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La chica del aeropuerto

~~Parece algo tipico, pero todo comenz?
 con una apuesta. Ambos quer?amos adelgazar, sobre todo por que se acercaba
 el verano; pero no tenemos fuerza de voluntad en ese aspecto. As? que
 decidimos apostar.
 Nos pesar?amos y, el primero que consiguiese el peso ideal que marcaba
 la m?quina, ganar?a. ?El premio?
 A los dos nos gusta experimentar cosas nuevas, sobre todo a nivel de sexo. Desde
 hac?a tiempo nos rondaban en la cabeza los juegos de dominacion sumision.
 As? que decidimos que el premio ser?a que el ganador tendr?a
 a su servicio al perdedor durante un tiempo. Al principio pensamos en un fin
 de semana, pero tras hablarlo quedamos en que ser?a durante todo el mes
 de vacaciones. As? la experiencia ser?a completa; porque desde
 luego que, el que perdiese, deber?a someterse por completo a los deseos
 del ganador. Absolutamente a todo. Todo val?a.

 Tras pesarnos sab?amos qu? nos
 esperaba: mi mujer ten?a que perder 14 kilos y yo 18. Y nos pusimos manos
 a la obra.
 Las primeras semanas ganaba yo claramente. En dos semanas perd? 12, mientras
 ella solo 7. Pero luego comenz? a costarme perder, por mucho que hac?a
 ejercicio; ella sin embargo segu?a a su ritmo. El resultado: ella perdi?
 sus 14 kilos mientras yo perd? 16. La apuesta estaba resuelta a tan solo
 10 d?as de comenzar las vacaciones.
 Comenc? a dar vueltas a la cabeza sobre
 lo que me esperar?a. Intentaba hablar con ella, pero no me dec?a
 nada. Sorpresa, es lo onico que sal?a de su boca.
 Por fin, cuando lleg? el 31 de Julio, a las 10 de la noche, me dijo:
 Te quedan dos horitas de libertad. En
 este tiempo te convendr?a leerte esto (me dio un folio) y aprend?rtelo.
 Puedes no hacerlo, por que eres libre. No as? dentro de dos horas. Cuando
 suene la alarma de este despertador ser?s mi esclavo por todo un mes.

 En esos folios me indicaba la forma en que
 ten?a que actuar durante ese mes. Lo m?s importante, sin detallar
 demasiado:
 La ten?a que llamar siempre Ama.
 Obedecer?a todas sus ?rdenes sin ponerlas en entredicho.
 No pod?a hablar sin permiso.
 Ante ella deber?a estar arrodillado.
 Mi indumentaria ser?a: desnudo y con mu?equeras, tobilleras y
 collar de perro.
 Jam?s la mirar?a a la cara.
 Me encargar?a de las tareas del hogar.
 Su ropa interior la lavar?a a mano.
 Me estaba prohibido masturbarme sin su permiso.
 Deber?a tener siempre listos todos sus zapatos.
 Cualquier amiga que la visitara deb?a tratarla como a un ama.
 Ser?a castigado siempre que no hiciese algo bien.
 Ser?a castigado siempre que quisiera mi Ama.
 No se me estaba permitido quejarme nunca.
 .
 Y as? unas cuantas cosas m?s.
 La onica ocasion en que no me deber?a comportar de esta
 forma era con la presencia de nuestras familias.
 La verdad es que me encontraba excitad?simo.
 Deseaba que llegase ya el momento, y quedaba poco. A falta de diez minutos.
 Me desnud? para esperar. Mi poya estaba para reventar.
 Entr? al salon, donde ella le?a.
 Baj? el libro y se sonri?. Quedaban cinco minutos y tan solo me
 atrev?a a mirarla a sus pies, vestidos con unas sandalias negras de alto
 tacon de aguja que dejaban al descubierto sus u?as pintadas de
 rojo intenso, una pulsera adornando el tobillo derecho y un anillo en el dedo
 ondice del mismo pie. Dentro de un par de minutos iba a estar arrodillado
 ante esos pies, besondolos probablemente.
 El tiempo segu?a pasando. Por fin son?
 el despertador. Ella dej? de leer y se levant?; yo me arrodill?
 delante suya, con la mirada fija en sus pies.
 Muy bien esclavo. Veo que tienes claras
 las cosas. Veo que ya sabes quien manda, ?verdad?
 S?, mi Ama
 No te escucho, gusano asqueroso dijo mientras me daba una patada
 en los test?culos.
 S?, mi Ama repet? m?s fuerte y conteniendo
 un grito de dolor.
 As? me gusta, esclavo. Y ahora, te quiero ver postrado y besondome
 los pies como se?al de sometimiento.
 Se volvi? a sentar y yo comenc?
 con mi labor. Ella re?a mientras mis labios se paseaba por sus pies.
 Me orden? luego que se los lamiera; as? lo hice.
 Al cabo de unos minutos me orden? parar,
 y que continuase en esa posicion mientras ella regresaba. Mientras se
 fue me indic?:
 Espero que reflexiones mientras vengo
 sobre tu nueva condicion.
 As? lo hice. Pens? en lo que
 me esperar?a aquel mes: todo tipo de humillaciones y castigos. No sab?a
 si me iba a mostrar a alguien o solamente ser?a en privado. Lo onico
 que ten?a claro desde hac?a tiempo es que deb?a servirla
 lo mejor que pudiese. Y todo eso me excitaba mucho.
 Tard? algo de tiempo, una media hora.
 Por fin lleg?. Escuch? el resonar de los tacones de aguja de sus
 zapatos acercarse y pararse delante m?a. Yo segu?a, obediente,
 postrado en el suelo.
 Se agach? y me coloc? un collar de perro, con una argolla de la
 que colgaba una cadena. Luego me coloc? grilletes en las mu?ecas
 y tobillos, ambos tambion con argollas. Mientras me colocaba mi indumentaria
 me dec?a:
 Habr?s reflexionado bien. Al menos
 has tenido tiempo suficiente. Por que a partir de ahora tu situacion
 ha cambiado ligeramente, y tendr?s que acostumbrarte a ella. Por las
 buenas o por las malas. Est?s para obedecerme; esa es tu onica
 mision durante este mes. Obedecerme en todo lo que yo te ordene. Y te
 aseguro que seron muchas cosas; y algunas no seron nada f?cil
 de cumplir. ?Te queda claro?
 S?, mi Ama le respond? d?cilmente.
 As? me gusta, esclavo, que lo tengas claro. As? que vamos
 a comenzar tu adiestramiento. Hizo una pausa para continuar luego con
 m?s ?mpetu. ?A cuatro patas, perro! me orden?
 mientras tiraba de la cadena de mi cuello. ?Y s?gueme!
 Obedec?. Me encontraba siguiondola
 por la casa, como un perro, de paseo detr?s de su Ama.
 Mientras camin?bamos por una planta no ten?a problemas. Lo malo
 era al subir y bajar las escaleras. Esto lo repetimos bastante. Al principio
 ten?a dificultades, lo que me origin? m?s de un fustazo
 en mi cada vez m?s irritado culo. Pero poco a poco, y gracias al miedo
 que pronto le tom? a este instrumento de castigo, consegu? una
 destreza inesperada.
 Has progresado mucho, esclavo. ?Ves
 como cuando un perro pone inter?s aprende r?pido? Siempre me han
 gustado los perros por eso, por que aprenden r?pido; y adem?s
 son muy fieles a sus due?os, ?verdad que s??
 S?, mi Ama, contest?.
 Debes estar sediento, esclavo, me dijo mientras me dirig?a
 a la cocina. Te permito beber agua, por lo bien que has aprendido esta
 primera leccion. Toma. Aqu? beber? de maravilla.

 Me puso un bebedero de perro, azul oscuro,
 que ten?a el nombre de esclavo escrito en uno de sus partes. Eso era
 humillante, pero all? estaba yo, a cuatro patas y bebiendo con la lengua,
 como un perro. Era lo m?s humillante que me hab?a ocurrido nunca.
 Pero tambion una de las cosas m?s excitantes.
 Cuando ella crey? que era suficiente,
 me peg? un tiron de la correa y me separ? del bebedero.
 Cogi? el bebedero y lo coloc? en el otro extremo de la cocina,
 junto con un comedero, rojo, en el que tambion ten?a escrito la
 palabra esclavo. Se dirigi? de nuevo al salon.
 Ahora me toca a mi reponerme. Por que
 el trabajo de adiestradora es muy pesado, ?sabes esclavo? me pregunt?
 mientras se sentaba en su sillon y se descalzaba. Tengo los pies
 muy cansados. Necesito algo especial, muy especial. ?Ad?ralos,
 esclavo!
 Me puse a besarlos con devocion. Mientras
 tanto ella me iba diciendo.
 Por cierto, esclavo. Me he dado cuenta
 de que has pasado todo este tiempo empalmado. Y sin mi permiso. Eso lo vamos
 a ir dejando poco a poco, ?verdad?
 S?, mi Ama respond? dejando de lamer por un momento
 uno de los dedos de su pie derecho.
 Te voy a dejar todo el d?a de hoy para que te acostumbres antes
 de comenzar con los castigos. ?A que soy generosa, esclavo?
 Muy generosa, mi Ama le dije mientras pensaba en la dificultad de
 contener mi ereccion debido a la enorme excitacion que estaba
 sintiendo.
 Si no lo consigues en ese tiempo, tendr? que castigarte y colocarte
 un cinturon de castidad. Y eso, te aseguro, no te gustar? nada.
 Durante cerca de una hora segu? adorando
 sus pies. Luego decidi? irse a dormir, no sin antes indicarme mi nuevo
 sitio para este menester. En el suelo, encima de una manta de lana vieja, en
 el lateral de su cama. Tambion me dio la lista de tareas que tendr?a
 que tener hechas antes de que ella se levantase al d?a siguiente.
 Continuar?.

 

Datos del Relato
  • Categoría: Varios
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