En la casa de una chica que había conocido recién en una disco y que no había visto nunca antes en mi vida, la comencé a besar. Mis amigos me dijeron que era un loco por dejarlos, pero al verla comprendieron. No pasaron ni 42 cuando ya todo se había transformado en una película erótica: me había quitado la camisa y con su boca se dirigía a mi pene, que estaba por reventar.
Cuando terminó de mamar, nos fuimos hasta su pieza y cuando estaba a punto de penetrarla, me dijo: "existe una razón para que no hagamos esto. soy casada." A mí, su escusa no me importó y se lo dije. "Que mis ojos reflejen lo que siento por ti", agregué. Pero como no era el exclusivo, pregunté qué era de su esposo y respondió que por trabajo estaría una semana fuera de la ciudad. Como comprobé que podría estar vigente para ella por el resto de la semana, continué con la labor y, con la princesa sentada en uno de los muebles de la habitación, le metí mi miembro de una. Allí estuvimos un rato hasta que después nos fuimos a la cama y ella se sentó sobre mí. En esa posición pude darle todo lo que había querido desde que la vi por primera vez.