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Categoría: Masturbación

La campesina

Se levanto como cada mañana, al amanecer.

Se puso una fina blusa que dejaba sus preciosos hombros al descubierto, mientras sus hermosos pechos se asomaban prominentes, sobre el amplio escote.

Bajo la falda, únicamente finas medias, ya que no acostumbraba a ponerse ropa interior por las temperaturas del orno y de la época del año, era verano y hacia que sudase en exceso. Además, le avergonzaba la idea de que luego al ir a lavar al río, otras mujeres se fijaran en lo húmedas y manchadas de sus braguitas. Era fácil que pensaran que se había masturbado varias veces, ya que era soltera y desde que sus padres murieron, ella se hacia cargo del negocio y apenas tenia tiempo para salir de casa.

A menudo soñaba con un hombre que la hiciera disfrutar, pero la realidad era otra muy distinta, ya que vivía sola y nadie la ayudaba en su negocio de amasar pan y elaborar bollería. Así que con prisas se dispuso hacer su trabajo matutino.

Era ya rato, el que llevaba trabajando y el calor del orno hacia que la temperatura subiera y esto, provocaba el sudor repentino de su cuerpo. Por su pelo caían finas gotas que a través de su cuello se perdían bajo la fina blusa. El suave cosquilleo, hacia que se tocara súbitamente, dejando furtivas manchas de harina, que absorbían el sudor.

Su falda, llena de harina y masa, escondía un calor aun más intenso. Cada vez que se acercaba al orno para sacar el pan, el calor se impregnaba en su falda de gruesa tela y esta hacia que su sexo y su culo ardiesen por un momento. El cálido sudor que de entre sus nalgas emanaba, se iba tornando mas y más frió a cada centímetro que por sus muslos avanza camino de sus medias. Eran como finos hilos de marioneta, que nacían de su sexo y que acariciaban sus muslos, para ir a morir bajo el fino encaje de su media.

Mientras sus manos amasaban, imaginaba que el sudor tenue que por sus pechos caía era fría agua de manantial en el que se zambullía.

Sus pezones florecían bajo su sudada blusa y el roce de estos hacia que su imaginación aumentase e inevitablemente, sus manos rozaron suavemente sus pechos, haciendo que estos se impregnasen de harina y masa y por mas que intentase limpiarse el escote, cada vez se tornaban más blanquecinos.

Sus pechos duros y erectos como si quisiesen respirar fuera de aquella blusa opresora, le ardían y sin pensárselo, tiro del cordel y los dejo salir suavemente. Sintió un alivio, al notar la suave brisa que por la ventana entraba sobre sus enrojecidos y abultados pezones. Se los masajeo suavemente con sus manos untadas de harina. El tacto de esta la sobrecogían, ya que era una sensación extraña, como si fuese otro, o otra..., el que se los acariciara.

El suave picor cada vez escocia mas y más y el tamaño de sus pezones no terminaba de crecer, cómo si de una picadura de mosquito se tratase. Acerco lentamente el tarro de chocolate caliente y lo dejo caer lentamente sobre aquella zona que tanto le quemaba, cómo queriendo calmar fuego con mas fuego. Gimió de placer, al sentir como el fluido espeso recorría por completo toda la aureola para finalmente arder sobre su terso pezón. La dulce tortura, hacia que sus muslos temblasen y de entre el bello púbico, emergiera un cálido y transparente flujo cargado de suave olor a sexo.

Excitada como estaba, decidió refrescarse y limpiarse los pechos de una manera inusual...

Le excitaba la idea de dejar caer agua sobre su cuerpo y sentir las suaves ropas apretadas y húmedas sobre su cuerpo. No era la primera vez que lo hacia, le gustaba bañarse con las demás mujeres en el rió y mirarse unas a otras los pechos bajo los finos camisones, e incluso los suaves roces entre ellas mientras se salpicaban unas a otras.

Se soltó la falda y esta, suavemente se deslizo bajo sus nalgas y sus fuertes muslos, cayendo arrugada sobre sus pies. Se acaricio suavemente el bello púbico y pronto todo su sexo quedo impregnado de harina de sus manos. Mientras sostenía el cálido chocolate en su mano, con la otra, separaba sus gruesos labios mayores, dejando que la fina brisa acariciara su húmedo clítoris.

Desnuda, cogió entre sus manos el cántaro de leche fresca y lo dejo verter sobre su ardiente cuerpo. Se estremeció y la fría leche avanzo rápida por todo su cuerpo. El olor de la leche fresca, mezclado con el salado sabor de su sudorosa piel, provocaban un intenso olor animal que la embriagaba y hacia que abriese aun más sus piernas, buscando el contacto de sus labios menores con la fresca leche.

Cuando todo su cuerpo se hubo mojado, se puso a cuatro patas sobre la mesa y separando con los dedos sus labios, acaricio con suavidad su clítoris y su vulva empapada en leche y flujo vaginal. Introdujo lentamente un dedo en su vagina y sintió el calor de esta y el exceso de humedad que por sus nudillos corría. Con el dedo bien lubricado, separo sus nalgas y acaricio la base de su ano. Nunca antes había sentido nada igual y la curiosidad le hizo apretar el dedito con mas firmeza sobre aquella zona inexplorada. Pronto noto como las paredes de su ano se abrían para recibir aquel deseado dedito. Era una sensación parecida a la que sentía al tener la masa de pan entre sus dedos, solo que ahora era su culo el masajeado. Apoyo sus grandes senos sobre la blanda masa harinosa que yacía sobre la mesa y con la mano libre se acaricio el coño lentamente. Sentía su culo invadido por aquel dedito que se lo dilataba una y otra vez, mientras su otra mano aplastaba su clítoris contra la vulva... Al cabo de unos segundos un fuerte orgasmo la invadió por completo, haciéndola gemir locamente...

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