme cada vez que quiere tenerme a su merced.
Les voy a decir que me enseñó que el sentirse penetrada por allí, te da una sensación tremenda de sumisión y de entrega que te hace gozar doblemente.
Desearía conectarme con gente que como yo disfruten con la zoofilia.