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“Amorcito, papi me mandó por un tubo cuando le quise hacer citas con el padre y el médico”, le dijo Estela a Mark cuando regresó a casa la primera noche en que su suegro estaba con ellos en Houston.
“¡Se defendió hasta enojado!”, continuó Estela, con expresión de asombro en su cara.
“Ha hablado con Anne 3 veces hoy nomás”, continuó.
“Quizá si exista algo entre ellos”, dijo Mark.
“¿Quizá?”, preguntó Estela. “¡Estoy segura que son amantes, querido! ¿Qué no lo platicamos ya?”, dijo, con tono de notoria molestia.
“Seguiré al pendiente de sus llamadas. Todas las hace de su celular. Veré la forma de confirmar algo que ya sabemos”, continuó Estela determinada a exponer a su hermana y a su padre.
“Bueno amorcito, no te pengas en ese plan. Quizá hablan de otras cosas. Don Tomás no tenía planeado que lo trajeras aquí”, dijo Mark a manera de tranquilizarla.
“¡Que son amantes, entiéndelo!”, insistió Estela algo molesta, “¡pero jamás lo van a aceptar!”.
“Tiene que existir la manera de descubrirlos amor”, continuó ella con enfermiza insistencia.
“Si son amantes”, comenzó Mark, “déjalos ser. Es lo mejor no meternos en la vida de los demás”.
“¿Estás loco querido? ¿Crees que puedo vivir muy a gusto sabiendo que mi padre está teniendo sexo con mi hermana? ¿Se te hace muy normal?”, dijo Estela.
“¡Y me extraña de ti que ahora me salgas tan respetuoso!”, dijo casi gritándole.
“Llegaré hasta las últimas consecuencias”, aseguró amenazante Estela, ante la pasiva postura de Mark.
“¡Es un pecadazo, una aberración! ¿Cómo pudo pasar en mi familia?”, continuó hablando.
“Papi estará con nosotros una semana. Tenemos que buscarle una novia que lo distraiga, hacer algo, sin que se nos venga abajo. Nos quedaremos con él el tiempo que sea necesario. Hablaré con el padre… no sé, buscaré algún grupo como alcohólicos anónimos que sea de incestuosos anónimos o algo por el estilo…, ¡pero, aunque lo haga, esta zorra maldita seguirá aprovechándose de él! ¡Puta, puta… desgraciada!”, gritaba fuera de control, con tono de desesperación y derrota.
“¿Cómo es posible que Raúl no se dé cuenta, o le gusta que le pongan los cuernos de la manera más obvia? ¡Ni modo que no sospeche!”, continuó alimentando su odio. “¡Es un pendejo Raúl!”.
Mark salió del cuarto dejando a su mujer hecha una furia. Le fue difícil disimular sus sentimientos frente a su padre, haciendo una situación difícil aún más incómoda. La semana fue eterna.
La mañana siguiente después de desayunar y despachar a los hijos a la escuela, Estela puso su laptop en la mesa de la cocina. Tomás salió a caminar y duraría como una hora.
“Investigadores privados en México”, escribió en el buscador. Refinó la búsqueda a su ciudad natal, y anotó algunos nombres y teléfonos de firmas que se decían especialistas en infidelidades.
“Es para investigar a mi cuñada que le está siendo infiel a mi hermano”, dijo, al entablar conversación con un especialista en México, alterando el orden de los factores.
Le dieron los pormenores de los requisitos que estaba segura cumplir. Los honorarios resultaban altos, pero era imprescindible para ella.
Pero luego pensó en el daño social y la inminente destrucción del matrimonio de Anne. Eran gentes de alta sociedad. Un investigador privado no garantizaba discreción, por más que lo aseguraban. Habría un extraño tercero involucrado y era muy peligroso.
Al final lo platicó con Mark y lo acordaron: ella sería la investigadora, yéndose a pasar un par de semanas a México con papi y Anne.
Estela comentó con su padre que tenía ganas de pasar un tiempo con él y su hermana. Tomás tuvo que fingir alegría por la decisión de su hija y no insinuar rechazo alguno. Ni su esposo ni sus hijos estarían para distraerla.
Tomás regresó el domingo siguiente tras una tensa, incómoda y nostálgica semana.
Estela llegaría a media semana según lo acordaron, quedando pendiente de precisar la fecha.
*******************
Anne, Raúl y don Tomás llegaron a su casa. Tomás casi besaba el suelo. Estaba comenzando a obscurecer.
“Amorcito, creo que me tendré que quedar un momento con papi para ayudarle a desempacar y arreglar la casa. Está todo empolvado. ¿Podrás regresar como en una hora?”, dijo Anne a Raúl.
“Yo te llevo hija”, intervino Tomás. “Sirve que veo a mis nietos y les doy sus regalos”.
Don Tomás entró a su habitación, mientras Anne despedía a su esposo. Vio por la ventana de su estudio que se despidieron y Anne se dirigió a la puerta. Tomás no podía ya contener su deseo.
Cuando ella cerró la puerta, saltó a sus brazos y se besaron con irrestricta pasión.
Tomás levantó a Anne en los brazos desesperado por revivir su extrañado ritual.
Se dirigieron a la estancia, poniendo a su hija sobre al sofá y le pidió que se desnudara. Anne, como de costumbre, obedeció de inmediato, quedando solo con su diminuta y transparente ropa interior, que especialmente se puso en la mañana para la bienvenida de su amante, aunque no fuera jueves. Tomás se la quitó para dejarla completamente desnuda, mientras él seguía vestido.
Tomás se deshacía por culearse a Anne. Ella sintió que el ímpetu de su amante era inusual, como un adolescente en brama. Lo serenó a besos, mientras acariciaba su pelo.
“¡Mmmmh… Mmmm…! ¡tranquilo, amor, tranquilo…!” decía Anne ante los desesperados besos y caricias de su padre, mientras la abrazaba con incontenible ímpetu, metiéndole sus dedos por el culo y la vagina, oliéndolos y lamiéndolos, besando y lengüeteando sus erectos pezones.
“¡Ooohhh… papi… papi… ohh!!... ¡Sé que te mueres por cogerme, pero vienes ardiendo, y has de traer una barbaridad de carga caliente para mi ¿verdad? ¿Eh?”, dijo Anne con esa característica y sensual entonación en su voz.
Anne se arrodilló frente a su padre que continuaba de pie, aflojó su cinturón y bajó su bragueta, sacando con rapidez el erecto y obscuro pene, que desafiante, durísimo y babeante la esperaba con locas ansias.
Anne tomó con ambas manos el tronco y comenzó a besar y mordisquear su gran cabeza. Tomás siguió parado, mientras ella comenzaba a darle su recompensa.
“¿Sabes novio?”, comenzó con su característico tono sensual, “si me coges ahorita me destrozarías el culo… sé que te mueres por metérmela por ahí”, al tiempo que continuaba mamando con habitual destreza y placer el venoso tronco, “además no sé si mi marido tenga ganas de coger. Ya nos toca, ¡Imagínate que me encuentre el culo lleno de tu leche!”
Bajó un poco más su pantalón, hasta dejarlo a medio muslo y comenzó a acariciar los gigantescos y pesados testículos. Luego, subió sus manos al estómago de su novio y comenzó a acariciarlo con sensuales movimientos circulares.
Tomás estaba con la mirada perdida. Solo veía de reojo la rubia cabellera de Anne moverse mientras experimentaba el ardiente y ansiado placer del sexo oral que ella le hacía. Sentía como si su verga estuviese anestesiada, dándole una riquísima sensación.
“¡Ooohhh… aaaahhhh… ahhh! ¡Ay, hija… novia!”, balbuceó Tomás al sentir el delicioso cosquilleo y comenzó a gemir fuertemente…
“¡Tus nalgas... me encanta tu culo… me trastorna!”, gritaba Tomás, mientras poderosos chorros de más de una semana de semen brotaban como pocas ocasiones, inundando la boca de Anne, mientras ella se engolosinaba devorando la abundante y caliente carga, vertiéndola también sobre su cara y senos.
Tomás al fin se relajó. Miró hacia abajo y contempló la bella cara de Anne embarrada con su semen, que sonriente también lo miraba. Su obra de arte, pensó. Se veía hermosa.
Tomó de la mesa lateral una cámara digital y le dijo “Sonríe”, al tiempo que tomó una foto con el consentimiento de su hija.
"¡Novio!", exclamó Anne, fingiendo desaprobación.
“Métete la verga en la boca y sonríeme con los ojos, novia”, ordenó Tomás, y tomó otra foto.
“Deberíamos tomar más fotos de estos momentos, novio. Que sea nuestro tesorito”, sugirió Anne.
Anne se puso de pie y se dirigió al baño a limpiarse. Tomás tomo otra foto de su hija desnuda.
“Me gusta esto de las fotos”, dijo Tomás.
“A ver”, dijo Tomás. “Que nos tome una foto sola esta cosa. ¿Sabes cómo hacerle?”.
Anne se regresó y tomó la cámara en sus manos y activó el temporizador mientras papi la esperaba a unos metros. La puso sobre unos libros, encuadró bien, lo activó y corrió a él, abrazándolo por el cuello, mirando a la cámara. Cuando tomó la foto, revisó como había salido, e hizo señal de aprobación con sus dedos, activó de nuevo el temporizador y corrió de nuevo hacia su amante, se arrodilló a su lado, tomó su semi-erecto pene y se lo metió en la boca, sonriendo ambos a la cámara. Se tomaron otra más, ella parada frente a Tomás, y él con ambas manos en sus senos. El semen de Tomás seguía en su cara.
“Déjame retratar tu vergota novio. Esa foto es para mí”, dijo Anne, tomando la cámara y fotografiando el pene de su padre, lo suficientemente cerca y con la mejor resolución posible.
“Para tal caso”, dijo Tomás, “déjame tomarle fotos a tu hermoso trasero para mí nomás”.
Fueron a la recámara, Anne su puso en cuatro y Tomás tomó fotos de su hermoso culo, mientras ella se lo abría. Colocó su glande sobre el culo de su novia, y tomó una última foto.
Cuando Anne regresó del baño al terminar su sesión fotográfica, se sentaron ya calmados. Se puso de nuevo su provocativa ropa interior.
"Ahora sí. ¿A gusto papacito?”, preguntó ella. “¡Extrañaba muchísimo el sabor de tus mecos… y la cantidad!”.
Repasaron las fotos mientras se besaban. “¡Que excitante es eso de las fotos!”, admitió Anne. “Nunca me lo hubiera imaginado que es tan padre, aunque estoy algo gordis”.
“Estas buenísima, novia”, le aseguró su padre.
Tomás contó todos los detalles de su semana en Houston con su otra hija. Coincidieron en que era castrante, pero no dejaba de quererla también. No le quiso contar aunque Estela estaría unos días con ellos esa misma semana. No quería echarle a perder a Anne el momento, quien no dejaba de mirar las 15 fotos que se tomaron ella y su amante.
“Te la hubieras cogido, mi amor”, dijo Anne, en tono de broma, riéndose. “Conmigo no habría el menor problema”, agregó. Ambos se rieron. “Le urge”, remató.
“¿Te insinuó algo?”, preguntó Anne.
“Ahí como que quiso sacar el tema algunas veces que estuvimos solos. La verdad, yo le sacaba la vuelta”, comenzó Tomás.
“No vas a creerlo”, continuó, “pero dijo que estabas haciendo un magnífico papel cuidándome y sirviéndome de pareja, ni más ni menos como mami. Eso lo sentí como un misil”.
“¡Novio!”, casi gritó Anne. “¡Ahí te quiso pescar! ¡Esa fue con jiribilla!”
Tomás sonrió y continuó. “Me di cuenta luego hija, cuando dijo eso. Y la verdad le contesté que sí, que eras una magnífica pareja en todos los eventos, pero siempre me dijo que te le hiciste algo indecente y muy pintada en la boda y que debería de haberte llamado la atención”.
“Si supiera los restregones que te dabas en mi al sentirla, ¿verdad novia?”, dijo Tomás.
“O las culeadas que me diste en el jacuzzi y en la ventana”, agregó Anne.
“Todo por culpa de tus dichosas pastillitas”, dijo Tomás con su tono acusador.
Anne se carcajeó de las observaciones de su hermana. “Nomás le faltó preguntarte que sí que tal cogía”.
“Es un muro impenetrable tu hermana. No sé en qué momento se volvió tan ortodoxa. Mark tuvo mucho que ver”, agregó Tomás. "Son fanáticos religiosos. Puro estar en la iglesia y grupos afines. No tienen más vida social. Pobres".
Estuvo buena la plática. Anne se puso de pie y se vistió. “Bueno papá, tu limpia y tu arreglas. Ya cumplí mi parte. ¡Llévame!”, ordenó. No había pasado la hora.
“¿Te parece bien si invento una junta el jueves y nos vamos al hotel otra vez, papacito?”, sugirió Anne. “Con el pretexto del tráfico, nos vamos en Taxi de aquí… pasando medio día. ¿Te parece?”
“¿Te parece… eh?, ¿Te parece papi?”, insistió Anne.
“Me muero porque me cojas y me empieces a manosear en el taxi”, agregó.
“¡Trato hecho!”, dijo Tomás.
“El miércoles iré a pagar el cuarto”, dijo Anne, caminando la entrada.
Tomás abrió una de sus maletas y sacó los presentes para los hijos de Anne y Raúl.
En el auto, Tomás retomó la plática.
“No te terminé de contar”, comenzó al emprender la marcha, “pero Estela viene a pasar unos días con nosotros. Quedó de precisarme si es el miércoles o jueves”.
“¡Es el colmo papá!”, exclamó Anne. “¡Viene a joder, a espiar, a ver cómo nos tuerce!”, contestó Anne con notable molestia. "¡Casi nada se te olvidó comentarme", continuó reclamándole.
“No lo pude evitar. De hecho, tuve que fingir gusto”, aceptó Tomás. “Ponte en mi lugar”
“Viene sobre nosotros esta cabrona”, sentenció Anne. “Pero con todo y ella, haremos lo nuestro, vas a ver”.
Al dar la vuelta en la esquina de su casa, Raúl estaba afuera fumándose un cigarro.
“Mira”, dijo Tomás, “que bonitos cuernos tiene Raúl”. Anne festejó su ocurrencia riéndose. "Como eres, novio", dijo.
Tomás pasó a saludar a sus nietos y a darles los presentes que les trajo.
“¡Chao papi! Te veo mañana. Mañana platicaremos más al respecto”, dijo Anne sin disimulo frente a su esposo, quien acostumbrado a los asuntos oficiales y no de su esposa y su suegro, no le dio importancia. Ya ni preguntaba. Anne caminó hacia su padre que estaba por subir al auto. “No me preocupa mucho tener al enemigo en casa”, dijo al acercarse a su padre y casi murmurarle al oído, mientras Raúl solo observaba, despidiéndolo con el enésimo beso en la mejilla, pero sin rozarlo con la lengua.
“¿Qué tanto se cuchichean tú y tu papá, preciosa? ¡Parecen viejas!”, dijo, al besarla en la boca, muy lejos de sospechar que tenía metida en ella hace unos minutos.
“Es sobre la venida de Estela. Es de hueva. Está rematada de mocha”, dijo Anne despreocupadamente. Raúl asintió, concediendo que Estela en efecto, daba hueva. "No la soporté en el viaje".
Los siguientes días fueron normales. El lunes Tomás fue a casa de Anne y Raúl a comer ya que por dos domingos consecutivos no habían convivido e hicieron planes para el siguiente, comentándole a Raúl que Estela vendría.
El martes, papi le dio la temida noticia a Anne: Estela llegaba el miércoles.
Anne volvió a casa. Simuló algunas llamadas y luego, frente a Raúl, le marcó por teléfono para informarle de la “junta” para el próximo jueves en el centro, sabedora de que Estela llegaría un día antes.
CONTINUARÁ
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