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LA CHICA QUE VINO A HACER PRACTICAS
LA DESEE DESDE EL PRIMER MOMENTO QUE LA VI
Llevábamos tiempo sujetando, aguantando nuestro deseo de hacer realidad nuestras fantasías, ella tenía 19 años yo 44 casado y con dos hijos ya adolescentes. Llevábamos meses intercambiando confidencias. Meses deseándonos. Meses de miradas profundas, de pupilas que desnudan el cuerpo mejor que las manos. Meses de sensualidad hecha tortura, hirviéndonos la sangre sin tocarnos.
Era el segundo año que venía a hacer prácticas en los laboratorios donde yo trabaja en una multinacional japonesa, me gusto desde el principio, yo siempre he sido muy promiscuo y mantenido sexo con distintas mujeres aun estando casado, carolina era un chica preciosa con un bonito cuerpo, no muy alta y con una cabellera rubia a media espalda. Ella al inicio de nuestra relación de amistad y que poco a poco se fue convirtiendo en otra cosa me decía que no debía porque era un hombre casado. Y yo no quería que por un polvo sus remordimientos acabasen con nuestras charlas de pasión contenida.
Así que acabado el verano y las practicas continuamos viéndonos igual que lo hacíamos durante los casi tres meses. Cada semana nos alimentábamos de nuevo de imaginación y calentura. Cada semana nos condenábamos a fuego sin rozar nuestros cuerpos, a esperar el siguiente encuentro, la siguiente confidencia, la siguiente conversación secreta. Cada semana aumentaba mi sexualidad de fantasías hacia ella que ni yo conocía hasta que me hacía efecto el gin tonic de nuestros viernes a la salida del trabajo y se las susurraba al oído. Cada semana nos prohibíamos tocarnos y nos quedábamos con el deseo contenido.
Yo sabía que ella lo deseaba tanto o más que yo, que deseaba someterse a mi voluntad, que fantaseaba con entregarse hasta el punto de ponerse en mis manos sin condiciones. Sabía que soñaba con que usase su entrega para hacer que se cumplieran los deseos que se prohibía. Era su deseo que la atase, vendase sus ojos y la hiciera disfrutar sin saber cómo. Que le descubriese los sabores del sexo, el placer de nuestros deseos. Quería entregarse a mis caprichos, hasta liberarse en el éxtasis de dejarse ir, de sentir solo placer. Quería confiarme su voluntad a mis deseos y fantasías.
Ella también desnudó mi alma hasta descubrir una intimidad que ni yo me conocía. Sabía que soñaba con ser el esclavo real de todo lo que había imaginado. Que estaba dispuesto a complacer sus pasiones entregándome a ella. Sabía que había hecho míos sus sueños más húmedos y también quería someterme a sus caprichos.
Ella lo sabía todo. Había comprendido que la deseaba hasta el punto de someterme a la tortura de no tenerla.
Llegué a descubrir así los rincones más escondidos y calientes de su imaginación. Rincones que llegué a conocer como solo ella conocía como también ella conoció los míos. Nos follábamos las mentes sin haber compartido siquiera, un beso una caricia.
Ardíamos en solitario, solo pensando en nuestras conversaciones. Intercambiamos cien orgasmos en la distancia para solo susurrárnoslos en persona sin tocarnos la piel follándonos las almas. Hasta llegar a una fantasía que debía colmar todos nuestros secretos a la vez.
-- ella: ¿Aceptarías complacerme cien veces sin recibir más satisfacción que mi placer?
Me preguntó mirándome a los ojos.
-- yo: Eso ya lo hago cada vez que te pienso.
-- ella: ¿Aceptarías que ordenase que te azotasen, qué te usaran como juguete, como esclavo, como sirviente?
-- yo: Aceptaría todo lo que deseases para mí.
-- ella: ¿Nunca has estado con hombres?
-- yo: Noo, nunca ni nunca lo he pensado.
-- ella: ¿Dejarías que te follasen si yo lo permitiese?
-- yo: Ese creo que era el trato, mis límites los pones tú.
-- ella: ¿Y si te obligase solo a mirar mientras ellos me follan a mí?
-- yo: No sé si moriría antes de deseo o de envidia, pero ese era el trato.
-- yo: ¿Y tú, aceptarías besar, chupar, lamer, sentir y follar con otros si yo te lo ordenara, te entregarías a otros hombres, otras mujeres?
-- ella: Noo, sería solo para ti, te haría correrte para mí, gemir para mí, te haría sentir placer incluso cuando creyeses no poder soportarlo más, Buscaría cada uno de tus rincones y los pondría al servicio de mi placer, te pondría ante todo lo que alguna vez me has dicho que deseabas.
Me miró durante un minuto en silencio, leyó mis pupilas. Se mordió el labio inferior bajó su mirada, la alzó con su sonrisa más pícara y se levantó para subirse el vestido y mostrarme la humedad que transparentaban sus braguitas, y sentarse a horcajadas sobre mis piernas.
Siguió mirándome mientras notaba los latidos de su corazón bombeando sangre y deseo, atropellado, retumbando en mis oídos, cortando mi aliento. Por primera vez, me besó en los labios.
Fueron solo unos segundos, quizá minutos, no sé, no puedo recordarlo. Solo recuerdo la suavidad de sus labios, su sabor, el calor de su lengua buscando la mía, el fuego de sus muslos, sus manos en mi cuello, el resuello en mi nuca. El fuego de su sexo incendiando mi pene.
Se levantó, miró con deseo los efectos del calentón en mi pantalón, aferró el bulto con las dos manos y solo dijo dos palabras:
-- ella: Hagámoslo ahora, entreguémonos nuestros cuerpos.
-- yo: ¿Estas segura?
-- ella: Sií, lo estoy, quiero ser tuya y que tu seas mio.
(CONTINUARA)
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