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Categoría: Lésbicos

La chica del Súper y su novio

Es tan guapa y tan dispuesta al hablar que me pongo húmeda solo con verla. Me propuse seducirla, importándome poco que fuera heterosexual y que tuviera novio. Quería chupárselo y que ella me lo chupara a mí; aunque para conseguirlo tuviera que hacer feliz, un poquito, a su novio.



Ella trabaja en un pequeño supermercado de barrio, donde a mí me gusta comprar el pan a diario y donde a veces compro otras cosas que me hacen falta en lugar de ir hasta el hipermercado. María José, "mi chica", solo trabaja en el turno de mañanas, que es cuando yo voy a comprar. Ella descansa los fines de semana; María José es tan desenvuelta que sabe callar a una cola de cincuenta personas en cuanto se ponen revueltas y pasa los artículos por el lector con la velocidad del rayo. Cuando estoy en la cola esperando a que me cobre no puedo dejar de mirarla, disimulando un poco si dirige su vista hacia mí. Me gustan sus hoyuelos en las mejillas cuando sonríe, su pelo negro y brillante, siempre con la melena suelta; su figura delgada y atlética es fantástica.



El uniforme con batita corta la hace aún más bella. A veces compro el pan sin hacerme falta, solo por hacer la cola en el súper y recrearme mirándola. Sus ojos negros, cuando miran directamente a mis ojos claros, provocan al instante un hormigueo en mi clítoris y una humedad en todo mi sexo. Cuanto la deseo.



He escrito este relato al ritmo que ha ido pasando todo, desde que eran solo esperanzas hasta donde llegamos, ayer mismo.



El novio de María José a veces se queda un rato con ella en el súper después de llevarla por las mañanas y, lo puede hacer porque el súper es tan pequeño que ella hace de cajera y de encargada al mismo tiempo. Su novio Pedro es guapo, pero es un chulito de pose y de modales, pero en el fono es un asustón (se le nota en la mirada). Él se apoya en el soporte de la caja de medio lado y mira a todo el mundo con aire de suficiencia mientras masca chicle. Cuando estoy en la cola y él está con ella, Pedro siempre me mira con deseo y con una pose chula; como diciéndome: — pelirroja, yo podría ser tu hombre. Nunca me han gustado los macarras, sobre todo por la falta de higiene que he observado en algunos de ellos, no en todos por supuesto; pero tengo que decir que Pedro siempre se ve limpio y afeitado, su ropa también. Huele a una loción de afeitado que me encanta, ¡tanto me gusta ese olor!, que al olfatearlo se me abre la raja un poco.



Decidí intentar seducirla con su novio como "comodín", viendo que yo le gustaba bastante a él. Me acercaba a la caja muy guapa y con mis minifaldas más explosivas y con las mejores joyas que me ha comprado mamá; agachándome y enseñando a veces los muslos y las braguitas, estas siempre de encaje calado. Cuando le mostraba a ella mis muslos desnudos, sin estar su novio en el súper, solo me llegó a decir:



—Coño qué piernas más guapas tienes tía, te comerán con los ojos los tíos. A mí no me van las tías, pero si me fueran intentaría cazarte pelirroja.



Algo es algo, pero no era lo que quería. Entre las nueve y las diez menos cuarto está su novio con ella; así que desde hace una semana decidí ir a las nueve y pico, que no hay casi nadie. Desde hace una semana también comencé a entablar conversaciones más profundas y más de amigas; ella me cuenta mil historias y se mete con Pedro como de broma delante de él. En tres días me los he metido a los dos en el bolsillo, tanto que cada mañana Pedro se porta más correcto y menos macarra. Todos los días me agacho a sacar el pan de la cesta, dándoles la espalda y enseñándoles a los dos, bajo la minifalda, mis braguitas de encaje, ¡y de marca! María José me cuenta hasta cómo se lleva con su madre, y los problemillas de pareja los discuten los dos conmigo, como si yo fuera su psicóloga; me encanta que confíen en mí, aunque solo llevo tres días, literalmente, intimando en la conversación.



Después de tres días de más de media hora de miradas cómplices y de darles amistad, les dije a los dos:



—Chicos, porque no quedamos esta tarde y tomamos algo y os cuento más cosas de mí y reímos, ¿Qué os parece?



—Dabuten pelirroja, ¿no te parece cari? —dijo Pedro.



—Chachi, esta tarde fiesta, pero en nuestro pisito, ¿vale Margarita? —dijo María José.



—¡Genial! —dije yo encantada.



Cuarto día de mostrarme exuberante, amiga y estar atractiva. Ya en su pisito, muy mono, les conté mis experiencias dando masajes tántricos, ¡con pelos y señales! Los dos se quedaron boquiabiertos escuchando los detalles. A Pedro se le notaba un bulto en el pantalón como un demonio de grande; dijo María José:



—Yo he escuchado a amigos decir como se lo hacen y me parece excitante, a mí también me gustaría que me dieras uno, si lo haces tan bien tía, jajajja, y a Pedro seguro que también le gusta, porque sé que le gustas Margarita.



Vamos a ver, cuarto día y los dos en el bote; creeréis que es mentira, pero no. Ellos tienen diecinueve añitos los dos, yo veintitrés; ellos esa tarde ya se habían tomado varios cubalibres y un par de porros y estaban aplanados, sumado a su juventud.



Les dije a los dos:



—Venga, no seáis tontos y no os quedéis con las ganas de probar mis manos, primero se lo daré a Pedro y después a ti; ¿vale?



—Vale Margarita —dijeron los dos a la vez.



Pedro se desnudó y se tendió sobre la alfombra del salón. Lo acaricié por todo el cuerpo con suavidad, como dándole cariño, pero si tocar sus partes nobles. María José miraba embelesada con el cubalibre en la mano (yo no bebo alcohol y estaba fresca como un reptil). Pedro fue separando las piernas cada vez más, obscenamente, su pene se había aflojado por la impresión y no alcanzaba la erección, al fin se lo mamé y se puso algo más firme, acaricié sus huevos y comenzó a dar alaridos de placer, bajé la mano y acaricié su ano. El separo tanto las piernas como una jovencita la primera vez… le metí mi dedo índice de la mano derecha en el culo y lo moví un poco mientras con la otra mano lo masturbaba. Se corrió al instante, con espasmos y apretando mi dedo con los músculos de su culo, como si quisiera que lo penetrara más aún. Le dije al chulito:



—Ya más no te puedo hacer, que hasta te he desvirgado el culo chaval; ahora si eres tan amable vete a tu dormitorio y déjanos a las dos solas, que María José se sienta relajada estando a solas, ¿vale?



—Sí, claro Margarita —dijo pedro algo confuso tras la experiencia.



La dos solas, María José se desnudó completamente y se dio una ducha.



Al volver se tiende en el suelo y mirándome me dice:



—Estoy un poco piripi y nunca he estado con una mujer, así que llévame al más allá como has hecho con pedro.



—Te llevaré más lejos, chica mala.



La acaricié de pies a cabeza como si ella fuera de porcelana, se chochito era precioso, su vello recortado era un melocotón de pelitos negros, el cual no tocaba en mis pasadas, provocando que, al rozar el interior de sus muslos, su sexo se inflamara y sus pliegues íntimos salieran al exterior al compás de contracciones de su vientre… Le abrí más las piernas, me miró a los ojos y después cerró los suyos apretándolos. Metí mi melena pelirroja entre sus piernas rozándola con el interior de sus muslos. Sin aviso le metí en la raja mi larga lengua y la paseé de arriba abajo y de abajo arriba repetidas veces, hasta que comenzó a chillar de gusto. No podía yo aguantar tanto placer y le mordisqueé los labios externos como si yo fuera una ardilla. Lugo le aplasté el clítoris con mi lengua hasta que se corrió con un chorro cálido; lo saboreé en mi boca y como caviar salado lo tragué, unnnn que rico su coño.



Al día siguiente fui al súper a las once de la mañana, no quería encontrarme con su novio, solo con ella. Al verme se puso nerviosa pero me sonrió muy feliz, le dije:



—A la hora de salir dile a tu novio que no te recoja, te estaré esperando en el parquecito de ahí al lado. Dame tu teléfono por si me surge algo.



—Vale Margarita, tía, me has enamorado o algo así.



Cuando llegué al parquecito me bajé las bragas de encaje por debajo de la minifalda, les hice una foto con el móvil y se la mande a María José diciéndole en el texto:



—Estoy desnuda para ti.



Llegó a las dos y cuarto, nerviosa, la llevé detrás de unos arbustos muy frondosos, la puse de rodillas, me subí la minifalda y separe las piernas, mostrándole a María José mi chocho con el vello a medio crecer, ¡que gusto enseñarle el coño estando ella a mis pies!, le dije:



—Anda, cómetelo, pero bien.



Me devoraba, me sorbía los fluidos y me mordía el pubis. Me corrí con un chorro intenso de flujo que rego su cara, después saqué mis bragas del bolso y le seque la cara con ellas y me las puse otra vez.



Ese fue el quinto día, el sexto fuimos a un hotel donde estuvimos haciendo el sesenta y nueve toda la tarde. Nuestros cuerpos se abrazaron sintiendo el calor de la piel la una de la otra, me sentí muy bien.



Ayer fuimos a la playa nudista, no nos bañamos porque ya ha refrescado para nuestro gusto, pero nos acariciamos desnudas al sol escuchando música del móvil.


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