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La beata y recatada doña Mela
SINOPSIS: Madura mujer entregada a la causa religiosa, entrega su amor reprimido y cuerpo a un adolescente…
ECSagardez
Carmela y Rita, eran dos hermanas, hijas de don Ambrosio y doña Leonor, quienes contrastaban mucho en su forma de ser. A pesar de tener casi la misma edad, ya que sólo un año había de diferencia, la señora Rita era más alegre y dicharachera.
Por su parte, doña "Mela" como se le conocía entre su escaso círculo de amistades, era una mujer taciturna, casi no hablaba con nadie y gustaba de ir a la misa de 6 de la mañana y a los rosarios de sábado y domingo. En la iglesia cercana, incluso, era la encargada de dar el catecismo y preparar a los niños para hacer su primera comunión.
Entre los comentarios de los vecinos del barrio, se rumoraba que no se había casado, porque a dos días de contraer nupcias el novio la abandonó, llevándose el dinero que entre los dos habían ahorrado y eso la deprimió mucho.
Don Ambrosio intentó por todos los medios, tanto médicos como psicológicos, de que llevara una vida normal y olvidara el incidente, porque su mayor deseo era tener nietos de su hija consentida que era doña Mela.
Sin embargo, ella prefirió entregarse a la causa religiosa, aunque en un tiempo pretendió ingresar a un convento, fue don Ambrosio, quien la disuadió de hacerlo, porque su ilusión más grande era que por los corredores de su enorme casa corrieran y se oyeran las risas infantiles. Claro de sus nietos…
Doña Rita, la menor, se casó con don Antonio y tuvieron tres niños que fueron la alegría de don Ambrosio y doña Leonor, pero poco pudieron disfrutar de sus abuelos, porque los señores fallecieron cuando aún eran pequeños…
II
El tiempo pasó y los años fueron acrecentando el cariño entre doña Mela y Rita. Cada una vivía en su respectiva casa y las visitas entre ellas eran frecuentes, se podía decir que casi todos los días, incluso almorzaban juntas.
Doña Mela continuaba su recatada vida, su forma de vestir, siempre de negro hasta los tobillos y con un manto del mismo color en la cabeza, así como unas zapatillas de grueso tacón, provocaba la risa de los adolescentes, quienes llegaron a ponerle el mote de "Doña Morticia". En tanto los adultos ni siquiera le dirigían el saludo, porque no tenía la cortesía para responderles… Vivía en una completa abstracción.
Doña Rita siempre intentó de cambiar la forma de ser de su hermana, pero no lo logró. La plática de ellas, cuando se tocaba el tema, culminaba en una discusión y sin ofenderse, doña Mela optaba por retirarse e ir a su casa para dedicarle todo su tiempo a su hermoso jardín que era la envidia de sus vecinos.
III
Un accidente en el trabajo le quitó la vida abruptamente a don Antonio, dejando viuda a doña Rita y totalmente sola, ya que sus hijos luego de terminar sus estudios se fueron a radicar a otros lugares de México. Así que únicamente se presentaron al velorio y estuvieron por cinco días junto a su madre, para regresar a hacer sus vidas normales con sus propias familias.
La compañía de doña Mela, resultó muy importante para doña Rita y fue ella la que se encargó de los preparativos del novenario, además de los rezos acostumbrados durante los rosarios de los nueve días…
En uno de esos días, doña Rita y doña Mela platicaban en la cocina, mientras preparaban los alimentos que darían a los vecinos, no se percataron de mi presencia, ya que mi abuela les había mandado unos comestibles y escondido escuché con atención que ambas se lamentaban de estar solas y no tener a nadie más que estuviera con ellas…
Doña Rita con su clásico buen humor, le dijo:
— Estarás sola tu, por tu forma de ser… A mi me visitan mis vecinos y cuando menos con su plática me alegran el dia… Yo te sugiero que cambies…
El silencio de doña Mela lo dijo todo… Ella no pensaba cambiar, por más que se lo dijera su hermana…
En ese momento me hice el aparecido y, tras saludarla a ambas, me dirigí a doña Rita:
— Señora, le traigo esto que le envió mi abuelita… Dice que no se preocupe y me encargó que estuviera al pendiente de lo que necesite…
Doña Rita se sonrió y se me quedó viendo, al tiempo de decirme:
— Gracias Román… Espero que me visites diariamente, recuerda como te quiso Antonio y es claro que no lo defraudarás ¿Verdad?
— Claro que no señora –fue la respuesta-.
Pero mis ojos se fijaron por un instante en doña Mela, quien seguía con atención mi plática con su hermana…
IV
Cuando me retiré y eso me lo platicó doña Rita, me expresó que le había causado buena impresión a su hermana Mela y que hasta le extrañó el comentario de que ya era todo un hombrecito. En ese entonces tenía como 17 años de edad…
En plan jocoso le respondí a doña Rita:
— Pues háblele de mi… A lo mejor le cambio su hosco carácter…
Los dos sonreímos por el chascarrillo y fue doña Rita la que me comentó en confianza el por qué del comportamiento de doña Mela y me dijo lo del abandono del novio… Pero a la vez existía otro pasado tenebroso… En una ocasión cuando regresaba doña Mela de la escuela donde estudiaba Trabajo Social, fue interceptada por tres individuos, quienes la llevaron a una casa abandonada y la habían violado en forma tumultuaria… Esa situación fue la que cambió toda su vida, amén de que el mencionado novio no le prestó la atención debida y la culpaba, según él, por coqueta…
— En síntesis –dijo doña Rita-, no quiere saber nada de los hombres… Y es un secreto que la ha atormentado toda la vida…
V
Cuando doña Rita me hizo ese comentario, pidiéndome no revelárselo a nadie… Mi mente empezó a elucubrar en como cambiar la vida de doña Mela y hacerla que creyera en los hombres de nuevo… Pero mi juventud e inexperiencia era un handicap para que volteara sus ojos hacia mi… Así lo creía yo…
Una mañana de domingo doña Rita me invitó a almorzar enchiladas de mole, muy tradicionales en mi puerto querido: Veracruz, y al llegar me encontré que doña Mela también había sido invitada… Las saludé a ambas y luego de prepararme esa riqueza culinaria acompañada de una humeante taza de café, todos nos pusimos a degustarlas…
Pero poco a poco fui inclinando la plática con doña Mela, quien dejó su huraña forma de ser y se entregó a la plática de los acontecimientos en el vecindario. Pese a no hablarle a nadie, se notaba que estaba enterada de lo que le sucedía a los vecinos…
En un momento de la plática se me ocurrió invitarla al cine en la tarde de ese domingo… Doña Mela se disculpó, al tiempo de asegurarme que a ella no le gustaba perder el tiempo en ese tipo de diversiones y que no podía faltar a la misa de 6 de la tarde en la iglesia cercana…
La verdad su contestación no me incomodó pero si me puso triste. No obstante esperar esa respuesta, lo que dijo a continuación me sorprendió sobre manera:
— Román, te parece bien que nos veamos en mi casa hoy a las 8 de la noche para que tomemos juntos un chocolate y unos churros que voy a preparar… Debo decirte que me salen bien deliciosas…
Doña Rita, quien también se sorprendió, porque me lo dijo en el momento en que sorbía su taza de café, tosió de tal manera que a todos nos causó risa. Pero con la mirada me hizo señas imperceptibles de que aceptara la invitación. Así que le dije:
— Por mi encantado doña Mela… Nos vemos a las ocho de la noche…
VI
El día se me hizo largo, quería que las horas volaran… Aunque lo deseaba, en mi mente no existía el menor asomo de que esa noche tendría relaciones sexuales con doña Mela y menos cuando tenía conocimiento de que ella no quería saber nada de los hombres…
Por lo que cerca de las 19:45 horas llegué a su domicilio a seis cuadras de mi casa y con marcado nerviosismo toqué el timbre de la puerta… Fue ella la que me abrió y pude apreciar lo limpio y arreglada que se encontraba la sala y el comedor… Me invitó también a apreciar su hermoso jardín, el cual era alumbrado por una lámpara fluorescente que le daba a las rosas, tulipanes, jazmines y bugambilias un hermoso toque de alegría y belleza. En todas ellas estaba su atingente labor…
Al fondo del jardín se veía también una cuidada hortaliza donde destacaban la albahaca, el perejil, la hierbabuena, el cilantro, el orégano orejón y el epazote. Los cuales, sin duda, eran para los excelentes guisos que doña Rita preparaba, porque también era una excelente cocinera…
Al término del recorrido por la casa y con doña Mela vestida en su forma tradicional, pero sin el manto en la cabeza, me invitó a la cocina y observé el humo que despedía la olla donde había preparado el chocolate y los churros sobresalían de una panadera en la mesa, adornados con el azucar que los hacía ver deliciosos.
De inmediato me sirvió en una taza grande el espumoso líquido. En tanto ella lo hacía en una de mediano tamaño… Pero los dos al mismo tiempo disfrutamos de la bebida caliente y en un momento nos invadió el silencio…
Ambos no pronunciábamos palabra alguna… Hasta que entramos en confianza y ella me preguntó qué estudiaba y como era mi vida con mis abuelos, ya que sabía que mi madre al casarse me dejó en su casa… Las respuestas fueron las de rigor que estudiaba Bachillerato y que era feliz, porque mis abuelos se preocupaban por mi y todo lo que era, hasta ese momento, se lo debía a ellos…
Esta plática me dio la confianza para preguntarle:
— Y usted doña Mela, ¿ómo le va?
— ¡Ay! Hijo… Si tu supieras lo que sufre una mujer abandonada y sola. Sólo cuento con el cariño de mi hermana a quien quiero mucho…
— ¿Y por qué no se ha casado?
— Esa es una historia que no deseo compartir contigo… Pero quiero que sepas que en este momento, tu eres la única persona a quien permito que visite mi casa y eso porque veo como te aprecia mi hermana…
— Gracias doña Mela… En verdad, le agradezco su confianza… Y espero no defraudarla…
Una ligera sonrisa asomó en su rostro. Era la primera vez que la veía sonreir… Así que intenté cambiar el rumbo de la plática hacia algo que me interesaba saber de ella…
— Señora, he leído en algunos libros que tanto hombres como mujeres a cierta edad tienen necesidades de otro tipo… ¿Usted no siente esa necesidad?
Enseguida hizo la señal de la cruz con la mano derecha y se persignó. Pero si respondió a mi pregunta:
— Debo confesarte que si existe la necesidad… Pero desde hace tiempo la mayoría de los hombres me han defraudado. Por algo que me sucedió en mi juventud y lo que se ve y escucha todos los días en las noticias…
- Pero no ha buscado experimentar ese deseo y convertirlo en un bonito sentimiento de amor…
Su cara se ensombreció y su triste mirada se posó en mis ojos… En ese momento percibí lo cautivante de sus ojos cafés claros. Y me espetó:
— ¿Quisieras tu experimentar ese sentimiento de amor, entre un hombre y una mujer?
Mi respuesta fue lacónica:
— Por qué no…
VII
Como ya habíamos terminado de ingerir el chocolate, acompañado de los deliciosos churros, sabor vainilla… Se levantó de la mesa y se acercó a donde estaba para tomarme de la mano y pedirme que la acompañara…
Por un instante la verdad me dio miedo… Pero la plática y su mirada me habían empalmado, lo cual disimulaba sentado a la mesa. Así que me dejé conducir y me llevó hasta su recámara, donde nos aguardaba una cama con cabecera de bronce, con un edredón color marfil y motivos de flores de la misma tela y dos grandes cojines… Ella se quitó el vestido negro y pese a su edad, 43 años a lo sumo, se veía resplandeciente, su cuerpo era entre delgado y robusta, pero sin llegar a la adiposidad, sus senos eran grandes y tras el brassier blanco se escondían unas aureolas oscuras que resaltaban en lo delgado de la tela. Fue ella, quien me dijo que me desnudara, mientras se quitaba el medio fondo blanco que traía para quedar en unos calzones del niveo color y un liguero negro que sostenía las medias que utilizaba en ese momento…
Mi vista se posó de inmediato en la semidesnudez de ese cuerpo que la verdad no esperaba disfrutar ese dia… Mi verga estaba a punto de reventar, mi excitación era total y grandiosa… Mis labios estaban resecos por la emoción y me acerqué a ella para besarla en forma apasionada… Sus besos se sentían inexpertos, cuando metí mi lengua en su boca, intentó cerrar la suya, pero logré abrirme paso hasta que se encontró con la suya y así duramos varios segundos…
Sus ojos cafés claros estaban cerrados, era señal de que disfrutaba por primera vez, en muchos años, del beso apasionado de un hombre… Adolescente, pero hombre al fin…
Besé su cara y recorrí con mi lengua su cuello, mordí ligeramente el lóbulo de sus orejas y eso la hizo estremecerse… Mi lengua siguió su recorrido hasta encontrarme con sus pezones, los cuales lamí hasta lograr que se erectaran a toda su capacidad para chuparlos con suavidad y luego en forma frenética… Doña Mela nadamás suspiraba, pero no decía nada. Estaba entregada a un placer desconocido…
VIII
Sus ojos seguían cerrados y dejaba que tomara la iniciativa… Poco a poco la fui acercando a la cama y la recosté con ternura y suavidad… Lo mullido del colchón, hacía que tomara la forma de mujer. De la mujer que era su dueña, mientras mi lengua se posaba en su ombligo para juguetear con ese agujero por varios instantes, ella lanzó ligeros gemidos, mientras mi mano derecha ya jugueteaba en su entrepierna por arriba de su blanco calzón…
Mi mano sintió de pronto la humedad de la prenda íntima y lo hice a un lado para meterle un dedo en su vagina que presentaba signos de una ligera depilación. Por momentos apretaba sus piernas, mientras mi dedo seguía explorando esa oquedad, hasta encontrarse con el clítoris que respondía a mi manualidad…
Ya no pude más y la despojé del calzón y quedó ante mi vista su monte de Venus y comencé a descender con mi lengua hasta meterme en su entrepierna, en tanto mis manos subían para masajearle los senos, los cuales fueron motivo de intensos gemidos de placer…
Mi lengua se abrió paso en la húmeda vagina y lamí con marcada fruición el interior de ese agujero que ya pedía a gritos ser utilizado… Recorrí sus paredes vaginales hasta encontrarme con su clítoris, el cual tomé con mis labios y lo chupé a más no poder, hasta que su cuerpo se levantó y en forma convulsiva se dejó caer de nuevo en la cama para tener un fuerte y pronunciado orgasmo…
Pasaron dos o tres minutos, hasta que la intensidad de sus jadeos y gemidos fueron aminorando… Sin embargo, el silencio y su rostro seguían impávidos.
IX
Yo deseaba que ella también me mamara la verga… Por lo que me paré en la orilla de la cama y se la mostré en todo su esplendor. Pero con su rostro me señaló que no. Y me dijo:
— No estoy preparada para ello. Continúa tu, hazme lo que quieras… Ya no aguanto más…
A esa invitación no me pude negar… Y la beata y recatada doña Mela abrió sus piernas y por unos instantes jugué con mi miembro en la entrada de su raja… Ella seguía suspirando de placer incontenido… Hasta que la fui penetrando poco a poco, porque comprendí que era como una virgen… Si como si fuera su primera vez…
Mi verga entró poco a poco… Primero un cuarto de ella, lo que le provocaba gestos de dolor, pero no intentó retirarse… Seguí hasta la mitad y ella se mantenía estática, su rostro no ocultaba que estaba sufriendo. Hasta que llegó la embestida total y ella lanzó un ligero grito que me provocó espanto…
Se la dejé ahí adentro, sin moverme ni un ápice. Así duré por unos minutos, hasta que ella misma comenzó a moverse y al hacerlo empecé el movimiento de meterla y sacarla, primero hasta la mitad y luego totalmente lo cual le provocaba hondos gemidos que inundaron el silencio de esa recámara…
Ambos nos habíamos acoplado de tal manera que su reacción fue de clavarme sus uñas en la espalda y por momentos sus piernas se cruzaban en mi cintura. No dejaba que me saliera y deseaba perpetuar ese momento de intensó frenesí que le estaba provocando…
La vagina de doña Mela era estrecha… El roce de sus músculos vaginales con mi verga, me extasiaban al grado de sentirme en el cielo donde millones de estrellas multicolores se reflejaban en mi mente. En verdad que estaba disfrutando el coger con esa recatada y beata mujer, quien por muchos años se había escondido en la causa religiosa para no saber de los hombres…
La intensidad de ese palo a cada minuto se acrecentaba más y más. El vaivén y el roce de nuestros genitales nos provocaba a ambos una oleada de placer incalculable… Mi verga entraba y salía, ella se empujaba con el deseo de no dejarme salir… Hasta que sucedió lo inevitable…
Ella ya no pudo guardar silencio y en un grito feroz que cimbró toda esa habitación, logró exclamar:
— Me corro niño… Me cooooooooooooooooooorrrrrrrrrooooooooo…
Y mientras ella llegaba a otro orgasmo pleno… Yo la embestí con más fuerza para detenerme por un instante dentro de ella y dispararle seis o siete descargas de leche que se fundieron con sus calientes fluidos…
Al caer sobre ella, acercó su rostro al mío y nos fundimos en un tierno beso y abrazo… Hasta que mi verga se puso flácida y sola salió de ese estrecho agujero…
X
Esa noche, fue el preámbulo de varios años de intenso amor y debo confesar que llegué a tenerle un cariño especial a doña Mela, quien con el tiempo cambió su estilo de vida y aunque seguía siendo seria y respetuosa en su trato con los vecinos, logró cambiar su percepción de la vida y también de los hombres…
Doña Rita, su hermana, me agradecía el haber contribuido a cambiarle el hosco carácter y hasta notaba que ahora era una mujer más feliz y diferente…
Con el paso de los meses, doña Mela fue entrando al mundo del sexo, haciendo más cosas, entre ella sexo oral, anal y hasta cambió su forma de vestir, con ropa íntima más sugerente y sensual. Pero sin retirarse de las obligaciones que le imponía la causa religiosa…
Fue para mi una excelente amiga y una mujer a la que quise mucho, porque siempre tenía un consejo para mi y en algunos momentos me ayudaba con mis deberes escolares y hasta económicamente… La recatada y beata doña Mela, es un recuerdo imborrable de mi vida juvenil. Y su recuerdo, aun pasado los años, me produce buenas erecciones…
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