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La apoderada

LA APODERADA



Angélica, llegó como todos los días a dejar a sus hijos al colegio, como de costumbre se veía hermosa y atractiva, llevaba un vestido blanco abotonado desde el pecho hasta las piernas, su largo era un poco más arriba de la rodilla, la tela era como una mezcla de gasa y algodón. Era bastante ajustado en su parte superior, lo que hacía resaltar un busto no muy grande, pero sí atractivo. La falda del vestido, empezaba a la altura de sus caderas, y que con el movimiento de estas al caminar, hacía parecer que la parte superior de su cuerpo, estuviera separada de la inferior.



Angélica es una mujer de casi cuarenta años, mide aproximadamente un metro cincuenta y cinco, casada y con dos hijos. Aunque quién no la conozca, diría que como mucho tiene treinta años. Su cuerpo, a pesar de no ser el de una Diosa, es bastante perfecto y proporcionado, yo la he visto vestida de distintas formas, de jeans, formal, con vestido, con mini, con traje de baño, etc. Y siempre la he encontrado una mujer formidable. Estupenda, y sobre todo deseable.



Con Angélica somos amigos hace un par de años, pues nuestros hijos están en el mismo colegio, aunque en cursos distintos y amigos, y en las tardes, nos juntábamos esperándolos a la salida del colegio, y así que la relación es más familiar que con el resto de la gente.



Nos saludamos como siempre con un fuerte abrazo, un beso y nos pusimos a conversar un poco de nuestros hijos, de cómo les iba en el colegio, como se comportaban en la época pre adolescente que estaban viviendo.



De repente la mire fijamente a los ojos y le dije



¿Qué té pasa Angélica? Té noto triste, tus ojos muestran una pena muy grande.



No, nada Rodrigo, solo estoy cansada.



Angélica, tú no sabes mentir, yo veo en tus ojos mucha tristeza.



Mira Rodrigo, la verdad es que tengo un poco de pena por lo que sucedió con mi hermano, aparte de eso he tenido problemas con el gordo, más el ajetreo de los niños.



Pero, a mí me da la impresión que tú tienes algo más que eso. Y para eso yo soy tu amigo, te puedo ayudar, y si no puedo darte soluciones, el solo hecho de hablar te puede servir.



Mira, la verdad es que es muy largo de contar, podemos hablar toda la tarde, y así nos faltaría tiempo.



Te propongo que vayamos a almorzar, y así aprovechamos de conversar. Yo conozco un restaurant por aquí cerca, que es muy tranquilo y reservado. ¿Vamos?



Bueno, vamos. A lo mejor me hace bien conversar con un amigo un rato.



Llegamos al restaurante a almorzar, era un negocio muy agradable de aspecto, cómodo y sobre todo muy reservado, le dije que para evitar que alguien nos viera, o para evitar comentarios entráramos a los privados, este consistía en un lugar cerrado con una doble cortina de madera, una mesa redonda y una butaca completa alrededor de la mesa, en un costado una mesita con un citófono y al lado una larga banca de madera de con relleno y tapizada en un cuero muy fino negro, con respaldos a los costados, al verla se me ocurrió el uso que tendría. El menú es lo de menos en esta parte de la historia. Pedimos café para finalizar el almuerzo y decidí jugármela diciendo



Te ves preciosa, vestida como estas.



¿Tú crees?



Pero por supuesto que te ves hermosa, y además súper deseable.



Eres un fresco.



Mira si tú no fueras mi amiga, y conociera a tu esposo, te aseguro que me botaría a fresco.



Ya, córtala.



Pero si es verdad, eres una mujer regia en todo sentido, eres muy inteligente, tienes buena facha, te vistes súper bien, y por sobre toda tus características, eres súper sensual.



¿Es cierto todo lo que me dices?



Pero claro. ¿Por qué tendría que mentirte?



Es que el guatón nunca me dice esas cosas, sólo me dice mis falencias (lo que era cierto, pues yo muchas veces lo había escuchado).



Mira Angélica, voy a ser muy honesto contigo, y espero que no te enojes, desde el primer día que te ví en el colegio, me gustaste mucho, he soñado muchas veces contigo, y si de mí dependiera me transformaría en tu amante.



Aproveche el momento de acercarme a ella y colocar mi mano en su rodilla.



¡Hay Rodrigo! Por favor no digas mentiras.



Angélica, te prometo que lo que digo es verdad.



Pero nuestra amistad se rompería completamente.



Pero no tiene que ser así, sería nuestro secreto.



Me acerque a ella, sobe su rodilla y parte de su pierna, y con la mano derecha tomé su barbilla y acercándome lentamente le di un pequeño beso en sus labios. Angélica no tuvo ninguna reacción, me miró a los ojos y se puso a llorar, diciéndome.



Eres tan tierno y el guatón es tan pesado conmigo, sólo me critica, nunca me dice cosas bonitas, incluso haciendo el amor, se preocupa solo de él, ya ni me acuerdo la última vez que tuve un orgasmo.



Se acurruco en mi hombro y siguió llorando. Aproveche el momento y tiernamente empecé a besarle el rostro, primero su mejilla, luego sus párpados, lentamente con un dedo seque sus lagrimas y me las lleve a mi boca, luego seguí besando su cara, pero pase también al lóbulo de su oreja y su cuello mientras Angélica empezaba a emitir pequeños gemidos. Era el momento de aprovechar la jugada, y seguí besando y lamiendo su perfumado cuello, entre gemidos Angélica decía.



No Rodrigo, no lo hagas, somos casados y somos amigos. ¡Por favor no sigas!



La tome entre mis brazos y le di un gran beso, metí entera mi lengua en su boca, mientras con una de mis manos acariciaba su pelo, Angélica estaba tensa, dura como un palo, su primera reacción fue de rechazo, pero la estreche un poco más contra mi cuerpo y la seguí besando.



Angélica, por fin cedió y se entrego a mí, fundiéndonos en un gran y profundo beso, nuestras lenguas se entrelazaban, nuestros labios húmedos con nuestras salivas, parecían que siempre hubieran estado pegados, apenas respirábamos.



Luego de terminar ese primer beso, le dije



Angélica, te deseo con toda mi alma, desde el primer día que te vi en el colegio, me gustaste, encontraba que eras una mujer con un cuerpo fantástico, y con el tiempo he conocido a la mujer poseedora de ese cuerpo y me encantas, supieras cuantas veces he soñado contigo, te he hecho el amor en sueños muchas veces.



Entonces es hora de hacer realidad tus sueños y los míos, por que tú siempre me has gustado mucho, puede que no seas el señor físico, pero me encanta tu forma de ser, tu caballerosidad, tu humor, tu forma de pensar y de ser.



Aprovechamos el mutuo consentimiento y nos volvimos a besar, esta vez más apasionadamente que al principio, pero esta vez mis manos empezaron e recorre su espalda hasta casi el final, mientras mis manos subían y bajaban por sobre su vestido, mis brazos la apretaban contra mi cuerpo, podía sentir perfectamente la redondez y dureza de sus senos, y también sus pezones duros.



Comencé entonces la tarea de recorre su cuerpo con mi boca, empecé a besar nuevamente su cuello, pera esta vez acerque mi cara ante sus pechos y a besarlos suavemente; mis manos empezaron a tocar sus piernas tersas y duras, como de una lolita.



Me retire de su lado y le tome una mano para pararnos, Angélica accedía a todo, como si estuviera hipnotizada, nuestras miradas estaban clavadas entre nuestros ojos. Ahora parados, la volví a abrazar y besar, esta vez mis manos empezaron a recorrer su busto por sobre su vestido, mis pulgares jugaban con sus pezones, mientras el resto de mi mano acariciaba sus duros pechos. Mientras estábamos en esto, la hice caminar lentamente hasta la banqueta.



Tome la banqueta, corriéndola un poco hacia el centro de la habitación, cruce una pierna por la banqueta y me senté, apoyándome en el respaldo lateral, Angélica se sentó a mi lado, la abrace por la espalda y empecé a besar su nuca, a recorrer con una de mis manos su pelo, mientras con la otra volví a uno de sus senos; cada ciertos momentos, ella daba vuelta su cara y nos volvíamos a besar en la boca.



Tome una de sus manos y se la lleve a mi pene que estaba duro dentro de mi pantalón.



Angélica empezó a pasar suavemente sus dedos por el bulto que producía mi erección. Tomo mi pene por sobre el pantalón y con uno de sus dedos hacía círculos en la punta de él.



La tendí sobre la banca y empecé a besarla. Nuestras cabezas quedaron al revés. Ella mientras, empezó a acariciar mi cabello por la parte de la nuca, entre caricia y caricia me apretaba cada vez más. Ahora sus besos parecían desesperados.



Mis manos empezaron cuidadosamente a desabrochar botón por botón su vestido. Cuando termine levante mi cara y pude apreciar su cuerpo semi desnudo, solo con su ropa intima. Llevaba un sostén abrochado adelante y unas pantaletas alba como la nieve de la cordillera, debajo se notaba su triángulo de bellos, perfectamente cuidados. Le dije sonriendo.



Angélica, como deseaba el momento de poder apreciar tu cuerpo. Te deseo, te deseo con pasión, con lujuria, te deseo con todo mi alma.



Rodrigo, yo también te deseo, por favor tómame, hazme tuya, hazme sentir mujer nuevamente.



Mientras repetía estas palabras, la volví a besar y desabroche su sostén, dejando libre unos hermosos pechos, a pesar de estar de espaldas, estos no tuvieron ninguna transformación, salvo que sus pezones apuntaban hacia arriba, ahora mis manos podían tocar sus senos en carne viva.



No aguante más y me enderece un poco y empecé a besarlos como loco, como si fueran el mejor manjar del mundo; Angélica aprovecho mi posición y me desabrocho mi camisa, sacándola de dentro de mi pantalón. Empezó a besar mi pecho, y a repetir los mismos movimientos míos.



Si yo le besaba un seno y jugaba con mi lengua en su pezón, ella hacía lo mismo en mi pecho. Debimos de estar así por al menos cinco minutos.



Luego mi lengua bajo por su estomago hasta su ombligo, el que también recorría con mi lengua. Me levante un poco más y empecé a besar su pubis por sobre sus pantaletas, cada beso en sus pantaletas era un gemido y una levantada de caderas hacia mi cara, su cuerpo pedía que me la comiera, mis labios ya habían probado la suave humedad de su cuerpo, que pasaban a través de su sexy ropa interior.



Entre uno de sus gemidos, levanto su cuerpo y me pidió que la besara.



Haciendo caso a su petición y posición tire sus pantaletas hacia abajo, sacándosela primero por una pierna y luego por la otra. Ahora su cuerpo estaba completamente desnudo.



Mi cara se enterró en su triángulo del placer, sintiendo un suave aroma a perfume, mezclado con su olor a mujer deseosa de sexo.



Mi lengua empezó a recorrer todo aquel canal del deseo, le besaba sus muslos, se los recorría con mi lengua para que no se perdiera ni una gota de sus líquidos, mientras Angélica gemía de placer.



Estaba disfrutando e toda plenitud de su sexo, así que deje caer todo mi cuerpo sobre el suyo.



De repente sentí una grata sensación en mi pene, Angélica estaba pasando su lengua por sobre mi pantalón en la punta de mi crecido pene. Me levante un poco, dejándole la cara descubierta y la mire, Angélica también me miro y entendió mi mensaje.



Mientras nos mirábamos, ella desabrocho mi cinturón, el botón y el cierre de mi pantalón, con un movimiento brusco y muy rápido bajo mi pantalón hasta las piernas, levanto suavemente su cabeza y mirándome lascivamente a los ojos me dio un tremendo beso succionando la punta de mi pene por sobre mi ropa interior, y me dijo:



Me encanta que el hombre que me tiene use ropa interior blanca.



Y acaricio suavemente mi pene con sus manos. Luego suavemente libero mi pene de la prisión que le proporcionaba mi zunga. Mi pene apuntó directamente a su boca.



La mire fijamente a los ojos, y Angélica me cerró coquetamente uno de estos. Mi cuerpo bajo suavemente, mientras mi pene era acogido en el calor que el interior de su boca le proporcionaba. Su lengua jugaba con la mi glande, acariciándolo en todo su entorno. Sus manos tomaron mis caderas subiéndolas y bajándolas suavemente con la complicidad de mi cuerpo.



Yo volví a besar su vagina, mi lengua le abría sus labios hasta llegar a la entrada de esa cuevita mágica, con mis labios le tomaba su clítoris tirándoselo suavemente, le aspiraba y soplaba suavemente la entrada a su vagina, tomando a cada momento un ritmo más vertiginoso en nuestros movimientos, solo se escuchaba en la habitación la suave música de Sade y nuestros gemidos.



En un momento no aguante más las ganas de acabar y retire mi pene de su boca. Angélica me tomo de mis glúteos y volvió a meter mi pene en su boca, mientras encogía sus piernas, apretando con sus muslos mi cabeza. El mensaje estaba comprendido y nos entregamos completamente al placer. No debió haber pasado ni medio minuto, y no aguante más y un torrente de semen inundó su boca, mientras ella dejaba escapar todos sus líquidos acabando en el mismo instante los dos. Angélica no dejo escapar ni una sola gota de semen de su boca tragándoselo todo, mientras yo hacia lo mismo con sus exquisitos líquidos.



Luego de secarnos el uno al otro, me levante me acerque a ella y nos fundimos en un profundo beso. Nuestros líquidos se mezclaron en nuestras mejillas.



Angélica, se separo un poco de mi rostro y me dijo:



¿Sabes Rodrigo?, Te voy a confesar que hace mucho tiempo que deseaba esto.



¿Y con tu marido no lo haces?



Yo no me refería a él, me refería a ti.



¿Qué? ¡Tú me deseabas a mí!



Si Rodrigo, hace mucho tiempo que me gustas y te deseo. He soñado muchas veces que hago el amor contigo, despierto a media noche toda mojada, aunque debo confesar que en sueños nunca fue tan bueno como ahora. Despierto llena de deseo y para poder apagarlo me acerco al gordo. Y cuando logro despertarlo, el solo me hace el amor de la forma tradicional, se sube sobre mí y acaba en el momento. Parece un animalito copulando.



La mire tiernamente a los ojos diciéndole.



Por fin nuestros sueños se han hecho realidad, y espero que sigamos juntos por mucho tiempo.



La volví a abrazar y nos besamos largamente.



Luego, volvimos a sentarnos a la mesa a tomar el resto del café, ninguno de los dos se vistió. Indudablemente esto daría para un rato más.



Luego de conversar un rato sobre trivialidades, nos pusimos a conversar sobre nosotros.



Fue Angélica la que comenzó.



Rodrigo, si tú me gustas y yo te gusto a ti. ¿Qué va a pasar con nosotros?



Mira Angélica, yo la verdad que no sé que pueda pasar entre nosotros. Lo único que tengo claro, es que he vivido el momento más exquisito en mucho tiempo, me encanta estar contigo.



Si pero yo creo que esto no se puede transformar en una relación. Pero tampoco me gustaría que no nos viéramos más, hoy me he sentido mujer. Me has hecho sentir deseo y pasión.



La abrace fuertemente y la bese con mucha pasión, la tome por sus glúteos y la puse sobre la mesa, mi pene estaba nuevamente duro, ella abrió sus piernas para recibir mi cuerpo, su cabeza quedo junto a una copa de vino, la tome y vacíe un poco por el canal que formaban sus pechos y yo lamía de él, Angélica, tenía sus ojos cerrados, mientras se relamía sus labios, hasta que entre jadeos me pidió que la besara, yo le junte sus labios y vacíe un poco de vino en ellos, luego la bese, nuestras lenguas tenían un extraño sabor a vino y sexo, mientras mi mano recorría completamente su cuerpo, pasando de vez en cuando por su sexo, momento en que Angélica arqueaba su cuerpo pidiendo ser penetrada. En uno de esos momentos, enderezo su cuerpo se tomo con un brazo de mi cuello y con el otro me tomo por la cintura atrayendo mi cuerpo al suyo para ser penetrada.



Por favor, déjame sentir que estas dentro de mí, pero muy suavemente.



No le conteste nada, tomé el brazo que tenía en mi cintura y lo puse junto a su otro brazo, alrededor de mi cuello, la tome suavemente de sus caderas y la empecé a penetrar suavemente, entraba un poco y salía, mientras nos besábamos apasionadamente, entre beso y beso, Angélica gemía. En un momento de estos, mi miembro la penetro completamente. Yo sentía en mis testículos el calor y la humedad de su cuerpo deseoso de placer. Estuvimos así un largo rato, luego ella abrazo sus piernas a mi cintura y empezamos a movernos cada vez más rápido. Su cuerpo estaba completamente húmedo y el mío tenía gotas de sudor también, seguimos en un ritmo vertiginoso, hasta que Angélica me apretó con toda la fuerza de sus piernas arqueando completamente su cuerpo como signo de que estaba acabando, yo puse rígido también el mío, sintiendo como corría el semen dentro de mi pene, para que finalmente con largos espasmos se fuera a depositar dentro del hermoso cuerpo de Angélica.



Caí completamente extenuado sobre su cuerpo, nos besamos suavemente mientras yo le peinaba su corto cabello con mis dedos. Angélica empezó a pasar sus uñas suavemente por mi espalda.



Debimos haber dormitado unos veinte minutos, de repente sentimos unos golpes en la hangaroa. Era el mozo para preguntar si necesitábamos algo. Pedimos una botella de Late Harvest Carpe Diem, bien helado con unas copas glaseadas.



Mientras esperábamos el vino, Angélica se sentó en la mesa con sus piernas apoyadas en el respaldo del sofá, estando yo entre medio de ellas.



Yo recosté mi cabeza en uno de sus muslos, mientras ella jugaba con mi cabello. Yo empecé a pasar mis dedos suavemente por el interior de sus muslos, mientras le besaba su pierna.



Golpearon nuevamente la cortina, era el mozo que traía el vino, tal como lo habíamos pedido.



Serví dos copas, pasándole una a Angélica, golpeamos nuestras copas y aproveche de brindar.



Por el mejor almuerzo que he tenido en mucho tiempo.



Por el mejor postre que no he preparado yo contesto Angélica.



Por el mejor postre, contesté mientras le guiñaba un ojo.



Angélica paso su insinuadoramente su lengua por el borde de la copa, bebió un sorbo; luego metió su dedo índice en el vino para luego pasarlo por mis labios. Después de hacer ese erótico gesto me beso, pasando su legua por todo mi paladar.



Después de ese beso, yo bebí un poco mas de vino, dejando un poco en mi boca, también la bese y empecé a recorrer primero sus labios con mi lengua con vino, luego su lengua, para finalizar pasando mi lengua por sus encías, al hacer esto, Angélica se estremeció.



Se siente raro.



Tus encías son uno de los tantos puntos que producen sensaciones de placer comente doctamente.



Me gusto, hazlo nuevamente.



Nuestras bocas se volvieron a juntar y mi lengua fue nuevamente a sus necias, la de ella también, cuando mi legua estaba en su encía superior, la suya estaba en la inferior mía; así jugamos un rato.



Estábamos en eso cuando de repente Angélica dio un quejido de dolor.



¿Qué té pasa?



Es que me duele un poco la espalda y sentí un tirón fuerte, debe ser la falta de ejercicio me comento sonriendo.



¿Te doy un masaje??



¿Sabes?



Por supuesto, soy un experto aprendiz. Ahora el que sonreía era yo.



Pero aquí no se puede.



¿Cómo que no? Hagámoslo sobre la mesa. Recuéstate y date vuelta



Angélica se volteo, quedando yo entre sus piernas. Empecé a masajear suavemente sus hombros, luego su columna. Las palmas de mis manos quedaban fijas en una parte de su espalda, mientras mis dedos en un movimiento de abanico, le sobaban su espalda. Sin darme cuenta, mi cuerpo se fue moviendo al ritmo de mis manos. Este movimiento hizo que me excitara nuevamente. Con la erección, mi pene quedaba a la altura de su vagina, la que con los pequeños contactos, también se volvió a humedecer. Me acomode mejor y mi pene empezó a entrar y salir de aquella grutita de placer.



Angélica se afirmo de las orillas de la mesa, señal de que nuestro placer continuaría.



Yo seguía masajeando su espalda, pero mis embestidas eran cada vez más rápidas y nuestros gemidos cada vez más fuertes.



Mis manos ahora se apoyaron en el canal que se formaba al final de su espalda, abriendo lentamente sus glúteos, dejando ver su otro objeto del placer. Esta visión me éxito mucho más.



Angélica eres exquisita, te deseo, deseo tomar todo tu hermoso cuerpo.



Rodrigo, en este momento soy solo tuya, disfrútame, como yo te estoy disfrutando a ti. Es el mejor momento de sexo que he tenido en años.



¡Ahhh! Estas tan rica.



¡Uffff! Dame más, más fuerte, por favor más fuerte. No pares



Angélica estas deliciosa.



¡Rodrigo, quiero más! ¡Máaaaas!



No aguante mis ganas y puse uno de mis dedos en su vagina mojándolo y pasándolo por todo su canalcito trasero.



Cuando sintió mi dedo pasar por su ano trato de levantarse un poco.



No por ahí no, que nunca lo he hecho.



Angélica, solo siente y disfruta.



Pero me va a doler.



Si te duele, no lo hago, pero entrégate al placer.



Bueno, pero si me molesta paras. ¿Bueno?



OK.



Seguimos con las envestidas, mientras la yema de mi dedo medio pasaba por el contorno de su ano, primero apretando suavemente con cada entrada de mi pene, para luego empezar a empujar un poco.



Para, que me molesta. Solo hazlo por mi vagina.



Seguí mi frenético empujar y sacar, mis manos ahora se fueron a su cabello y mi cuerpo se recostó sobre el de ella. Nuestras bocas se buscaron hasta encontrarse y fundirse en un beso de placer. Ahora nuestros cuerpos parecían uno. Estábamos los dos al mismo ritmo. Me levante, vacíe un poco de vino en su espalda, su cuerpo se estremeció al sentir el frío de aquel dulce néctar. Me agache y bebí el vino de aquella esplendorosa copa en que se había transformado su espalda.



¡Rodrigo, quiero más fuerte! ¡Más, más!



Me olvide del poco vino que quedaba en su espalda, me levante y la tome nuevamente de sus caderas, mientras mi pene entraba y salía cada vez a más velocidad. Nuestros gemidos se transformaban en gruñidos, gritos de placer, de repente una sensación de electricidad recorrió completamente mi cuerpo, era el aviso de que iba a terminar nuevamente. Por ser la tercera vez que acababa esa tarde, la sensación de placer, se mezcló con un poco de dolor. Pero eso no importaba, pues Angélica luego de sentir mi eyaculación, levantó su cuerpo un poco, para luego apretar el mío, como si estuviera exprimiendo hasta la última gota de mi semen; luego de hacer esto dos veces y con un tremendo suspiro, dejo caer pesadamente su cuerpo sobre la mesa a la vez que soltaba el mío.



También había acabado.



Se paro de la mesa, se dio vuelta y me dio un pequeño beso.



¡Gracias!



Yo iba a responder, cuando Angélica puso sus dedos en mi boca.



No había nada que decir.



Saco de su cartera unas toallas húmedas, me paso unas pocas a mí para que me secara un poco, se dio vuelta, como si yo fuera a invadir su intimidad, se limpio prolijamente, usando varias toallas. Luego de esto nos vestimos, brindamos una vez más. Nos besamos con unos besos cortos.



Llamé al mozo, pedí la cuenta, la tenía lista, le pague y nos fuimos.



Subimos al auto, salimos del restauran en hermético silencio. Unas cuadras más allá, Angélica me pidió que la dejara en la siguiente esquina.



Le pregunté:



¿Nos veremos nuevamente?



Sí, pero no muy seguido. Ok.



Ok. Contesté



Me dio un beso en la mejilla y se bajo del auto.



Desde la vereda me dijo en tono de afirmación



Nos llamamos.



Nos llamamos, conteste.



Saludos en la casa me dijo.



Solo atine a contestar lo mismo, dudo que me haya escuchado, pues ya se había subido a la micro que estaba estacionada atrás de mi auto.



Estimados lectores, sus opiniones son importantes para mi.


Datos del Relato
  • Categoría: Maduras
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